Desde mediados de la década del ’90 surgieron ciertas pulsiones dentro de las Fuerzas Armadas de encontrar un rol cómodo que le otorgue una cierta autonomía o protagonismo frente a años de haber sido ignoradas o incluso vapuleadas por el Estado. La matriz presupuestaria y la dirección civil-política de los asuntos militares terminaron por encorsetar al poder militar, pero en detrimento de capacidades operativas y funcionales, llevando a una crisis interna y una duda existencial sobre el rol que les competía.
La pregunta ¿que hacemos con los militares? estaba tan vigente como al momento de la transferencia de poder por colapso que supuso el retorno a la democracia, motivando un estado de desidia cuarteles adentro.
El rol que pico en punta, fue escencialmente el de las nuevas amenazas, temas candentes en la opinión publica y en las estructuras estatales que podrían haberle conferido una cierta palmada al ámbito castrense, pero que lógicamente podría llevar a romper con la idea del control civil de los procesos decisorios dentro del edificio Libertador. La pulsión fracaso frente al estricto marco institucional transversalizado por una opinión publica todavía reacia a las funciones y acciones militares tras los resultados funestos de los gobiernos dictatoriales dentro de la sociedad argentina, lo que estimo que las instituciones de defensa terminen por comulgar con la aceptación del rol conferido por las normas de Defensa, Seguridad Interior y Inteligencia, y terminen por aceptar una cierta vida de pobreza operativa y falta de atención por parte de un Estado atosigado en focos de crisis. Ni el terrorismo, ni el narcotráfico hicieron mella en el rol del militar, que se mantuvo estático como elemento de apoyo logístico a las fuerzas de seguridad federales, dejando (por suerte) lejana la posibilidad de una completa intervención militar en ámbitos de la seguridad.
El problema era de ontologia. La preparación del militar como elemento para proveer a la defensa común distaba mucho de las acciones complejas que se hacen de manera domestica por parte de las fuerzas de seguridad. Sus valoraciones y los fines de su trabajo nada tenían que hacer en un ámbito de acción interior, donde las herramientas para llevar a cabo la función podrían llegar a brindar mas daño que beneficios. En definitiva, la función atentaba contra su rol profesional de defender a la ciudadanía de agresiones externas.
20 años mas adelante en el tiempo, y ya con unas Fuerzas Armadas con un muy buen nivel de aceptación por parte de la sociedad, donde mas del 98% de oficiales que la componen han comenzado con su vocación dentro de años democráticos, la pulsión de las nuevas amenazas comienza a hacer mella nuevamente.
Ya no solo se limita a un deseo de realizar mayores funciones dentro del contexto estatal, sino que también se ampara en una planificación de recursos que sugiere que el destino de las fuerza podría ser ese. Con las ultimas novedades presupuestarias que pomposamente salieron a la luz de los medios masivos, pero que fueron difundidas oportunamente a razón del proyecto de presupuesto hace 3 meses, podemos observar que la reparación operativa de la vetusta estructura militar recae en la incorporación de sistemas con roles de misiones secundarias. La pregunta ¿que hacer con los militares? parece haber comenzado a responderse tomando parámetros que por poco atentarían con el esmero con el que supieron hacer frente 20 años atrás a una opinión publica que los desconfió.
Esperemos que cuando suene estridente el clarín, las Fuerzas Armadas se encuentren preparadas para lo que deberían haberse preparado, y no sobre aquello que en su momento pudo haberle suministrado un presupuesto extra o una atención oportunista.
Interesante perspectiva. Para mis adentros, continuaré pensando que el gran error de los pasados 25 años (especialmente de la última mitad de ese período) fue no dotar materialmente a una de las dos herramientas básicas de política exterior que posee el pais. La idea de “las nuevas amenazas”, difumina el rol de las FFAA al punto tal que las termina transformando en FFSSPP (Fuerzas de Seguridad Pesadas), por supuesto incapaces de sostener un enfrentamiento bélico clásico con FFAA de otro país, con alguna perspectiva de exito. Argentina posee intereses, conflictos abiertos, extensiones geográficas y recursos materiales que obligan a disponer de FFAA directamente abocadas “al conflicto exterior clásico” como básica Hipótesis de Conflicto o, “misión”.
Y el descuido de la Misión que usted brillantemente describe en su último párrafo, da lugar a la posible toma de esos intereses y ocupación de espacios por Fuerzas extranjeras.
El problema central no es “que hacer con los militares”, estos saben muy bien que deben hacer, el problema está en los políticos que han ocupado el ministerio de defensa sin saber nada del tema, ocuparon sus cargos de ministros, secretarios y subsecretarios porque no les quedaba otra alternativa y así nos ha ido. Un MdD subvalorado porque la Defensa Nacional fue durante muchos años un tema menor para la política y responsables civiles a cargo de áreas que desconocían profundamente. Consecuencia: un país indefenso por donde se lo mire.
Hola Jose. Gracias por el comentario.
Todas esas cuestiones son las que no terminan por responder la pregunta que se viene haciendo desde el año 83. Cual es el rol, que misiones definitivas se les quiere dar, como van a llevar adelante esas misiones, ¿quienes?, etc.
Por ahora sigue latente la conformación de un ámbito institucional de debate para hacer de la Politica de Defensa una politica de Estado.
Puede que no publique mi comentario, cosa que sabré comprender. Su pregunta sobre roles y otras, son fáciles de contestar: no les interesan a los políticos que han pertenecido a los gobiernos anteriores, ni a los actuales; no percibo vocación distinta en los futuros porque, por lo que sea…, seguirán siendo la misma gente.
Habrá quien pregunte…__¿porqué no les interesa?…; también esa pregunta se responde fácilmente: porque no les interesa el País…, más allá de ser el medio que provee sus entradas de bienes.
Guille