Por Carlos Borda Bettolli. Con la colaboración de David Boskovic.
“El perro es la conquista más notable, más completa y más útil que ha podido hacer el hombre. El perro pertenece por completo a su dueño, se identifica con sus exigencias, le conoce, le defiende y le es fiel hasta la muerte. Y obsérvese que no es el temor ni la necesidad lo que lo induce a portarse así, sino el amor y el cariño. El perro es el único animal que ha seguido al hombre por toda la superficie de la tierra”. Federico Cuvier, naturista francés.
Desde Atila el Huno hasta los modernos ejército actuales, y desde las junglas de Borneo hasta la turba Malvinense, los perros de guerra han sido empleados en una gran variedad de roles a los largo de nuestra historia y en casi cada rincón geográfico de nuestro planeta. Desde tareas de vigilancia, pasando por rastreo, mensajeros, asistencia médica y un largo etcétera, los perros han sabido acompañar al hombre a los campos de batalla, compartiendo las victorias y sufriendo derrotas, y en muchos casos caminando juntos la senda hacia la eternidad. No por algo se han ganado la justa denominación de “el mejor amigo del hombre”.
En la actualidad, los Perros de Guerra mantienen su vigencia e incluso han tenido que ampliar sus roles de combate en la medida que han surgido nuevas amenazas, por ello no debe resultarnos llamativo que cada vez sea más frecuente observar despliegues militares acompañados de sus respectivos guardianes de cuatro patas. Una vez en el campo de batalla, su correcto desempeño no solo dependerá de su crianza y entrenamiento sino también del adecuado binomio que formen con su guía. Así mismo, será esencial que aquellos al mando comprendan que los perros de guerra son herramientas excepcionales pero siempre teniendo en consideración que son seres vivos, con todas sus virtudes y limitaciones que ello significa.
Los Perros de Guerra a lo largo de la historia.
Una vez domesticados, los perros han servido al hombre de distintas maneras. Incluso en la guerra. En la antigüedad fueron los persas, griegos, asirios y babilonios los primeros en reconocer y aplicar las ventajas tácticas que ofrecían los perros, empleándolos en grandes cantidades como elemento de ataque de vanguardia y también en tareas defensivas. La raza más representativa de aquella época fue el moloso (por su origen Molosia, región Griega), can de gran tamaño, de potentes mandíbulas y espíritu combativo, del cual derivarían el dogo y el mastín.
La historia sería un poco ingrata con estos bravos soldados de cuatro patas, sin embargo no todos quedarían en el anonimato. Uno ejemplo es el caso de Soter, el Salvador de Corinto. Refiere Plutarco que 50 perros junto a una pequeña guarnición de soldados defendían el fuerte de la ciudadela de Corinto. Aprovechando la festividad en honor a Afrodita, los soldados de Nauplia tomaron por sorpresa el fuerte, capturando a la embriagada guarnición y matando a todos los perros salvo a uno, el cual logró escapar. Una vez en la ciudad, el asustado can logró alertar a la población. El fuerte sería recuperado antes de que el enemigo consolidara su posición mientras que la guarnición sería rescatada sana y salva. En reconocimiento por sus acciones se le otorgó al único perro sobreviviente un collar de plata con la inscripción “Salvador”.
Alejandro Magno, Rey de Macedonia, fue uno de los tantos que reconoció la validez de los perros de guerra, empleándolos no solo en el combate sino en tareas de apoyo logístico. Su caballo Bucéfalo y su moloso Peritas serían sus grandes compañeros en la campaña de oriente. Este último fallecería en la India, y según los relatos de la época lo haría defendiendo a su amo (algunas fuentes refieren a que encontró la muerte luchando contra un elefante. Otras, a que fue herido por un venablo).
Dolido por la pérdida, Alejandro Magno fundaría y bautizaría en Bactriana una ciudad en honor a su fiel compañero.
Los romanos también reconocerían los aportes de los perros en el combate, aunque no en su etapa inicial. Así lo demuestra la campaña en Britania, cuando los bárbaros locales emplearon sus mastines contra las fuerzas invasoras. Los romanos, impresionados por el espíritu y fortaleza física de estos animales, no tardarían en incorporarlos a sus Legiones. Denominados Canis Pugnaces, los perros de guerra romanos generalmente marcharían a la batalla equipados con diversos artilugios, tantos ofensivos como defensivos: placas y casquetes de cuero para su protección contra flechas y lanzas, collares y chalecos con púas, etc.
El historiador Plinio consideraba a los perros como útiles auxiliares para el combate, teniendo gran estima no solo por su fortaleza física y valentía sino también por ser combatientes que no pedían nada a cambio.
Con la aparición de la pólvora las funciones de los perros de guerra irían quedando relegadas a tareas de apoyo, principalmente de vigilancia. Sin embargo los colonizadores europeos aún los emplearían en combate con gran eficacia en lo que resultó la conquista del continente Americano. Aprovechando el temor que infundían en la población indígena, las fuerzas ibéricas no tardarían en emplear sus alanos, lebreles, dogos, etc con gran eficacia (y en algunas ocasiones, de manera brutal).
El 24 de marzo de 1495, Bartolomé Colón sería uno de los primero en utilizar perros de guerra en el Nuevo Mundo, cuando hizo frente a los indios caribes en La Española (actual Santo Domingo) con una fuerza de 200 hombres, 20 caballos y 20 perros. El empleo de estos últimos se haría generalizado, tanto a la vanguardia como fuerza de choque (aprovechando el impacto psicológico que generaban en los locales) y en la retaguardia, cumpliendo tareas defensivas.
De todos los perros que participaron en la conquista, sin duda el más recordado es Becerrillo. Alano español, “…bermejo, bocinegro y mediano…”, Becerrillo demostró una valentía e inteligencia fuera de lo común. Su comportamiento en el combate no solo tranquilizaba a la propia tropa sino que también le significaría ganarse su propio sueldo (que al fin y al cabo terminaba en el bolsillo de su amo). Sin embargo en 1514 encontraría su fatal final. Luchando contra los indios caribes y una vez más en defensa de su amo, Becerrillo sería herido con flechas envenenadas, falleciendo al poco tiempo.
Europa se vería constantemente agitada por conflictos durante los siglos XIX y XX, por lo que no resultaría llamativo que los perros fuesen llamados al servicio una vez más.
El caso del barbet Moustache es uno de ellos. Adoptado en Caen por los Grenadiers del Grande Armée de Napoleón, Moustache pronto resultaría de gran valía por su audacia y entrega. Siempre vigilante, impediría la infiltración austríaca en líneas propias durante la etapa inicial de la batalla de Marengo. En Austerlitz, bajo intenso fuego enemigo, recuperaría la bandera del regimiento. Herido en una de sus piernas, recibiría por pedido del mariscal Lannes la Cruz de la Legión de Honor. Como muchos de estos valerosos combatientes de cuatro patas, Moustache caería en combate en Badajoz el 11 de marzo de 1811. Abundan las historias como la de Moustache, sin embargo en el aspecto estrictamente militar debemos reconocer que aún se carecía de una doctrina de empleo de los perros de guerras. Las grandes guerras del siglo XX se encargarían de transformar esta realidad.
Las grandes potencias europeas iniciaron sus programas de perros de guerra a fines del siglo XIX e inicios del XX, realizando innumerables pruebas y ejercicios con el objeto de establecer una doctrina de formación y empleo. Con Prusia a la cabeza, las principales funciones de los perros se centraron en tareas de apoyo tales como vigilancia, comunicación, asistencia sanitaria, patrulla y transporte. Entre las misiones más especializadas sobresale la realizada por los San Bernardo franceses como perro de las nieves.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, decenas de miles de perros serían llamados a prestar sus servicios. Razas de las más variadas participarían de la contienda, cada una con una función específica según sus condiciones. Desde los pequeños Jack Russell en tareas de control de plagas por las vastas líneas de trincheras, hasta el famoso Ovejero Alemán. Aquellos que destacaron por lo valioso de su misión fueron los sanitatshunde-mercy dogs o perros al servicio de la cruz roja. Su función era localizar a los heridos en la tierra-de-nadie, asistirlos (llevaban alforjas con vendajes y bebidas), guiar a los camilleros hasta ellos o reconfortarlos en sus últimos momentos de vida. Los casos de Captain y Prusco, ambos al servicio de las fuerzas francesas, son algunos de los tantos ejemplos por mencionar. Ambos canes se distinguieron por localizar decenas de heridos, y en el caso de Prusco, por arrastrar a un soldado hasta la seguridad de las trincheras para posteriormente alertar a los rescatistas de su presencia.
No debe sorprendernos el justo reconocimiento hacia los perros de guerra que combatieron, cayeron o sobrevivieron a la Primera Guerra Mundial. Caso el de Mèmére, el cual dispone de un cenotafio en su honor en el cementerio de perros de Asnières-sur-Seine, el famosos Rin Tin Tin o el sargento Stubby (aunque estos últimos más como mascotas que como perros de servicio).
Sin embargo no todos los combatientes de cuatro patas tuvieron un final feliz sino que más bien podríamos clasificarlo de ingrato. Finalizado el conflicto, fueron muchas las potencias que al iniciar la desmovilización de sus fuerzas se encontraron con miles de perros a su servicio. Algunas optaron por sacrificarlos al ya no ser necesarios o por lo oneroso de su mantenimiento. Otras, como Alemania, inteligentemente optaron por conservarlos.
Las experiencias sobre la utilización de perros de guerra durante la primera guerra mundial no serían en vano. Nuevamente con Alemania a la cabeza, el aprendizaje del pasado fue aprovechado no solo para perfeccionar la doctrina sino también que sirvió para resaltar cuales eran las razas que mejor se adaptaban a la función de perro de guerra. A la cabeza destacaron los ovejeros alemanes y belgas, doberman, collies, schanuzer gigantes entre otros.
Con la motorización y posterior mecanización, los perros ya no sería tan necesarios para tareas logísticas sin embargo sus funciones no serían menores. Desde vigilancia, exploración hasta mensajeros, los perros demostraron una vez más sus cualidades para el combate, en muchos casos debiendo adaptarse a las condiciones presentes en los distintos teatros de operaciones.
Por acción de los medios, los más conocidos de la contienda resultarían el cuerpo K-9 del US Army y los Devil Dogs del Cuerpo de Infantería de Marina Norteamericano (el cual había adoptado como raza insignia al Doberman Pinscher). También fueron tristemente conocidos los intentos de los soviéticos por emplear perros como minas anti-tanques móviles. Sin embargo los resultados no fueron los esperados ya que los canes habían sido entrenados con tanques amigos. Una vez en el campo de batalla los perros se dirigían a los blindados en busca de comida, tal como habían sido entrenados, pero el problema radicó en que eran los vehículos rusos lo que resultaron destruidos. La falla en la fase de entrenamiento radicó en que no se tuvo en cuenta que los perros distinguirían a los tanques rusos de los alemanes por su olor, ya que no usaban el mismo combustible.
Menos conocidas son las acciones de los perros de guerra japoneses. Pese a haber sido provistos y recibido asistencia por parte de los alemanes, los nipones no parecen haber realizado un buen uso de los canes. Un ejemplo claro fue en su función como exploradores: Los perros trabajaban sin correa y a la vanguardia de la tropa pero generalmente ladraban ante la presencia del enemigo o eran avistados cuando retornaban a su guía, lo que terminaba por delatar la posiciones amigas.
Algunos experimento fallaron estrepitosamente, principalmente por carecer de una etapa de formación adecuada. Ejemplo fueron los perros de ataque norteamericanos propuestos por Walter Pandre o los M-Dog. Estos últimos tenían como misión detectar minas, siendo elegidas razas pequeñas como los cocker y springer spaniels o los dachsunds. Pese a que las pruebas y experiencias en retaguardia fueron más que favorables, el rendimiento en el campo de batalla no fue auspicioso ya que los perros solían distraerse o asustarse. Se hizo notaria la falta de una formación en un entorno similar al que encontrarían en el frente la cual resulta esencial para un buen desempeño del perro de guerra, tal como veremos más adelante.
La Segunda Guerra Mundial sería el último conflicto donde se utilizarían a los perros de guerra de forma masiva, sin embargo su presencia a la vanguardia no solo se mantuvo constante en los distintos conflictos del siglo XX sino que sus funciones fueron aumentando importancia.
Formando al Perro de Guerra.
En la actualidad la formación de los Perros de Guerra ha avanzado notoriamente, no solo con la identificación aquellas razas que son las más indicadas para las labores sino también mejorando el entrenamiento gracias a la adopción de nuevas técnicas.
Las tareas para la obtención de los perros de guerra comienzan antes de su nacimiento, con una apropiada selección de los vientres, su adecuado alojamiento una vez lograda la preñez (caniles alejados de zonas que puedan generar stress en las madres y posteriormente a los cachorros, en debidas condiciones, etc) y su posterior cuidado.
Pasados algunos días del nacimiento de los cachorros, se inicia la etapa de sociabilización la cual tiene como objeto poner en contacto al cachorro con el criador así como con elementos del medioambiente y personas. Esta fase busca la estimulación temprana de los sentidos del perro (pese a que aún no han desarrollado plenamente vista y oído) a los fines de que se sientan cómodos con la presencia humana, acostumbrarlos a distintos ruidos, olores, superficies, etc. (A medida que pase el tiempo se aumentará la complejidad de estos ejercicios al exponerlos a ruidos y situaciones que encontrarán en el campo de batalla, tales como disparos, vuelos en helicópteros, saltos de aviones, etc). La sociabilización constituye un ejercicio primordial dentro de la etapa de crecimiento de los cachorros pero se tiene que realizar con cuidado porque tampoco se querrá sobre-estresarlos.
A medida que avanzan las semanas se expondrá al cachorro a nuevas actividades a los fines de evaluar y mejorar su instinto de presa, consistiendo el ejercicio más común en que jueguen, persigan y muerdan un trapo/toalla. Esta actividad, que los ayudará en la tarea de focalizar y atrapar la presa, será fundamental para los posteriores trabajos de mordida/aprensión y detección.
Una vez avanzada la etapa de crianza y formación inicial, la repetición de las actividades y su posterior recompensa serán más usuales, sobretodo cuando las tareas vayan aumentando en su complejidad. La recompensa constituye un componente adicional en lo que es el trabajo y diversión del perro, ya que en vez de dominarlos se les ofrece una “felicitación” (verbal o acción) por responder adecuadamente a las exigencias. Y como los perros aprenden por repetición y asociación, la recompensa termina ganando gran importancia. También hay que tener en cuenta que lo perros responden al componente no-verbal de nuestro lenguaje. Esto significa que la importancia radica no en las palabras sino en la entonación de las mismas así como la expresión corporal.
Otro de los puntos clave para trabajar con perros de guerra será el lazo de confianza que se establezca, tanto con su adiestrador como con guía. Esta confianza, que viene asociada con la idea implementada de que todo lo bueno viene de su adiestrador/guía (comida, agua, juguetes, ejercicio, etc), implicará la formación de un adecuado binomio.
Hemos mencionado algunos puntos generales sobre la formación de perros de guerra, pero hay que tener en cuenta que el entrenamiento variará según la función que tengan que cumplir. Y de acuerdo a la misión, también dependerá la raza a elegir. Los Ovejeros (Alemanes y Belgas) y el Malinois Belga (estos últimos favorecidos principalmente por no ser propensos a la displacia de cadera) son generalmente los preferidos para tareas que requieren un importante grado de agresividad y capacidad de aprensión. Su coraje y lealtad así como sus habilidades (olfato y agresión) los hace ideales para el trabajo de perros de guerra. Otra de las razas elegidas, esta vez para tareas de rastreo (personas, explosivos, narcóticos), son los Labradores. Las razones por las cuales se los eligió para esta tarea radican en su gran olfato, inteligencia, por ser dóciles y carecer del componente de agresividad. (Las mencionadas son actualmente las razas más difundidas, pero eso no significa que sean las únicas.)
La gran mayoría de los perros de guerra tienen asignados un solo propósito, sin embargo también existen los denominados perros multipropósito. Generalmente destinados a unidades de Tropas de Operaciones Especiales, al igual que sus congéneres humanos debieron pasar por una estricta selección y entrenamiento antes de formar el binomio con su guía. La raza más popular es el Malinois Belga o cruza de estos con el Ovejero Alemán. Su misión consiste en rastrear humanos o explosivos (con o sin correa) así como trabajos de aprensión. Uno de los casos más conocidos es el del Malinois llamado Cairo el cual participaría, junto a los SEALs del DEVGRU, del raid a la casa de Bin Laden en Abbotabad, Paquistán.
En los recientes años, los perros de guerra han demostrado sobresalientes resultados, principalmente en tareas de detección de explosivos. En el momento más álgido en la lucha contra los IEDs, el General D Petraeus manifestó en el año 2008 que “las capacidades que (los perros de guerra) proveen no se pueden replicar, ni por el hombre ni por la tecnología. … Su performance sobrepasa a cualquier medio que disponemos en nuestro inventorio. Sería un error para nuestro ejército no invertir más en este valioso recurso…”
No importa cuan bueno sea el perro, pero si no es acompañado por un buen guía, cualquier esfuerzo será en vano. Es aquí donde radica la importancia del binomio perro-guía. Este último debe conocer al menor detalle las características del comportamiento de su compañero de cuatro patas, saber distinguir sus señales de alerta, las condiciones favorables para operar así como sus desventajas. A la cadena de mando le corresponderá estar al tanto de cómo emplear tan valiosos recursos, ya que al igual que cualquier ser vivo, los perros se cansan (sobretodo cuando realizan trabajos de rastreo) y estresan, sufriendo similar o mayor desgaste al de los humanos.
Al igual que las persona, los perros de guerra no solo exigen tener comodidades adecuadas (caniles ventilados, protegidos del clima extremo, sin humedad, etc) sino también un cuidadoso régimen alimentario y apropiadas facilidades sanitarias. Una vez en el terreno, las condiciones del mismo pueden exigir la provisión de distinto tipo de equipamiento para lo cual el perro tiene que estar acostumbrado a su uso: botines contra terreno agreste/espinas/escombros, doggles o anteojeras (en saltos o con helicópteros), chalecos balísticos así como el equipo usual: collar, correa, bozal, etc.
Algunas unidades TOE equipan a sus perros con chalecos provistos de sistemas de audio y video (cámaras diurnas y visión nocturna) y equipos médicos.
La simbiosis alcanzada con los perros de guerra ha sido sin duda uno de los mayores logros del ser humano. Los perros no solo se convirtieron en fieles compañeros de armas sino que con su accionar diario logran un justo reconocimiento por su desinteresada labor.
Perros de Guerra en la Argentina.
La presencia de los Perros de Guerra en las Fuerzas Armadas Argentinas tiene más de 50 años de historia. La Armada Argentina la Agrupación Perros de Guerra del Batallón Seguridad de la Base Naval de Puerto Belgrano cuenta con el honor de ser la única unidad de su tipo en ser Veterana de Guerra de Malvinas.
Creada en 1965 con el objeto de brindar alerta temprana al sistema de seguridad de la base de Puerto Belgrano, la Agrupación se encuentra dividida en dos secciones: La Sección de Seguridad tiene como misión vigilancia y patrulla, mientras que Sección Perros Especiales, se dedicada a la detección de explosivos y narcóticos, y al rastreo de personas en zonas de catástrofe. Al adiestramiento (en ocasiones diario y según la función que prestan los perros de guerra) se realiza en la pista especial ubicada en la misma base.
La agrupación está compuesta por Ovejeros Alemanes, Malinois, Labradores y Dogo Argentino (su perro insignia).
La unidad participaría del conflicto por las Islas Malvinas al desplegar una de sus secciones a Puerto Argentino, a los fines de proveer seguridad contra posibles infiltraciones del enemigo.
Al mando del Teniente de Fragata Miguel A. Paz, la sección estaría compuesta por: el encargado de Sección, el Suboficial Segundo Ernesto Franco; el Guardiamarina Veterinario Jorge Robles junto a sus ayudantes CC62 Raúl Alberto Altamirano, CC62 Héctor Barranou y el CC62 Dragonenate Julio César Herrera.
Las parejas de conscriptos/guías-perros, fueron las siguientes:
– CC62 José Ramón Alarcón – Nando.
– CC62 Ángel Rolando Albarracín – Ranquel.
– CC62 Raúl Andicoechea – Negro.
– CC62 Ceferino Cáceres – Duque.
– CC62 José Rubén Cruz – Vogel.
– CC62 Silvano Pastor Décima – Ñancul.
– CC62 Carlos Alberto del Greco – Ñaro.
– CC62 Luis Alberto Giuliani – Wagner.
– CC62 Humberto Herrera – You.
– CC62 “Dragoneante” Raúl Francisco Irigoyen – Volf.
– CC62 Ubaldo Darío López – Franky.
– CC62 Jorge Alberto Medina – Falu.
– CC62 Néstor Raúl Pérez – London.
– CC62 Oscar Rolando Pérez – Keni.
– CC62 Martín Donato Picon – Onix.
– CC62 Jorge Rinaldi – Nick.
– CC62 Rubén Orlando Rivadaneira – Olaf.
– CC62 Carlos Dante Silvas – Xuavia.
En los combates del 13 y 14 de junio, se decide el envío al frente de cinco perros junto a sus guías. Las parejas fueron: Los conscriptos Carlos Del Greco con Ñaro, Raúl Andicochea con Negro, José Cruz con Vogel, Luis Giulliani con Warner y Carlos Silvas la Xuavia. Lamentablemente Negro y Ñaro desaparecerían en combate.
De los perros VGM, el más longevo resultó ser Vogel, el cual fallecería en 1991. Enterrado en la Agrupación Perros de Guerra de Puerto Belgrano, una placa recuerda el servicio prestado por tan noble animal.
Fuerza Aérea Argentina también hace uso de estas unidades caninas a los fines de sumar un elemento más al servicio de seguridad en sus distintas instalaciones y bases. A modo de ejemplo, una de estas unidades es la Sección Perros de Guerra de la Escuela de Suboficiales (ESFA), con asiento en la provincia de Córdoba. Con 53 años en actividad, la Sección Perros de Guerra tiene como misión proveer alerta temprana y reforzar las tareas de seguridad y vigilancia de las instalaciones de la fuerza. Para realizar esta labor, los guías juntos a sus perros se entrenan constantemente, tanto en la pista de obstáculos como en el polígono de tiro ya que los perros deben acostumbrarse a mantenerse imperturbables ante las descargas de pistolas 9mm y escopetas 12,70mm en formación de avance. Las actividades de la unidad también incluyen demostraciones en jornadas de puertas abiertas y exhibiciones de destreza.
Actualmente la Sección Perros de Guerra de la ESFA dispone de Ovejeros Alemanes y Schanuzer gigantes para realizar las tareas de vigilancia, contando con modernas instalaciones así como con la debida asistencia veterinaria.
Por último, el Ejército Argentino cuanta con su Sección Perros de Guerra, la cual tiene sus raíces en la década del ‘50/60. Siendo discontinuada y reiniciada su actividad en 1998, la unidad tiene asiento en Campo de Mayo, más precisamente en el Laboratorio y Depósito de Remonta y Veterinaria 601 la cual constituye la única unidad de la fuerza en la que se realiza la cría y formación de los Perros de Guerra.
La Sección dispone de su propio cuerpo de adiestradores profesionales, los cuales cuentan con título habilitante emitido por la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Ellos son los encargados de la crianza, selección y posterior adiestramiento de los perros de guerra.
La provisión de perros a las distintas unidades requerirá de su pedido y posterior envío de personal a los fines de ser capacitados como guías. El curso teórico/práctico dictado por los Adiestradores profesionales tiene una duración de 2 meses y su principal objetivo radica en afianzar los conocimientos en el futuro guía y en formar el correcto binomio con el perro.
El curso posee varias etapas y en cada una de ellas se pondrá a prueba al binomio recientemente formado. En caso de no lograrse resultados satisfactorios, se guías deberán realizar algunos cambios a medida que avanza el curso o, llegado el caso, modificar el binomio.
Al igual que la Armada, el Ejército cuenta con sus propios Perros de Guerra VGMs (aunque entran en la clasificación de mascota). TOM y Mortero fueron dos de los perros que acompañaron a sus unidades hasta las Islas Malvinas.
En el caso de TOM (por Teatro de Operaciones Malvinas), se desplegó con los soldados el Grupo de Artillería 101, sirviendo como fiel compañero y artillero. El 12 de junio fallecería a causa de las heridas provocadas por un ataque aéreo.
Otro de los compañeros de cuatro patas que tuvieron los soldados argentinos en Malvinas fue Mortero. Mascota de los soldados del Regimiento de Infantería Nº 8, Mortero se convertiría en una importante compañía, siempre aguardando con ansias el retorno de los hombres pertenecientes a las patrullas Gato y Mancha cada vez que salían a cumplir su misión. Mortero se convertiría en el único perro prisionero de guerra, retornando al continente junto a sus compañeros de armas a bordo del buque MV Norland.
Nota de autor: Mi agradecimiento a David Boskovic por su colaboración, especialmente en el apartado perteneciente a los Perros de Guerra de la Armada y su actuación en Malvinas.
Excelente la advertencia del collar, no recuerdo haberla visto por aquí.-
Muy buena nota
Muchas gracias.-
Muchas gracias Jorge. Me alegro que haya sido de su interés.
Estimado Charly Borda Bettolli me gustaría contactarte para hacerte unas consultas relacionadas al tema, agradecería tu respuesta.
Pablo, para contactarme podés dirigirte a este mail: [email protected] En lo que pueda ayudarte, para mi será un gusto. Saludos!
muy buena la info , gracias
Muchas gracias Rafael.