Imagen cortesía de Sputnik

Los misiles del S-300 se encuentran preparados para impactar contra blancos terrestres, como vehículos militares o la infantería enemiga. El misil antiaéreo dotado con unas 36.000 metrallas —destinadas a derribar aviones, drones y misiles— es un arma mortífera capaz de abatir o dañar blancos no acorazados en una gran superficie. Este uso ‘no convencional’ del arma se puso en práctica de nuevo el 30 mayo durante las maniobras del Ejército ruso en la región de Jabárovsk, en el Lejano Oriente del país.

Según comunicó el servicio de prensa de la Defensa rusa, las unidades de los S-300 practicaron la adquisición de blancos proporcionados por las tropas de reconocimiento terrestre y el disparo de misiles formalmente antiaéreos contra las fuerzas del enemigo ficticio.

A pesar de las diferencias tecnológicas asociadas con el uso ‘imprevisto’ de los proyectiles antiaéreos —sobre todo, el alcance, la precisión y la limitada capacidad de penetrar el blindaje—, es técnicamente posible usar de esta manera misiles más adaptados, por ejemplo, con una ojiva explosiva.

No obstante, los analistas rusos subrayan que los sistemas de misiles tierra-tierra son mucho más eficaces —y baratos— en esta calidad, dejando los ataques con los S-300 contra blancos terrestres solo para situaciones más ‘extraordinarias’.

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