Ayer se cumplieron seis meses de la desaparición del submarino ARA San Juan. Fue un 15 de noviembre, cuando la nave emitió su último contacto a 240 millas náuticas, al sudeste de la Península Valdés, en el frío mar del Atlántico Sur.
Aún desconocemos su paradero, y los motivos que lo llevaron a protagonizar uno de los hechos más trágicos y relevantes de la historia naval argentina.
Para los que seguimos el transcurso de la historia como meros espectadores, el día de ayer, tal vez signifique no más que una simple fecha simbólica. Una fecha para recordar y conmemorar algo pasado. Pero para aquellos que fueron protagonistas del relato, el día de ayer marco mucho más que eso. Y puesto que, a partir de ayer, la ley habilitó a las familias de los submarinistas, a dar inicio al trámite de presunción de fallecimiento.
Dar inicio a dicho trámite, implica el reconocimiento de la muerte y la aceptación de que aquel ser querido no va a regresar. Es una automática bajada de línea emocional, un paso que muchos no están preparados a dar.
Y es este tecnicismo legal el que, presuntamente, estaría evitando otorgar un homenaje y reconocimiento oficial a los 44 tripulantes del ARA San Juan.
Hemos visto muchos homenajes, pero ninguno de carácter oficial donde el Estado otorgue una distinción a los 44 tripulantes por fallecimiento en acto de servicio. Y es que, hasta ahora, se habla de los 44 desaparecidos del ARA San Juan, a los cuales no se les ha otorgado el carácter oficial de defunción.
También hemos visto varios homenajes al submarino argentino y a su tripulación. Los hubo en varios lugares y de diferente procedencia. Vimos imágenes de hombres formados, dibujando el número 44 sobre el hielo o la proa de algún barco. Hemos visto arrojar ofrendas florales al mar mientras se recitaban sentidas palabras desde embarcaciones tanto nacionales como extranjeras, pero no hemos visto ningún homenaje oficial para aquellos que han dejado la vida en el mar en nombre de la patria.
A ellos los llamamos héroes, pero no les hemos otorgado ninguna medalla, ningún acto público. Nada.
Tal vez sea por eso, – por ese tecnicismo legal – que sólo los familiares homenajearon ayer a los 44 tripulantes con una misa en una capilla en Mar del Plata. Por que para ellos, tras seis meses de búsqueda, el submarino y su tripulación siguen desaparecidos. Para ellos la historia continua y temen que, de inició al trámite, sus familiares serán considerados fallecidos y las tareas de búsquedas pudiera ser abandonada.
Del otro lado del relato, el Ministro de Defensa, Oscar Aguad, ha declarado públicamente que las tareas de búsqueda del ARA San Juan no se detendrán jamás, por parte de la Armada Argentina, y que además, continuarán con la ayuda de la contratación de una empresa privada; y considera que encontrarlo es una tarea “verdaderamente muy difícil y que de hacerlo tal vez no nos brinde las respuesta que buscamos”.
Sin embargo, las familias consideran que tal promesa podría ser fácilmente olvidada cuando los recursos económicos concedidos para la búsqueda, toquen un techo.
Hasta la fecha, se han gastado 750 millones para la búsqueda del ARA San Juan, además del dinero que se le adjudique a la empresa privada que continúe con el operativo de búsqueda subacuática. Por ahora, la prometida contratación de una empresa privada continúa en proceso de licitación.
Cada quién tendrá su opinión frente a la cuestión. Pero creo que nadie duda que los 44 tripulantes merecen un reconocimiento autentico que supere las meras palabras pronunciadas en un discurso. Si son héroes de la patria, celebremos los como tal.
Militares que murieron en acto de servicio como tantos otros.
¿Héroes?, ¿por qué?, ¿que hicieron para merecer la distinción de héroes?, ¿navegar en un submarino obsoleto y con falta de mantenimiento es algo que merece la distinción de héroe?
No lo creo.