Contexto
No es para nada original decir que la Argentina literalmente no sabe qué hacer ni para qué están sus Fuerzas Armadas, tampoco lo es decir que esta es una situación que se arrastra desde el mismísimo 10 de diciembre de 1983 y a la cual ninguno de los gobiernos transcurridos desde ese momento hasta ahora han sabido darle una solución.
Después de la experiencia de la última dictadura cívico-militar se generó un consenso en la sociedad y en la clase política respecto a que FF.AA ya no se querían, que atribuciones o injerencias ya no les debían ser permitidas y eso fue todo, hasta allí se llegó, ni esa misma sociedad ni esa misma clase política se dieron a la tarea de establecer que Fuerzas Armadas eran las que si se requerían para esa nueva etapa del país, ni esa discusión se dio en 1983 ni se da ahora (35 años después) en 2018.
El poder político se conformó con dominarlas, vale decir eliminar toda posibilidad de una nueva injerencia en la vida institucional del país, y lo hizo a base de brutales recortes presupuestarios y de una perversa incapacidad para separar individuos de instituciones y lo logró, y una vez logrado ese objetivo ya no supo qué hacer con las fuerzas, simplemente se limitó a dejarlas vegetar y degradarse material y operativamente. No era importante si eran útiles para la función para la cual en teoría debían serlo, con que no molestaran ya era suficiente.
En ese contexto comenzó pues a generarse una corriente de pensamiento emanada desde distintos sectores sociales y académicos y que rápidamente ganó adeptos en el campo de la política respecto a la inutilidad de las Fuerzas Armadas, al menos para su función tradicional y la necesidad de o bien suprimirlas o bien de buscarle nuevas misiones alternativas que las volvieran “útiles” tanto desde el punto de vista del imaginario social como desde el punto de vista del rédito político.
Distintas circunstancias geopolíticas asumidas como definitivamente permanentes fueron empleadas para cimentar esta posición, entre las mismas se pueden contar el proceso de integración regional y en especial el proceso de integración entre la Argentina y su principal hipótesis de conflicto durante prácticamente todo el siglo XX o sea Chile , la lejanía geográfica del país respecto de los principales puntos de tensión mundial y la voluntad por parte de la Argentina de hacer frente cualquier eventual controversia únicamente apelando a la diplomacia y a los organismos multilaterales.
Lógicamente podría argumentarse que el proceso de integración regional y el actual escenario de confianza mutua de el resultante podría detenerse y hasta sufrir una regresión, que los puntos de tensión geopolítica a nivel global podrían en un futuro variar a lugares mucho más cercanos a la Argentina y que para la generación de un conflicto se requieren al menos de dos partes y que el hecho de que una de las mismas se autolimite a los medios pacíficos y a recurrir a organismos internacionales no quiere decir que la otra este obligada a hacerlo.
Sea como fuere, la idea de darle nuevos roles a las Fuerzas Armadas terminó en gran medida prosperando, primero en la forma de tareas de apoyo a la comunidad ante catástrofes naturales o hechos similares y en los despliegues en misiones de paz bajo mandato de la ONU y más recientemente en el planteo que propone involucrar a las FF.AA en tareas vinculadas a la seguridad interior.
De hecho y como ejemplo de esto, vale mencionar que la principal y casi única forma en que se han concretado adquisiciones de material para las fuerzas han sido bajo el argumento de ser material de uso dual y apto no solo para la guerra, sino para tareas de “apoyo a la comunidad” (eufemismo que como ha quedado demostrado engloba desde actuar en caso de una inundación hasta hacerlo en caso de una huelga de recolectores de residuos según las circunstancias y la necesidad política lo determinen) o de ser material apto para su despliegue en misiones de paz.
Es justo mencionar que esta clase de tareas siempre fueron misiones subsidiarias de las Fuerzas Armadas, el problema que se presenta es que se pretende invertir el orden de prioridades y que dichas misiones subsidiarias pasen a ser las principales y la principal quede limitada a un más que discreto segundo plano.
Como si esto fuera poco, el marco jurídico tampoco ayuda, la Ley de Defensa Nacional actualmente vigente fue sancionada en 1988, teniendo como contexto y siendo determinada por un país, un mundo y fundamentalmente unas relaciones poder militar-poder político que hoy ya no existen y como si eso fuera poco esa misma ley tardó 18 años en ser reglamentada y cuando la fue, la fue mediante un decreto más que cuestionable, caso similar el de la Ley de reestructuración de las Fuerzas Armadas sancionada en 1998, pero nunca cumplida en su totalidad, en especial (pero no únicamente) en lo concerniente a lo dispuesto en su artículo 29 el cual disponía una inversión en nuevo equipamiento por un total de mil millones de pesos/dólares para el quinquenio 1999-2003 y que por supuesto jamás se puso en práctica.
Situación actual
La cuestión de la seguridad interior y principalmente enfocada en la problemática de la inseguridad ciudadana hace tiempo que figura al tope de las preocupaciones sociales y es una de las principales demandas que se le hacen al poder político.
Paralelamente, la cuestión de la defensa nacional no se encuentra ni mínimamente instalada en el imaginario social y menos en las preocupaciones de la clase política, una clase que siendo absolutamente cortoplacista y carente de visión estratégica solo parece percibir como relevantes aquellos temas que emanan del humor social.
Así las cosas desde hace ya varios años se pudo ver un fenómeno de fortalecimiento de las FF.SS federales, las cuales vieron aumentar su presupuesto y se expandieron en número de efectivos, el poder político también las jerarquizó mediante la creación de un nuevo ministerio (el de Seguridad) que las agrupó bajo su órbita.
Mientras esto ocurría las Fuerzas Armadas vieron seguir reduciendo su presupuesto y su capacidad operativa, así como también vieron la creación de una brecha salarial en detrimento de las mismas y a favor de las Fuerzas de Seguridad que provoca una constante sangría de personal, por su parte y desde el punto de vista político el Ministerio de Defensa se transformó en un cargo secundario y muy poco codiciado para el político de turno que tuviera la mala suerte de ser destinado a él.
No es de extrañar en esta situación que el poder político viera entonces la necesidad de darle un “rol útil” a las Fuerzas Armadas acercándolas a la problemática de la seguridad interior, esta idea también genera una reflexión interna dentro de los mandos de las fuerzas que ven con preocupación las eventuales implicancias políticas y jurídicas de una eventual participación en tareas de seguridad interna, pero al mismo tiempo ven en ello la posibilidad de recuperar protagonismo y gravitación.
El problema de enfocar la problemática de la inseguridad ciudadana desde un punto de vista únicamente represivo, vale decir solo apelando a aumentar el personal, los vehículos, las armas, etc, es que no se da abasto, es inevitable la existencia de huecos en la estructura de seguridad, simplemente es imposible tener presencia en cada esquina de cada calle de cada barrio de cada ciudad.
Entonces se buscó resolver esto apelando a la cantidad por sobre la calidad, más policías, no mejores policías y así (por ejemplo) se terminó con una Policía de la Provincia de Buenos Aires que con sus 100.000 efectivos duplica en personal al propio Ejército sin que esto se haya traducido en una mejora relevante en los índices de seguridad de dicha provincia.
Así mismo que comenzó a aumentar la cantidad de efectivos de las fuerzas federales (en especial de la Gendarmería y de la Prefectura Naval) para poder ir llenando los espacios que dejan unas fuerzas de seguridad provinciales que en muchos casos presentan un cuadro de corrupción e incompetencia que puede llegar a lo desmoralizante.
Es así como un parche fue tapando otro parche, como las fuerzas de seguridad provinciales no cumplen con su tarea ya sea por estar desbordadas, por ser ineficientes o por ser
cómplices del problema las fuerzas federales deben reemplazarlas, es así como la Prefectura Naval (o sea la guardia costera) termina teniendo personal abocado a realizar controles vehiculares en avenidas y calles o a evitar que “barras” se maten entre sí a la salida de cualquier estadio o la Gendarmería (una fuerza creada para operar en las zonas de frontera) termina desplegada a cientos de kilómetros de las mismas en las principales ciudades del país como de refuerzo de emergencia ante un clamor social que reclama respuestas para ayer.
Y en este punto de la ecuación se pretende que ingresen las Fuerzas Armadas, la larga, interminable y muy pesada sombra de la última dictadura cívico-militar impide involucrarlas directamente como ciertos sectores pretenderían, pero ven como posible redireccionarlas hacia las figuras del crimen organizado, encarnado este principalmente en el narcotráfico y en las amenazas no estatales, encarnadas estas en grupos terroristas.
De esta forma (sostienen los que apoya esta postura) se podría liberar más personal de las FF.SS federales para destinarlo a combatir la problemática de la inseguridad ciudadana y al mismo tiempo las Fuerzas Armadas tendrían un rol útil para el poder político.
Perspectivas
Parece poco probable que las Fuerzas Armadas se vean involucradas en el combate directo a la delincuencia común y aún en el caso del narcotráfico muy probablemente su participación quede circunscripta a tareas de apoyo, simplemente no existe el consenso político suficiente como para efectuar las modificaciones normativas necesarias para liberara el accionar de las fuerzas de manera completa en lo que se refiere a la seguridad interior.
El problema, el peligro si se quiere, es la visión que encargan estas modificaciones, tantos las que efectivamente se lleven a cabo, como aquellas a las cuales la coyuntura vuelva imposibles de aplicar al menos en el corto plazo.
Esa visión es la de vacío, la de inutilidad, la de pérdida de motivo de existencia la de ser algo con lo que no se sabe que hacer pero tampoco se lo puede eliminar, esa es la visión que buena parte de la dirigencia tiene de las Fuerzas Armadas y la que va a terminar por condenarlas si no se revierte.
Parece ser un recurso común de un tiempo a esta parte la exageración artificial de problemas ya de por si complejos como forma de justificar de cara a la opinión pública la toma de tales o cuales decisiones. La Argentina no presenta (como otros países de la región o del mundo) ejércitos privados de miles de hombres, ni los narcotraficantes derriban helicópteros desde las azoteas de los edificios, ni operan grupos terroristas que por su despliegue o poder de fuego sobrepasen las eventuales capacidades de respuesta de las Fuerzas de Seguridad ni hay ciudades o barrios vedados a las FF.SS para su ingreso y de haberlos no es precisamente porque a las mismas les falte poder de fuego o de despliegue para ingresar, sino por otros motivos mucho más obscuros y subyacentes, en resumen, no hay una situación de desborde, de sobrepaso de las Fuerzas de Seguridad que justifiquen la introducción de las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior.
Las FF.AA ya tienen un motivo de existencia y ese es la defensa nacional, lo que hace falta es que la clase política en su conjunto comprenda y sepa transmitirle a la sociedad la importancia y la vigencia de este concepto. La defensa nacional y la seguridad interior requieren estructuras, entrenamientos y equipamientos distintos, lo cual quiere decir que un involucramiento de las fuerzas militares en cuestiones de seguridad interior irá generando a mediano y largo plazo una mutación en las mismas donde un concepto comenzará a tener prevalencia sobre el otro por el simple motivo de que la dirigencia política (que es en última instancia la que decide) ve a uno como muy importante y al otro como innecesario.
Y así la Armada (o sea la Marina de Guerra) mutará en una mera guardia costera con el combate a la pesca ilegal como mero objetivo primordial, el Ejército lo hará en una suerte de guardia nacional centrada en las fronteras y en el combate a organizaciones vinculadas al narcotráfico o al terrorismo y la Fuerza Aérea en una suerte de policía aérea con la persecución de aviones cargados de cocaína y el apoyo aéreo en caso de catástrofes naturales o similares como únicos objetivos.
Lo que se requiere es ciertamente un nuevo marco normativo, una nueva ley de defensa nacional y una nueva ley de reestructuración de las fuerzas armadas, que contemple nuevos conceptos como el de conflictos asimétricos o el de guerras hibridas, pero dejando en claro que el conflicto convencional sigue igual de vigente que nunca y marcando también una clara diferencia entre defensa y seguridad interior, entre Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad
Qué clase de Fuerzas Armadas necesita el país es una discusión pendiente que la democracia nunca dio y que debe ser dada por la sociedad toda, no por la clase dirigente solamente y menos por solo un gobierno de turno y debe ser dada con todo el tiempo que un debate tan importante requiere, no apurado por necesidades electoralistas de golpes de efecto.
Al mismo tiempo es importante se que comience a comprender que en el fenómeno de la inseguridad ciudadana intervienen factores sociales, económicos y hasta culturales y es imposible de revertir apelando pura y exclusivamente a la represión no se necesitan más fuerzas para combatirla, se necesita que las que ya lo hacen sean mejores y que se entienda que por si mismas no van a resolver el problema, se trata de plantear soluciones que funcionen, no que solamente aparentan que lo hacen.
Ojala la dirigencia toda esté a la altura de las circunstancias y el estado terminal desde el punto de vista material, operativo y en cuanto a personal que hoy por hoy afrontan las Fuerzas Armadas sean el inicio de un debate necesario, serio y responsable, sin prejuicios ni preconceptos y orientado a el sistema de defensa argentino pueda refundarse y ser viable da cara a este siglo XXI lleno de desafíos y que requiere consensos, planificación y políticas a largo plazo, algo que hoy y por desgracia parece muy lejano de concretarse.
Coincido con los argumentos esgrimidos por el autor de la nota (Sr. Luis Val Alvarez). Por otra parte deseo aportar que la idea de darle nuevos roles a las Fuerzas Armadas (tareas de apoyo a la comunidad ante catástrofes naturales o hechos similares) en realidad en nada es novedosa, al menos de lo yo que recuerde (apenas tengo 75 años). Una y otra vez las FFAA intervinieron en auxilio de la comunidad cuando se requirió de ellas o, en casos, por iniciativa propia. En cuanto a los despliegues u operaciones en misiones de paz bajo mandato de la ONU tampoco resultan originales ni novedosas, en el particular caso de la FAA, por ejemplo, en la década de los sesenta (casi setenta años atrás) opero un escuadron de transporte (DC3/C47) en el Congo durante un largo periodo.
Acuerdo plenamente tambien en cuanto a que ” la cuestión de la defensa nacional no se encuentra ni mínimamente instalada en el imaginario social y menos en las preocupaciones de la clase política, una clase que siendo absolutamente cortacircuitos y carente de visión estratégica solo parece percibir como relevantes aquellos temas que emanan del humor social”. Este ultimo concepto tiene absoluta validez, en mi opinión, en el caso de los principales asesores y decisores del actual gobierno. Una decepción mas en mi caso.
Coincido con los argumentos esgrimidos por el autor de la nota (Sr. Luis Val Alvarez). Por otra parte deseo aportar que la idea de darle nuevos roles a las Fuerzas Armadas (tareas de apoyo a la comunidad ante catástrofes naturales o hechos similares) en realidad en nada es novedosa, al menos de lo yo que recuerde (apenas tengo 75 años). Una y otra vez las FFAA intervinieron en auxilio de la comunidad cuando se requirió de ellas o, en algunos casos, por iniciativa propia. En cuanto a los despliegues u operaciones en misiones de paz bajo mandato de la ONU tampoco resultan originales ni novedosas, en el particular caso de la FAA, por ejemplo, en la década de los sesenta (casi setenta años atrás) opero un escuadron de transporte (DC3/C47) en el Congo durante un largo periodo.
Acuerdo plenamente tambien en cuanto a que ” la cuestión de la defensa nacional no se encuentra ni mínimamente instalada en el imaginario social y menos en las preocupaciones de la clase política, una clase que siendo absolutamente cortacircuitos y carente de visión estratégica solo parece percibir como relevantes aquellos temas que emanan del humor social”. Este ultimo concepto tiene absoluta validez, en mi opinión, en el caso de los principales asesores y decisores del actual gobierno. Una decepción mas en mi caso.
Hay que entender que en el caso de Argentina las FFAA cumplen el rol de la seguridad exterior y las FFSS la seguridad interior. Puede que algunas tareas estén compartidas pero en líneas generales se definió así desde la vuelta a la democracia. Ahora bien, la defensa tiene que estar preparada para lo que se les haya encomendado y actualmente no es así, el poder civil se olvidó por completo lo que significa defensa y seguridad con el propósito de no dejar operar libremente a las FFAA, así es como los funcionarios de la Defensa y los de Seguridad no se identifican con su tarea y muy pocos saben algo. No se les ha dado la importancia y muchos temas todavía son ignorados, así es como muchos proyectos quedaron en el olvido y, de pronto, la FAA no puede interceptar un avión de pasajeros en el aire; la Armada perdió un submarino, una fragata y varios aviones de vigilancia especializados; el Ejército tiene cada vez menos helicópteros y el proyecto TAM 2 es una incógnita.