El quiebre democrático en Bolivia -admitámoslo, nos encontramos ante un golpe de estado- y las semanas de violencia que se han vivido y aún no concluyen en el vecino Chile, han vuelto a poner en boca de todos no sólo el ethos y actuación de las fuerzas armadas en la región sino, incluso, la posible reaparición del pretorianismo creído difunto décadas atrás.

En primer lugar, nada resta por decir del sector militar boliviano si efectivamente intervino directa o indirectamente pidiendo o siquiera sugiriendo la renuncia del Presidente de Bolivia y Comandante en Jefe de las fuerzas armadas de su país. Poco importa si el proceso electoral previo estuvo efectivamente teñido de mañas y posible fraude en tanto existen mecanismos internos e internacionales avalados para auditar el proceso eleccionario y, de ser necesario, convocar a una nueva votación. Es sólo en el marco de estos procesos –supervisados por veedores internacionales-  que se puede evitar cualquier quiebre institucional y son, por ende,  los únicos indicados para manejar coyunturas tan delicadas y cruciales para el futuro de un país. 

En Chile, país sumido en un gran caos luego de semanas de manifestaciones y enfrentamientos entre grupos civiles y fuerzas de seguridad, la convocatoria a las fuerzas armadas en medio de un contexto desafiante donde se optó por imponer el toque de queda, ha comprobado una vez más -como si la historia reciente no fuera suficientemente explícita- que existen pocas decisiones tan dañinas para un pueblo y su identidad como enfrentarlo a las mismas tropas que juraron defenderlo hasta perder la vida. No es que las fuerzas armadas de un país no puedan ser utilizadas internamente cuando las necesidades del propio pueblo así lo reclaman. Por ejemplo, resulta difícil hallar alguna otra institución más adecuada -humana y materialmente- que la militar para atender grandes desgracias climáticas o sanitarias cuando todos los demás están impedidos de hacerlo. Pero era lógico suponer que la utilización del instrumento militar chileno como ariete político frente a un reclamo ciudadano masivo en pos de la reversión definitiva de la inmensa desigualdad que rige en aquel país no podía producir más que lamentaciones.

Y aquí es donde debemos ser suficientemente lúcidos para rescatar, entre tanto atropello y caos, el nobilísimo ejemplo argentino. El nuestro no es un país libre de conflictos. Decir que cerca de un 40% de nuestros conciudadanos es pobre y que una de cada dos criaturas menores a los 14 años vive en la miseria no significa más que repetir sólo dos de las tantas estadísticas trágicas que ayudan a comprender –algo- la realidad argentina. Pero estas, seguramente, son las cifras que más enfurecen y que autorizan incluso al más ignorante entre nosotros a sostener que en Argentina no hay ni puede haber genuina paz social. Porque es un cliché, pero es el más cierto de todos, que el hambre es una forma de violencia. Y a pesar de todo ello, a pesar del temblor sísmico perenne propio de la frágil realidad nacional, nunca, en los últimos treinta años, puede nadie decir que las fuerzas armadas argentinas hayan quebrantado su juramento sagrado de subordinación absoluta a la constitución nacional. 

Hemos atravesado enormes desafíos democráticos e institucionales: conflicto social creciente durante la década del 90 a medida que la desocupación avanzaba galopante a lo largo y ancho del país, victorias y derrotas electorales impensadas en bastiones inexpugnables, desabastecimiento y lock-out patronal durante el denominado conflicto con el campo e, icónicamente, una fenomenal crisis político-institucional con decenas de muertos –la de diciembre de 2001- donde más de uno repitió, sobrador, que la solución y el desenlace final de aquella situación involucraría, indefectiblemente, a las fuerzas armadas. Fue la crisis política y social más cruenta de la historia reciente argentina y, para la sorpresa de esos muchos, los problemas entre el pueblo y sus representantes se resolvieron entre el pueblo y sus representantes por medio del sinnúmero de medidas legales y constitucionales que existen a tal fin.

Recordemos, entonces, que mientras suenan lamentos por todas partes por lo que los militares de la región hacen o dejan de hacer, cuando toda una generación pareciera revivir titulares prehistóricos sobre cuartelazos y toques de queda, las fuerzas armadas argentinas, a pesar del inmerecido descrédito, la falta casi absoluta de medios y los salarios de miseria, saludan día a día al pabellón nacional y cumplen con multiplicidad de misiones y deberes tanto aquí, en el continente, como en la Antártida y en distintas partes del mundo –donde son inmensamente reconocidas- con la impronta sanmartiniana con que se las fundara.  

Sepamos todos que hoy la república en Argentina está a salvo no a pesar sino, muy por el contrario, gracias también a sus fuerzas armadas cuyos actuales integrantes han demostrado siempre una inigualable vocación democrática y han dado innumerables pruebas de que nunca más un soldado argentino permitirá que se le ordene apuntar su fusil contra el pueblo que defiende, la bandera que saluda o el honor por el que moriría.

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7 COMENTARIOS

  1. Es cierto que la inestabilidad socio-económica siempre trae conflictos y termina dándole argumentos a los violentos, en latinoamérica se ha dado más de una vez. La pobreza es un tema endémico cualquiera sea color político que gobierne. En Argentina gran parte de la pobreza se debe a la inmigración que escapa de la pobreza de sus países de origen, tal es el caso principalmente de Bolivia, Venezuela, Paraguay, hasta inclusive originarios de Africa. El malestar social llevará a pensar en extremismos, no democráticos, que no solucionarán el verdadero problema: la falta de capacidad política y la madurez popular.

  2. La verdad que no pude terminar de leer terrible artículo ..
    Eso no está una democracia…era un fraude..
    Si me hablaras de Illia.,Perón,Irigoyen..esos fueron golpes…escribes un pueblo arto.. enfurecido ante el atropello de un narco gobierno.Y las fuerzas sometidas ..dijeron estamos del Aldo del pueblo..
    Espero que escribas una artículo con el papel de las fuerzas armadas Venezolanas..y de su papel en el terrible golpe de estado y estado del terror y habría que someten a su pueblo…
    De Argentina no podemos hablar
    ..nosotros tenemos guerreros!!

  3. Mamarracho de artículo.
    “Poco importa si el proceso electoral previo estuvo efectivamente teñido de mañas y posible fraude”
    Cla no, no importa… Si el, justamente comandante en Jefe ejerce ilegitimamente su cargo no importa, el militar y policía debe ser leal igual?????
    Y del Referéndum constitucional de Bolivia de 2016 no decimos nada? Un futuro gobierno de Evo que legalidad tenía? Quiso usurpar poder.
    El que a hierro mata a hierro muere, hizo su sucia apuesta y perdió.

  4. Todos los argentimos sabemos, por nuestro “elevado egocentrismo”, que somos “iguales pero distintos” al resto de “Latino América”, nuestra vida en Democracia está en pañales, por eso sabemos que nuestros “buenos guerreros” están siempre listos para defender a la Patria, ejemplo lucha contra una “guerrilla apátrida”, recuperando nuestras Malvinas, con amor, valentía y capacidades destacables, acudiendo, si los dejan, a actuar y solidarizarse con la población civil, en caso de catástrofes, de toda índole, esas son las únicas y valderas F.F.A.A., GLORIOSAS Y RESPONSABLES, sólo nos falta un estadista que administre este bendito y único país llamado ARGENTINA, que así sea..!!

  5. Exelente artículo, amo al ejército argentino, él me formó, templo mi carácter, cultivo mi intelecto. Estoy convencido que los golpes, fragotes y alzamientos contra la democracia fueron aprovechados por civiles, pero le hicieron muy mal al ejército y a sus integrantes.

  6. No comparto la visión expresada en relación a Bolivia. No puede desconocerse la situación de ese país inmediatamente anterior a la renuncia de Morales. Coincido en que hubo un golpe de estado, entendiéndolo como un quiebre al orden institucional.

    Dice el autor del artículo: “Poco importa si el proceso electoral previo estuvo efectivamente teñido de mañas y posible fraude en tanto existen mecanismos internos e internacionales avalados para auditar el proceso eleccionario y, de ser necesario, convocar a una nueva votación” Es justamente al revés. Al día de hoy aún se encuentran negociando la convocatoria a una nueva elección. No se puede desconocer no digo ya el fraude electoral, (¿cuántos días pasaron desde las elecciones?) sino la situación de caos, inseguridad y anarquía que reinaba, con la policía acuartelada, y las distintas facciones políticas lanzadas a enfrentarse en lo que prometía convertirse en una guerra civil. No podemos dejar de observar también la negativa del ejército boliviano a reprimir.

  7. Me gustó la nota tratando de ser objetiva,y veo en los comentarios distintas posturas que respeto,pero que no comparto para nada,sin ánimo de ofender siempre medimos los hechos con distinta vara,en chile se dice que hay un gobierno elegido y está bien la represión,en ecuador lo mismo,pero en bolivia al reclamo de un cierto porcentaje de la población,aprobamos inmediatamente la violencia,no era mejor como dice la nota esperar la intervención de organismos internacionales a tener que ser espectadores de una guerra civil? Porque eso es lo que está pasando,si hablamos de bienestar no caben dudas muchachos que nos guste o no,un indígena puso a bolivia en lo más alto de Sudamérica,con datos reales ofrecidos por izquierda y derecha.
    Yo por mi parte lo único que defiendo son gobiernos que estén a favor del desarrollo del país,y en defensa de la patria,sean de derecha,izquierda o centro,me da igual,si a este gobierno lo defienden por haber comprado algunas pavadas sin ver el terrible daño que han echo en el desarrollo nacional nuclear,satelital,programas de drones,submarino,etc etc estamos al horno como sociedad,la historia de los grandes países demuestra que termina saliendo muy caro comprar afuera en desmadró del desarrollo nacional,y todo esto sin contar el terrible daño que han echo con la soberanía de las malvinas

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