Mucho se viene hablando de la cuestión antártica en el ultimo tiempo. Mientras el reloj continúa avanzando hacia una posible revisión del Tratado Antártico en el año 2048, la Argentina con un empeño considerable de personas, medios y recursos, mantiene vibrando su sentido soberano sobre una porción de territorio que se extiende en casi 1 millón de kilómetros cuadrados.

Para hablar del esfuerzo argentino sobre el continente antártico, el General de División Justo Treviranus recibió a Zona Militar en su despacho y abordó específicamente la cuestión en un momento particular: el comienzo de la Campaña Antártica de Verano 2019-2020.

La dependencia del Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR) se muestra activa, con personal de las distintas fuerzas yendo y viniendo a las distintas dependencias con papeles, materiales y equipos. Las instalaciones, pese al movimiento, se observan impecables y ordenadas, con todo el material en sus depósitos listos para ser trasladados al continente blanco en apoyo de las actividades que se realizaran durante todo el verano.

La primera intervención del General es categórica: “tenemos la misión de conducir todas las misiones antárticas que se ejecutan para apoyar logísticamente el esfuerzo que hace la Nación para hacer una presencia efectiva y necesaria en el continente antártico”. El esfuerzo no es menor y vale una aclaración de rigor: a través del Comando y los elementos militares que contribuyen a este, nuestro país consolida su visión bicontinental. Es así como con el puente que realizan nuestros militares la Argentina mantiene encendida la llama de la soberanía en el territorio blanco, llevando y trayendo personal (militar, civil y científico), así como los recursos necesarios para que estos puedan realizar su trabajo de exploración, investigación y supervivencia en un clima por demás hostil.

En términos de quien escribe una cuestión llama la atención. La Antártida es una tierra de paz y es denominada así quizá por el espíritu del Protocolo de Madrid que establece no solo la protección al medio ambiente y al ecosistema helado, sino por la prohibición taxativa de las actividades militares. Una cuestión semántica en este ultimo concepto engloba la posibilidad de que el continente pueda ser habitado, desarrollado e investigado. No es sino a través del esfuerzo que realiza el personal militar que la Argentina puede desarrollar un apoyo logístico tal que consolide en el ethos nacional la idea de que nuestro país es bicontinental.

La bicontinentalidad se establece a raíz de una práctica que, si bien es constante, se materializa fuertemente entre los meses de noviembre y marzo: las Campañas Antárticas de Verano. Durante estas fechas y a bordo de un rompehielos, diversos avisos, aviones de transporte pesados y medianos y distintos helicópteros, todos dentro de la orgánica del instrumento militar, la Argentina mantiene vivo el reclamo que nace en 1904 con la instalación de una base en las Orcadas del Sur. Tras 115 años de permanencia ininterrumpida y con 13 bases, 6 de ellas permanentes y otras 7 temporarias, la Argentina se ha configurado definitivamente como un país antártico.

La denominación no es caprichosa a razón de algo que a veces se escapa. Hay bases que se configuran ya como pequeñas ciudades, con sus habitantes… con su población.

Esa población, que tiene su pico en verano y que se mantiene en unos 200 argentinos incluso en invierno terminan por constituir el interés permanente que la Argentina tiene sobre toda la península antártica. Pero para mantenerlo resulta esencial un proceso de planeamiento certero que se realiza durante todo el año. El esfuerzo que se ve hoy fue planificado con antelación 4 años atrás dentro de una matriz operacional y un plan financiero preparado por técnicos militares capacitados. Esta visión que mira más allá de la coyuntura es la clave para que año tras año y pese a las dificultades, unos 1000 metros cúbicos de combustible, 1000 personas y otros cuantos miles de metros cúbicos de materiales permitan la supervivencia de las bases.

La Argentina posee una ventaja comparativa importante en cuanto al continente blanco. No solamente es pionera en establecer bases permanentes con población, sino que posee la menor distancia entre la península y una ciudad en el continente. Unos 1000 kilómetros separan Ushuaia de los esfuerzos logísticos que realizan 37 países en la región. Es a partir de esta ventaja que el país debe redoblar sus esfuerzos para posicionarse como un actor fundamental en los esfuerzos antárticos. En ese sentido la conformación de un sólido polo logístico en el sur parecería ser una iniciativa provechosa.

La cuestión antártica observa una perlita: es sinónimo perfecto de la conjuntes. El esfuerzo realizado por las Fuerzas Armadas y que suponen el andamiaje fundamental para que nuestro país persista en su reclamo soberano, opera dentro de una dinámica por demás fluida. Medios del Ejercito, aviones de la Fuerza Aérea y buques de la Armada se unen a un personal mixto que se entrena durante un año en la Escuela Antártica junto a civiles y científicos que contundentemente toman la decisión de hacer patria en el fin del mundo.

La Argentina que mira hacia el sur remite a una frase de Paracelso que versa “cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, mas grande es el amor”. Para amar hay que entender y apoyar y el esfuerzo argentino en la Antártida no se aleja de esta idea. Para una mayoría que en estos momentos convive con un calor infernal o con el disfrute de las vacaciones, unos mil ciudadanos se encuentran realizando distintas tareas bajo temperaturas heladas. El puente naval y aéreo que realizan las Fuerzas Armadas se compone por militares que transitan una experiencia riesgosa y como tal, ponderable. Difícil, sin embargo, necesaria. Si queremos querer a la Antártida es necesario que comprendamos que gran parte de ese amor es posible gracias a militares intrépidos que año tras año hacen de la bicontinentalidad un hecho tangible.

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