Con una ceremonia de retiro de muy bajo perfil, que no incluyó la acostumbraba convocatoria de medios de comunicación, hace poco más de una semana la Armada de Chile arrió el pabellón nacional en la fragata de defensa aérea FFG-11 Capitán Prat en la Base Naval de Talcahuano. Con ello llegó a su fin el periodo de trece años de servicio con Chile de la mencionada unidad, originalmente completada en 1986 para la Marina Real de los Países Bajos como Witte de With, segunda y final unidad de la Clase Jacob van Heemskerck.
El retiro de la Capitán Prat también marcó el inicio de la fase final de implementación del Programa Puente IV, mediante el cual esa fragata y su gemela, la FFG-14 Almirante Latorre, serán reemplazados dentro del primer semestre del 2020 por dos navíos de la Clase Adelaide adquiridos de segunda mano a Australia. La tripulación que se hará cargo de la primera fragata se trasladará a Australia a principios de enero, para recibir la nave y un periodo de familiarización antes de su traslado a Chile.
Chile comenzó a figurar en el 2017 como un serio aspirante a comprar esas fragatas, que también fueron ofrecidas a Polonia y Grecia, y a lo largo del presente año autoridades del Ministerio de Defensa y de la Marina reconocieron en varias oportunidades la existencia de interés en esas naves.
Sin embargo, cuando las gestiones de compra entraban en fase decisiva final, también dio inicio el periodo de tensión y disturbios públicos que ha tenido lugar en Chile desde mediados de octubre. El gobierno chileno decidió entonces sacar el tema de la vista del público, para no enfrentar cuestionamientos sobre el gasto que la adquisición implica. Un típico caso y ejemplo de la cobardía moral de los políticos, que es muy típica en Chile y otros países de la región, respecto de temas como la adquisición de material para las fuerzas armadas. Innecesario en este caso porque, mediante la compra de las fragatas australianas, la marina chilena está evitando el costo substancialmente mayor de mantener en servicio a las dos naves de origen holandés.
En lo referente al mantenimiento y operatividad de las fragatas Capitán Prat y Almirante Latorre como plataformas, este se encaminaba a experimentar alzas de costos e incertidumbre respecto del soporte logístico a partir del 2025. Ese año el suministro de repuestos para las turbinas de gas Rolls RoyceTM3B Olympus, que en las mencionadas naves proveen potencia para las altas velocidades necesarias para maniobrar tácticamente, dejará de estar garantizado en lo referente a regularidad y valor. Es decir, a partir del 2025 el stock de repuestos comenzará a disminuir y sus costos a aumentar.
Lo anterior plantea un problema serio para la marina chilena, que no prevé estar en condiciones de reemplazar a las naves mencionadas, con buques nuevos y con más amplio margen de vida útil, antes del 2035. La prioridad en los planes de desarrollo de la fuerza, para la década que se inicia, está centrada en la adquisición de dos nuevos submarinos, proyecto con un valor estimado en USD 1.000 millones que podría incluir el ensamble de los sumergibles en Chile. Recién a fines de la década, ya completado ese proyecto, la marina podrá comenzar a considerar la compra de nuevas fragatas.
Las dos fragatas que Chile está adquiriendo a un costo cercano a USD 200 millones, ex HMS Newcastle y ex HMS Melbourne, permitirán cubrir en forma eficaz y eficientemente la necesidad de reemplazar a las naves anti-aéreas de origen holandés por un lapso de 15 años. Pero al mismo tiempo resolverán también otro problema que, independiente de su reemplazo, también planteaban esas naves: la modernización de sus sistemas de armas y, en especial, el reemplazo con misiles superficie-aire SM-2MR de sus actuales misiles SM-1MR que, junto con encaminarse hacia la obsolescencia táctica dentro de pocos años, también iban hacia hacerse logísticamente obsoletos.
Ya configuradas y dotadas para lanzar misiles SM-2MR, más avanzados y con tres veces el alcance de los SM-1MR, las dos fragatas ex australianas resolverán los problemas que planteaba extender la vida útil de las dos fragatas ex holandesas a un costo menor, sin un prolongado y costoso proceso de modernización. Cada nave lleva 36 misiles Raytheon SM-2MR Standard, empleados para defensa de área en un radio de 145 km y formaciones navales dentro de ellas; son suplementados por 32 misiles Raytheon Evolved Sea Sparrow (ESSM) en celdas MK.41 VLS de lanzamiento vertical, creando un segundo anillo de defensa antiaérea y antimisil con un radio de más de 50 km.
Con un desplazamiento de 4.100t y eslora de 124m, cada fragata cuenta con una planta motriz conformada por dos turbinas de gas General Electric LM2500, con una potencia combinada de 41.000 hp, para una propulsión mono-hélice con velocidad máxima sobre 29 nudos. Su tripulación es de 180 oficiales y subalternos, pero puede acomodar un adicional de 45 personas. Poseen capacidad anti-superficie, incluyendo 4 misiles anti-buque Boeing RGM-84 Block II Harpoon; así como antisubmarina con los sensores correspondientes y torpedos ligeros guiados lanzados desde tubos por la borda. También cuentan con cubierta de vuelo y hangar para operar dos helicópteros medianos orgánicos.
Con su incorporación, la Armada de Chile quedará equipada con dos plataformas oceánicas especializadas para defensa aérea, tácticamente vigentes, con una vida útil de 15 años que cubrirá adecuadamente sus necesidades.
Imagen de portada: Australian Defence Forces
Nuestra armada tiene practicamente los mismos buques de guerra, de combate, desde finalizada la guerra de Malvinas, En ese mismo periodo, estos muchachos ya han cambiado varias veces de monta, modernizando inteligentemente su flota con buques relativamente modernos, comprados a costos beneficiosos. Podemos aprender de nuestros vecinos cómo equiparse a un costo razonable. Aunque ellos tienen la ventaja de que los componentes británicos no son un problema para ellos como lo es para nosotros.