En América Latina en general, y la República Argentina en particular, se evidencia una iniciación de la denominada revolución de los asuntos de inteligencia. Cuestión que desde hace más de una década se constata en las estrategias de seguridad nacional y acciones de los países denominados centrales, como así también en los debates y documentos emanado de diferentes organismos y centros de pensamiento. Empero, dicho proceso no se caracteriza por una unanimidad de visiones, un modelo exclusivo, o el desarrollo de un nuevo paradigma predominante en la materia.

Como resultado o reflejo natural, luego de los hechos acaecidos el 11S en los EEUU, los diferentes ataques de organizaciones terroristas en territorio europeo, el desarrollo de ataques recurrentes en el espacio virtual, y la incursión de diferentes gobiernos en asuntos de políticas domésticas de otros Estados, los gobiernos incorporaron en sus agendas un cambio en los sistemas de inteligencia y la adopción de las nuevas tecnologías en la obtención y procesamiento de datos. Como asimismo en la construcción del conocimiento específico para una mejor toma de decisiones en función de la anticipación y la protección de los intereses estratégicos.

Ahora bien, en América Latina, un antecedente que puede dar origen a un cambio en la visión en relación a los sistemas de inteligencia lo encontramos en el hecho sucedido en la década de los 90´ del siglo pasado en la República de Turquía, en donde se visualizó un sistema de alto nivel compuesto por elementos militares, judiciales, de inteligencia, seguridad y del crimen organizado, que dieron origen a lo que se conoce como Estados profundo o Deep State.

Ambos hechos, si los contrastamos con los atentados terroristas en suelo nacional, la evolución de las organizaciones del crimen organizado, mayormente relacionadas al narcotráfico y sus derivados (tráfico de armas, trata y tráfico de personas, etc.), una cultura de la inteligencia devenida en espionaje interno, operaciones mediáticas y judiciales, persecuciones políticas y operaciones de tipo “privadas” con recursos e instituciones públicas; aunado a un marco institucional que no ha definido una estrategia de seguridad nacional, la cual torna desconocidos los intereses vitales y estratégicos, y con una vaga noción de lo que consideramos infraestructuras críticas; nos arroja como resultado una nula o escasa cultura de la inteligencia.

Lo que nos llevan a pensar, que en la República Argentina la revolución de los asuntos de inteligencia se debe iniciar en principio por la definición de lo que comprendemos por inteligencia, las experiencias que han desarrollado los países de la región, y por, sobre todo, los intereses de otros actores – públicos y privados de origen extranjeros – sobre ciertos recursos, infraestructuras nacionales y visiones de desarrollo. Es decir, pasar de un sistema de espionaje, propio de una cultura producto de la guerra fría, a un sistema inteligente de inteligencia estratégica.

El sistema actual, conformado por la dirección nacional de inteligencia estratégica militar (DINIEM), la dirección nacional de inteligencia criminal (DINICRI), otros organismos y áreas subsidiarias, bajo la conducción de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), evidencia en primer término, una estructuración que evolucionó hacia la inteligencia criminal, cuestión que los modelos organizacionales actuales no propician, y estiman que son propios del sistema de seguridad público; en segundo término, el desarrollo de una secretaría de asuntos estratégicos, la cual no participa del sistema en forma directa, siendo el espacio donde se debería iniciar el proceso en la construcción de lo que se denomina la Gran Estrategia; en tercer lugar, la DINIEM que se ha constituido en la reserva del sistema, pero que sin embargo continúa en una situación de paridad en relación a las otras partes; en cuarto lugar, un sistema de control difuso y con fallas estructurales constituida por la Comisión Bicameral Permanente de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia en el ámbito del Congreso Nacional; en quinto y último lugar una Agencia Federal de Inteligencia con una visión y misión propias del SXX, y concentrada en dirimir asuntos internos, tanto a la organización, como al propio Estado.

Como sostiene Paul D. Miller “Cuando un sistema falla (y tendríamos que aceptar que en este tema ha fallado lo que podríamos llamar “sistema de toma de decisiones informado por la inteligencia”) el error puede deberse al mal funcionamiento de cualquiera de sus componentes. Simplificando mucho, podríamos aventurar que el fallo puede haberse dado en la elaboración de la inteligencia por parte de los servicios, o en su uso por parte de los decisores políticos. O, quizá, en ambos.” en su abordaje acerca de los problemas de los servicios de inteligencia europeos. Como se puede apreciar, la problemática no solo es nacional.

Por otro lado, nos encontramos con el proceso de globalización, que ante los recurrentes sucesos podemos hablar de una globocolonización por parte de Estado denominados centrales, que afecta de forma directa a otros Estados en relación a los intereses vitales y estratégicos, a sus organismos y a sus ciudadanos en diferentes dimensiones (política, económica, cultural, etc.) generando un cúmulo de amenazas origen en el exterior. Realidad enmarcada en lo que se denomina un entorno VUCA (acrónimo de Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad), que generan el desafío de una adaptación y evolución de las organizaciones basadas en la capacidad de plasticidad que deben desarrollar. Los cambios demográficos, la innovación continua del mundo criminal, los desajustes políticos e institucionales, las demandas de la ciudadanía de un futuro predecible, o el impacto de las nuevas tecnologías y sus derivados son factores determinantes a la hora de pensar el sistema que de Inteligencia que requiere la República Argentina.

Como sostiene Fernando Velazco “Los políticos solos y los Servicios de Inteligencia solos no pueden abordar ni afrontar todos los desafíos que el mundo presenta hoy. La política y los Servicios de Inteligencia deben interactuar con la sociedad civil y la comunidad intelectual”. Es decir, es determinante y necesario una conjunción de los diferentes actores, bajo la dirección de las altas esferas de decisión gubernamental, para el desarrollo de un diálogo que nos permita determinar nuestros intereses nacionales y en función de ellos generar enfoques audaces y factibles para un Sistema de Inteligencia Inteligente que genere los conocimientos para dar respuestas a los desafíos de nuestro mundo.

* Licenciado en Ciencia Política (UNR). Especialista en análisis estratégico. Seguridad y Defensa. Ha cursado la maestría en Inteligencia Estratégica Nacional (UNLP). Secretario Nacional de la Cámara Argentina de Profesionales en Seguridad Integrada (CAPSI).

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