Mientras el embate del coronavirus toma un cariz bélico y el mecanismo para hacerle frente parece extraído de una dinámica histórica propia de un conflicto de principio del siglo XX, parece no haber un solo rincón de la tierra donde el virus no se propague y desafíe hasta a los sistemas mas planificados y con mayores recursos.
Estamos hablando de un combate global contra un enemigo invisible, tal como fue bautizado al unisono en distintos rincones del globo. Las palabras militares no son caprichosas en este asunto ya que el virus atenta no solamente en el ámbito individual, poniendo en riesgo la vida cada uno de los ciudadanos de una nación, sino que atenta contra la propia salubridad de los pilares de un Estado. El virus se viene colando en las propias vulnerabilidades naturales de la vida social, haciendo mella también en las capacidades económicas y en las libertades , comprometiendo de esta manera la propia supervivencia de aquellos valores que se supieron consagrar en nuestra estructura jurídica.
Hablar en términos militares para abordar la pandemia no es menor. Esta dinámica ya se viene observando en partes oficiales del Estado Nacional, en comentarios de política partidaria y en el día a día de la población. Comandante, General. Enemigo y apoyo. Despliegues, riesgos, amenazas. Frente.
Ante un escenario como el que vivimos actualmente, donde las proyecciones de infecciones y consiguientes muertes pueden contarse en números demasiado tristes como los que vemos día a día en Europa, las capacidades de un Estado en su conjunto son las que van a sellar la suerte (o no) ante la pandemia que nos azota. Mientras el Estado mantenga su esfuerzo de guerra, el frente tendrá los recursos necesarios para llevar adelante las operaciones necesarias y en este frente, tal como un conflicto total del siglo XX, el ciudadano se convierte en una herramienta fundamental de apoyo.
En primera fila ya se encuentra trabajando nuestro sistema de salud, el cual se mantendrá sostenible en su esfuerzo mientras nosotros, los ciudadanos hagamos nuestra parte aislándonos, tomando distancia social y desarrollando los cuidados necesarios para no convertirnos en potenciales propagadores que, de manera exponencial, terminen por colapsar la infraestructura y la cantidad de personal de salud.
En esa misma fila y con cada vez mayor premura, aparece la ultima ratio del Estado, su instrumento militar. En nuestro caso con dificultades arrastradas por décadas de omisión, de vapuleo y de recortes. Ya habrá tiempo para volver sobre esto en otro momento. Mientras tanto y con una vocación de servicio sustantiva y con poca prensa, se han puesto a disposición en un todo para contribuir al esfuerzo del Estado al que juraron defender.
Saben que se juegan todo. Que se entrenaron toda su vida para cuando el deber los llamase. Y en este caso se los llama a asistir ante un embate inevitable, pero que viene siendo planificado con antelación desde el Estado Mayor cuando todavía las cifras de infectados en el país no pasaba de los dos dígitos.
Desde hospitales de campaña con personal sanitario, hasta cocinas de campaña desplegadas en las barriadas marginadas del Conurbano. Medios aéreos para eventuales traslados sanitarios y observación. Sin presupuesto, pero poniendo a disposición todo. Lo vienen diciendo desde hace años: cuando hay un desastre natural o una misión de apoyo a la comunidad, vamos con lo que tenemos… ya vamos a tener tiempo para rendir el ticket.
Se juegan décadas de distanciamiento forzado, pero apuntan a darlo todo para que la sociedad los pondere, incluso aquellos sectores con mayor resentimiento histórico y fundado. Se trata de mentes y corazones. De hacer entender que ganar el combate contra la pandemia implica una labor en conjunto: el medico, personal de seguridad y fuerzas armadas, entre otros, en la linea de fuego. Y cada uno de nosotros desde casa contribuyendo con responsabilidad a no desbordarlos.
Nos enfrentamos desde 1982 a un evento con características bélicas que intuyen que toda la estructura de la nación se ponga a disposición del esfuerzo ante un virus que se puede llevar mas vidas que las la Guerra de Malvinas y todas las tragedias de las ultimas décadas.
Todos debemos colaborar desde el lugar que a uno le toque, porque el combate solo se gana con mentes y corazones.