La disputa por la soberanía de las islas data desde tiempos muy lejanos. Desde su descubrimiento en el siglo XVII, las Islas Malvinas fueron pretendidas por las potencias de ese momento, España, Francia, e Inglaterra.
En 1820, la fragata argentina “Heroína” al mando del coronel estadounidense Davis Jewett fue enviada desde Buenos Aires en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para tomar posesión de las islas que anteriormente correspondían a España y se encontraban deshabitadas. Pasados los años en 1833, un contingente de barcos ingleses arribó a las islas, tomando posesión de estas en nombre de la Corona Británica.
En 1976, las Fuerzas Armadas Argentinas habían dejado de lado a la democracia y los derechos de los ciudadanos, tomando por la fuerza la dirección del país. Los problemas económicos y el empobrecimiento del país aumentaron año a año, haciendo más visibles los conflictos sociales y desenmascarando una realidad insoslayable. En 1982 el país seguía transitando una época oscura y macabra.
El 2 de abril de 1982, los argentinos nos despertamos con la noticia de que las Islas Malvinas, aquel pedazo de tierra lejano, habían sido recuperado por un sorpresivo desembarco de tropas de la marina, como muestra de soberanía.
La alegría del momento embargo al pueblo, que poco después escucharía en Plaza de Mayo una arenga digna de una barra brava del futbol, no de un general del ejército en ese momento.
Caben pocas dudas que el objetivo principal de las fuerzas armadas no solo fue recuperar las islas, sino también desviar el foco de atención de una población golpeada. En una acción “patriótica”, la Junta Militar buscó lograr el apoyo de todos los sectores de la sociedad.
El gobierno inglés de Margaret Tatcher reaccionó seis días más tarde, enviando hacia las islas una fuerza de tareas propia de una potencia militar en medios y equipamiento. Mientras, en el mundo, la mayoría de las potencias con Estados Unidos a la cabeza, condenaban junto a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el accionar de los argentinos.
Desde ese momento, comenzó una cruenta batalla entre las tropas argentinas y británicas, desarrollada en el aire, mar y en tierra. A pesar de la superioridad tecnológica y profesional de las tropas inglesas, los soldados argentinos demostraron el valor, la fuerza, y el sacrificio luchando hasta la muerte por su patria.
Dos meses y medio después, el 14 de junio, la guerra finalizó con la rendición de las tropas argentinas. El final de la guerra fue una herida mortal para la dictadura militar argentina, el fracaso económico y la derrota militar de las tropas argentinas deterioró aún más su imagen.
Finalmente, en 1983, la Junta Militar entregó la dirección del país, permitiendo elecciones democráticas luego de siete años de dictadura. El conflicto de Malvinas no solo ayudó a la caída de del Proceso de Reorganización Nacional, sino que marcó a toda una generación de jóvenes que lucharon en nombre de la soberanía nacional. A pesar de los errores diplomáticos y estratégicos de los militares gobernantes.
Aquellos héroes hoy
Han pasado 38 años desde el inició de la guerra. Por las circunstancias que está viviendo el país y el mundo será un aniversario distinto. Pero a pesar de todo, hoy, todos los argentinos junto a los veteranos de la guerra vamos a homenajear y recordar a los héroes que ya no están, y decirles a los que están, que son nuestro orgullo, que juntos sigamos buscando de forma incansable el objetivo final, la recuperación de forma pacífica de las Islas Malvinas, nuestras Islas Malvinas.
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Excelente recuerdo, más allá del error estratégico de entrar en una guerra con la tercera potencia militar del mundo, la mala preparación, los malos tratos a los soldados, sigo destacando el valor de aquellos que combatieron, tanto los que quedaron, los que volvieron y los que fueron víctimas del estrés postraumático.
Estimado Juan Carlos, lamento mucho varias de las apreciaciones de valor que hacés sobre los hechos de aquellos días, creo que muy influenciado por corrientes políticas nacionales mezquinas e incentivos externos. En principio vale aclarar que los problemas de soberanía territorial como de la acción militar británica bajo ningún punto de vista han estado bajo la decisión soberana de Margaret Thatcher, sino de la autoridad máxima del gobierno británico que era y es la reina Isabel II.
Lamento profundamente que repetidamente los autores de estos artículos en estas épocas de aniversario enturbien la causa de la usurpación británica de nuestras islas del Atlántico Sudoccidental con los problemas internos de la Argentina.
Se trata de recuperar hoy 2.600.000 km2 de jurisdicción que empezaron siendo 15.000 en 1833. Podemos pensar en el valor de ese interés nacional con todos sus recursos. Esta es la forma de pensar en nuestras generaciones futuras?.
Es lamentable que a 38 años de aquella decisión que sirvió para cambiar aunque más no sea transitoriamente los 149 años de desatención británica, no pueda ser apreciada desde el punto de vista estratégico. La importancia de aquel acto medido del 2 de abril mediante una recuperación incruenta, demostrando al gobierno británico, a sus aliados directos estadounidenses y chilenos, y al resto del mundo la determinación argentina, que luego dio lugar a la incorporación de la causa en la Constitución Nacional, no merece ser degradado de la forma que se presenta por los propios argentinos, como fomenta permanentemente la manipulación social británica, apelando a la falacia de desprestigiar a decisores.
Lamentablemente, muchos argentinos no tenemos idea de la magnitud de la usurpación, de la superficie en juego, del valor económico y de la proyección de los derechos de soberanía que proyecta hacia la Antártida. Muy lamentable lo hecho en los 37 años de democracia luego de la Guerra de Malvinas y mucha necesidad de cambio.
Sr. Ligio Ganeau, de mi mayor respeto:
Creo particularmente que la trascendencia de nuestros derechos soberanos sobre las Islas
Malvinas no debe de ser tratada dentro de una solemnidad y rigidez que debamos desechar
la posibilidad cierta de alguna intención oportunista de tal noble causa. Nunca olvidemos que
-como se ha escrito- el nacionalismo, el patrioterismo es a menudo el último refugio de los
canallas.
Las máximas jerarquías de quel entonces jamás le pidieron a la inteligencia militar conjunta
(volcada por entonces más hacia dentro que hacia afuera por razones harto conocidas)
que hiciese un cálculo de posibilidades y reacciones ante una eventual invasion de las islas
sino que ésta hipótesis la evaluó un estado mayor encomendado al efecto. Con un número
bastante imitado de personas -necesario es decirlo- a tenor de mantener la discreción.
La ligereza con que se encaró el caso comprometió de entrada la seriedad del mismo: no se
estaba hablando de un casus belli frente a un vecino de estatura militar más o menos
equivalente al propio sino de una confrontación abierta contra la tercera potencia nuclear y
naval del planeta. En concreto, una histórica y masiva armada de aguas azules.
Sabido era que el ministro de defensa de entonces en el Reino Unido, el Sr. John Nott había
trazado un plan de austeridad dentro de sus fuerzas armadas, tanto en función de los recortes
de gastos en tiempos de serio déficit fiscal como de poder afrontar el programa de misiles
balísticos Trident y sus submarinos nucleares asociados. El plan trazado incluía la venta del
portaaviones HMS Hermes R-12 a la India, el HMS Hermes R-05 a Australia así como el pase
directo a desguace de las únicas naves de desembarco anfibio en posesión de la Royal Navy,
los HMS Intrepid y Fearless. A todo ello había que sumarle la reducción de naves de escolta
en servicio, el retiro de los buques antárticos, de la flota estratégica de bombarderos Vulcan
y otras privaciones al efecto. Este tipo de acciones político-estratégicas no constituían en
absoluto un secreto vedado al público sino que aparecían publicadas en los diversos anuarios
militares en circulación. Como cereza del postre, la enervación afecta a guerra fría ante el
despliegue masivo y repentino de misiles balísticos de teatro SS-20 soviéticos en el frente de
Europa y su contraparte americana Pershing y Cruiser donde se abría la posibilidad real de
una guerra nuclear limitada al escenario europeo.
Al mismo tiempo, Argentina iría completando la renovada flota de superficie, aérea y submarina
adquirida desde tiempos del almirante Massera bajo el gobierno de Perón hasta la fecha de la
invasión. Cabe decir que si la incursión a las islas tenía lugar un año y medio después de la
histórica, el equilibrio de fuerzas regional hubiera forzado probablemente a los británicos a una
solución como la tomada a posteriori en el caso de la colonia de Hong Kong.
La desición de invadir afloró así tan improvisada que tomó a las fuerzas armadas nacionales en
un estado que no permitiría más que lo que se hizo en la confianza ciega de que el Reino Unido no
reaccionaría de la manera en que lo hizo. Un precipitado estado de cosas que tomó de sorpresa
a prácticamente toda la oficialidad orgánica argentina. Los informes posteriores de las capacidades
propias que los estados mayores emitieron -ya situados sobre el teatro de operaciones- no hicieron
más que confirmar el sesgo de aventurerismo y cálculo logrero que los dejara en una situación de
debilidad.
Como se dice actualmente: hay maneras y maneras.
Atentamente
Javier Cesio
Señores:
Considerar, en aquella época o en cualquiera, que el Reino Unido no reaccionaría ante una acción militar en Malvinas es de lo más inocente y, si se me permite, de una absoluta falta de criterio estratégico y diplomático. Yo era soldado en 1982, y con 18 años de edad ya sabía cuál sería la reacción británica y la norteamericana, también conocía cuál era nuestra situación y sabía que por más que tuviéramos argumentos de sobra para la recuperación de las islas estábamos en una posición desfavorable. Los dueños del juego eran éllos y, tanto EEUU como la OTAN, no renunciarían a mantener el control sobre el Atlántico Sur por más que pataleáramos o amenazáramos con volcarnos al otro bando.
El tomar las islas fué un error militar y político por parte del gobierno de ése momento, lo manejaron pésimamente; si bien no declino el legítimo derecho sobre nuestra soberanía es evidente que la maniobra no dió los resultados que todos esperábamos. Creer que los Ingleses se quedarían tomando el té mientras desembarcáramos en las Malvinas fué una presunción absolutamente carente de criterio y madurez, ésto no era un partido de fútbol, acá había armas, cada “gol” eran muertos…
Tan sólo echando una mirada del colonialismo Inglés en el mundo, durante décadas, se podía llegar a especular que la relación con el Reino Unido nunca sería lo que esperábamos ni lo será; nuestra situación interna tampoco es la mejor como para afrontar una campaña de recuperación del archipiélago, acaso habrá que esperar que la suerte se ponga de nuestro lado y la situación mundial nos dé la ventaja suficiente; mientras tanto hay que trabajar para que nuestro país sea uno, con bases sólidas, y tener una Nación que piense en “República” y no en partidismos sectarios.
Las Malvinas SON Argentinas y gloria y honor a quienes las defendieron, pero no seamos ingenuos, la realidad internacional piensa en otra forma.
Saludos.