El presente artículo es una semblanza del General Estadounidense, George Smith Patton, quien se destacara por su actuación en la segunda guerra mundial. En este trabajo –que no pretende ser una biografía- se presenta al General, tanto en el rol de comandante de sus fuerzas, como en la interacción con sus superiores, con sus pares, y con sus subordinados, muestra su aptitud para el mando, su fuerte sentido de la disciplina, sus dotes de estratega, su carencia total de diplomacia, (lo que le llevara a sufrir fuertes sanciones de sus superiores) y su odio visceral a los que él llamaba cobardes, que eran los que sufrían lo que se llamaba “fatiga de guerra”, y a los que se autoinfligían heridas, para ser evacuados de la zona de combate.
Personalidad
Aquel día de octubre de 1942, el Presidente de los Estados Unidos de Norte América, Franklin D. Roosevelt, recibió en su despacho de la Casa Blanca al Almirante Henry Kent Hewitt, quien era el Comandante de la Flota que debía llevar a las tropas norteamericanas hasta el norte de África en la operación Antorcha, y a un general de división (dos estrellas) , alto, inmaculadamente vestido con su uniforme a medida, la raya del pantalón recta como una bayoneta, los guantes doblados sobre la mano izquierda, personificando la imagen misma del guerrero en busca de una guerra.[1]
El General en cuestión era George Smith Patton, quien había sido designado jefe de las tropas de tierra que irían en esa operación. Roosevelt les pidió detalles de Antorcha, y en uno de esos diálogos, Patton dijo, dirigiéndose al Presidente: “Señor, dejaré esas playas como un conquistador o como un cadáver”.
Comenzaba allí a hacerse conocer la figura de un General bastante excéntrico, con una personalidad compleja, pues era religioso, inteligente y sensible, (escribía poesía) pero a su vez fanfarrón y malhablado, con una formación militar excelente y grandes dotes estratégicas y tácticas, pero como contrapartida, totalmente carente de habilidades diplomáticas, lo que le trajo grandes problemas en su carrera, a raíz de muchas declaraciones o acciones desafortunadas o fuera de lugar. La otra cara de la moneda nos muestra que las veces que aceptaron sus planes para conducir una campaña, estos resultaron exitosos, especialmente en el último contraataque de Hitler en las Ardenas.
Estaba siempre impecablemente vestido ante la tropa, y como era del arma de caballería, a menudo usaba pantalones (breeches) y botas de montar, casco, una fusta en la mano, y en la cintura un cinturón con un par de revólveres con cachas de marfil, con sus iniciales grabadas. Los revólveres eran marca Colt, single action army calibre 45,[2] aunque existen algunas fuentes que dicen que uno era un Colt Peacemaker y el otro era un Smith y Wesson calibre 357.[3] Esta última versión parece más acertada, ya que de esta forma quedaba bien con las dos fábricas de armas.
Fanático de la disciplina, sancionaba a sus subordinados por cualquier falta, por pequeña que fuere, llegando a exigir que lleven la corbata reglamentaria bien ajustada al cuello y las polainas del uniforme, así como el casco, el uniforme y el calzado perfectamente limpio y planchado, aún en el calor sofocante del desierto en Túnez. En una ocasión, al visitar un hospital de campaña, se percató que un oficial médico no usaba casco, y al preguntarle porque no lo hacía, el profesional le respondió que al tener el casco puesto no podía usar el estetoscopio. La respuesta de Patton fue que le hiciera al casco un par de agujeros en los costados, para así superar el inconveniente. Pese a su carácter era muy querido por la tropa, que en su momento –según diversas fuentes- le puso como mote o apodo, “viejo, sangre y agallas”. Esta parece una traducción muy edulcorada de la realidad, porque no encaja con el lenguaje de la soldadesca la palabra “agallas”, sino más bien el término “pelotas” o bien “bolas”, o “huevos”. También la tropa decía que era su propia sangre, y las agallas de Patton. Cuando el avance de sus tropas iba más allá de lo permitido pese a las órdenes en contrario de sus superiores, (cosa que sucedía a menudo), no aceptaba la situación, y decía que se trataba de “un reconocimiento masivo”, para evitar ser regañado.
Era partidario de la guerra ofensiva. Les inculcaba a sus oficiales que nunca quería escuchar un mensaje en el que le dijeran que “estaban defendiendo su posición”, ya que debían atacar siempre, y también que “nunca un soldado muerto había ganado una guerra”. No aceptaba la existencia de lo que llamó “fatiga de guerra”, llegando a ordenar que a los soldados que decían tener esa dolencia los sacaran del hospital, y también era implacable con aquellos que se autoinfligían heridas para ser sacados del frente. A todos ellos los llamaba cobardes, agregando alguna imprecación apta para la ocasión. Por esta postura, llegó a tener graves inconvenientes con Eisenhower, como se verá más adelante.
Mantuvo una gran rivalidad con el General Británico (luego Mariscal) Bernard Law Montgomery, (Monty) con quien se disputaba los méritos de haber logrado triunfos en algunas campañas, principalmente en Sicilia y en la campaña de Normandía, cuando dirigía el Tercer Ejército Norteamericano. Además tuvo sus desavenencias con muchos altos oficiales británicos, llegando a desarrollar, junto con el General Omar N. Bradley (Brad) una importante “anglofobia”. Bradley comenzó siendo su subordinado,-en la campaña de Tunez- y luego, por su propia capacidad y por las incorrecciones diplomáticas de Patton terminó siendo su superior. Nuestro hombre también fue sancionado en varias oportunidades por el Comandante en Jefe de las Fuerza Aliadas, el General Dwight D. Eisenhower (Ike), quien luego de la guerra fue Presidente de los Estados Unidos de Norte América.
Como no es el objeto de este trabajo tratar en detalle la actuación de Patton durante la guerra que nos ocupa, solamente mencionaremos que comenzó su actuación militar en el norte de África, luego del desastre del Paso de Kasserine, disciplinando al II Cuerpo Norteamericano y poniéndolo en condiciones para la batalla. Colaboró en la campaña que culminó con la toma de Túnez, y luego se distinguió al mando de su ejército en la campaña de Sicilia, donde rivalizó fuertemente con Montgomery. Por el problema con los soldados que padecían “neurosis de guerra”, fue sancionado y no tuvo mando militar en la campaña de Italia. Mientras se preparaba la invasión a esta península, Patton fue enviado a visitar Cerdeña y después a Malta, para así, en conjunción con la “Operación Mincemeat” (carne picada), hacer creer a los alemanes que se estaba preparando una invasión por Cerdeña y por Grecia. Siguiendo con esta forma de engaño, mientras se preparaba la invasión a Europa por Normandía, fue mantenido en Inglaterra, en las costas cercanas a Calais, al frente de un Cuerpo de Ejército ficticio, como señuelo para hacer creer a los alemanes que la invasión se produciría por allí, y que él comandaría la misma. Todo esto habla de la admiración y el miedo que tenían los mandos alemanes por nuestro hombre. Después de un nuevo incidente, esta vez por unas desafortunadas declaraciones en las que dijo que el mundo posterior a la guerra quedaría en manos de los anglosajones, (obviando a los rusos que en ese momento soportaban el peso principal de la guerra en el frente oriental) , estuvo a punto de ser enviado de vuelta a su país por Eisenhower.
Empero, Eisenhower no se podía dar el lujo de desperdiciar el talento guerrero de Patton, y por ello, en la Campaña de Normandía, le dio el mando del III Ejército de los Estados Unidos, donde se desempeñó brillantemente. En la batalla de las Ardenas, en el último contraataque de Hitler, la flexibilidad con la que cambió el eje del avance de su ejército hacia el norte, fue una maniobra genial que salvó a los aliados de una derrota que podría haber cambiado el curso de la guerra y de la historia.
Todos esos sucesos los veremos a continuación.
Patton y Eisenhower.
El General Norteamericano Dwight D. Eisenhower fue un militar, un diplomático y un político.
Como militar su único mando directo de tropas fue un batallón de infantería en 1939, pero luego tuvo bajo su comando la operación norteamericana en el norte de África, la operación Overlord del desembarco en Normandía de las fuerzas armadas aliadas, y para culminar, la toma de Berlín y la finalización de la guerra.
Como diplomático tuvo que combatir contra las divergencias y los celos de los dirigentes, los militares y la prensa británica, que lo acusaron de privilegiar a sus coterráneos, y a su vez también contra el pensamiento de los militares norteamericanos, quienes lo acusaron de ser demasiado “aliado”, y dejar de lado sus intereses y sus sentimientos.
Como político, solamente basta mencionar que llegó a ser el 34º Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, siendo elegido para un primer mandato en el año 1953, y reelegido para un segundo mandato en 1957.
Su relación con Patton en el período del que trata este trabajo, fue de una intensa admiración por sus dotes militares así como una gran prevención por su total falta de tacto y de dotes diplomáticas. Como datos ilustrativos solamente mencionaremos que cuando la prensa divulgó el incidente en el que castigó e insultó a un soldado que estaba internado en un hospital de campaña por “fatiga de guerra”, (incidente que se relatará más adelante), le hizo pedir disculpas públicamente al ofendido, en presencia de todos los que estaban ese día presenciando la escena, y ante todo su regimiento. Ese hecho hizo que no se le diera comando de tropas en la campaña de Italia.
En otra ocasión, estando ya en Inglaterra, cuando se lo tenía como señuelo en la costa de Calais, comandando todo un cuerpo de ejército ficticio, comentó en una reunión con pobladores de la zona que el mundo estaba a punto de ser dominado por los Ingleses y los Norteamericanos, olvidando a los Rusos que en ese momento estaban llevando el mayor peso de la guerra. Esta vez la reprimenda fue notoriamente más severa y estuvo a punto de ser enviado de vuelta a Washington, y se le perdonó luego de una reunión privada con Eisenhower, de la que Patton salió jactándose que “tenía a Ike en el bolsillo”.
Patton y Bradley.
El General Omar N. Bradley fue un militar norteamericano de una gran actuación en la guerra que nos ocupa, habiéndose destacado por sus grandes dotes de estratega, fundamentalmente por su comando del 12º grupo de ejércitos en 1944/45, en la campaña de Normandía y luego hasta la caída de Berlín. Compañero de clase de Eisenhower en West Point en 1915, siguió su carrera ascendiendo con él, como integrante de su estado mayor, pero sin mando efectivo de tropas. Siendo General de División (dos estrellas), fue segundo de Patton cuando este se hizo cargo del II Cuerpo en el norte de África, tras el desastre del Paso de Kasserine. Su personalidad era totalmente opuesta a Patton, era de naturaleza tímida, vestía un uniforme común, solamente se podía distinguir su rango por las estrellas que portaba. “Vestía una ajada chaqueta de campaña y unos pantalones impermeables que le convertían en el comandante peor vestido del ejército estadounidense en campaña desde Zachary Taylor, que llevaba un sombrero de paja…”[4]
Su timidez (en un mundo de generales en el que muchos se consideraban una “prima donna”), opacaba ante los demás su mente racional capaz de considerar con claridad las más amplias implicancias de una estrategia. Se le llegó a llamar “el General eficiente”, por –valga la redundancia- su eficiencia. De los 55 miembros de su curso de 1915 en West Point que llegaron a generales (El de 1915 fue un curso en el que cayeron las estrellas) Bradley había sido el número uno de la promoción.[5]
En ocasión de tomar el mando del II Cuerpo en el norte de África, Patton, al igual que Bradley era un General de dos estrellas, pero para distinguirse y alimentar su ego, nuestro hombre se hizo colocar en su uniforme y en su vehículo una tercera estrella, pese a que aún le faltaba la aprobación del Senado de los Estados Unidos para serlo en realidad.
La actuación de Bradley en la campaña de Sicilia y las “equivocaciones diplomáticas” de Patton, hicieron que Eisenhower le diera el mando de tropas en la campaña de Italia, relegando así a nuestro hombre.
El componente estadounidense de las tropas aliadas fue descrito así: “Eisenhower era el coordinador, Bradley el pensador y Patton el hacedor”[6].
Durante la campaña de Normandía, Bradley tuvo como subordinado a Patton, quien se destacó al mando del III Ejército. En este período, Bradley tuvo que contener y ubicar a Patton, defendiendo las decisiones de Eisenhower al otorgarle prioridad –en algunos casos- a los británicos, tanto en los abastecimientos como en las zonas que se le asignaban a cada uno para la batalla. Esto se debió a que -pese a que Estados Unidos llevaba sobre sí el principal peso de la provisión de armamentos y de la logística en general- Churchill y la prensa británica protestaban cada vez que creían relegado a Montgomery. Si bien Bradley –como buen soldado- apoyaba las decisiones de Eisenhower y las defendía frente a Patton, no estaba de acuerdo con muchas de estas, por lo que su aversión hacia Montgomery se hizo cada vez mayor, y eso se hizo patente en sus memorias, en las que criticó duramente al Británico, y mostró su disconformidad con Eisenhower en esos temas.
Patton y Montgomery.
Según Russell F. Weigley, el General (luego Mariscal de Campo Británico) Bernard Law Montgomery , “era un individuo vanidoso y egoísta, continuamente tratando de atribuirse el mérito de todo lo que tuviera éxito en su camino, aunque no le correspondiera. No era popular entre sus compañeros oficiales británicos, aunque sí había establecido un vínculo armonioso con sus soldados”.[7] Era “un maestro de las relaciones públicas, se deleitaba con ser un personaje y disfrutaba de una sublime autoconfianza. Con frecuencia fue un completo grosero y casi siempre despótico; pero eso no disminuye su grandeza como soldado al modo cromweliano: la Biblia en una mano y la espada en la otra.”
Una parodia de Montgomery hablando con Dios se hizo muy popular en sus últimos versos, en los que el general aconsejaba al Todopoderoso en los siguientes términos: “Y cuando acabe la guerra y no tenga más que hacer, subiré al cielo y dirigiré las cosas por ti.”[8]
Era el héroe británico, vencedor de Rommel en la segunda batalla de El Alamein, y contribuyó –junto a las tropas norteamericanas- en la toma de Túnez y por ende a la victoria de los Aliados en el Norte de África.
Su rivalidad –y odio mutuo- con Patton, comenzó con el planeamiento del desembarco en Sicilia, cuando este presentó un plan para la invasión, y luego Monty convenció a Eisenhower para que aprobara su propio plan, con la excusa de que el primero dividía las fuerzas aliadas. El plan de Monty era, esencialmente, que las tropas norteamericanas, al mando de Patton y Bradley le cuidaran el flanco, y él tomar Messina. Las cosas no sucedieron como Monty quería, sus fuerzas se enfrentaron a una fuerte resistencia, y Bradley, a quien le habían asignado para la invasión una ruta por las montañas, también estaba atascado. Entonces Patton, aprovechando las circunstancias, y su neta habilidad guerrera, tomó Palermo, pese a que el General Alexander se lo había prohibido expresamente. Allí fue recibido con toda la pompa y circunstancias que se le atribuyen a un libertador. Esto disgustó profundamente a Monty.
El hecho de que Alexander consintiera esta carrera estadounidense en sentido contrario al grueso de las fuerzas alemanas fue por su típica falta de control de la situación. [9]
Como nota de color, cuando Patton ya había tomado Palermo, recibió un mensaje de Alexander, en el que le recordaba que tenía órdenes expresas de no hacerlo, y Patton le contestó preguntando si ante las circunstancias, debía devolver o nó Palermo a los Alemanes.
Otro hecho que agrandó aún más la grieta profunda que se había creado entre Patton y Monty, es que el primero llegó y tomó Messina un día antes que Monty, pese a que en los planes aliados la toma de esta ciudad estaba reservada al Británico.
En la campaña de Normandía, al principio Monty tuvo como subordinado a Bradley, pero al crearse el 12º Grupo de Ejércitos, Bradley tomó su comando, y en él tuvo como subordinado a Patton, quien se destacó al mando del IIIº ejército norteamericano. Durante todo ese período siguieron las desavenencias y las luchas intestinas entre Monty y Bradley/Patton por lograr preferencias para los pertrechos y apoyo logístico, así como que se les adjudiquen los mejores territorios para el combate. En ese tiempo, Patton llegó a calificar –en privado- a Eisenhower como a “un Inglesito”, por preferir a Monty. Patton despreciaba también a Monty, a quien llamaba “el monito”[10].
Monty era un maestro en manejar la opinión pública inglesa a través de la prensa, y a su vez estaba apoyado por Churchill, que necesitaba para su nación a un héroe Británico. La actitud de ambos personajes Ingleses hizo que en algún momento Eisenhower pensara en renunciar. En otra oportunidad, y en plena batalla de las Ardenas, ante una misiva con las constantes críticas y descalificaciones de Monty, quien no solamente sugirió que él debía tomar el mando total de las fuerzas terrestres aliadas sustituyendo a Bradley, sino que además había escrito la frase que Eisenhower debía poner en su orden ejecutiva, mediante la cual sustituía a Bradley, Eisenhower reaccionó vivamente y redactó un telegrama destinado al General Marshall en Washington. El telegrama decía, en forma diplomática, que debía optar entre él y Monty, y hábilmente mostró el borrador de ese telegrama al General Británico Francis de Guingand, Jefe del Estado Mayor del 21º Cuerpo de Ejércitos y colaborador directo de Monty.
De Guingand le pidió que esperara 24 horas para enviarlo y –pese al mal tiempo y a encontrarse enfermo- voló de inmediato a reunirse con Monty, quien al conocer el tenor de la misiva, y ante le certeza de su fin, ya que eran los norteamericanos los que en esos momentos soportaban el peso de la campaña, envió a Eisenhower una esquela con disculpas, la que finalizaba con la siguiente frase: “Lamento profundamente que mi carta le haya podido causar tantas preocupaciones y le ruego que la rompa. Su devoto subordinado. Monty”.[11] [12]
Al finalizar la guerra, Eisenhower, quien se caracterizó siempre por su gran tolerancia, se negó a perdonar a Monty. “Ante todo es un psicópata”, exclamó en una entrevista en 1963. “No olviden lo siguiente, es tan egocéntrico que este hombre todo lo que hace es perfecto. No ha cometido un solo error en su vida.” [13]
Por otra parte, Beevor nos dice que:
“Es un error sugerir que Montgomery actuaba movido por los celos que sentía hacia Patton, como algunos han indicado. Estaba demasiado absorto en sí mismo para sentir envidia. Por otro lado, más bien da la impresión de que era incapaz de valorar las reacciones de los demás a lo que él decía. De hecho, uno no puede dejar de preguntarse si Montgomery no padecía lo que hoy denominaríamos síndrome de Asperger o autismo de alto rendimiento”.[14]
La neurosis de Guerra y los soldados Charles H. Kuhl y Paul G. Bennet.
El martes 3 de agosto de 1943, Patton llegó al 15º Hospital de Evacuación cerca de Nicosia, a realizar una visita. Luego de ver y saludar a varios heridos, muchos de ellos graves, se encontró con Charles H. Kuhl, soldado del 26º de Infantería, quien había sido diagnosticado por : “Estado de psiconeurosis y ansiedad: moderado severo”. Cuando Patton le preguntó donde le dolía, el soldado respondió que, “más que herido estaba nervioso, supongo que no puedo aguantarlo”. Al escuchar esta respuesta, el General abofeteó al soldado con sus guantes, lo trató de cobarde y lo tomó por el cuello de la camisa, lo llevó a rastras hasta la entrada de la tienda y, para rematar, lo echó de una patada con la punta de sus botas de montar.[15]
Un segundo incidente similar ocurrió una semana después, el 10 de agosto, en el 93ª Hospital de Evacuación, cercano a Santo Stéfano, con el recluta Paul G. Bennet, del 17º Regimiento de Artillería de Campaña. Esta vez, al enterarse de que estaba internado por “los nervios”, nuevamente Patton explotó, lo insultó, sacó el revólver de su funda y se lo puso frente a la cara del soldado, luego lo golpeó con la palma de su mano, para finalmente pegarle con tal fuerza que le hizo volar el casco.[16] Ambos incidentes llegaron a conocimiento de Bradley, quien ordenó guardar el informe en su caja fuerte, para ocultarlos.[17]
Estos casos llegaron a conocimiento de la prensa, y la reacción de la opinión pública fue ampliamente negativa en los Estados Unidos. Un periódico llegó a publicar una caricatura de Patton, calzado con una bota de acero en la que estaba grabada una cruz esvástica, dándole una patada al soldado en su parte trasera.
Como se mencionó anteriormente, estos incidentes perjudicaron mucho a Patton, e hizo que Eisenhower lo sancionara y lo obligara a que pida disculpas, en un acto público frente a los ofendidos, frente a los que presenciaron ambos incidentes, y frente a su ejército. Además, como consecuencia de ello, y por otras impertinencias, perdió la oportunidad de tener mando de tropas en la campaña de Italia, y fue destinado a servir como señuelo, comandando un Ejército ficticio en las costas de Calais, durante la preparación de la operación Overlord y parte de la campaña de Normandía.
Patton y el Capellán James O’Neill.
Luego de haber tomado por asalto la última fortaleza en la región de Metz, Patton estaba enojado por el mal tiempo que impedía el apoyo aéreo, imprescindible para su avance. El 8 de diciembre de 1944, llamó por teléfono a James O’Neill, Capellán del III Ejército, y le pidió una plegaria que sirviera para cambiar el tiempo. El Capellán creó una oración al efecto, y se la entregó a Patton. Este la hizo rezar a toda su gente, y al día siguiente amaneció con buen tiempo y se pudo concretar el ataque aéreo y comenzó nuevamente la ofensiva. Patton estaba entusiasmado y le dijo a su vicejefe del estado mayor: “¡Me cago en Dios! Seguro que ese O’Neill ha rezado alguna oración bien potente. ¡Tráemelo aquí de inmediato que quiero colgarle una medalla!” Al día siguiente, Patton condecoró al Capellán con la Estrella de Bronce.[18]
George Smith Patton, siendo un general de cuatro estrellas, falleció por las heridas provocadas por un desgraciado accidente automovilístico poco tiempo después de finalizada la guerra, lo que hizo decir a algunos que era en realidad un buen final para su vida, porque el guerrero no tenía cabida durante la paz.
Bibliografía.
Atkinson, Rick, “Un ejército al amanecer”(1) Edit. Paidós, (Crítica) Buenos Aires, Argentina, 2015.
Aktinson, Rick. “El día de la batalla”(2), Edit. Paidós (Crítica) Buenos Aires, Argentina.
Beevor, Antony. “El día D. La batalla de Normandía” (1). Edit. Paidós. Buenos Aires, Argentina. 2013.
Beevor, Antony, “La Última apuesta de Hitler. Ardenas 1944”(2) Edit. Paidós, Crítica, Buenos Aires, Argentina. 2015.
Hastings, Max. “Se desataron todos los infiernos. Historia de la segunda guerra mundial.” Edit. Paidós – Crítica. Buenos Aires, Argentina. 2013
Herubel, Michel. “La Batalla de las Ardenas”. Inédita Editores. Barcelona España. 2006.
Kemp, Anthony, “Los Comandantes Aliados”, Osprey Publishing, Barcelona, España, 2011.
Weigley, Russell F. “De las playas de Normandía al Bolsón de Falaise-Argentan: Evaluación de la Planificación de los Aliados en 1944”. Military Review. Enero-Febrero 2000.
[1] Atkinson, Rick. “Un ejército al amanecer”. (1) Edit. Paidós, (Crítica) Buenos Aires, Argentina. 2015. P. 44
[2] Kemp, Anthony, “Los Comandantes Aliados”. Osprey Publishing, Barcelona, España 2011. P.24
[3] ATKINSON, Rick. “Op.cit.(1)” p. 150
[4] ATKINSON, Rick. “Op.cit.(1)” p. 510
[5] ATKINSON, Rick. “Op.cit. (1)” p. 511
[6] KEMP Anthony. “Op.cit.” p. 9
[7] WEIGLEY, Russell F. “De las playas de Normandía al Bolsón de Falaise-Argentan: Evaluación de la Planificación de los Aliados en 1944”. Military Review. Enero-Febrero 2000. P. 26
[8] ATKINSON Rick. “El día de la batalla (2)” Edit. Paidós (Crítica) Buenos Aires, Argentina 2015. P. 469
[9] HASTINGS, Max. “Se desataron todos los infiernos. Historia de la Segunda Guerra Mundial.” Editorial Paidós – Crítica Buenos Aires Argentina. 2013. P. 505
[10] BEEVOR, Antony. “El Día D. La batalla de Normandía (1)” Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina. 2013. P. 356
[11] HERUBEL, Michel. “La Batalla de las Ardenas”. Inédita Editores. Barcelona, España. 2006. P. 234/8
[12] BEEVOR, Antony. “La última apuesta de Hitler. Ardenas 1944 (2)” Editorial Paidós. Crítica. Buenos Aires, Argentina. 2015. P. 389/390
[13] BEEVOR, Antony “Op.cit. 2” P. 654
[14] BEEVOR, Antony “Op.cit.(2)” p. 126
[15] ATKINSON, Rick. “Op.cit. (2)” p. 234/5
[16] ATKINSON, Rick. “Op.cit. (2)” p. 236
[17] ATKINSON, Rick. “Op.cit. (2)” P. 237
[18] BEEVOR, Antony. “Op.cit. (2)” p.311
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Sin dudas Patton es un caso de estudio.