Con la caída del muro de Berlín, la Perestroika y la consiguiente desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, así como la aplicación efectiva de lo dispuesto en el tratado de Schengen, sobre la libre circulación de personas y bienes entre los diversos países europeos signatarios de ese pacto, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1993 y la creación de la Organización Mundial de Comercio en 1995, se cambió totalmente la visión del mundo imperante durante la guerra fría, en la que cada país orbitaba alrededor de su nación líder, ya sea Estados Unidos o Rusia, y se produjo un cambio de paradigma, se dio comienzo a la era de la globalización, se pensaba y se veía al mundo como uno sólo, como la “Aldea Global”.
La historiografía no podía no podía estar ajena a esta nueva visión del mundo, por lo que, siguiendo la corriente “globalizadora”, se comenzó también a tratar de cambiar la visión de la historia centrada en el “estado-nación”, o lo que hasta ese momento se llamaba la “Historia Universal”, basada en el eurocentrismo o como mucho en el mundo occidental, y se comenzó a visualizar y estudiar lo que sucedía en otras partes del mundo, como China, India, África o inclusive Latinoamérica, en los mismos momentos en los que se estudiaba lo que llamaríamos “la historia local”, tratando de dejar atrás parcialidades nacionales y prejuicios localistas o nacionalistas.
Así la historia global nos mostraría una serie de entramados, intercambios y encuentros, comenzando por la ruta de la seda en 1300, que sirvió no solamente para traer sedas y especias a Europa, sino también para conocer otras culturas tan diversas y en ese momento tan distantes, o bien la instalación de las fábricas norteamericanas o europeas en Asia o Latinoamérica, para así aprovechar las ventajas comparativas que ofrecían las industrias locales con relación a las norteamericanas.
Un importante rasgo distintivo de la historia global es el que muestra la interdependencia entre las sociedades, y así vemos que el gran salto y la prosperidad alcanzada por Europa a raíz de la revolución industrial, fue posible gracias a que pudo colocar sus productos manufacturados en Asia, África y América. Otro ejemplo significativo es el que el gran desarrollo de muchas sociedades Americanas o Europeas durante los siglos XVII y XVIII fue posible gracias al tráfico de esclavos desde el África, y su consecuente mano de obra prácticamente gratuita.
La historia global no implica contar todo lo que ocurría en el mundo, sino pone el énfasis en las conexiones, la escala y la integración de las naciones y los continentes, todo ello de un modo sincrónico, tratando de visualizar y mostrando cómo un suceso ocurrido en las antípodas, puede tener influencia o gravitación en otro lugar del mundo. Podemos caracterizar a la historia global como un enfoque general sobre la escritura de la historia que maduró y se materializó en razón de los cambios culturales recientes, y de la que puede sacar una nueva visión del pasado y del presente, y además lograr claves para replantear los problemas actuales que rodean el trabajo de los historiadores.
Sebastián Conrad, en su libro “Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual” [1] nos entrega una visión general del estado del tema en la actualidad, un estado de la cuestión actualizado al año 2016. En este libro, Conrad nos habla del vuelco ocurrido en los últimos treinta años en la historiografía internacional, que pasó de la era dorada de la historiografía francesa hacia el área lingüística, académica y cultural anglófona. Empero no hay que considerarlo como una mera síntesis bibliográfica, ya que también es una síntesis de los problemas que rodean a su paradigma, acompañada de un buen conocimiento de la historiografía actual y de reflexiones teóricas y propuestas metodológicas. [2]
La historia global se anuncia como un paradigma historiográfico, esto es un conjunto de criterios o un enfoque general sobre la escritura de la historia que viene madurando al calor de los cambios culturales recientes, y del que se puede extraer no solo una nueva visión del pasado y el presente, sino también claves para replantear o esclarecer paradojas actuales que rodean el trabajo de los historiadores[3].
La historia global no se limita al estudio de los “marcos globales”, sino que se adentra en temas y fenómenos concretos, o sea que la “globalidad” no es necesariamente la única unidad de trabajo, ya que no se desdeña ninguna unidad de análisis, ya sean estados, naciones, imperios o civilizaciones, considerando que estas unidades no se desarrollan en aislamiento, y otorga gran importancia a lo que sería el espacio y el tiempo, o sea el estudio de fenómenos históricos desarrollados a un mismo tiempo pero en diversos lugares del planeta, en otras palabras, tiene bien enfocada la mirada en el sincronismo de los acontecimientos.
Como se dijo anteriormente, la historia global (global history) se desarrolló dentro del ámbito anglófono, y el uso del inglés actualmente tan difundido hace que la comunicación sea posible en forma fluida, pero a su vez tiene como contrapartida que, los historiadores que no publican dentro de la órbita de los países de habla inglesa, no sean tenidos muy en cuenta en el ámbito académico.
Una buena forma de trabajar enfocado en la historia global, es comenzar con el estudio sincrónico de los acontecimientos a nivel regional, por ejemplo a estudiar lo que acontecía en otros lugares de América en mayo de 1810, cuando se producía en Buenos Aires la revolución de mayo.
El Italiano Giovanni Levi, en su trabajo llamado “Microhistoria e Historia Global”, trata de caracterizar y sintetizar el complejo concepto de historia global, y analiza algunos de sus aspectos y problemas con los que se encontrará el historiador al comenzar a trabajar sobre el particular. Así nos dice que la Historia Global en los años más recientes, ha tomado el camino de una arqueología de las conexiones, de los cambios y de las influencias recíprocas a nivel mundial. La microhistoria era vecina de la antropología y de la literatura y veía con suspicacia las clasificaciones sociológicas; la Historia Global tiene en cuenta, por lo contrario, la sociología histórica y sus amplias generalizaciones.[4]
“El cuadro político y cultural en que surge es la crisis de los Estados-nación, la crítica del eurocentrismo, el aumento de la desigualdad, la dimensión de las olas migratorias y de la movilidad de la población en general, la importancia de todas las realidades antes consideradas “sin historia”, la búsqueda arqueológica de las relaciones y de los intercambios que han hecho parte de una progresiva y ardua conexión que ha prefigurado el actual mundo globalizado. En realidad pone el acento en las convergencias y en las influencias recíprocas, en la permeabilidad y la debilidad de los límites, incluso cuando están rígidamente tutelados, más que en las consecuencias negativas a lo largo de los siglos de aprovechamiento colonial, de los intercambios desiguales, de la agresiva aniquilación de culturas y tradiciones”[5]
Generalmente la historia global se ha desarrollado en los países occidentales más desarrollados, y paradójicamente, los países que más criticaban el eurocentrismo son los que habían tenido el máximo desarrollo, y la idea eurocéntrica por excelencia era su preeminencia en los últimos tres siglos. La historia global sugiere que las contribuciones de los otros han sido importantes para el desarrollo de occidente en su ciencia, sus técnicas, su materia prima y la mano de obra esclava o libre que han aportado, pero la historia global se traduce precisamente en la exaltación de las áreas que han triunfado. Siguiendo con Levi, este nos dice que: “La definición más amplia es aquella que rechaza el centrismo euroestadounidense, que cree superada una historiografía basada en el Estado-nación, que sugiere que la idea de que se debe hacer una historia que no imagina que las transformaciones vienen generadas sólo de una dinámica interna, sino que todo debe verse como resultado también de complejos entrelazamientos relacionales externos al punto de observación, poniendo en el centro del interés los intercambios, los vínculos, los flujos.” , o bien, “Es evidente, entonces, que la historia global no quiere elaborar una historia universal, sino mostrar cómo la historia se desarrolla de modo complejo a través de influencias recíprocas, relaciones positivas o negativas, en las que no existe un centro que pueda ser aislado como único actor determinante, incluso en situaciones de jerarquización y de violencia, de superioridad económica y tecnológica, de visibilidad particularmente evidente.[6]
También es útil observar otro elemento inherente a la historia global, que es la documentación sobre la cual trabajará el historiador. Quienes se mueven en la órbita occidental, conocen la forma, modo y especificaciones mediante las cuales se puede trabajar con la documentación que nos permite estudiar la historia. Empero, cuando se sale de esa órbita occidental, nos encontramos con culturas milenarias muy diferentes, por ejemplo la China, la India, el Japón, los imperios Anamitas o los Incas o los Aztecas, sobre las cuales muy pocos conocen no solamente los idiomas y/o dialectos que se utilizaban en los momentos a estudiar, sino también los modos y métodos usados para la preservación de los elementos de estudio, si es que estos existieron. Por otra parte, también no se debe olvidar que el historiador, aunque pretenda escribir una historia global, no puede dejar de lado su origen, su idioma originario, su cultura, sus tradiciones y su forma de ser, ya que no es posible escribir una historia global neutra, alejada de la forma de ser del historiador, ya que “nadie puede escribir una historia global desde ninguna parte”.
Como una forma de adentrarnos en el estudio de la historia como “historia global”, desarrollaremos ahora acontecimientos que sucedieron en las antípodas pero en forma sincrónica, y que estuvieron fuertemente influenciados el uno con el otro.
A fines de 1839, las relaciones entre Gran Bretaña y China atravesaban por fuertes tensiones, fundamentalmente por el tema de la comercialización del opio, ya que Gran Bretaña insistía en poder venderlo en China, lo que ocasionaba grandes tensiones entre los países, agravado por el hecho de que en Inglaterra estaba prohibido el uso del opio.
Ante esta situación, Gran Bretaña envió una flota para reafirmar su presencia en el sur de China, y esta ingresó al delta del río Perla en junio de 1840, pero tuvo que retroceder ante las fuertes fortificaciones Chinas, y se resguardaron en la isla de Hong Kong, en donde sentaron su base. Ese fue el principio del asentamiento británico en China, y desde esa isla comenzaron una serie de incursiones sobre el continente, lo que obligó a China a solicitar un alto el fuego. A comienzos de 1841, el gobernador chino Qishan y el comandante a cargo de la flota británica George Elliot, reunidos en el fuerte Chuenpi (o Chuanbi) acordaban le cesión oficial de la Isla de Hong Kong a favor de Gran Bretaña y además acordaron un pago indemnizatorio a favor de los ingleses. Este tratado no fue aprobado por ninguna de las dos metrópolis, ya que Gran Bretaña regañó a Elliot por haber logrado una indemnización tan pequeña, y el Emperador Chino, como muestra de su desaprobación, simplemente mandó a degollar a Qishan.[7]
A mediados de 1842, los británicos todavía seguían en lucha con los chinos, derrotándolos siempre y haciendo pesar su mejor armamento, entrenamiento y formación bélica, lo que hizo que China aceptara su derrota y concediera la liberalización del comercio del opio dentro de sus fronteras. Esto tuvo como consecuencia que el Reino Unido pudiera colocar la totalidad del opio producido en la India, lo que le implicó un beneficio económico importante.
Como consecuencia de esto, en agosto de 1842, se firmó el tratado de Nankín, que además otorgaba a Gran Bretaña la isla de Hong Kong a perpetuidad, una sanción económica y el uso de cinco puertos chinos. Con la firma de este tratado se dio por finalizada lo que se llamó la primera guerra del opio, y Gran Bretaña declaró como su colonia a la isla en junio de 1843. Asimismo, este tratado fue el primero de los tres que firmó China con Gran Bretaña, que se conocieron como “los tratados desiguales”.
Pese a la firma del tratado, siguieron las disputas y los roces, alegando los Chinos que había que rever el acuerdo por la desigualdad que le trajo aparejada, y los Ingleses porque los Chinos se negaban a cumplir con la flexibilización comercial acordada. Esta situación de tensión siguió latente, hasta el incidente del Arrow, acaecido en 1856.
El Arrow, un buque de bandera británica pero tripulado por chinos, fue abordado por autoridades chinas, lo que provocó la ira de Gran Bretaña, quien ordenó a su flota bombardear algunos objetivos Chinos.
Esta nueva situación bélica concluyó con el Tratado de Tianjin, impulsado por China, y firmado el 28 de mayo de 1858, y estipulaba una serie de condiciones beneficiosas para Gran Bretaña, ante el incumplimiento Chino.
La segunda guerra del opio, iniciada en 1856, duraría hasta 1860, cuando se firmó la Convención de Beijing, en la que se ratificó lo dispuesto por el Tratado de Tianjin, se oficializó el uso del opio en China, y esta además cedía a perpetuidad al Reino Unido la península de Kouloon, dentro del continente asiático, y además otra isla adyacente, la isla de Ngong Shuen. [8]. Este tratado se conoció como el segundo de los tratados desiguales.
Al finalizar la guerra Chino Japonesa, Gran Bretaña se preocupó por la irrupción japonesa en territorio chino y presionó para la firma de un nuevo acuerdo que le permitiese ampliar su territorio colonial, y así logró la firma de Segunda Convención de Beijing, el 9 de junio de 1898. Mediante este tratado, China cedía al Reino Unido, en arrendamiento por noventa y nueve años, la isla de Lantau y los que se llamaron “Nuevos Territorios”, que eran una importante porción de territorio al norte de la península de Kouloon, adyacente a la que ya tenía por el segundo tratado. El pago del arrendamiento fue fijado en una suma simbólica, y el mismo tenía vigencia desde el 1º de julio de 1898 hasta la medianoche del 30 de junio de 1997.[9] Esta segunda convención de Beijing es considerado como el tercero de los tratados desiguales.
Luego de esto, el enclave colonial británico en Hong Kong logró un crecimiento y desarrollo comercial de suma importancia, convirtiéndose en un centro financiero y económico relevante, no solamente en Asia sino también en el mundo. Una pequeña prueba de ello es que en la República Argentina existe actualmente una sucursal del Banco denominado H.S.B.C., que está situado en tercer lugar entre los bancos más importantes del mundo. El banco es de capitales británicos y sus siglas corresponden al nombre “Hong Kong Shangai Bank Corporation”.
A raíz de ese crecimiento exponencial, los inmuebles en la colonia resultaron cada vez más caros, y era muy difícil acceder a la compra de alguno, hasta que los Bancos y Financieras locales comenzaron a otorgar créditos con garantía hipotecaria para facilitar las operaciones y conseguir la radicación de mayor cantidad de personas. Esos créditos tenían un plazo de vencimiento de 15 años.
Llegamos así a finales de 1980, en los que la diplomacia británica comenzaba a preguntarse cual sería el pensamiento chino al vencimiento del arrendamiento de los nuevos territorios recibidos, según la segunda convención de Beijing. Como no tenían intención de comenzar conversaciones directas con los Chinos sobre el particular, los Británicos utilizaron un sistema de aproximación indirecta. Teniendo en cuenta que los plazos de los préstamos hipotecarios acordados eran de 15 años, y dado que el plazo de vencimiento del arrendamiento de “los nuevos territorios” ya estaba próximo a esos 15 años, enviaron a un funcionario administrativo a preguntar cual era la intención de la administración de Deng Xiaoping sobre el tema, para así ir preparando las soluciones a los eventuales problemas que se podrían crear, según fueran las soluciones propuestas.
Los Chinos nada contestaron ante el requerimiento Británico, lo que aumentó la preocupación de la diplomacia del Reino Unido. No hay que perder de vista que lo que vencía en 1997, era el arrendamiento de la isla de Lantau y “los nuevos territorios”, no así la isla de Hong Kong y la península de Kouloon, que habían sido cedidos a perpetuidad, por los tratados firmados.
Sorpresivamente, el 6 de abril de 1982, Deng Xiaoping se reunió con Sir Edward Heat, ex primer ministro británico y de fluida relación con el gobierno chino, y le expuso cuales eran las intenciones chinas al respecto. En este sentido, Paz nos dice: “Sorprendentemente, fue durante una conversación con Heat en Beijing en abril de 1982 que Deng delineó los principios generales sobre cómo debía resolverse la cuestión de Hong Kong, imprimiendo un ímpetu vital sobre las tensas negociaciones que los dos países sostenían. “Las bases de un país dos sistemas, propuesto por Deng, es enteramente nuevo y fue creado específicamente para responder a las necesidades de Hong Kong”. Creo que puede funcionar exitosamente”, dijo Heat”.[10] Esa conversación fue mantenida el 6 de abril de 1982 en Beijing. También en su autobiografía, Heat narra los sucesos del 6 de abril de 1982. “En abril de 1982 Deng Xiaoping me había dicho que China visualizaba a Hong Kong como una Región Administrativa Especial de China, con ciertos elementos de autonomía, pero sin vínculos administrativos con Gran Bretaña.[11]
Días después, el 15 de junio de 1982, luego de una reunión con un grupo de notables de Hong Kong y Macao, Deng Xiaoping manifestó por primera vez en público, el deseo de la República Popular China de recuperar la soberanía China en la totalidad de la zona de Hong Kong, pero preservando su estabilidad y prosperidad, permitiéndole continuar con el puerto libre y su actividad financiera y comercial a pleno, sin modificar sus condiciones sociales, económicas, sistema legal y modo de vida.[12]
Pues bien: ¿que había acontecido para que China de pronto dejara de lado su proverbial silencio diplomático y sacara a la luz sus intenciones sobre Hong Kong? Recordemos que la primera reunión de Deng Xiaoping con Heat fue el día 6 de abril de 1982.
El 2 de abril de 1982, las fuerzas armadas de la República Argentina, mediante la Operación Rosario, recuperaron las Islas Malvinas en el Atlántico Sur, que hasta ese momento estaba en poder y bajo administración inglesa, y además el día 3 de abril de 1982, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos dictó la Resolución 502 en la que ordenaba el cese de la beligerancia, y también que las Fuerzas Armadas de la República Argentina se retiren de las Islas.
Vemos entonces que el Gobierno de la República Popular China, solamente tardó tres días en visualizar y aprovechar la oportunidad que se le presentaba ante un acontecimiento no esperado, para hacer conocer su posición sobre su conflicto colonialista con Gran Bretaña, teniendo en cuenta que en las antípodas de la tierra se había desatado otro conflicto colonialista y que tenía también como uno de los contendientes al Reino Unido. También tiene relevancia la fecha del 15 de junio de 1982, momento en el que Deng Xiaoping hace pública la intención de China de recuperar la totalidad de la zona de Hong Kong, ya que el día 14 de junio las fuerzas armadas argentinas que combatían en las islas, se rindieron ante los británicos.
Ya es un hecho histórico que, luego de una serie de negociaciones entre La República Popular China y el Reino Unido de Gran Bretaña, acordaron que el día 30 de junio de 1997, los Ingleses devolverían la soberanía a China, no solamente de la Isla de Lantau y los “Nuevos Territorios”, que eran los que estaban arrendados, sino también la isla de Hong Kong y la península de Kouloon, que habían sido cedidos a perpetuidad, por los primeros tratados desiguales.
Durante las negociaciones diplomáticas, tuvo una gran influencia el hecho de que la República Popular China ya no era el imperio de los siglos anteriores, sobre el que Gran Bretaña podía imponer su superioridad bélica, sino que habían cambiado las circunstancias de tiempo, lugar y modo, y ya era una potencia de primer orden en el concierto de las naciones. Por ello, pese a la gran oposición de la Premier Británica Margaret Thatcher, el Reino Unido tuvo que ceder la soberanía de la totalidad de la zona de Hong Kong, no solamente sobre la parte arrendada, y retirarse arriando su bandera del territorio.
Lo aquí narrado es un pequeño ejemplo de la potencialidad de la historia global, que demuestra cómo un acontecimiento no demasiado importante en el concierto mundial, (aunque sí para los que participaron en los hechos) acaecido en las antípodas del planeta, puede tener gran influencia en la resolución de un conflicto de relevancia entre naciones que son verdaderas potencias y que marcan tendencias en el mundo.
Bibliografía.
Conrad, Sebastián. “Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual”. Editorial Crítica-Planeta. Barcelona – España. 2017.
Paz, Manuel A. “El conflicto del Atlántico Sur y el fin de los Tratados Desiguales”. Editorial Universitaria del Ejército Argentino. Buenos Aires, Argentina. 2015.
Artículos:
Levi, Giovanni, “Microhistoria e Historia Global”. Revista Historia Crítica nº 69 (2018) págs. 21-35
Pasamar, Gonzalo. “Sebastián Conrad, Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual.” Revista Historiografías, 14. Julio diciembre 2017. págs. 125-131
[1] CONRAD, Sebastián. “Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual.” Edit. Crítica, Barcelona, España 2017.
[2] PASAMAS, Gonzalo. “La historia global en la actual historiografía: un reciente estado de la cuestión” Universidad de Zaragoza, España. Rev.Historiografías.14 (julio-diciembre 2017) ps. 125/131
[3] PASAMAS, Gonzalo. “op.cit.” p. 2017
[4] LEVI, Giovanni. “Microhistoria e historia global” Universitá Ca’Foscari, Italia. Revista Historia Crítica, nº 69 (2018) p. 21/35.
[5] LEVI, Giovanni, “op.cit.”
[6] LEVI Giovanni, “op.cit.”
[7] PAZ, Manuel A. “De Malvinas a Hong Kong. El conflicto del atlántico sur y el fin de los tratados desiguales”. Edit. Universitaria del Ejército Argentino. Buenos Aires, Argentina. 2015. P. 91. El Lic. Paz es Magister en Estrategia y Geopolítica, y Licenciado en Ciencia Política.
[8] PAZ, Manuel A. “op.cit” p. 95
[9] PAZ, Manuel A. “op.cit.” p. 98
[10] PAZ, Manuel. A. “op.cit.” p. 143
[11] PAZ, Manuel A. “op.cit.” p. 144
[12] PAZ, Manuel A. “op.cit.” p. 149
Las opiniones expresadas en este articulo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Zona Militar o de alguna institución.
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