Todos los argentinos sabemos que las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur fueron, son y serán una parte indisoluble de la República Argentina.
Por esto, no deben sorprendernos los innumerables reclamos y esfuerzos realizados por nuestros gobiernos para lograr definitivamente el ejercicio pleno de nuestros derechos soberanos en los territorios que hoy representan el latir del corazón argentino. Y digo que son el corazón porque es desde allí donde se le da impulso a nuestra sangre patriota, no derramada en vano, la misma que fluye por las venas con el innegociable destino de lograr la debida integridad territorial argentina.
Nadie se equivoque. No existirá eternidad alguna, suficientemente longeva como para que el paso del tiempo por si solo logre sepultar nuestros legítimos derechos, hoy injustamente usurpados.
A cuarenta años de la Guerra por las Malvinas Argentinas dejo para la historia el hacer el análisis objetivo y la descripción de todo lo ocurrido, sin que por esto me prive de compartir una reflexión personal.
Recuerdo mi ingreso a la Armada Argentina el 18 de enero de 1982, un imborrable despertar el 02 de abril y los subsiguientes días acompañado a nuestros valientes guerreros. Crecí a la luz de sus ejemplos.
Pelear contra una potencia mundial provista de mejores plataformas de combate y armamento, apoyada por varios de sus aliados, será también motivo del análisis situacional correspondiente. Pero es imprescindible traer estos hechos a la escena ya que constituyen una parte indisoluble de nuestro histórico espíritu de combate. Los marinos argentinos desde Azopardo, Brown, Espora, Rosales, Bouchard, entre otros, enfrentaron a un enemigo superior en fuerzas, supliendo las falencias con inteligencia y enorme coraje. Entonces, al igual que en 1982, no dudaron en presentar combate, con inigualables gallardía y profesionalismo.
Durante los combates por la recuperación de nuestras islas todas, no hubo espacio ni dimensión posible en que la Armada Argentina no diera muestras inequívocas de la grandeza patriótica del militar argentino, tanto cuando la victoria le fue justa como cuando le fue esquiva.
Desde el principio hasta el final mismo, sobró coraje. La primera acción, aquella magnánime ejecución de la “Operación Azul/Rosario”, en la que el entonces Capitán de Corbeta de Infantería de Marina Pedro Edgardo Giachino, liderando sus hombres honró, hasta que su corazón dejó de latir, la orden recibida de no ocasionar bajas en las filas de los invasores. Recibir metralla enemiga y pese a ello, repeler el ataque con balas de honor, las que sin producir heridas físicas, lograron la rendición de la ilegítima autoridad inglesa y de su guarnición.
En el mar, tanto la Flota como los buques auxiliares, tripulados por mujeres y hombres, civiles, mercantes y militares supieron también dejar una indeleble e inconfundible muestra de arrojo y valentía que ni siquiera el tremendo poder de las olas se animó hasta hoy a alterar sus legadas estelas de gloria, orientadas para siempre por la Cruz del Sur.
Por los cielos, los pilotos navales, intrépidos indomables que despegaban orgullosos, aún sabiendo que el regreso no estaba asegurado, fueron letales. No se trató solamente del efecto destructivo de sus cinco misiles Exocets, eso fue solo un detalle. El verdadero problema eran los pilotos navales, de ala fija o rotatoria, los que operaron bajo una real y permanente amenaza antiaérea, volando muchas en condiciones meteorológicas adversas, a límite de sus capacidades tales que se convirtieron en un tintero sin fin de plumas laureadas que escribieron para el regocijo mundial leyendas de una verdad imposible, de valentía y arrojo.
En el azul profundo del océano, nuestros submarinistas se enfrentaron contra todos, con proezas estridentes las que si bien, no se vieron plasmadas en mortíferos impactos por avatares del destino, obligaron a realizar un sinnúmero de acciones en un esfuerzo no visto desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Desde todas direcciones los Comandos Anfibios y Buzos Tácticos cumplieron con sus arriesgadas misiones como solamente ellos saben hacer, materializando una temible amenaza aún con sus ausencias, motivo de preocupación insómnica permanente en la mente enemiga.
En la turba malvinera, la estirpe y bravura de los Infantes de Marina se recortaba hidalga y aguerrida entre la niebla y a la luz de las municiones trazantes, sin que tampoco nos olvidemos del desfile por las calles de Puerto Argentino a paso irredento, con el orgullo cierto y cabal de haber entregado todo, aún mas allá de su deber.
A lo largo de mi carrera naval he participado en numerosos foros internacionales y Academias Navales en los que la Guerra de Malvinas se estudia detenidamente. En todos los casos, absolutamente en todos, he visto primar, por encima de los análisis estratégicos, de las tácticas y armamentos empleados, el gigantesco reconocimiento al valor de nuestros marinos y de los combatientes argentinos, deslumbrados por relatos que parecían describir acciones de corajudos héroes mitológicos de notable semejanza a aquellas hazañas militares de epopeyas ancestrales que supimos estudiar como ejemplos.
Sirva esta revista como testimonio de la historia vivida y de homenaje a sus protagonistas. No es posible agotar en estas páginas nuestro pensar en clave Malvinas hoy a cuatro décadas de la gesta, pero los testimonios aquí incluidos de seguro servirán para hacer reflexionar y mantener viva la llama de las nuevas generaciones, las que deben nutrirse de las experiencias de sus predecesores, y atesorarlas como una de nuestras inolvidables horas más sublimes.
¡Honor y Gloria Eterna a todos nuestros Veteranos de la Guerra de Malvinas!
Solamente me falta expresarles mi eterno agradecimiento y reconocimiento por lo hecho.
Estén en paz, les sobró coraje.
Publicación disponible en la revista de la ESGN.
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El ejemplo y el actuar individual y colectivo de nuestros héroes enfrentados a un adversario muy superior, solo por amor a la patria, debería generar en los políticos que gobiernan nuestro país, una profunda reflexión para revertir el actual estado de descomposición social que estamos viviendo. Solo les pido amor a la patria frente a cualquier decisión que tengan que adoptar, cualquiera sea la función que cumplan, porque ese sentimiento nos llevará a todos los ciudadanos a tener un futuro mejor.
Necesitamos más gente con este espíritu y con este valor, la herencia de San Martín y de Belgrano, gente que se olvidó de su persona para pensar en su país. Los hubo, los habrá y tendremos que recordarlos para seguir su conducta, no se puede levantar un país sin su ejemplo.
Me pareció muy bueno el espíritu de la nota. Hay que dejar definitivamente atrás el relato autocompasivo y reivindicar la gesta de Malvinas en forma completa, con sus grandezas y sus miserias, propias de toda guerra. Cada vez que se asocia la recuperación de Malvinas con palabras como “locura”, “aventura”, “guerra absurda”, se trabaja para el enemigo, ya sea que se sea conciente o no. No tenemos que pedir perdón por Malvinas. No tenemos que avergonzarnos de Malvinas. No se pide perdón ni se siente verguenza por intentar recuperar parte del territorio nacional usurpado por una potencia colonialista. Honor y gloria eternos a quienes dejaron sus vidas y a todos los combatientes!
combatieron con honor y coraje, no cabe duda, lamentablemente, no coincido con la otra parte de la opinión de tarapow, no hubo esfuerzos gubernamentales para recuperar las islas, mas bien todo lo contrario, porque cuando terminó la guerra los ingleses quedaron peor parados ( argentina dejó de mantener a los kelpers y el costo se cargó sobre la corona británica ) , pero los sucesivos gobiernos “democraticos” se han encargado de revertir esto permitiendo el saqueo de la pesca del calamar y la explotacion petrolera, ahora los kelpers se auto abastecen , los politicos se han burlado de los héroes, es hora de cambiar de táctica e imponer un bloqueo economico sobre las islas, para obligar a los ingleses a negociar y asi honrar a nuestros caidos y a su lucha.
Estimado Sr. Almirante Don Marcelo Tarapow
Considero que los militares Argentinos, hasta el grado de Oficiales subalternos y Oficiales Jefes de las FF AA. Tuvieron un desempeño ejemplar durante la guerra por nuestras Islas Malvinas.
Todas las historias que uno lee son de soldados, suboficiales u oficiales que pelearon e incluso hubieran peleado mucho más. Si no hubiera sido por las mezquinas decisiones de los Oficiales Superiores. Que siempre fueron a menos frente al enemigo.
Tuve la oportunidad de leer los libros escritos por el Almirante Woodward. Él cuenta que ellos estuvieron en varias oportunidades muy cerca de volverse derrotados. Pero siempre a nosotros nos faltó la estocada final. Y la falta de esa estocada fue por decisiones de los Oficiales más antiguos en el TO.
Desde el 01/05 con el retiro de la flota a pocas millas de la flota británica. Hasta el 08/06, donde ellos tambaleaban después del golpe en Bahía Agradable.
Considero que los Oficiales Superiores pelearon la guerra de Malvinas, “guardando para la próxima”. Argentina cuidó el material, pensando en la siguiente guerra. Cuando la realidad marcó que Argentina con Malvinas, perdió todas las guerras en todos los ámbitos. Económico, político, geopolítico, social y ni hablar del material militar. Dónde hoy estamos mil veces peor que en junio de 1982.
Tuve la oportunidad de conocer al Sr. Capitán Don Guillermo Tarapow. Que supongo que debe ser su hermano. A quién aprovecho para mandarle muchos abrazos.
Saluda atentamente
Juan Martin Pettigrew