A mediados de abril la situación reinante en la Base Aérea Militar Malvinas era de muchísima actividad, la incesante llegada de aviones con personal y pertrechos había convertido a las instalaciones del Aeropuerto en una escala muy congestionada, la ampliación de la plataforma de estacionamiento nos daba para la operación de dos o tres aviones, hubo veces que otro esperaba en pista.

Mi cargo era Oficial de la Escuadrilla de Servicios con un Norman British Islander de Matricula FIGAS incautado al “ex gobernador” Rex Hunt, simultáneamente y alternativamente Oficial de Control de Vuelo del Servicio de Seguridad de Vuelo de la Base, Oficial de Servicio de Guardia, Ayudante del Jede de Base cuando era requerido.

Con el Capitán Dante Dovichi, el 1er Ten Antonio Sangra y 1er Ten Zorreguieta entre otras tantas cosas hacíamos turno en la Torre de Vuelos, ordenando el tránsito aéreo y movimientos de plataforma, allí la gente de la Terminal hacia maravillas para agilizar la descarga, muchas veces asumiendo riesgos propios de la situación. Uno de ellos era acostar los tambores de combustible en el compartimiento de carga de los Hércules y con una suave patadita dejarlos caer a los paños de turba fuera de la plataforma, con esto nos ahorrábamos los servicios de la Terex (máquina levanta pesos), que ya había tenido inconvenientes con sus cubiertas por desgaste o pinchaduras, rápidamente solucionados gracias a ingenio y habilidad.

Los Hércules C 130 eran los que llevaban el peso de la tarea, pero venían otro tipo de aviones por ejemplo Fokker 28 y aviones de Aerolíneas, algunos de estos con su carga entre los pasillos (por ejemplo, leña) porque conservaban los asientos, cosa que dificultaba la operación. Sin embargo, los bravos soldados de la Terminal trabajaban a destajo, muchas veces contando con muy pocas horas de descanso, pero su convencimiento en la tarea ordenada y con superiores que daban ejemplo, nada era imposible.

Nosotros nos repartíamos entre la construcción de refugios, los turnos en la Torre,  en mi caso además asistiendo en lo que ordenara el Jefe de Base.

El día 20 de abril, amaneció parcialmente despejado, pero con fuertes vientos, me requirió el Jefe de Operaciones Vcom” Quincho” Ianariello, dándome la orden para realizar una Operación Sanitaria a Bahía Fox en la Gran Malvina. En el Establecimiento de Bahía del Zorro estaba estacionado el Regimiento de Infantería Mecanizado 8 “General O Higgins” a cargo del Teniente Coronel Ernesto Repossi,  quien junto a la  Compañía de Ingenieros 9, había conformado la Fuerza de Tareas “Reconquista”  a órdenes del mencionado jefe. Ambas unidades eran, en tiempo paz, orgánicas de la Brigada De Infantería IX con asiento en  Comodoro Rivadavia.  Debíamos evacuar a uno de sus  gravemente herido de bala, deberíamos  a Puerto Argentino, para ser y posterior trasladado a Comodoro Rivadavia.

Debería ir con el Norman British Islander que aún tenía la matrícula que habíamos tratado de borrar FIGAS (Falkland Islands Government Air Service), avión incautado por orden del Brigadier Castellanos a la “gobernación” anterior, para asistir a nuestra tropa estaba en servicio para la tarea.

Conocía desde el aire el lugar que se me indicaba para realizar la Evacuación Aero médica, ya habíamos sobrevolado dos veces una con el Mayor Ianariello y otra con el Jefe de Base Comodoro Luis Destri, estos dos vuelos fueron de reconocimiento ofensivo, a mí me sirvieron para afianzarme como piloto en el avión que sólo había visto en fotos antes de llegar a Malvinas.

La orden fue recibida en la Torre de Vuelo, donde operaba Ianariello con la gente de Operaciones, entre ellos el Cap Dovichi, en ese momento estaba allí el Reverendo Padre Pacheco quien inmediatamente luego de la autorización se plegó a la Operación. Iba a ser acompañado por un Médico de Ejercito, por lo que no solicité más detalles sanitarios, salvo el de que el herido era trasladable en vuelo.

Fuimos al avión y con el personal Técnico de Pucará que había quedado en Puerto Argentino, que tenía de “chiche” al Islander, le sacamos una línea de asientos de tal forma de poder poner una camilla, cargamos combustible desde un pilow (tarea para la cual nos turnamos, había que darle a la bomba manual) y estuvimos listos.

Abordamos, puse en marcha, solicité autorización para rodar escuchando la familiar voz de Dovichi, que seguro le había arrebatado el micrófono al Suboficial Ramón Campos operador de Torre (con quien compartimos noches enteras en ese puesto), todo esto con la habitual alegría y optimismo que planteaban estas operaciones propio de los líderes aeronáuticos como era el Capitán; él me había advertido que la operación era de riesgo (era sabido que la tropa desplegada en el terreno podría confundirse a nuestro paso, con móvil enemigo).

Rodamos a cabecera, el viento era muy intenso, di a pleno mirando con mucho cuidado todos los indicadores de cabina, sin tocar frenos (había que cuidar) fue un despegue corto con intenso viento lateral y el vuelo para mi como todos los que hice en Malvinas con este avión: inolvidable. Ya al despegar del Aeropuerto de reojo a mi izquierda vi flamear nerviosa por el viento nuestra celeste y blanca, más hermosa que nunca, abajo vehículos y hombres se movían como hormigas veloces, era para hinchar el pecho grande. Sabíamos que el Aeropuerto seria el centro de gravedad de la segura reacción enemiga, en su orden de batalla seríamos el punto de apuntar.

Fue un vuelo a 900 mts de altura, el color rojo y blanco de la noble aeronave, creíamos, nos denunciaba ante las tropas desplazadas en el terreno como avión amigo, además de la muy baja velocidad de desplazamiento. Sobrevolamos la ciudad, luego el Cerro Rivadavia a la derecha, dejamos la Base Aérea Militar Cóndor (Darwin) a la derecha también, luego vimos una fina ruta de tierra y cruzamos el Estrecho San Carlos casi sobre la Isla Grande y al borde su inmensa superficie con su inconfundibles contornos: Bahía del Zorro (Fox) y el establecimiento del mismo nombre. Un poblado chico unido por serpenteantes y ondulados caminos. La turba con pasto muy verde que en contraste con el azul marino de las aguas que lo rodeaban constituía a este lugar, en sumamente pintoresco.

Aproximamos alabeando (moviendo los planos), a muy poca velocidad, vimos en tierra algunos resplandores; para ellos dos versiones, fueron disparos como símbolo de alegría porque llegábamos o avisándose entre las secciones o pelotones distantes del Regimiento.

Realizamos dos pasajes, ya en el primero desde abajo nos hacían señales amistosas, sin embargo, quería detectar el estado de las pistas que eran dos, cruzadas. Enseguida advertí que una de ellas estaba llena de pozos de zorro y trincheras, es decir penalizada, lógicamente operamos desde la perpendicular a mar, con viento muy cruzado y fuerte. El noble avión respondió a los maltratos de la pista de tierra muy poceada (seguramente por el tránsito de la tropa allí destacada la había deteriorado), y pudimos lograr el objetivo, rodamos con mucho cuidado hacia donde nos esperaba un pelotón.

Vinieron a recibirnos el mayor del Ejército Argentino Oscar Minorini Lima, Jefe de la Compañía de Ingenieros 9, con varios suboficiales que lo secundaban. Enseguida se estableció un diálogo de gran camaradería donde los acompañé a recorrer las posiciones defensivas, me transmitieron un exultante espíritu de combate y a su vez y de reojo observaba la belleza inconmensurable de esa bahía.

De los relatos del Jefe de Compañía, recuerdo que me comentó que la noche anterior habían tenido un ataque nocturno de “comandos”, al cual se respondió muy eficientemente, entraron por la playa y fueron rechazados, a la mañana cuando la recorrieron descubrieron, que no eran comandos sino pingüinos emperador, los singulares y pobres animalitos son muy altos y al desplazarse luego de salir del agua parecen soldados cambiando de posición y a la distancia no se los distinguió. Nos reímos un rato. Sin embargo esta anécdota, reflejaba el estado de disposición al combate de los hombres allí destacados y el grado de alerta que ya existía.

El Padre Pacheco, mi distinguido copiloto, se había escabullido entre la tropa, lo vi mientras caminaba realizando confesiones, luego sentado en una trinchera dándole ánimo a la tropa, ese nutrido grupo de patriotas hasta ese momento no tenía asistencia religiosa.

De improviso vi un alboroto cerca de avión, era que había llegado el soldado Ramón Moreno, tenía una de sus piernas destrozada por un disparo accidental de una pistola 11,25mm, un compañero de la de la sección morteros se había descuidado mientras limpiaba armamento y lo había impactado accidentalmente. Estaba medicamente compensado, pero con mucho dolor, esto es lo que conscientemente transmitía.

Corrí a ayudar con la ubicación en la camilla improvisada, no fue fácil porque se movía con mucha dificultad, había perdido mucha sangre, sin embargo, con los lógicos esfuerzos lo conseguimos.

Cuando estuvimos listos, repase mí lista de control de procedimientos, me faltaba algo: el Padre Pacheco, me costó recuperarlo, el Padre Gonzalo Eliseo Pacheco era un sacerdote celosísimo con su tarea pastoral y un mejor soldado argentino, siempre dispuesto en el riesgo, el peligro, la incertidumbre levantando el ánimo con su palabra esperanzadora.

El despegue muy corto con una pista que además de lo despareja, por el tránsito con material pesado, tenía pronunciadas ondulaciones y la turba algo mojada impedía alcanzar velocidad normalmente, finalmente despegamos. Para el regreso tardamos un poco más que a la ida ya que algunos nubarrones habían precipitado disminuyendo la visibilidad.

Ingresar en el trayecto al mar y volando bajo me daba cierta sensación de seguridad, la tropa estaba bien celosa a la cola del disparador, como era exigible y lógico.

El VOR del Aeropuerto funcionaba a requerimiento, la voz amigable y segura de Dovichi me avisaba el momento de emisión para que con un toquecito para corregir rumbo y nos establecimos en una larga final.

Aterrizados en la BAM MLV enseguida el servicio Sanitario de la Fuerza Aérea con la eficiencia que lo caracterizó en todo el conflicto, tomó “cartas en el asunto”, preparando al soldado para ser trasladado al Hospital montado en Ciudad donde estuvo dos días esperando el próximo avión Fokker F 28 de la Primera Brigada Aérea que lo trasladó a Comodoro Rivadavia. Así había finalizado con éxito la evacuación.

Trasladé al noble avión a un paño verde al costado y lo estaqueé disponiéndolo para el próximo requerimiento, algunos de los salvavidas con los que contaba y que se encontraban debajo de todos  los asientos me fueron requeridos, porque había algunos integrantes de Escuadrón Pucará que lo necesitaban.

Lamentablemente el 01 de mayo, el Islander sufrió los efectos del bombardeo inglés a la pista y quedó fuera de servicio. Finalizó de esta forma sus servicios durante el conflicto, pero quedará para siempre en la historia de su evacuación sanitaria aérea.

 Recientemente hice contacto con el Soldado Moreno,  quien me aseguró que luego de una operación y una rehabilitación de cuatro meses superó totalmente su infortunio, con la única pena de no haber podido compartir el combate con sus camaradas. Esto último me confirmó la impresión que me llevé ese 20 de abril, del espíritu de las tropas que estaban en Bahía Fox, alejados y asilados del resto, defendiendo esa tan querida tierra de nuestra Patria.

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1 COMENTARIO

  1. Muchas gracias Sr. Brigadier Mayor.

    Muy linda historia y muy bien relatada. Supongo que ése avión debe ser comparable a los DH6 Twin Otter, en cuanto a su resistencia y rusticidad.

    Muchas gracias nuevamente.

    Juan Martin Pettigrew

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