Para António Guterres, Secretario General de la ONU, “hoy la humanidad está a un solo malentendido, a un error de cálculo, de la aniquilación nuclear“. Estas declaraciones, en el marco de la Décima Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), no son para nada alentadoras. En un contexto mundial sumamente convulsionado, donde en distintos frentes las potencias nucleares están involucradas, “el error de cálculo” puede conllevar a una confrontación directa. 

Aunque existen un sinfín de mecanismos que prevén el riesgo nuclear, la alerta de la máxima autoridad de Naciones Unidas es adecuada. Es por eso que los Estados miembros de la ONU se reúnen en Ginebra por todo el mes de agosto para revisar y exponer los riesgos nucleares y mantener un régimen nuclear que, desde su concepción en 1970, no pudo evitar la proliferación horizontal ni los avances en materia de capacidades de los poseedores nucleares con respecto a la modernización de sus arsenales. 

Es por esto que se buscará dar a luz los principales desafíos y consecuencias de la Décima Revisión del TNP. Esta Conferencia se desarrolla mientras que, en paralelo, fuera de Ginebra, las alarmas en Taiwán y Kiev siguen sonando. Pero no solo eso, el mundo en los últimos años y meses ha experimentado un incremento de la incertidumbre acerca de la seguridad nuclear que pone en alerta al Sistema Internacional.

En el marco de la guerra entre Ucrania y Rusia, el presidente Vladímir Putin lanzó amenazas nucleares para disuadir a la OTAN de intervenir en la misma,  se suspendió el Diálogo Estratégico entre Estados Unidos y Rusia y esta también se ha apoderado de la central nuclear de Zaporizhzhia, en Ucrania; Corea del Norte, bajo las palabras de Kim Jong Un, expresó estar dispuesto a utilizar armas nucleares en posibles conflictos militares con Estados Unidos y Corea del Sur y las esperanzas de activar y resucitar el Acuerdo de Acción Conjunta (JCPOA) entre Irán y las potencias está en su estadio más bajo desde que se reanudaron las negociaciones en Viena.

Es por esto que la revisión del TNP se transforma en fundamental para mantener un régimen nuclear que se ha visto socavado y amenazado por las decisiones unilaterales de los Estados miembro. 

Un panorama del Tratado de No Proliferación Nuclear

Se toma noción que el TNP es la piedra angular en lo que respecta al control de la proliferación nuclear. Este mecanismo entró en vigor en 1970 y está subscrito por 191 Estados, de los cuales se distinguen dos categorías: Estados poseedores de armas nucleares (EPN) -formados por Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido- y Estados no poseedores de armas nucleares (ENA). 

En virtud del escrito, los cinco EPN se comprometen a perseguir el desarme general y completo, mientras que los ENA se comprometen a renunciar a desarrollar o adquirir armas nucleares. Dentro de las principales ausencias se encuentran India, Pakistán e Israel, los tres países son actores nucleares con arsenales activos, lo que significa que la adhesión al tratado implicaría desmantelar sus armas nucleares y poner a disposición sus instalaciones bajo salvaguardas internacionales. 

En los principales artículos del TNP se exponen los distintos procesos y el método por el cual los Estados persiguen el desarme nuclear efectivo. En ese sentido, los EPN tienen prohibido transferir tanto armas nucleares como las capacidades de construir las mismas a aquellos Estados que aún no las desarrollaron. Otra cuestión fundamental es que se dota al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la facultad de inspección y salvaguarda de los Estados que buscan desarrollar capacidades nucleares. 

Es importante aclarar que el TNP no excluye la posibilidad de investigar y desarrollar capacidades nucleares con  fines pacíficos. En ese punto se explaya y se reconoce el “derecho inalienable” de los Estados Parte a investigar, desarrollar y utilizar la energía nuclear con fines no armamentísticos. También apoya el “intercambio más completo posible” de dicha información y tecnología relacionada con la energía nuclear entre los signatarios. 

En resumen, el TNP establece tres pilares fundacionales que respectan a la no proliferación nuclear, el desarme y el uso pacífico de la energía nuclear. En concordancia con lo dispuesto por el tratado, cada 5 años se debe ratificar y verificar el funcionamiento del mismo. Para esto, se establece un cronograma de 26 días en el transcurso de un mes que implica reuniones ministeriales de todos los representantes, organismos y fundaciones especializadas en el desarme nuclear y actores de la sociedad civil para culminar este proceso de revisión del TNP. 

¿Una nueva realidad nuclear o la persistencia de tendencias peligrosas? 

En esta revisión, prevista para el 2020 y pospuesta cuatro veces por el Covid-19, se plantea un escenario mundial en el cual, tomando las palabras del presidente de la Conferencia, el argentino Gustavo Zlauvinen, expuso que “hemos aprendido con la pandemia que los acontecimientos de baja probabilidad pueden ocurrir, y de hecho ocurren, con poco o ningún aviso, pero con consecuencias catastróficas que afectan al mundo. Lo mismo ocurre con las armas nucleares”. 

El contexto actual se presenta alertado por las principales agencias gubernamentales y organizaciones especializadas en el ámbito nuclear, como por ejemplo el Boletín de Cientistas Atómicos con el Doomdays Clock. Se alerta un estadio mundial de suma preocupación por las tendencias de modernización nuclear, la existencia de una proliferación horizontal; entendida como el proceso en el cual un Estado no poseedor de ambas nucleares desarrolla capacidades para conseguir las mismas. Y, en paralelo, las confrontaciones interestatales presentes en distintos escenarios de operaciones en el mundo en el cual los Estados poseedores de armas nucleares están interviniendo directamente. 

Existen amplios retrocesos en materia no solo de control de armas, sino también en los escuetos esfuerzos por mantener el número actual de poseedores de armas nucleares. Estos dos procesos sumados a los procesos de modernización de los arsenales nucleares de los principales actores, aquellos que tienen más ojivas disponibles en los mismos. 

Con respecto al control de armas y las medidas de confianza mutua entre las potencias nucleares, se experimentó un deterioro significativo de las medidas bilaterales. En 2019, Estados Unidos se retiró del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) en respuesta a las violaciones rusas del mismo. Por otro lado, Estados Unidos y Rusia se retiraron del Tratado de Cielos Abiertos, que había permitido a las partes (Estados Unidos, Rusia, 31 países europeos y Canadá) realizar vuelos de vigilancia aérea sin armas sobre el territorio de la otra parte. El Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa, que pretendía reducir la posibilidad de grandes operaciones ofensivas en Europa, limitando igualmente el armamento principal de los miembros de la OTAN y del Pacto de Varsovia, también se han roto.

El New START, el mecanismo de coordinación, vigilancia y traspaso de información entre los Estados Unidos y Rusia que funciona como la última restricción que queda para las ojivas nucleares estratégicas de Estados Unidos y Rusia y sus vectores, fue renovado y prorrogado hasta el 2026. Aunque este tratado se mantiene en pie, los analistas alertan que las negociaciones entre ambos Estados sobre un posible acuerdo sucesor se suspendieron a raíz de la invasión rusa de Ucrania, y hay pocos indicios de que se vayan a reanudar las conversaciones en un futuro próximo.

Por otro lado, la proliferación horizontal y la posibilidad de tener un nuevo actor nuclear en el globo se ven explicitadas por las decisiones tanto de Corea del Norte y su programa nuclear altamente desarrollado y las fallidas negociaciones entre las potencias europeas, Estados Unidos e Irán para mantener el Acuerdo Nuclear concebido en 2015 bajo la órbita de la administración Obama. 

Los programas de armas nucleares y misiles de Corea del Norte siguen creciendo y el régimen ha aumentado considerablemente el ritmo de las pruebas de misiles en el último año. Tanto Estados Unidos como Corea de Sur alertaron de la posibilidad de que las pruebas nucleares de Pyongyang se reactiven en el corto plazo, algo que pone en una real amenaza las intenciones del Norte a consolidar su programa y detonar una bomba.  Irán aún no tiene un arma nuclear, pero ha avanzado considerablemente en su programa de enriquecimiento de uranio. Varios funcionarios del Estado persa declararon públicamente que el país y el programa nuclear pueden producir fácilmente uranio enriquecido al 90%  y que Irán tiene los medios técnicos para producir una bomba nuclear.

En este contexto, altamente volátil y peligroso para los Estados, se dota al TNP de la importancia que merece. Aunque en la práctica las disposiciones bilaterales de los principales actores del régimen nuclear sean las encargadas de mantener “a raya” las ambiciones y los peligros de la posesión de las armas nucleares y la proliferación, este mecanismo multilateral cobra una inesperada importancia y relevancia porque se transforma en un foro de discusión activo entre todos los Estados parte. 

Es necesario el mantenimiento de un régimen nuclear que ampare y dote de prohibiciones, avaladas y llevadas al terreno de la práctica a través de mecanismos y disposiciones bilaterales entre los Estados poseedores de armas nucleares y aquellos que atenten con una nueva proliferación horizontal que configure un nuevo estatus nuclear en el mundo. Es por esto que la actual revisión, en el contexto actual del Sistema Internacional, se torna fundamental para poner en tela de juicio las disposiciones actuales y así fortalecer un régimen nuclear que en los últimos años se ha visto amenazado. 

El TNP es valioso para evitar el escenario anteriormente descrito. Pero más asertivas que las disposiciones declarativas de los Estados partes y de aquellos que se escapan del régimen establecido en 1970, son las verdaderas políticas individuales de los países y los poseedores de armas nucleares que buscan mitigar la proliferación y establecer mecanismos de desarme. Todo esto con el fin evitar las carreras armamentísticas en el futuro y un escenario conflictivo con las armas nucleares como protagonistas. 

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