Una de las particularidades de Zona Militar es que en muy pocas ocasiones el equipo de redacción y editorial recurre a la primera persona cuando se realiza una crónica de una cobertura. Sin embargo, en esta ocasión haré una excepción a los fines de intentar plasmar y trasladar al lector las sensaciones que nos quedaron luego de una memorable navegación que realizamos a bordo de uno de los buques icónicos de la Armada Argentina, la fragata ARA Libertad.

Tal como supimos abordar en publicaciones anteriores, la presencia de ZM se dio en el marco de una navegación de instrucción que inició en horas de la mañana del pasado 6 de febrero, teniendo como destino la ciudad de Mar del Plata. Como es propio de toda actividad castrense, la cita dio comienzo con las primeras horas de la jornada en el Apostadero Naval Buenos Aires, lugar donde nos aguardaba la fragata Libertad junto a su tripulación.

Luego de haber cumplido con el protocolo previo a abordar, y finalizadas las formalidades del caso, la fragata Libertad lentamente fue dejando atrás el Apostadero Naval Buenos Aires. La despedida no podría tener mejor marco, con la ciudad de Buenos Aires en el horizonte y con la entrañable voz Carlos Gardel y su “Mi Buenos Aires Querido” como música de fondo.

El valor de la tripulación

Como resulta conocido, la fragata ARA Libertad oficia como embajadora de la República Argentina, habiendo sabido representar y llevar con honores los colores patrios cada vez que amarra en un puerto extranjero. Bajo esta premisa, su tripulación también debe reunir diversas condiciones ya que no solo tendrá a su cargo la instrucción de los futuros marinos de la Armada Argentina, sino que además debe hacerlo en el contexto particular propio del buque, bajo las condiciones que impone una navegación de larga duración.

A lo largo de las jornadas a bordo de la fragata tuvimos la posibilidad de apreciar algo que es habitual en las Fuerzas Armadas Argentinas: el profesionalismo, la devoción e ingenio con el cual se trabaja a diario. Sin embargo, en el caso de la ARA Libertad, la misma situación tiene algunas singularidades adicionales que son impuestas por las características del buque. Desde el puente, pasando por la lavandería, cocinas, sala de máquinas, enfermería y peluquería, cada rincón de la fragata dejó al descubierto las exigencias que los tripulantes deben hacer frente día a día.

Como es de esperarse, la actividad a bordo de la fragata Libertas es constante, día y noche. Y uno de los sectores que más llamó la atención fueron las cocinas, por el trabajo realizado y, posiblemente, porque quien suscribe mantiene un interés en la métier. Quien haya tenido una mínima experiencia en la gastronomía está al tanto que el tiempo es el principal enemigo, a lo cual se suma el calor, el espacio reducido, no tener pausas, entre otros. A esto hay que sumar el desafío que impone la necesidad de brindar cuatro comidas diarias a una tripulación de casi 300 personas, por lo que el trabajo de las brigadas, el personal de servicio y de abastecimientos tiene un gran valor en el día a día, sabiendo además que un plato caliente o una medialuna tienen un enorme peso a la hora de levantar el ánimo cuando la ocasión lo requiere. En mi caso, es obligada la mención especial a la panadería de la fragata.

Asimismo, esta navegación sirvió para familiarizar a la tripulación, la cual tuvo se recambio obligado (incluido su comandante). Los tres días a bordo también fueron aprovechados para la formación de un contingente de cadetes y aspirantes provenientes de los distintos Institutos de la Armada Argentina, permitiendo a la tripulación poner en práctica sus capacidades didácticas. Esto último también es un elemento vital, ya que la transferencia de conocimientos (académicos y adquiridos por la experiencia de los años en servicio) sigue siendo una de las herramientas esenciales para sostener los recursos humanos de las FFAA.

Experiencias de vida

Como en cada cobertura que tiene una duración de varios días, la navegación a bordo de la fragata Libertad permitió abordar diversas charlas con la tripulación que fueron más allá de cuestiones técnicas o propias de las obligaciones diaria. Fue en estas ocasiones donde afloró la cuestión humana, la cual permitió conocer y contar muchas experiencias de vida relacionadas con la actividad, destacando una vez más la riqueza de historias que es propia de los años en servicio y de una profesión tan particular como es la marinera.

Sin la intención de entrar en cuestiones filosóficas o sociológicas, la interacción entablada con los tripulantes de la fragata Libertad fue una herramienta adicional para apreciar aún más uno de los recursos vitales de las Fuerzas Armadas argentinas: Esto son los hombres y mujeres que, provenientes de las más diversas ciudades y poblados de la geografía argentina, se forman, adiestran y trabajan a diario en pos de servir a la Patria.

Con estas palabras no hay una intención de romantizar la profesión militar. Sin embargo, si pretendo destacar como el espíritu de cuerpo y la vocación de servicio no solo es transversal a quienes integran las Fuerzas Armadas, sino que es un fiel reflejo de lo que nos dejó la tripulación de la fragata ARA Libertad, potenciado por la simple razón de que una vez que inicie la próxima navegación de instrucción, pasarán a llevar el título de representantes de la República Argentina cada vez que amarren en un puerto extranjero.

Alguien nos comentó que el personal de la fragata Libertad está integrada por hombres y mujeres que son considerados como los más capacitados para la tarea, una “selección” por así decirlo. Y así lo lo pudimos apreciar en cada sector del buque que pudimos visitar, desde la lavandería, pasando por la peluquería, cocinas y el puente, ocasiones en las cuales pudimos escuchar relatos y experiencias con un punto en común: el orgullo de integrar la tripulación de la fragata Libertad.

Consideraciones finales

Haber navegado en la fragata Libertad posiblemente haya sido una de las experiencias más enriquecedoras vividas con Zona Militar, no solo por el marco que ofrece el buque y el contexto marítimo, sino también por haber comprendido desde el aspecto más elemental el valor que tienen el buque y su tripulación para la Armada Argentina y para el país.

En referencia a esto último, sería en extremo positivo que el esfuerzo que se realiza con cada viaje de instrucción de la fragata Libertad fuera acompañado por los tantos organismos del estado argentino, así como por iniciativas privadas nacionales que permitan potenciar la presencia argentina en cada destino extranjero. Esta confluencia de actores podría reforzar algunas cuestiones elementales, y otras más complejas, en pos de brindarle las condiciones y herramientas adecuadas a un buque que año a año es el embajador de la República Argentina en el mar.

Agradecimientos: A la tripulación de la fragata ARA Libertad y a la Armada Argentina

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