La caída, en la jornada de ayer, del régimen de Bashar al-Assad en Siria, con la toma de la ciudad de Damasco a manos de las fuerzas rebeldes lideradas por el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS), está generando una rápida reconfiguración del escenario geopolítico del Medio Oriente y el Mediterráneo Oriental. Mientras todavía no se puede vislumbrar el futuro que deparará al pueblo sirio, sí puede establecerse el impacto potencial que esta nueva reconfiguración tendría para varios de los actores que han participado en la guerra civil que monopolizó la vida del país durante la última década.
Uno de ellos es Rusia, la cual ha sido, junto a Irán y sus proxies, uno de los principales sostenes del régimen de Bashar al-Assad. Una de las principales razones de ello se debe a la presencia de importantes instalaciones navales y aéreas que las Fuerzas Armadas Rusas poseen en el país, las cuales permiten la proyección de diversos tipos de medios en la región y que hoy, con el rápido devenir de los sucesos, tienen un futuro incierto.
Antes de iniciar cualquier tipo de análisis, es necesario tener siempre presente la histórica búsqueda de Rusia, desde los tiempos de los Zares, pasando por la Unión Soviética, hasta la actualidad, de contar con salidas a mares de aguas cálidas. La razón siempre se encuentra en la geografía, ya que, el país no cuenta con puertos naturales que permitan su operación a lo largo de todo el año y con salida a los principales océanos. De aquí que la Federación Rusa cuente con el enclave de Kaliningrado en Europa y, en el caso de Siria, la Base Naval de Tartús, las cuales permiten una proyección de fuerzas que, en el caso de no tenerlas, sería imposible de realizar.
En el caso particular de Siria, además de la Base Naval de Tartús (asiento de la Fuerzas de Tareas Permanente del Mediterráneo), también debe listarse la Base Aérea de Khmeimim en Latakia. Para poner de relevancia la importancia que en conjunto poseen las instalaciones mencionadas, estas fueron, a principios del año 2022, uno de los principales apoyos, actuando como nodo logístico, de las Fuerzas Armadas Rusas en el inicio de la invasión a Ucrania. Además, en la confrontación y rivalidad con la OTAN, estas permiten la proyección estratégica de medios como submarinos, buques de combate y aeronaves de diversos tipos hacia el Mediterráneo Oriental, el Norte de África y el flanco sur de la alianza atlántica.
Por poner un ejemplo actual, las recientes maniobras navales realizadas por la Armada Rusa en el Mediterráneo Oriental, donde se registraron pruebas de lanzamiento de diversos tipos de misiles disparados desde fragatas, submarinos y baterías costeras, no hubieran sido posibles sin el apoyo y las facilidades que las instalaciones de la Base Naval de Tartús ofrece a las fuerzas navales de Rusia. También, durante el ejercicio, se listó la presencia de aviones MiG-31I equipados con misiles hipersónicos Kinzhal, sin precisar si estos fueron desplegados también desde la Base Aérea de Khmeimim.
Con lo previamente indicado, la situación para el Kremlin es delicada en términos de su capacidad de sostener estas instalaciones en el cambio de régimen que se está produciendo en Siria. Si bien, al día de la fecha, no se tiene constancia de que las fuerzas rebeldes que tomaron ayer Damasco realicen algún tipo de avance hacia la Base Naval de Tartús o la Base Aérea de Khmeimim, diversas imágenes de satélite muestran en esta última movimientos que podrían indicar la próxima evacuación. Así lo evidencia el arribo de aeronaves de transporte estratégico IL-76s y AN-124, que podrían iniciar la evacuación de personal en el peor de los escenarios; como también la zarpada de diversos buques que se encontraban en Tartús.
Uno de los últimos reportes, de principios de mes, indicaba que los rebeldes sirios posicionaban fuerzas a escasas veinte millas de la base aérea. Estos reportes se produjeron antes de la caída de Damasco a manos del grupo HTS y la entrada triunfal de su líder, Abu Mohammad al-Jolani, en la capital.
Para el caso de la Base Naval de Tartús, más alejada de los combates, las dudas también comienzan a acrecentarse sobre el futuro de las instalaciones y el impacto que una posible evacuación podría tener para Rusia y su presencia en la región. También debe considerarse las capacidades que posean las Fuerzas Armadas Rusas para que, en el peor de los escenarios, deban reforzar y responder militarmente frente a ataques rebeldes, teniendo en cuenta el impacto que casi tres años de conflicto ucraniano han tenido sobre el instrumento militar ruso.
Más allá de las capacidades que puedan o no desplegar las Fuerzas Armadas Rusas para intentar preservar su presencia en estas vitales instalaciones, es presumible que el Kremlin intente algún tipo de acercamiento con los rebeldes sirios a fin de alcanzar alguna clase de compromiso, a fin de, en el mejor de los casos, ganar tiempo y definir cuál será el futuro de la presencia del país en el Mediterráneo Oriental y el Medio Oriente en los próximos años e, inclusive, décadas. Por el contrario, en el peor de los escenarios, la historia tiene sobrados ejemplos de retiradas desorganizadas de actores geopolíticos de peso cuando hechos como los que se están produciendo en Siria ocurren.
*Fotografías empleadas a modo de ilustración.
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