Se cumple el primer año de la actual gestión en el ámbito de Defensa Nacional el cual presenta un panorama complejo, marcado por avances y retrocesos que merecen un análisis detenido. Este periodo ha estado definido por decisiones importantes, errores significativos y un esfuerzo constante por articular la visión política con las necesidades estratégicas de las Fuerzas Armadas. Como en toda gestión, hay elementos positivos, negativos y otros que aún dejan dudas sobre su impacto a largo plazo.
Cuestiones críticas: las sombras que persisten
Uno de los puntos más controvertidos del año fue la intención de otorgar a las Fuerzas Armadas nuevos roles en materia de seguridad interior, como se desprende de iniciativas vinculadas a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Si bien estas medidas buscan responder a problemas urgentes dentro de la agenda publica, plantean serios interrogantes sobre la doctrina militar y su rol en el ámbito interno, algo que históricamente ha generado tensiones en el país. Las críticas al “pendular” enfoque de la política de defensa cobran relevancia ante estas decisiones que politizan a las Fuerzas Armadas y las colocan en el centro de la grieta política.
Otro aspecto preocupante ha sido el manejo del liderazgo dentro de las instituciones. Las renuncias y desplazamientos de figuras clave, como el jefe de la Fuerza Aérea y el general Berredo, evidencian una deficiente gestión de las internas en los cuarteles. A esto se suma la crítica situación de la obra social IOSFA, cuestión que poco sale a la luz y que afecta directamente a la familia militar. Pese a las promesas de reforma, los problemas estructurales permanecen y la sensación de abandono entre el personal es palpable.
En términos salariales, los aumentos otorgados a lo largo del año no alcanzan la jerarquización prometida, generando malestar en la tropa. Aunque hubo incrementos, no han logrado subsanar el deterioro acumulado ni dar una solución de fondo a las demandas históricas del sector.
Por otro lado, se observa un uso simbólico excesivo de la estructura militar para fines partidarios. Actividades como el traslado de la llama votiva del General San Martín, actividad inventada y presentada con un alto perfil político, reflejan una estrategia de “cosplay ministerial” que prioriza la imagen pública de la gestión sobre los desafíos reales del sector. Si bien estas iniciativas buscan apelar al patriotismo y a la buena imagen de las Fuerzas Armadas, su repetición y falta de profundidad estratégica terminan por desgastar la credibilidad institucional y restan seriedad al rol de Defensa Nacional.
Entre dudas y oportunidades perdidas
El presupuesto militar sigue siendo motivo de cuestionamientos. La continuidad del FONDEF durante este año ha sido más simbólica que efectiva, al persistir el desvío de recursos hacia gastos corrientes. Este problema es similar al de la gestión actual… se tapan baches con fondos que deberían ser destinados a la inversión en capital. Además, el énfasis comunicacional en la incorporación del F-16 ha dejado en segundo plano las urgentes necesidades del Ejército y la Armada, relegadas en la agenda de prioridades. Este enfoque monotemático habla mas sobre las deficiencias para trabajar otras necesidades apremiantes que de la capacidad para resolver promesas.
Otro aspecto que genera inquietud es la falta de transparencia en acciones institucionales. Un ejemplo reciente es el manejo de la firma de la carta de intención para la adquisición de submarinos, que permaneció acallada durante semanas. Si bien es entendible el intento de diferenciarse de gestiones previas caracterizadas por anuncios sin sustancia, este tipo de acciones deben ser públicas y comunicadas de manera clara, garantizando la gobernanza y la rendición de cuentas. Lo mismo ha venido sucediendo con el manejo del frágil “complejo militar-industrial” argentino, donde existen serias dudas sobre continuidad de proyectos o la propia supervivencia de las empresas. Hasta ahora no hay respuestas, ni siquiera al ámbito del Poder Legislativo.
Avances y puntos destacables
A pesar de las dificultades, hay áreas donde se observan mejoras significativas. Uno de los logros más destacables ha sido el aumento en las partidas presupuestarias para las unidades militares. La mejora en el suministro de combustible y racionamiento es un cambio tangible que impacta positivamente en la operatividad y moral del personal. Tengamos en cuenta que hasta el año pasado, existían serias limitaciones en cuanto al rancho, al combustible y los fondos destinados para operar. Hoy se palpa una mejora en este sentido.
La gestión internacional también merece reconocimiento. En menos de un año, Argentina ha fortalecido sus lazos con aliados a los que considera estratégicos, consolidando acuerdos y facilitando el entrenamiento conjunto con países clave. Sin dudas hay coherencia entre la visión macro del Poder Ejecutivo y la praxis dentro del Ministerio de Defensa para articular palabras con hechos. En esa línea, el trabajo en política exterior dentro de Defensa refleja profesionalismo y planificación.
Otro punto a favor ha sido la eliminación de pruritos históricos en torno a la Defensa Nacional. La percepción social positiva hacia las Fuerzas Armadas se ha consolidado, marcando un cambio cultural importante. Sin embargo, es crucial evitar que este avance se traduzca en un “backfire” si las instituciones militares siguen siendo instrumentalizadas en debates partidarios. Resulta estratégico cuidar a los que nos cuidan en materia política e ideológica: las ventajas de utilizar la imagen de las Fuerzas Armadas es de corto plazo, los costos para las Fuerzas Armadas son de mediano y largo.
La apuesta por el F-16: un cambio histórico
Finalmente, uno de los mayores aciertos de la gestión ha sido la decisión de avanzar en la incorporación del F-16 de un plumazo. La definición del modelo y la articulación de los mecanismos necesarios para concretar esta adquisición representan un hito no solo para la Fuerza Aérea Argentina, sino para la alta política. Este logro, aunque todavía en desarrollo, marca un punto de inflexión en la modernización de capacidades y puede tomarse como un modelo a seguir en materia de decisiones estratégicas que implican una inversión importante en fondos y el trabajo comunicacional para que esto se materialice. No es menor el hecho de que una mala campaña comunicacional puede voltear hasta el mejor de los planes.
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