El piloto que hundió el Sheffield
Escribe el enviado especial de la BBC a Buenos Aires, Maximiliano Seitz.
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A los familiares de los que murieron en el destructor Sheffield les diría que lamento muchísimo haber sido uno de los causantes de su dolor, que seguramente lo tuvieron y muy grande".
Así reflexiona el capitán de navío retirado Augusto Bedacarratz sobre su participación en la misión que hundió el buque británico con misiles Exocet durante la guerra de las Malvinas o Malvinas, en un episodio clave del conflicto.
En la acción que él lideró, ocurrida el 4 de mayo de 1982, murieron 20 marinos y otros 24 resultaron heridos. El Sheffield terminó de entregarse a las aguas seis días después de ser alcanzado.
Bedacarratz asegura que no considera su acción como un acto heroico.
Para el Reino Unido se trató del primer buque militar hundido en combate tras la Segunda Guerra Mundial. Además, el ataque complicó las operaciones aeronavales de Londres en el Atlántico Sur, según reconoció el entonces jefe de la Fuerza de Tareas (Task Force), el vicealmirante Sandy Woodward.
Bedacarratz -hoy un empresario de 58 años, casado y con tres hijos- recuerda en una entrevista con la BBC que el azar quiso que él encabezara la misión.
"El 4 de mayo nos despertaron temprano con la orden de que teníamos que realizar la operación, para la cual nos habíamos preparado durante semanas", explica.
"Un avión explorador que había despegado a las cinco de la mañana ya había detectado el blanco. En ese momento la pareja de pilotos que estaba de turno éramos el teniente Armando Mayora y yo. Rápidamente nos alistamos para salir".
Sin tiempo para el temor
Los pilotos argentinos pertenecían a la Escuadrilla Naval de Caza y Ataque, que poseía aviones franceses Super Etendard y tenía su base en Río Grande, Tierra del Fuego, en el sur de Argentina.
Según Bedacarratz, el día de la misión era imposible detenerse en las propias sensaciones más allá de la tensión:
"Trabajamos en silencio, muy concentrados en los pasos por seguir. Eran tantos los preparativos que no había tiempo para el temor y la angustia, a pesar de que la operación era altamente peligrosa y nunca antes habíamos disparado misiles Exocet".
Los misiles Exocet fueron una pesadilla para la marina británica.
Una vez que los dos Super Etendard despegaron, en condiciones climáticas adversas, los pilotos no dialogaron hasta que detectaron por radar la formación de buques británicos, que se encontraban a 20 millas náuticas y por lo tanto eran invisibles para ellos.
"Ahí rompimos el silencio, intercambiamos información y di la orden de lanzar -recapitula Bedacarratz-. El misil que yo llevaba salió cuatro segundos después de que apreté el botón.
"Ese lapso fue terrible para mí, porque me pareció una eternidad. Mayora no había escuchado mi orden, pero al ver que yo lancé el Exocet él también lo hizo".
Bedacarratz dice que, para él y su compañero, todo ocurrió velozmente, casi mecánicamente, con una sola cosa en mente:
"Al apretar el botón no nos pusimos a pensar en las muertes que podíamos causar. No es que fuéramos insensibles; sólo estábamos tratando de cumplir una misión, de neutralizar un buque que nos estaba complicando. No teníamos nada personal contra nadie".
¿Héroes?
Enseguida se olvidaron de los misiles, giraron y procuraron regresar a la base. Pero antes volaron en dirección a la Antártida para despistar al enemigo, a máxima velocidad y a 15 metros del mar, algo sumamente riesgoso.
Si me preguntan, no sé exactamente cuántas personas murieron ni cuántas resultaron heridas. Prefiero no pensar en eso. Ojalá se hubiera hundido el buque sin pérdida de vidas".
"Cuando llegamos a la base nos recibieron con una alegría muy especial. Festejamos por el éxito técnico de la misión, porque logramos lanzar los Exocet", cuenta Bedacarratz.
"No sabíamos con certeza si habíamos dado en el blanco. Era probable que así fuera, a no ser que los británicos hubiesen interceptado los misiles. La confirmación nos llegó mucho después. Ojalá se hubiera hundido el buque sin pérdida de vidas".
Y prosigue: "Si me preguntan, no sé exactamente cuántas personas murieron ni cuántas resultaron heridas. Prefiero no pensar en eso".
Bedacarratz asegura que ni hoy ni en aquel momento ha considerado el ataque al Sheffield como un acto heroico.
"Sigo sosteniendo que nuestro logro fue más bien técnico, porque conseguimos emplear un sistema de misiles de punta. Tratamos de cumplir con aquello para lo que nos habíamos preparado y actuar profesionalmente", insiste.
Tanto es así que, al parecer, desde las Malvinas su vida personal apenas ha cambiado, como si no hubiera participado en aquel capítulo de la guerra.
"Sigo siendo el mismo -afirma-, pero con otra ocupación".
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