Internacional
Japón pone fin a su prohibición de combatir en el extranjero
El Gobierno de Sinzo Abe ha levantado esta medida, vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y ha provocado malestar en China
Japón ha dado este martes un paso histórico que lo ha alejado de su pacifismo al poner fin a una prohibición que impedía que sus fuerzas combatieran en el exterior desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, lo que ha generado malestar en la vecina China, pero también en buena parte del electorado nipón.
Este cambio, considerado una victoria para el primer ministro Shinzo Abe, es el más dramático en política japonesa desde que el país recuperó sus fuerzas armadas tras la guerra hace 69 años. Éste ampliará las opciones militares de Tokio al acabar con la prohibición sobre el ejercicio de la «autodefensa colectiva» o de ayudar a países amigos bajo ataque.
El Gobierno que encabeza Abe ha aprobado esta resolución que además relaja los límites sobre las actividades en las operaciones de paz lideradas por la ONU y los incidentes «en la zona gris» que no llegan a ser una guerra a gran escala, ha explicado el ministro de Defensa, Itsunori Onodera.
A partir de ahora, las fuerzas armadas de Japón estarán más en línea con las de otros países desarrollados, en términos de sus opciones, pero el Gobierno seguirá siendo cauto a la hora de enviar a soldados sobre el terreno en operaciones multilaterales, como la invasión de Irak en 2003 liderada por Estados Unidos.
Abe ha reiterado esa postura este martes, argumentando que Japón tenía que responder al creciente entorno de inseguridad. Abe ha hecho estas declaraciones en una rueda de prensa televisada, flanqueado por una imagen en la que se veía a madres y niños japoneses huyendo de una teórica zona de combate en un barco estadounidense atacado.
Rechazo de Pekín y Seúl
La nueva política ha provocado las iras de China, cuyos lazos con Japón se encuentran en un momento crítico debido a una disputa marítima, a la desconfianza y al legado de la antigua agresión militar nipona.
«China se opone a que los japoneses fabriquen la amenaza china para promover su agenda de política interna», ha señalado el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hong Lei, en rueda de prensa en Pekín. «Pedimos que Japón respete las preocupaciones de seguridad razonables de sus vecinos asiáticos y gestione prudentemente el problema relevante», ha añadido.
Corea del Sur, aliado de Estados Unidos al igual que Japón, pero todavía molesto por la colonización nipona durante el siglo XX de la península coreana, ha dicho que no aceptará ningún cambio en la política que afecte su seguridad a menos que dé su consentimiento. Los asesores de Abe han dicho que Tokio no debería adoptar acciones que impliquen a un país amigo sin el consentimiento de éste.
Este cambio, sin embargo, será bienvenido en Washington, que desde hace tiempo reclamaba a Tokio que fuera un socio más igualitario en su alianza.
Rechazo de la población
La medida adoptada tampoco es del agrado de una parte de la sociedad japonesa, que teme que sus fuerzas se vean atrapadas en guerras en el extranjeros, y otros porque consideran que se acaba con el Artículo 9 de la Constitución ignorando los procedimientos formales para enmendarlo. La Carta nunca ha sido revisada desde que fue adoptada, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Este domingo, un hombre se quemó a lo bonzo en Tokio para manifestar su rechazo y este martes, mientras Abe hablaba, miles de manifestantes, incluidos jubilados, amas de casa y empleados que salían de trabajar, se han congregado cerca de la oficina del primer ministro con pancartas en las que se podía leer «no destruyáis el Artículo 9», «estamos en contra de la guerra» y «no más Abe».
«Después de que esta ley entre en vigor, los soldados japoneses podrán ser enviados fuera a luchar en guerras extranjeras, nosotros no queremos eso», ha manifestado Yoshiharu Uchinuma, de 62 años. «Incluso si Japón no va a la guerra en un futuro próximo, no quiero que mis hijos vayan a la guerra incluso en diez o veinte años», ha manifestado por su parte Aska Miyanaga, una profesora de 37 años que iba acompañada de sus hijos.
Las revisiones legales para aplicar el cambio deben ser aprobadas por el Parlamento, el cual podría incluir algunas restricciones en ese proceso.
Desde su derrota en 1945, el Ejército japonés no ha entrado en combate. Los gobiernos anteriores han aprovechado los límites de la Constitución para desarrollar un ejército actualmente a la par con el de Francia y para permitir misiones en el exterior que no fueran de combate, pero sus fuerzas armadas están mucho más limitadas legalmente que las de otros países.
Según la resolución aprobada por el Gobierno, Japón podría ejercer la fuerza al nivel mínimo necesario en los casos en los que un país con el que mantiene una relación estrecha es atacado y se cumplan las siguientes condiciones: haya una amenaza a la existencia del Estado japonés; haya un claro peligro para el derecho a la vida de las personas; la libertad y la persecución de la felicidad puedan ser subvertidos y no haya ninguna alternativa adecuada.
ABC.ES
Japón pone fin a su prohibición de combatir en el extranjero
El Gobierno de Sinzo Abe ha levantado esta medida, vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y ha provocado malestar en China
Japón ha dado este martes un paso histórico que lo ha alejado de su pacifismo al poner fin a una prohibición que impedía que sus fuerzas combatieran en el exterior desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, lo que ha generado malestar en la vecina China, pero también en buena parte del electorado nipón.
Este cambio, considerado una victoria para el primer ministro Shinzo Abe, es el más dramático en política japonesa desde que el país recuperó sus fuerzas armadas tras la guerra hace 69 años. Éste ampliará las opciones militares de Tokio al acabar con la prohibición sobre el ejercicio de la «autodefensa colectiva» o de ayudar a países amigos bajo ataque.
El Gobierno que encabeza Abe ha aprobado esta resolución que además relaja los límites sobre las actividades en las operaciones de paz lideradas por la ONU y los incidentes «en la zona gris» que no llegan a ser una guerra a gran escala, ha explicado el ministro de Defensa, Itsunori Onodera.
A partir de ahora, las fuerzas armadas de Japón estarán más en línea con las de otros países desarrollados, en términos de sus opciones, pero el Gobierno seguirá siendo cauto a la hora de enviar a soldados sobre el terreno en operaciones multilaterales, como la invasión de Irak en 2003 liderada por Estados Unidos.
Abe ha reiterado esa postura este martes, argumentando que Japón tenía que responder al creciente entorno de inseguridad. Abe ha hecho estas declaraciones en una rueda de prensa televisada, flanqueado por una imagen en la que se veía a madres y niños japoneses huyendo de una teórica zona de combate en un barco estadounidense atacado.
Rechazo de Pekín y Seúl
La nueva política ha provocado las iras de China, cuyos lazos con Japón se encuentran en un momento crítico debido a una disputa marítima, a la desconfianza y al legado de la antigua agresión militar nipona.
«China se opone a que los japoneses fabriquen la amenaza china para promover su agenda de política interna», ha señalado el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hong Lei, en rueda de prensa en Pekín. «Pedimos que Japón respete las preocupaciones de seguridad razonables de sus vecinos asiáticos y gestione prudentemente el problema relevante», ha añadido.
Corea del Sur, aliado de Estados Unidos al igual que Japón, pero todavía molesto por la colonización nipona durante el siglo XX de la península coreana, ha dicho que no aceptará ningún cambio en la política que afecte su seguridad a menos que dé su consentimiento. Los asesores de Abe han dicho que Tokio no debería adoptar acciones que impliquen a un país amigo sin el consentimiento de éste.
Este cambio, sin embargo, será bienvenido en Washington, que desde hace tiempo reclamaba a Tokio que fuera un socio más igualitario en su alianza.
Rechazo de la población
La medida adoptada tampoco es del agrado de una parte de la sociedad japonesa, que teme que sus fuerzas se vean atrapadas en guerras en el extranjeros, y otros porque consideran que se acaba con el Artículo 9 de la Constitución ignorando los procedimientos formales para enmendarlo. La Carta nunca ha sido revisada desde que fue adoptada, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Este domingo, un hombre se quemó a lo bonzo en Tokio para manifestar su rechazo y este martes, mientras Abe hablaba, miles de manifestantes, incluidos jubilados, amas de casa y empleados que salían de trabajar, se han congregado cerca de la oficina del primer ministro con pancartas en las que se podía leer «no destruyáis el Artículo 9», «estamos en contra de la guerra» y «no más Abe».
«Después de que esta ley entre en vigor, los soldados japoneses podrán ser enviados fuera a luchar en guerras extranjeras, nosotros no queremos eso», ha manifestado Yoshiharu Uchinuma, de 62 años. «Incluso si Japón no va a la guerra en un futuro próximo, no quiero que mis hijos vayan a la guerra incluso en diez o veinte años», ha manifestado por su parte Aska Miyanaga, una profesora de 37 años que iba acompañada de sus hijos.
Las revisiones legales para aplicar el cambio deben ser aprobadas por el Parlamento, el cual podría incluir algunas restricciones en ese proceso.
Desde su derrota en 1945, el Ejército japonés no ha entrado en combate. Los gobiernos anteriores han aprovechado los límites de la Constitución para desarrollar un ejército actualmente a la par con el de Francia y para permitir misiones en el exterior que no fueran de combate, pero sus fuerzas armadas están mucho más limitadas legalmente que las de otros países.
Según la resolución aprobada por el Gobierno, Japón podría ejercer la fuerza al nivel mínimo necesario en los casos en los que un país con el que mantiene una relación estrecha es atacado y se cumplan las siguientes condiciones: haya una amenaza a la existencia del Estado japonés; haya un claro peligro para el derecho a la vida de las personas; la libertad y la persecución de la felicidad puedan ser subvertidos y no haya ninguna alternativa adecuada.
ABC.ES