Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE MONTEVIDEO - DIA DE LA ARMADA ARGENTINA

1814 - 17 DE MAYO - 2015






VIVA LA ARMADA ARGENTINA!!!


VIVA LA PATRIA!!!...


-VIVA!!! - VIVA!!! - VIVA!!!...
PD: Los 2 ultimos videos, ponen en clara evidencia las capacidades perdidas por el Brazo Naval de la Defensa Nacional....Que Dios perdone a los responsables, civiles y militares de este Desastre....yo NO!!!...


 
Última edición:

drupi

Veterano Guerra de Malvinas
Para todos aquellos, que querían conocer los momentos vividos en aquellos días de mayo de 1982, por la patrulla del GOE en su mision de exploración en las cercanías de Darwin, esta reseña fue realizada por quien fuera el jefe de patrulla en ese momento el actual Com (r) Salvador Ozan.

EL GRUPO DE OPERACIONES ESPECIALES (G. O. E.)

DE LA FUERZA AÉREA ARGENTINA, EN EL CONFLICTO

DEL ATLÁNTICO SUR


A más de 32 años de distancia del Conflicto del Atlántico sur, mucho se ha escrito sobre la actuación de la FUERZA AÉREA ARGENTINA en el mismo. Las hazañas de pilotos y tripulantes de aeronaves que se batieron infatigable y heroicamente en condiciones de inferioridad técnica y en un teatro de operaciones que doctrinariamente no les correspondía, con un resultado brillante, reconocido como tal hasta por sus enemigos de entonces, son ampliamente conocidas, y honradas con justa razón.


Pero hubo otros integrantes de la FUERZA AÉREA ARGENTINA que actuaron y combatieron con abnegación, eficacia, constancia y valor, de los que se conoce poco, toda una constelación silenciosa de soldados fieles y consecuentes que sostuvieron con su esfuerzo la actuación de la FUERZA AÉREA ARGENTINA, oscurecida por el brillo de los combates aeronavales y de las operaciones de apoyo táctico y logístico.


A ese conjunto de actores perteneció el GRUPO DE OPERACIONES ESPECIALES (G. O. E.) de la FUERZA AÉREA ARGENTINA. Creado como una Unidad de Fuerzas Especiales y mediante la Directiva “S” Nº 158/79 del 3 de Septiembre de 1979 con asiento en la entonces VII Brigada Aérea de Morón con el proceso de Adiestramiento Básico de Personal de Oficiales y Suboficiales realizando diversos cursos de Capacitación y Adiestramiento en todas las configuraciones de terreno.

El G. O. E. fue tempranamente convocado para sumar su esfuerzo en la Batalla por las Islas Malvinas. La recuperación del Aeropuerto, la seguridad integral de la recién creada Base Aérea Militar Malvinas, los trabajos de minado y fortificación, la insólita colaboración con personal naval para liberar un buque mercante enredado en una cadena de ancla, la intervención en el balizamiento de la pista, Instrucción de tropa en la posible Defensa del archipiélago, fueron algunas de las muchas tareas que el G. O. E. desempeño con eficiencia en el conflicto.


Pero hay una particularmente interesante, que muestra claramente la capacidad y el arrojo de sus integrantes, y que merece ser reseñada más en detalle, y es la Misión que debió cumplir como…


”PATRULLA DE EXPLORACIÓN Y RECONOCIMIENTO DE LARGO ALCANCE”.



El día 23 de mayo de 1982, el entonces Mayor Luis CORREA, en su carácter de (Jefe del Grupo de Operaciones Especiales), y a fin de cumplir una orden recibida en el Puesto de Comando Principal, designo personal a fin de llevar a cabo una Patrulla de Exploración y Reconocimiento de Largo Alcance detrás de las líneas enemigas.


El Estado Mayor Conjunto de las Islas Malvinas había dispuesto una misión que se resumía sintética mente como una “Exploración y reconocimiento hasta la cabeza de playa del enemigo en el estrecho de San Carlos, para observar e informar a diario los movimientos de soldados británicos, y cumplir con un posible golpe de mano en el Monte Alberdi (Mt. Osborne) sobre una batería misilistica antiaérea, visualizada por un piloto de Pucará abatido en esa zona”. Se debía tener en cuenta la doctrina sobre Exploración y reconocimiento que enseña entre otras cosas “. . .ver e informar, sin ser vistos. . .”


Dicha misión se encontraba repartida en tres Zonas de Exploración y Reconocimiento: Una Patrulla de Comandos Anfibios de la ARMADA ARGENTINA, que iría por el Norte (costa); una Patrulla de Comandos del EJÉRCITO ARGENTINO, que iría por el Sur (llanura), y la Patrulla del
G. O. E. de la FUERZA AÉREA ARGENTINA, que iría por el centro (sierras), siendo esta última la patrulla para constituir la cual el Mayor CORREA había designado.



Quienes finalmente la conformaron, fueron:


1. 1er. Teniente SALVADOR OZÁN, Jefe de Patrulla (Pampero)

2. 1er.Teniente EDUARDO SPADANO, 2do. Jefe de Patrulla (Gallo)

3. Teniente ALFREDO SIDDERS, Oficial de Comunicaciones (Gringo)

4. Teniente MIGUEL BRUZZO (Negro)

5. Teniente OSVALDO PARIS (Turco)

6. S. A. MARTIN YULLMAN (Viejo)

7. C. P. RODOLFO VILLAVERDE, Encargado Logístico (Villa)

8. C. P. MARIO RODRIGUEZ (Perro)

9. C. P GUILLERMO KORMAN, Enfermero (Gato)

10. C. 1º ALFREDO VANZETTI, Navegador (Tano)

11. C. 1º MARIO OREQUI (Pepe)

12. C. 1º ALFREDO AGUAYO (Negro Amancay)

13. C.1º OMAR GODOY (Loco)

14. C.1º JORGE SANTUCHO (Sugus)


Ese primer día estuvieron totalmente dedicados a reunir el material necesario para cumplir con la misión, pertrechos de guerra, armamento, munición, abastecimiento en general y los oficiales junto a los Comandos del Ejército y Marina, a planificar el cumplimiento de la misión.


Mientras el enemigo avanzaba por las alturas del terreno, la Patrulla del G. O. E. efectuó su primera aproximación (o infiltración) el día 24 de mayo, en dos helicópteros UH-1H del EJÉRCITO ARGENTINO, el AE 412, y el AE 424. Las aeronaves debían alcanzar su destino a unos ochenta kilómetros de distancia de Puerto Argentino (calculada por tiempo de vuelo), y volaban a tan baja altura que una de ellas se llevó por delante, con los patines, unos cables (presuntamente telefónicos). El piloto debió aterrizar para verificar si la aeronave se había dañado, y si podía seguir volando; quienes estaban siendo transportados percibieron un ruido tan fuerte al hacer impacto con los cables, que los hizo pensar que estaban siendo atacados y que habían recibido un disparo.


Una vez que se comprobó que el helicóptero no había sido dañado, el vuelo prosiguió, llevando a la Patrulla hasta un punto al noreste del Lago Colorado Pond, sitio en el que se instaló un Puesto de Aprovisionamiento Logístico (PALO), en el que se dejaron parte del racionamiento, municiones y armamento que llevaba la Patrulla. Dos horas después, una vez que enterraron esos elementos, la Patrulla prosiguió con la misión, dejando a Villa y Gato en custodia del PALO desde un puesto ubicado en una elevación, en un cerro vecino. Como la Patrulla debía regresar sólo de noche y en una fecha aún indeterminada, quienes quedaron custodiando ese lugar debían descender a él sólo después de ponerse el sol para verificar si había llegado el resto de la Patrulla.


La Patrulla comenzó entonces la infiltración desplazándose durante la noche y mediante Navegación Terrestre; adoptaron ese curso de acción para ocultarse del enemigo y para combatir el frío, que alcanzaba en ese entonces los diez grados centígrados bajo cero. El desplazamiento comenzó con el Tano como Navegador, lo seguían el Negro Amancay, el Loco y el Perro como seguridad anterior, luego Pampero, y la seguridad posterior a cargo de Gallo. Inicialmente, se desplazaban arrastrándose, ya que suponían que el enemigo podía observarlos desde la parte posterior de las elevaciones próximas. A medida que fueron adquiriendo confianza, se incorporaron, y comenzaron a caminar.


Luego de haber caminado durante todo el primer día, a la segunda jornada, dos de los integrantes de la Patrulla, el Negro y Pepe, afectados de dolores agudos intensos en las extremidades inferiores, producidos por haber caminado y haberse resbalado sobre algunos cantos rodados muy grandes, con turba en la planta de los borceguíes, tuvieron que detenerse a analizar la situación, así fue que se les ordenó replegarse al Puesto de Aprovisionamiento, cuando se hubiesen repuesto; entonces la Patrulla, reducida a diez miembros, prosiguió con la misión.


Al cabo de unas horas de caminata intensa y ya sobre la segunda noche,se toparon con observadores británicos, que al avistarlos lanzaron bengalas, iniciándose así una búsqueda por parte del enemigo que se intensificaba durante la noche, que era cuando la Patrulla se desplazaba. Decidieron entonces permanecer inmóviles durante los momentos en que estaban iluminados, y seguir avanzando sólo al volver la oscuridad.


De esa forma, casi a la madrugada de la segunda noche la patrulla alcanzó la base de la altura prevista como objetivo, y decidió esperar allí y atacar el objetivo durante el día. Pero en esas circunstancias, y siendo aún de noche, llegó un helicóptero británico y extrajo a la patrulla enemiga que lanzaba las bengalas; en consecuencia esperaron que amaneciese y revisaron el lugar. Encontraron allí restos de racionamiento (Latas vacías de comida) y otros elementos que el enemigo había abandonado al retirarse, y luego se desplazaron a otro sector, donde se camuflaron por el resto de la jornada para hacer observación diurna del lugar.


Fue en esas circunstancias que el Perro le manifestó al Loco y al Tano que había caído en la cuenta de que hacía dos días que no comían. Tales habían sido las situaciones de estrés y combate, que ni siquiera habían tenido hambre, y sólo habían tomado agua. Comieron en consecuencia algunas galletitas con picadillo de carne, y al llegar la noche se aprestaron a seguir adelante.


Caminaron durante toda la noche, hasta llegar a un punto muy cercano al objetivo, Monte Alberdi (Mt. Osborne); en ese lugar decidieron dividir la Patrulla en dos partes; la primera, compuesta por el Gallo, Gringo, Perro, Negro Amancay y Tano que intentarían completar el golpe de mano sobre la presunta batería misilistica en el Mt. Osborne y la segunda patrulla compuesta por Pampero, el Turco, Loco, Viejo y Sugus, que continuarían con la misión de exploración y reconocimiento;

La primera patrulla se desplazó en una niebla muy intensa, tanto así que a pesar de escuchar ruidos producidos por helicópteros al girar sus hélices y palas y por movimiento de equipos y pertrechos militares enemigos, no podían verlos. Ya sobre el Monte Alberdi, se quedan el Gallo y el Negro Amancay y deciden seguir hasta la cumbre el Gringo, Perro y el Tano, a fin de hacer los menores ruidos posibles y al llegar a la cumbre, alcanzando el objetivo, este se hallaba desierto y mostraba restos que indicaban que, efectivamente, en el lugar había estado emplazada una batería y que había sido removida (Supuestamente era portátil, tipo Blow Pipe), ante esa situación decidieron regresar al lugar en que se habían dividido, al Gallo y al Negro Amancay y así ubicar a los integrantes de la segunda patrulla, reubicándolos nuevamente a las siete horas de haber partido. Cabe destacar que Gringo (Oficial de Comunicaciones), en horarios preestablecidos con anterioridad, armaba su equipo de comunicaciones en lugares elevados e informaba al Puesto Comando de todas las novedades encriptadas en claves también preestablecidas de antemano.

A partir del encuentro, la totalidad de la patrulla emprendió el regreso. Se desplazaron casi siempre de noche, por terrenos muy escarpados, con pantanos, bajo la lluvia, y con temperaturas extremadamente bajas. Durante ese trayecto, y al alcanzar puntos elevados podían observar los destellos del cañoneo y los proyectiles trazantes del combate que se estaba librando por la defensa de Darwin. Debieron extremar las precauciones, ya que habían sobrepasado las líneas de avance del enemigo, lo que aumentaba el peligro. Arribaron al punto en el que habían quedado los dos lesionados, y que no habían regresado al PALO; al acercarse, el Negro Y Pepe estuvieron a punto de confundirlos con tropa enemiga, los salvo de que el Loco hablaba en voz alta y que luego se identificó a viva voz, logrando así que se reunieran nuevamente.


Siempre rodeados por espesa niebla, caminaron tanto con luz diurna como de noche; habían concretado la dificultosa y arriesgada misión de penetrar e infiltrar las líneas enemigas. El agotamiento físico los afectaba seriamente, y encaraban ahora la igualmente difícil y riesgosa tarea de reinfiltrarse. Para empeorar las cosas, el Navegador manifestó que no estaba seguro de cuál era la posición en la que se encontraban, de modo que tirados en el piso y cubiertos con una capa poncho Gringo, el Perro, y el Tano, sirviéndose de una carta geográfica trataron de rehacer la navegación y así proseguir la marcha, luego continuaron durante un trecho, pero ante el cansancio y las condiciones ambientales adversas el Jefe de Patrulla decide establecer una Base de Patrullapara descansar hasta el día siguiente.

La situación era tan extrema con el frío, que algunos al no tener bolsas de dormir, tuvieron que romperlas en la parte de los pies, y compartirlas.


Al amanecer retomaron la marcha, observando nubes pegadas al piso; al elevarse el sol éstas se levantaron levemente, y les permitieron ver el Lago Colorado Pond, y el lugar en el que habían establecido el PALO y del que habían partido. Como era de día, Villa y el Gato, que habían quedado custodiando el Puesto, se encontraban en el puesto elevado, tal como se había establecido.


En esas circunstancias, el Gringo armó la radio y se comunicó con el Ejército, para coordinar la recuperación de la Patrulla. Cuando se estableció la comunicación, se recibió la noticia de que los helicópteros que debían llevar a cabo la operación estaban empeñados en otra tarea, y que por lo tanto la Patrulla debía regresar por sus propios medios los ochenta kilómetros que los separaban de Puerto Argentino.


Afortunadamente, Gringo pudo ponerse en contacto con el Jefe del G. O. E., el Mayor CORREA, quien pudo coordinar que la recuperación se hiciese con helicópteros de la FUERZA AÉREA ARGENTINA. El agotamiento y la tensión eran tales que los integrantes de la Patrulla habían perdido la noción de los días que habían transcurrido; era el 28 de mayo, y la emoción los embargó cuando ese mismo día escucharon el sonido característico de las palas de un helicóptero. Era elBell 212 Matricula H85 piloteado por el Ten. LUDUEÑA y el Ten PINTOS, acompañado por el
C.P CARMONA como mecánico, que hacía su aparición para replegarlos.


Once de los miembros de la Patrulla partieron en esa circunstancia; quedó en el lugar Gringo, que permaneció para esperar el descenso de Villa y el Gato de su puesto de observación elevado.


Al día siguiente, el 29 de mayo, el Jefe de Patrulla, Pampero, regresó al lugar acompañado del Negro Amancay en el Bell 212 matricula H-85, y piloteado por los Ten. LONGAR y BREA, con el C.1º QUIÑONES como mecánico, con el objeto de completar el repliegue. Ese vuelo tenía también una misión adicional: replegar a dos personas de un Puesto de Observación Avanzado (POA); en consecuencia Pampero y el Negro Amancay desembarcaron en las inmediaciones del Lago Colorado Pond, mientras el helicóptero fue en busca de los dos observadores.


Mientras esperaban el regreso del helicóptero con los dos observadores, Villa y el Gato comentaron que mientras permanecieron en el PALO, habían avistado aviones ingleses tipo Harrier, volando rasante por el pasillo aéreo que pasaba justamente por ese mismo lugar (en momentos que hacían la custodia en las elevaciones), con dirección hacia Puerto Argentino y Darwin y que en varias oportunidades Gato les quiso “tirar con todo lo que tenía”, pero Villa apaciguaba los ánimos ya que no estarían cumpliendo con la misión que se les había encomendado.


Fue en circunstancias de esa parte del vuelo que el H-85 se encontró de frente con un helicóptero Sea King enemigo, que le disparó inmediatamente un misil. Afortunadamente el proyectil pasó muy cerca y explotó en el aire, sin dañarlos, mientras la aeronave británica se retiró del lugar. Con los dos observadores ya a bordo, el helicóptero voló al lugar previamente concertado con Pampero y los recuperó, junto a los tres miembros remanentes de la Patrulla junto a todo el material y pertrechos de guerra, dejando la zona “limpia” de todo indicio que los pudiese delatar como ocupada anteriormente.


Posteriormente, en un escrito acerca de la actuación de los helicópteros en Malvinas, el 1er. Ten BREA comentó: “Cuando vi subir a nuestro helicóptero al Ten. SIDDERS, me di cuenta de que no era algo fácil ir a observar al enemigo. El estado de ellos era algo pésimo después de vivir cinco días en los cerros.”


Al respecto, cabe reproducir las palabras de uno de los miembros de la Patrulla: “Cuando llegamos, nos dieron un día de descanso; me acuerdo de que nos mirábamos en el espejo y parecía que tuviésemos diez años más, las caras demacradas…”


Pero eso no fue todo; faltaba aún algo más en la historia del G. O. E. en Malvinas y fue la




MISIÓN DE DEFENSA EN CADENA DEL GRUPO DE COMANDOS

DE LAS TRES FF.AA. PARA RESISTIR EL AVANCE DE

LA PATRULLAS ADELANTADAS BRITÁNICAS.


Después del mencionado día de descanso, recibieron la orden de cumplir con otra misión, también ordenada por el Estado Mayor Conjunto de las Islas Malvinas. Dicha misión, denominada “Misión de Defensa en Cadena”, consistía en retrasar el avance de las tropas adelantadas británicas y para llevarla a cabo fueron llevados en vehículos terrestres hasta Moody Brook, donde se encontraba el Destacamento o Cuartel de los Royal Marines antes de la recuperación de las islas. Una vez allí, fueron embarcados en un helicóptero Puma del EJÉRCITO ARGENTINO, para ser conducidos al lugar donde entrarían en acción.


Fue en esas circunstancias, y cuando ya estaban acomodados para el traslado, que se presentó un capitán del EJÉRCITO ARGENTINO que los hizo desembarcar, aduciendo que serían trasladados por dos helicópteros Bell 212 de la FAA. Cumpliendo la orden de muy mala gana, por haber estado listos con todo el material embarcado para operar en el terreno.


El helicóptero Puma fue ocupado por Comandos del Grupo Alacrán, de la GENDARMERÍA NACIONAL, que serían ser trasladados en él para hacer su parte en esa misma misión. La aeronave levantó vuelo y se alejó, pero cerca de veinte minutos después los miembros del G. O. E. vieron, asombrados, regresar con trote rápido al piloto, con su buzo de vuelo desgarrado y chamuscado. A viva voz expresó que su helicóptero había sido alcanzado por un misil enemigo, y que entre cuatro y cinco gendarmes habían resultado muertos, y varios más heridos, como consecuencia de ese evento. Posteriormente, y ante la precipitación del final del conflicto, esa misión nunca se llevó a cabo, fue abortada.


Así el G. O. E., fortuitamente (o quizás por un designio divino) tuvo el privilegio de que ninguno de los integrantes de ésta Patrulla permaneciese reposando para siempre en tierras Malvineras.


Como dijimos al comienzo, pasaron más de treinta y dos años de estos hechos, y no hubo ni siquiera una mención a esta verdadera Patrulla Heroica, que al iniciar su misión sólo tenía boleto de ida... indudablemente quienes volaron en el conflicto fueron héroes, pero esta historia muestra claramente que también los hubo, y muchos, entre los miembros de la FUERZA AÉREA ARGENTINA que llevaron a cabo operaciones terrestres. Para esos hombres, la inevitable carga emocional y la tensión del combate inminente, así como el clima inclemente y la geografía hostil no fueron obstáculos para hacer lo que se esperaba de ellos: simplemente que cumplieran su misión, a cualquier costo.



Porque como dijo el Perro en su momento, en combate: “En la boca seca sentía un sabor amargo cada vez que movía los labios; el corazón latía más fuerte, hasta que casi se lo podía escuchar…”


Cabe destacar que durante el Conflicto quedó en terreno Malvinero el extinto Cap (P.M.) D. Luis Darío Castagnari, fallecido al hacer un cambio de posición al mando de un grupo de suboficiales y dentro del transcurso de éstos 32 años que ya pasaron, no recibieron mención alguna ni están entre nosotros el Mayor Esteban Luis Correa, Jefe de nuestro Grupo, el Tano Alfredo Vanzetti y el Gallego Juan José Benaiges, que si bien no estaba en la Patrulla de Combate, también perteneció al GOE que se quedó en Puerto Argentino junto al resto de los Comandos; todos excelentes profesionales que dieron lo máximo para cumplir con las misiones asignadas y “Defender la Patria hasta perder la vida” como reza nuestro juramento a la Bandera Nacional. A ellos nuestro Homenaje y Reconocimiento.
 

drupi

Veterano Guerra de Malvinas
Gracias Artillero,pero en realidad el acreedor a tus palabras es el Com Ozan, que por fin plasmo en papel los momentos vividos en esa misión.
Paso tiempo, pero hay veces que nos cuesta mucho retroceder a eso momentos y después retornar a la realidad,como lo dice mi amigo Gomez Centurion,no saben lo que nos cuesta y cuanta razón tiene.
 

thunder

Veterano Guerra de Malvinas
Miembro del Staff
Moderador
1810 - 29 DE MAYO - 2015

DIA DEL EJERCITO ARGENTINO


NACIO CON LA PATRIA....

VIVA EL EJERCITO ARGENTINO!!!

HONOR Y GLORIA A TODOS NUESTROS CAMARADAS CAIDOS EN CUMPLIMIENTO DEL DEBER!!!
VIVA LA PATRIA!!!
+1
 

drupi

Veterano Guerra de Malvinas
En el día de nuestro Glorioso Ejercito,mi saludo a todos los sus integrantes actuales y aquellos que ya dejaron sus filas y que marcaron con su paso,la grandeza del mismo.saludmil mmalvinas
 

drupi

Veterano Guerra de Malvinas
Hoy 29 de mayo hace 33 años y siendo aproximadamente las 23:30 sucedía esto.

BREVE RESEÑA DEL GOE EN MALVINAS Y LA MUERTE
DEL CAPITAN (P.M.) LUIS DARIO CASTAGNARI (por Walter Darío Abal)

INTRODUCCIÓN
Me propuse después de 33 años, escribir sobre los acontecimientos que llevaron al fallecimiento del Cap. (PM) Luis Castagnari la noche del 29 de Mayo de 1982, en el Aeropuerto de Puerto Argentino. Lo hago desde mi propia perspectiva y basado fundamentalmente en el hecho de haber sido una de las personas que estuvo a su lado durante las horas previas, y hasta pocos segundos antes de su muerte.
También tengo el triste privilegio de haber sido una de las últimas personas, si no la última, en intercambiar palabras con él. A tal punto que aún llevo en mi cuerpo, varias de las esquirlas metálicas del misil ingles que le arrebató su vida y que hirió también a varias personas del Grupo de Operaciones Especiales y del escuadrón Pucará.
La página web oficial de la Fuerza Aérea Argentina, destaca el hecho de la muerte del Capitán Castagnari, con solo una fecha y simplemente su nombre, sin otro agregado más que el personal herido de Pucará, extraído de su propio diario de guerra. Pero increíblemente no hace ninguna mención o referencia a los hechos ni a todo el personal herido esa noche.
Los pocos relatos o comentarios sobre su muerte que tuve la oportunidad de leer, fueron realizados por personas que la noche del 29 de Mayo de 1982 se encontraban cumpliendo tareas en la ciudad, lejos de los acontecimientos ocurridos en el Aeropuerto. Y si bien esto no invalida sus opiniones, está claro que las mismas no se basaron en sus vivencias personales, sino en relatos de terceras personas.
El hecho de haber sido esa noche, un testigo privilegiado de todo lo ocurrido, creo que me da la suficiente autoridad moral para contar en detalle lo ocurrido, y que para mí no es una historia más entre muchas, ya que está ligada en forma indisoluble con mi propia historia.
Pido disculpas de antemano a todas aquellas personas a las que pueda incomodar o contrariar mi relato, pero lo hago despojado de todo interés personal y tratando de aportar tan solo mi verdad relativa, la que está avalada solo por mi memoria, por los acontecimientos que me tocaron vivir y sobre todo por mi propia conciencia.
Y está claro para mí, que hay muchísimo más para escribir sobre el GOE en Malvinas; sobre su misión, su desempeño y sobre las tareas realizadas por cada uno de sus integrantes. Existen muchas anécdotas e historias muy ricas en su contenido y que deberían contarse no solo en el ámbito familiar, sino que deberían ser compartidas con todas aquellas personas que tengan interés o curiosidad en conocerlas.
Escribir en detalle y de manera completa esta historia, es una materia pendiente que todos los integrantes del GOE tenemos, y que quizás alguien en el futuro se comprometa a realizar. Ojala que así sea.

LA SITUACIÓN GENERAL:
Llevábamos 57 días en las Islas y más de un mes viviendo en los refugios que construimos con mucho esfuerzo en la cantera del Aeropuerto. Sus tolvas y máquinas de hierro para moler piedras, se encontraban oxidadas y parecían abandonadas o en desuso y se encontraban aproximadamente a unos 400 metros de la cabecera Oeste de la pista.
Estas viejas máquinas nos sirvieron de mucho, porque debajo de ellas construimos nuestras posiciones, donde dormíamos, nos guarecíamos de las inclemencias del tiempo y nos protegíamos de los constantes ataques navales y aéreos de los ingleses. No era un lugar muy cómodo, por el contrario, pero nos ofrecía protección y una excelente cubierta para contener con nuestro armamento, un posible desembarco enemigo. También había una construcción pequeña de chapa, tipo medio caño con piso de tierra, que solíamos utilizar como comedor y nos servía además como lugar de reunión para todo el personal de la Fuerza Aérea.
La vida cotidiana en las posiciones era bastante dura para todos. No teníamos agua para higienizarnos, así que recurríamos al agua que se encontraba en una pequeña laguna, que en realidad era un pozo de la propia cantera que se había inundado.
Tampoco había suficiente lugar para todas nuestras cosas, así que parte del equipamiento, armamento, municiones y algunos efectos personales, los guardábamos bajo llave en un sector del hangar, al que recurríamos cuando era necesario.

A esa altura del conflicto estábamos todos muy cansados, sucios, durmiendo muy poco y solo de a ratos y la comida que recibíamos al día, se insinuaba como muy poca ante tanto desgaste físico y mental. Y si bien nunca pasamos hambre, todos habíamos bajado bastante de peso y recuerdo que esto era motivo de bromas entre nosotros.
Cada tanto y si las condiciones lo permitían, íbamos a la ciudad a darnos un baño en una escuelita o jardín de infantes que estaba en una calle céntrica del pueblo. Lavábamos la ropa sucia y después pasábamos a buscar algunas provisiones por un lugar al que llamábamos simplemente la “ Casa de Piedra ”, que se usaba como depósito de provisiones para todo el personal de la Fuerza Aérea.
Era increíble entrar en esa casa, porque literalmente había mucho de todo. Mucha ropa de abrigo y sobre todo muchos alimentos. También era impresionante ver la cantidad de cajas con las encomiendas que mandaba la gente de todo el país con cartas y dibujos para todos nosotros.
Todavía hoy me resulta incomprensible la actitud de su Jefe, un Vice Comodoro, que nos entregaba las provisiones existentes a cuenta gotas. Y si bien entiendo la necesidad de racionar todos los suministros en época de guerra, la realidad es que el personal que estaba desplegado en el Aeropuerto, no disponía de las comodidades y de la protección del personal que cumplía funciones en la ciudad, por lo cual, nuestras necesidades básicas por vivir casi a la intemperie, eran claramente distintas y mucho más exigentes.
Después con un poco de suerte, quizás podíamos lograr hablar unos segundos por teléfono con la familia. A lo largo del conflicto yo lo pude hacer solo en una oportunidad. Hacer todo esto, era algo así como tomarse unas mini vacaciones o salir de paseo por unas horas y poner un cable a tierra, antes del regreso a la cruel realidad de la guerra.
Por esos días y a pesar de que el Aeropuerto y sus alrededores eran permanentemente atacados por los ingleses, especialmente durante las noches, la ciudad era como una especie de Oasis donde las bombas inglesas, estaba claro, no tenían intenciones de llegar.
Compartíamos todo lo que podíamos conseguir, desde una botella de ginebra para el frio, o el agua, un chocolate y hasta los cigarrillos. La verdad nos apoyábamos mucho entre todos nosotros, había mucha unión y sobre todo mucha camaradería sin distinción de jerarquías. De vez en cuando, no voy a mentir, surgía alguna que otra discusión por cosas menores sin importancia. Pero éramos sin dudas un verdadero grupo de combate, consolidado y entrenado como equipo, donde entre todos nos apoyábamos y nos cuidábamos las espaldas.
Desde el día 1º de Mayo en adelante y a pesar del ataque de los aviones Harrier o los bombarderos Vúlcan, que intentaban a toda costa destruir la pista del aeropuerto sus instalaciones y las defensas, las horas diurnas se presentaban como más tranquilas comparadas con el infierno nocturno al que estábamos sometidos todas las noches. El bombardeo naval era implacable. La mayoría de las veces comenzaba entrada la noche y terminaba al amanecer con los primeros rayos del sol. No había descanso posible y el desgaste físico y mental, era cada vez mayor. A esta altura de los acontecimientos todos teníamos claro que sobrevivir un día más, era tan solo una cuestión de suerte, simplemente porque no teníamos forma material de defendernos o de contestar los ataques navales. Nos disparaban desde una distancia que estaba fuera del alcance de nuestros cañones, así que literalmente practicaban puntería con el Aeropuerto y con todos nosotros metidos en él.
Sabían que nuestros aviones no podían atacar a la flota de noche, así que éste era el momento que elegían para acercarse a la costa y descargar toda la furia de sus cañones.
Después de destruir la torre de control, la planta de combustible, el hangar, los aviones Pucará y todas las instalaciones menores, buscaban insistentemente poder destruir el radar, las baterías de misiles y las piezas de artillería antiaérea, aunque estaba claro que su objetivo principal era sin dudas la pista.
El Aeropuerto fue el lugar más atacado y donde se descargaron la mayor cantidad de bombas de todo tipo, proyectiles navales y misiles. Desde el día 1º de Mayo en adelante y hasta la finalización de la guerra, los ataques nunca se interrumpieron. El desgaste era permanente y todos los días por aire o por mar nos recordaban su presencia y su arrogante actitud de superioridad.
Sin embargo y a pesar de todos sus esfuerzos, nunca lograron inutilizar la pista de aterrizaje, la que permaneció operable hasta la finalización de la guerra.

LA MUERTE DEL CAP. CASTAGNARI:
El día 29 de Mayo no había mucha gente del G.O.E. en el Aeropuerto. Quedábamos solamente diez personas aproximadamente. El resto del grupo fue convocado para realizar una misión de infiltración y reconocimiento sobre el avance enemigo al Oeste de Puerto Argentino. Pero además de nosotros, estaban también algunos suboficiales mecánicos de Pucará y también personal del ECCO.
Cerca de las 21 horas, le informan a Castagnari que intentaría aterrizar en el Aeropuerto, rompiendo el Bloqueo Naval, un avión Hércules C-130 trayendo municiones y provisiones y le ordenan entonces concurrir a la pista con todo el personal disponible, para ayudar a iluminarla y facilitar su aterrizaje.
Castagnari junta a la gente que puede y todos salimos caminando para la cabecera Este de la pista.
Mientras caminábamos recuerdo que con Castagnari conversamos un poco. Lamentablemente el tiempo transcurrido, atenta irremediablemente contra mi memoria y no me permite recordar en detalle de qué cosas concretas hablamos durante esa caminata. Solo recuerdo que lo hicimos de manera distendida mientras que como una postal de fondo, se recortaba en el horizonte, la figura erguida e inconfundible del Faro del Cabo Penbroke.
La tarea a realizar consistía en lo siguiente: teníamos que distribuir las balizas y un flashing que se enviaba a la cabecera de pista a cargo de un Cabo Bombero con una radio, el cual se encendía en 2 oportunidades solo durante 10 segundos cuando el Hércules estaba en final para indicar la dirección, y la otra cuando estaba en final corta para indicarle al piloto donde se encontraba la cabecera. Aproximadamente por la mitad de la pista, donde se encontraba el cráter de la única bomba que la había impactado, había dos integrantes del GOE con linternas y otra radio, para indicarle al piloto el “ancho de pista” que debía respetar para cuidar los neumáticos, ya que en esa zona la pista estaba dañada y producía reventones en las cubiertas de los aviones. Esto había sucedido en más de una oportunidad durante el aterrizaje con lo cual en el despegue llevaban solo a los heridos para tratar de despegar lo más liviano posible. Por último y para marcar el final de la pista a los pilotos, se colocaban 4 o 5 balizas rojas que destellaban de manera intermitentes.
Iban a avisar por la radio cuando encenderlas para darle así al piloto durante unos pocos segundos, la orientación necesaria para el aterrizaje. La noche no estaba totalmente cerrada y por momentos había un poco de luz gracias a la luna, pero igual era una maniobra muy arriesgada para el piloto. Era una verdadera locura aterrizar en esas condiciones, pero la realidad es que no había otras alternativas posibles.
Las radios que se iban a utilizar esa noche, las retiraba siempre del Puesto Comando el oficial que estaba de turno del Grupo Base. Ese día estaba a cargo de un Mayor, cuyo nombre prefiero omitir en el relato. Cuando éste llegó al sector de la pista le preguntó a Castagnari si tenía las radios para el bombero y para los que desplegaban a mitad de la pista del GOE. Este le contestó que NO, y que él era el encargado de traerlas como siempre sucedía.
Esto genero un serio entredicho entre ambos, por la actitud desubicada e irrespetuosa del oficial más antiguo.
El Mayor lo increpó de mala manera a Castagnari delante de los subalternos presentes y para rematarla le dijo que “ lo iba a mandar a fusilar por inútil ” lo que enfureció a Castagnari de tal forma que le contesto al Mayor, “ mañana iré a presentarme para informarlo al Brigadier Castellano”.
Estaba tan alterado por lo ocurrido que le preguntó al Ten. Gutiérrez si al día siguiente le podía salir de testigo ante el Brigadier, ya que iba a pedir un tribunal para el Mayor de turno, a lo que Gutiérrez accedió.
Obviamente Castagnari no se esperaba todo lo sucedido y se lo notaba muy desencajado y molesto por haber sido injustamente maltratado, especialmente ante sus subalternos y por una situación claramente menor.
Pasada esta incómoda situación y luego de esperar un buen rato en la pista, nos avisan que le habían ordenado al capitán del Hércules el regreso al Continente, porque el radar había detectado una fragata muy cerca de la costa esperando por el avión, obviamente para derribarlo.
Cerca de las 23 horas, comenzamos entonces el regreso caminando a nuestras posiciones, las que se encontraban aproximadamente a unos 1.000 metros de distancia.
Cuando estábamos por la mitad del camino de regreso y sin ningún lugar donde refugiarnos, comienza un intenso cañoneo naval y aunque los disparos no pegaban muy cerca de nosotros, nos obliga a correr el resto del trayecto en busca de amparo.
Les aseguro que quienes han estado bajo fuego naval, nunca podrán olvidar el silbido particular de esos proyectiles, el destello enceguecedor de su luz al golpear el suelo, y la explosión tremenda que provoca. No hay refugio ni resguardo ni nada que te ampare de una muerte segura, ante un impacto directo o cercano de un proyectil de esas características.
Por suerte todos pudimos llegar a nuestras posiciones sin problemas, aunque nos dábamos cuenta que los disparos venían reglados directo hacia nosotros, por lo que nos pareció más seguro alejarnos del lugar, antes que meternos en los refugios.
Castagnari comenzó a correr y a gritarle a todos los que estaban más cerca nuestro para que no se metan en los refugios y para que buscaran protección en otro lado.
Sin embargo algunos, al no encontrar lugar donde protegerse, optaron por meterse igual a los refugios, mientras que el resto que escucho sus gritos, se dispersó por todo el lugar y buscó meterse donde pudo.
Con Castagnari corrimos juntos hasta un montículo de piedra bastante alto que estaba pasando las tolvas, el que nos pareció seguro y que además nos ofrecía una vista en altura de todo el lugar y un reparo relativamente razonable.
Del otro lado del montículo y a unos 5 metros más abajo se encontraba el puesto de comunicaciones.
El cañoneo naval seguía sin dar respiro y tal como intuíamos, estaban cayendo prácticamente encima de nuestros refugios. En la oscuridad de la noche, alumbrada solo por las explosiones, me parece ver que un proyectil impacta justo encima de la que era mi posición. La verdad quede paralizado porque dudaba si adentro había gente refugiándose.
En ese instante y como por arte de magia, se detiene por completo el cañoneo naval y se produce un silencio increíble. Todos esperábamos que después de unos segundos comenzaran nuevamente a disparar. Pero no, los cañones gracias a Dios se habían detenido.
Apoyé entonces mi fusil sobre la pared de piedra y le grite a Castagnari que iba hasta mi refugio, el que estaba a unos 50 metros de distancia, para ver si había gente herida adentro. Mientras corría, le grité casi por instinto que cuidara de mi fusil. No quise llevarlo para poder correr más rápido y por si tenía que ayudar a algún herido. Castagnari me grito algo que no alcancé a comprender, pero como ya estaba casi a mitad de camino, decidí seguir sin detenerme.
Horas después comprendí que haber tomado esa decisión y correr hasta a mi refugio, fue lo que salvo mi vida esa noche, porque de haberme quedado a su lado, hubiese corrido su misma suerte.
Cuando llegue a mi refugio pude ver que adentro no había nadie y que el impacto solo había caído muy cerca. Lo que fue un alivio. Entonces vi que la gente comenzaba a salir, pensando que lo peor ya había pasado.
Pues no fue así, porque unos segundos después explota encima nuestro y a unos 200 metros de altura, una bengala tirada seguramente desde la misma fragata que nos cañoneaba, que transformó inmediatamente la noche oscura en el día más brillante. Se podía ver con claridad a unos 200 metros a la redonda. Yo nunca había visto nada igual.
No entendía muy bien que estaba pasando y durante varios segundos todos contemplamos el espectáculo de luz que se nos ofrecía. Hasta que entendimos que lo más probable era que nos estuvieran iluminando para poder mejorar su puntería. Entonces todos comenzaron a gritar y a correr nuevamente buscando refugio.
Yo corrí instintivamente hacia donde estaba Castagnari. Salté por arriba de una base de cemento que estaba al lado de una de las tolvas y entonces pude verlo que gritaba llamándome. A tan solo diez metros de donde él estaba, lo vi y lo pude escuchar claramente gritarme “Abal vuelva”. Se encontraba parado, observando toda la situación a unos dos metros del paredón de piedra. No estaba operando ninguna radio como alguien mencionó en alguna oportunidad y en sus manos tenía solo su fusil.
Todavía hoy cada vez que lo recuerdo, me sigue perturbando el hecho de haber escuchado claramente que ésas, y no otras, fueron sus últimas palabras.
Al igual que yo, él nunca vio venir el misil porque se encontraba mirando hacia el lugar donde yo estaba. El misil que fue disparado desde el Sur, tampoco hizo ningún sonido especial que lo delatara con anticipación. Solo un segundo antes de caer, se escuchó un silbido cortando el aire, cuando ya no existía ningún tiempo posible para reaccionar.
La explosión nos agarró a todos totalmente de sorpresa y fue tan fuerte que me hizo volar hacia atrás como cinco metros. Caí de manera violenta contra el piso al lado de un Cabo 1º del Ejército, del que nunca supe su nombre y que también se encontraba bastante mal. Quedé por un momento casi ciego y sordo por la explosión e inmediatamente me di cuenta que estaba herido, porque sentí un fuego que me quemaba por dentro y la sangre caliente correr por mi pierna. Estaba muy aturdido y no podía pensar con claridad ni sabía qué hacer, así que me arrastré hasta casi debajo de la tolva buscando refugio. La verdad, pensé que me iba a morir y en ese momento de locura, con la cabeza aturdida y dolorido, solo lamentaba haber perdido mi boina, la que producto de la explosión voló por el aire quien sabe a dónde.
Pensaba y me decía a mí mismo, “si me voy a morir, entonces que sea con la boina puesta”. Gutiérrez, Vázquez y el Gallego Benaiges (este último lamentablemente ya fallecido) que fueron las personas que me dieron los primeros auxilios, pueden dar fe de ello. Mientras ellos trataban de atenderme por mis heridas, yo solo pedía con insistencia que alguien vaya a buscarme mi Boina.
Parece ser que rompí tanto la paciencia con ese asunto, que al rato apareció el negro Riquelme y me la trajo de vuelta. El negro que también estaba en el lugar, solo que unos metros más abajo, por suerte había quedando en el cono de sombra de las esquirlas del misil, lo que obviamente le salvo su vida de milagro. Tenía su boina agujereada por una esquirla y cuando vio el agujero que le dejó, casi se desmaya. Hoy por suerte mi boina luce avejentada y descolorida en una vitrina de mi casa, donde guardo mis pipas y todos los recuerdos de esos días de la guerra.
Todo paso muy rápido y después de la explosión que le quitó la vida a Castagnari, comenzó nuevamente el cañoneo naval, el que siguió de manera intermitentemente durante casi toda la madrugada.
Hay que destacar también, que el entonces Cap. Loncharich (médico), vino para hacer el reconocimiento del cuerpo sin vida de Castagnari, a pesar que estaba con un golpe en una rodilla, insistió para que lo cargaran y lo ayudaran para llegar al lugar. Apoyado en el hombro de Gutiérrez subió hasta donde estaba el cuerpo y verificó que estaba muerto. Destaco esto, porque al Com (R) Loncharich, se lo acusó injustamente de abandono de heridos y de no comprobar la muerte de Castagnari con posterioridad a la guerra.
La noche del 29 y la madrugada del 30 de Mayo, para el GOE fue el inicio de otra larga noche sin descanso y por desgracia para nosotros, había comenzado de la peor manera. Habíamos perdido un hombre y varios estaban heridos. El personal de Pucará también contabilizaba varios heridos, alguno de ellos con lesiones muy graves.
Por decisión de mis superiores yo fui condecorado por haber sido herido esa noche. Pero la realidad es que también existieron otros heridos que no fueron tenidos en cuenta. Por ejemplo Juan Chiantore que fue herido en el brazo con una esquirla y Miguel Fonseca y Juan Benaiges fueron alcanzados por la onda expansiva con consecuencias físicas muy desagradables, terminando ambos internados en el Hospital de la ciudad poco tiempo después. También existieron actos de valor llevados a cabo por parte de algunas personas del GOE, que tampoco fueron tomados en cuenta y que desde mi punto de vista, también merecieron tener algún reconocimiento.
Me refiero concretamente a Juan José Vázquez que salió de su refugio para buscar un vehículo que se pudiera utilizar para poder evacuar a los que estábamos heridos. Anteriormente habían mandado de la ciudad a una ambulancia que no pudo llegar, debido a que por andar a oscuras y sin luz, chocó contra una piedra que le rompió la transmisión y quedo tirada en el medio del campo.
Vázquez pudo encontrar un vehículo que estaba aproximadamente a 200 metros de nuestras posiciones y regresó para buscar a los heridos y llevarnos hasta la carpa sanitaria, que estaba como a 700 metros, para que pudiéramos tener asistencia médica. Este trayecto lo hizo con la ayuda de Juan Chiantore y en ese viaje fuimos trasladados, José Avedis Caloian, mecánico de Pucara, y yo).
Cuando llegaron a la carpa y casi a los gritos, obligó al médico a salir del refugio en el que estaba metido, porque se negaba a salir, para que nos practicaran las primeras curaciones.
Todo esto mientras se mantenía de manera intermitente el cañoneo naval, que si bien en ese momento los proyectiles caían sobre otra zona del Aeropuerto, el peligro de encontrarse en movimiento y sin resguardo, los ponía a ambos en una situación muy vulnerable.

COMENTARIO FINAL:
Yo no sé si esa fatídica noche supimos tomar las mejores decisiones. Si quedarnos afuera de los refugios fue lo correcto o no. La verdad y después de tantos años, todavía no lo sé. Y cada persona seguramente puede opinar distinto con respecto a esto. Pero fue así, instintivamente como nos salió. Y cada uno hizo lo que creyó más conveniente para evitar los proyectiles y lograr sobrevivir una noche más.
Y la verdad es que todos fuimos a esa guerra con mucho entusiasmo, pero con muy poca experiencia, porque nos enfrentamos a cosas que jamás habíamos visto ni vivido.
Ningún curso de Comando te prepara totalmente para la crueldad de una guerra como esa. No hay ningún entrenamiento, ejercicio o simulacro que te pueda poner ni cerca de esa situación.
La Fuerza Aérea perdió en el conflicto a 54 valientes hombres y todos fuimos a esa guerra siendo una persona, pero sin dudas, fue otra completamente distinta la que volvió y esa marca la llevaremos por el resto de nuestros días.
Debo confesar que durante muchos años tuve un cierto sentimiento de culpa por la muerte de Castagnari. Me atormentaba la idea de pensar que haberle pedido que cuidara de mi fusil, podría haber influido en su decisión de quedarse parado en ese lugar. Dudaba si mi pedido; casi como una imposición; pudo haber actuado como una especie de ancla que le impidió moverse hacia otro lado, pudiendo entonces salvar su vida.
Con los años comprendí que cada uno tiene su destino marcado. Que en estos casos, las cosas suceden sin que uno pueda cambiar el curso de los acontecimientos. Si esa noche yo hubiera permanecido a su lado, o si tan solo hubiese corrido un poco más rápido a su encuentro, la historia hubiese sido distinta y hoy el GOE tendría otro muerto para recordar.
Todos los que estuvimos bajo el mando del Cap. Castagnari, sabemos que era un gran hombre, un jefe comprensivo que sabía escuchar y también era de ayudar a sus subalternos cuando podía. Era un militar de verdadera vocación y de mucho coraje. Tenía también mucho carácter y eso se notaba. En Malvinas supo arengar a su gente cuando fue necesario. No por nada sus compañeros de promoción le decían “ El Furia ”. Y aunque llevaba poco tiempo entre nosotros, demostraba con actitud e iniciativa su interés de permanecer en el grupo.
Tenía muchas cualidades personales para poder ganarse con orgullo la boina de Comando. Y por ser el segundo en el mando, se esforzaba siempre en predicar con el ejemplo. Pero también era un ser humano como todos nosotros, con defectos y virtudes, con dudas y con certezas, con coraje pero también con miedos. Y eso no lo hace menos hombre de lo que fue o menos héroe de lo que es; por el contrario desde mi punto de vista, habla muy bien de su integridad como persona.
Creo no equivocarme al decir que Castagnari tenía en Malvinas dos grandes preocupaciones. La más importante sin dudas era el bienestar de su familia en caso de que él no pudiese regresar, y la otra, la integridad física de todo el personal a su cargo.
Con respecto a la primera y por alguna razón que está más allá de la comprensión humana, él tenía el íntimo presentimiento de que no iba a poder regresar a su casa. Estaba convencido que iba a morir en Malvinas y eso sin dudas lo atormentaba. Esta no es simplemente una opinión basada en suposiciones, sino que él se lo confesó en una oportunidad y con cierta resignación, a uno de los suboficiales del GOE de su mayor confianza.
Con respecto a la integridad física de sus hombres, ésta labor se convierte en una tarea imposible de cumplir, cuando la muerte cae desde el cielo, sin que haya la más mínima posibilidad de evitarla.
Lo cierto es que esa fatídica noche del 29 de Mayo de 1982, él tuvo que cumplir con ese juramento que alguna vez hizo como Cadete en la Escuela de Aviación Militar, de defender a la Patria y a su bandera hasta perder la vida.
También se cumplió su íntimo presagio y así su nombre ingresó a las páginas más gloriosas de la historia de la Fuerza Aérea Argentina.
Hoy 33 años después de aquel penoso día y tal como reza un cartel colgado en el hangar del GOE en la VII Brigada Aérea, seguramente su espíritu inquieto, debe deambular de a ratos por sus pasillos, desde la sala de armas y hasta la placa que inmortaliza su nombre, donde su valor y su entrega nunca serán olvidados.
Solo me resta decir que todos volvimos con un alto grado de frustración por el resultado del conflicto y sobre todo, por las vidas de nuestros camaradas y amigos perdidas en él.
Si algo aprendí por esos días, es que la guerra enseña entre otras cosas, a reconocer nuestros propios límites humanos, a convertir en apasionados creyentes a los ateos y a desdibujar las jerarquías, porque uno se da cuenta que en el fondo todos éramos iguales, unidos por la misma misión por el mismo destino, y por los mismos miedos. Las bombas y las balas no discriminan y nos iguala frente a la muerte.
No pudimos ganar la guerra, pero me queda el consuelo de saber que todo el personal del GOE supo estar a la altura de las circunstancias. Supimos cumplir sobradamente con la misión encomendada y todos dimos en todo momento, lo mejor de nosotros, y lo hicimos con la profunda convicción y sin dudarlo, por nuestra Patria, por el Grupo, por nuestras familias y también por el momento histórico que nos tocó vivir.
Walter Darío Abal
 
Con el mayor de los respetos, sentí al leer esta historia sucedida hace 33 años, que no solo es la narración histórica de un hecho vivido en primera persona con lujo de detalles y lleno de emoción, sino que además me permite en todo su desarrollo comprender que usted, es una persona llena de gratitud, modestia, sencillez.
Y si me permite, es como usted dice, Dios nos marca el destino y estoy seguro que si el Capitán Castagnari, falleció "cuidando de su fusil", era porque sentía que era el arma de alguien que se mercía ese cuidado; y si siente que más camaradas debería tener en su pecho la misma medalla que usted porta. Con esa sencillez que lo caracteriza, imaginariamente córtela en pedacitos y hágale llegar a cada pecho de aquellos que no la tienen.
Patacón.
 

drupi

Veterano Guerra de Malvinas
Gracias Patacón,estas son las vivencias de un camarada mio que también fuera herido en ese momento.Esos momentos también me tienen como protagonista y cada uno de nosotros vivió cosas diferentes en un mismo momento y corrió con distinta suerte.
 
Colegas, estas 10 lecciones tambien las podrian enseñar cualquiera de nuestros miembros de FFEE. Las vicisitudes del entrenamiento local, son iguales o peores que las descriptas aqui. En este caso, las relata un SEAL americano. Es valido que las lecciones que se desprenden de esas vivencias, las tengamos en cuenta cotidianamente en nuestro diario batallar, para nuestro provecho y que se las transmitamos a las camadas que nos siguen, para su provecho. Abrazo!!!

 
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