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LINCE 101

Colaborador
sábado, 22 de octubre de 2016
Ingenio argentino : Los bombarderos Canberra llevaban señuelos antimisiles de fabricación casera durante la Guerra de Malvinas



Los "Chaff" para los Canberra

Los bombarderos Canberras llevaban señuelos para misiles fabricados con una máquina de hacer tallarines durante la Guerra de Malvinas.

Ingenio, conocimiento y capacidad de aplicar lo aprendido

Las fuerzas armadas modernas utilizan señuelos o chaff para perturbar y apartar los misiles guiados por radar de sus objetivos. La mayoría de las aeronaves militares y de los buques de guerra tienen dispensadores chaff como sistema de autodefensa, los Canberra (bombarderos de gran altura empleados durante la guerra) no estaban equipados con dichos equipos y su seguridad se veía comprometida durante las misiones.

Durante el conflicto de Malvinas ninguna aeronave militar o civil contaba con estos dispositivos de disuasión pero entonces cabe preguntarse, ¿cómo fue posible degradar la reconocida eficacia de los misiles de última generación británicos, que ya habían ocasionado importantes derribos a tanto a los cazabombarderos Skyhawk y Mirage durante sus ataques a la flota británica? La respuesta se encuentra en la persistente actitud de tripulantes y técnicos de la II Brigada Aérea , para suplir las carencias defensivas de sus aviones y dotarlos de elementos que los protegieran contra esos mortíferos misiles.



Si los Harrier poseían chaff y bengalas, ¿por qué no los Canberra? El problema era doble pues nunca se había contado con estos elementos defensivos y había que conseguir los Chaff y fabricar los lanzadores.

Conocimientos fundamentales

Ellos llevaron a la práctica los conocimientos teóricos de guerra electrónica recientemente obtenidos e inculcados por la Escuela Superior de Guerra de la Fuerza Aérea. En efecto, las maniobras evasivas de los pilotos, eran acompañadas por lanzamientos simultáneos de chaff y bengalas con paracaídas. Constituían un sistema defensivo ideado, desarrollado y construido artesanal y urgentemente, en abril de l982, en la Base de Paraná, previendo una escalada bélica del conflicto Malvinas.

Todo comenzó por iniciativa del propio jefe de tripulantes de los bombarderos Canberra, quien tenía conocimientos y la imprescindible bibliografía para calcular las dimensiones y el volumen de los chaff, según el tipo de misil a neutralizar.


La fragata HMS Coventry lanzando un misil Sea Dart. El 25 de mayo de 1982 sería hundida por un ataque del G5C
Luego, veinte días antes del inicio de las hostilidades, la Jefatura de Inteligencia proporcionó la frecuencia de emisión de los radares que utilizaban las fragatas misilísticas y la Armada, la correspondiente al control de tiro del Sea Dart, el Marconi 909, y los valores magnéticos e infrarrojos de la cabeza del misil. De esa manera, se determinó la longitud que debían tener las delgadas laminillas, el problema era cómo fabricarlas.

Con todos estos datos, en la II Brigada se formó un equipo encargado de planificar y desarrollar el equipamiento de chaff y bengalas para sus aviones Canberra y Lear Jet.

La necesidad tiene cara de hereje

El jefe del escuadrón Técnico de la Base Aérea Militar Trelew, mayor Fernando Rezoagli regresó a Paraná para desarrollar el sistema y, en un relato personal, cuenta como convocó a su casa a los compañeros del colegio secundario del hijo y les entregó un rollo de papel aluminio y tijeras. Durante horas cortaron tiritas hasta reunir un considerable volumen que no alcanzó por lo que debió buscar otra forma más rápida y eficiente.

Surgió el ingenio argentino. Las láminas tenían el ancho de un tallarín.

Para desarrollar los chaff era necesario obtener láminas de papel metalizado grueso. En los depósitos de la misma Brigada había grandes rollos de ese material, utilizado para cubrir los tubos de chorro de las turbinas y disipar el calor de sus gases de escape.


Técnicos argentinos utilizaron una máquina de hacer tallarines ó tallarinera para cortar las tiras metálicas,
del mismo grosor, y fabricar los señuelos Chaff, para burlar los radares que guiaban a los misiles enemigos


Sorprendido, el personal de la fábrica de pastas “Vía Nápoli” de la ciudad de Paraná, un día vio llegar a los hombres de la unidad con uno de los rollos, y su máquina cortadora fue la encargada de realizar la primera prueba.

Decidido el método, una cortadora de tallarines fue facilitada a la brigada y se comenzó el trabajo casi en forma industrial. En su dimensión longitudinal; las tiritas fueron cortadas con tijeras, en grandes mesas, por personal femenino.

Mientras tanto, el comodoro Valenzuela trabajaba en el diseño de los lanzadores y en la preparación de bengalas aptas para los misiles guiados por rayos infrarrojos. Para los lanzadores se utilizaron los cartuchos de arranque de los aviones, colocados en un tambor horizontal con siete unidades que se ubicaban en la cola del avión, para lo que fue necesario agujerear el piso.


Laminillas de aluminio que servían de señuelo ( Chaff ) para contrarrestar ataques de misiles


También se adaptaron espejos retrovisores en las punteras de ala de los Lear Jet, para visualizar las estelas de los misiles que podían atacarlos de atrás.

La fabricación de las bengalas

Para fabricar las bengalas, por pedido especial, se obtuvo de Fabricaciones Militares, un grano de pólvora que —una vez lanzado en paracaídas— quemaba a 500º C durante 15 segundos. Eran 100º C más que la temperatura de los gases de escape de las turbinas de los aviones: parámetros suficientes para atraer a los sensores infrarrojos del guiado de los misiles y desviarlos unos 2 km de sus trayectorias hacia los aviones, los que ya deberían estar en plena maniobra evasiva.

En los cartuchos se colocaba primero la bengala con un paracaídas, luego se completaba su volumen con Chaff y finalmente una tapa plástica que sostenía todos los elementos para evitar que se cayeran.



Los cartuchos con las laminillas de alumunio enrolladas en su interior y la carga para ser disparados del avión
El iniciador eléctrico era el mismo de los cartuchos de arranque. Se conectó a los iniciadores con una manguera de cables que llegaba hasta el tablero del navegador donde estaban numerados los lanzadores de 1 a 7, cada uno tenía su llave de activación y una luz roja que indicaba que había sido disparado. Lógicamente, no se podía seleccionar Chaff o bengala, siempre se eyectaban los dos juntos.

Se trasladó el equipo a Trelew, se probó el lanzador y las bengalas infrarrojas y, para el 1° de mayo, todo estuvo instalado. El piloto podía accionar el sistema cuando veía el misil, ya sea desde el lanzamiento, cuando la cubierta del buque se iluminaba por los fogonazos o cuando observaba, en la oscuridad de la noche, un halo con centro negro dirigiéndose hacia su avión.


Soporte donde iban colocados los cartuchos dispensadores de chaff


Ese día, dos escuadrillas de tres aviones cada una, fueron enviadas a bombardear los buques que atacaban las posiciones en Puerto Argentino. La primera de ellas, indicativo “Ruta”, logró divisar al portaaviones HMS Invincible, su jefe advirtió el lanzamiento de un misil y, mientras realizaba un viraje a baja altura, lanzó sus Chaff. El proyectil se desvió, hizo impacto en el agua, detrás del avión aunque alcanzó a producirle algunas averías en la punta del plano que no impidieron su regreso a salvo. La segunda, con el indicativo “Rifle”, partió inmediatamente después que los “Ruta” y fue interceptada por Sea Harrier. En esta ocasión, los aviones ingleses lograron ubicarse dentro del alcance necesario para lanzar sus Sidewinder y derribaron al Canberra tripulado por el teniente Eduardo De Ibáñez y el primer teniente Mario González quienes se eyectaron pero no pudieron ser rescatados. Así, el escuadrón sufrió las primeras bajas en el Batalla Aérea de Malvinas.

Esta primera experiencia, y el sistema de detección temprana establecido por la flota, el poderoso arsenal misilístico de las naves y las constantes Patrullas Aéreas de Combate para interceptar los ataques aéreos hizo que los Canberra, por sus características, no pudieran participar de los siguientes ataques a la flota.



Con los nuevos elementos, el escuadrón veló sus armas. Luego del desembarco inglés del 21 de mayo en San Carlos y afianzadas las tropas ingleses en el terreno, los Canberra fueron los elegidos para realizar misiones que ningún otro avión argentino estaba en condiciones de llevar a cabo: Bombardeos Nocturnos.

Los vuelos comenzaron el 26 de mayo. Durante cinco días, las tropas desembarcadas en San Carlos fueron bombardeadas, noche tras noche, por antiguas aeronaves que gracias a su nuevo sistema de defensa, se transformaron en indetenibles. El 31 se realizaría la última misión en esa zona porque, a las dificultades lógicas de este tipo de bombardeo, se sumaba la situación meteorológica de la zona – casi siempre adversa – todo lo cual hacía que los lanzamientos no tuvieran la exactitud deseada, y en el lugar se encontraba gran cantidad de prisioneros de guerra argentinos capturados tras la caída de Darwin.

A partir de ese momento, las tropas inglesas en los montes que rodean a Puerto Argentino fueron el objetivo nocturno de los Canberra y su efectividad fue tal que el almirante Woodward debió iniciar una acción imprevista que se llamó “Operación Cambelow”. Durante la noche, una fragata y un portaaviones se acercaban a las islas para poder lanzar sus patrullas aéreas de combate con la máxima anticipación posible en un intento de interceptar los bombarderos argentinos.


Canberra Mk 62 B 109 sobreviveinte de la última misión de la Fuerza Aérea Argentina sobre Malvinas
Esto tampoco detuvo a los tozudos hombres del escuadrón. Se acercaba el asalto final y aún así, todas las noches, los observadores de Puerto Argentino, podían ver los montes iluminarse de explosiones y sus almas asediadas no se sentían solas. En estas horas, la actuación del Escuadrón Canberra fue de gran importancia, no sólo por los daños y bajas que el poder de sus bombas causaba en el enemigo, sino también para levantar la moral de las tropas argentinas.

El último día de combate de la Fuerza Aérea Argentina, también tuvo como protagonista al Escuadrón Canberra. A las 21:30 del 13 de junio, dos aviones, matrículas B-108 y B-109, decolaron de Río Gallegos para apoyar el accionar de las defensas terrestres en Puerto Argentino. Al llegar al blanco, el B-109 pudo realizar su lanzamiento sin problemas pero, apenas hubo lanzado sus bombas el B-108, tripulado por los capitanes Roberto Pastrán y Fernando Casado, fue alcanzado por un misil que destruyó parte del avión. El otro había alcanzado a lanzar sus chaff y bengalas y logró regresar indemne a su base. Al día siguiente cesaron las hostilidades.

Canberra B-108 derribado por un misil Sea Dart, del Hms Exeter. Fue el último avión argentino caído en Malvinas

Cuando los prisioneros argentinos regresaron al continente, debieron llenar, por escrito, “Interrogatorios a Personal que participó en el Teatro de Operaciones Malvinas”. Uno de los puntos a completar era “Comentarios del Enemigo” y, al revisarlos, pueden observarse varias referencias al Canberra en las que se escuchó decir que debían haber sido renovados en su equipamiento por lo exacto de sus bombardeos y su accionar eficiente.

El sistema de contramedidas electrónicas, que había comenzado a tomar forma por el empeño de unos jóvenes adolescentes de Paraná probó su efectividad, a un punto tal que, los únicos dos aviones Canberra derribados fueron los que no pudieron lanzar los Chaff fabricados por la tallarinera ni las bengalas caseras.


Izquierda Chaff en el aire - Derecha el efecto de interferencia que produce en el radar ocultando al avión que los lanzó


Actualmente, la tallarinera industrial y los lanzadores de bengalas y chaff, pueden observarse en la sala histórica de la II Brigada Aérea, como muestras del ingenio, capacidad y profesionalismo de su personal, para crear una mínima posibilidad de defensa en el combate.

Esta ingeniosa idea salvó la vida a los pilotos de los Canberra durante la Guerra de Malvinas.

El ingenio es un arma mucho más poderosa que cualquiera que haya inventado el hombre y como dice el dicho ¨más vale maña que fuerza¨.



A los cual me gustaría compartir esta frase. Ingenio y Voluntad, producto de una actitud anímica y mental hacia el cumplimento de la Misión...

Esta es la gente de CANBERRA...Raza de Bombarderos!!!
 

LINCE 101

Colaborador
Esas casitas, son el barrio que se ve desde la calle CAPUTO, perpendicular a la Av. Jorge Newbery que te lleva a la II Brigada Aérea, sentido oeste -este y llegaras hasta la salida de la ruta que va a CRESPO, si doblas a la izquierda, veras el COSTERITO, famosa parrilla resturante que todo quien paso por la Unidad o fue de comisión,; i vivio comió allí...Consejo: pedí milanesas a la riojana.;)

 
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