Malvinas 35 años

Merchant Marine one

Miembro del Staff
Moderador
Perdon MMo,una pequeña correcion.
Se hizo efectiva a las 23:59 hs del dia 14 de junio (HORA UTC),20:59 hora Local de Argentina.

Correcto querido amigo BIGUA......

El Acta de Rendiciòn asi lo indica.....



23.59 ZULU time...


20.59 horas de Puerto Argentino.


UN ABRAZO VERDADERAMENTE GRANDE Y SENTIDO............


Merchant
 

Herr Professor

forista tempera-mental
Colaborador
Estamos esperando....

Ya no espere mas mi amigo trasandino

Aqui dejo algunas instantáneas de la ceremonia en La Calera, muy emocionante todo , especialmente, el orgullo que sienten los artilleros paracaidistas de llevar esa boina roja
Pude encontrarme con varios amigos que hacia rato que no veia como el Negro Moyano y a Gabino

Mis respetos a TODOS los integrantes del Gaa4 que defendieron el territorio nacional.

 

rodrigocarra

RED OBSERVADORES DEL AIRE
Magníficas fotos Profesor y mejor se ve estaba la ceremonia.
La foto del cañón donde se ve todo el estriado, está para portada de computador.
Se dejó que VGMs operaran las piezas?
Gloria y Honor al GAA4
Gracias por compartir.
Abrazos
 

Herr Professor

forista tempera-mental
Colaborador
Magníficas fotos Profesor y mejor se ve estaba la ceremonia.
La foto del cañón donde se ve todo el estriado, está para portada de computador.
Se dejó que VGMs operaran las piezas?
Gracias por compartir.
Abrazos
Gracias

Si, la ultima salva se la dejaron tirar a los VG, tengo todo filmado pero seguramente en youtube ya deben haber subido material identico

toda la ceremonia muy linda salvo un par de situaciones que ami gusto fueron de alto riesgo

el tronar de esos obuses te levanta del piso , y eso que son de fogueo
 
Mas testimonios del valor de nuestros Soldados!!!!. El dolor de la derrota militar (circunstancial) debe dejar lugar al homenaje y reconocimiento eternos a nuestros Bravos de Tierra,Mar y Aire. Cordial Saludo!!!!.

1. Combate contra el SAS en la Isla Gran Malvina

Testimonio del entonces Tte 1ro Of. Cdos D. José Martiniano Duarte

"...Altamirano apuntaba y disparaba a mi lado desde la posición de rocas. Ambos apuntábamos y disparábamos. Lo hacíamos alternadamente sobre los hombres que aparentemente pretendían alcanzar una posición a nuestro flanco izquierdo y sobre la posición inicial, las grandes rocas que se alzaban frente a nosotros. No era imposible que en cualquier momento recibiéramos fuego desde ese lugar. Creo que la incertidumbre y la imaginación producen esas obsesiones.
Fuego y movimiento, así fueron tomando distancia y ganándonos el flanco izquierdo. De pronto, mientras uno de ellos nos disparaba, el otro corrió y dio un salto volteándose en el aire, cayó y siguió disparando. El otro se incorporó y mientras lo sobrepasaba lo vio desarmarse, derrumbarse. Todos lo vimos. Se detuvo, tal vez un instante antes de ser alcanzado por un disparo, porque le apuntábamos y le disparábamos y era un blanco rentable. Arrojó el fusil y gritó palabras incomprensibles, desesperadas. Se estaba rindiendo. De repente se convirtió en persona y dejó de ser un blanco.
Nosotros desplazamos el fuego hacia las rocas que teníamos enfrente. No podía creer que no escuchásemos más disparos. Se hizo una pausa de fuego y cambié el cargador.
El hombre que agitaba los brazos y gritaba, ahora desarmado, imploraba por su vida. No entendíamos qué decía, pero se aferraba a la vida.
- ¡Come here, come here! – le grité asomándome, mientras seguíamos disparando contra las rocas - ¡Venga con los brazos en alto! Y el hombre se fue acercando.
Al llegar, vimos que temblaba y gritaba, imploraba. Frente a él había unos soldados que, como él, vestían uniforme mimetizado, usaban boinas verdes, estaban enmascarados y se movían con la soltura de soldados aislados, sigilosos y entrenados. Veía lo que podía, sombras que se movían entre las rocas, no sabía cuántos éramos ni que planes teníamos para con él. Me esforcé por hacerle entender que era prisionero de guerra.
- ¡Prisionero de guerra, convención de Ginebra! – le repetí varias veces, mientras le mostraba que ponía el seguro del fusil, hasta que dejó de temblar.
Así y todo, pasó un rato hasta que pude lograr que me diera la espalda y pusiera las manos contra la roca para registrarlo.
- ¿Cuál es su grado? –interrogué, cuando lo tuve otra vez frente a mí.
- ¡Soldier, soldier! –repitió varias veces. Luego supe que era el Cabo Primero Ray Fonseca.
- ¿Cuál es el grado del otro? - Le pregunté señalando hacia el lugar del caído.
- Soldier, soldier – insistió. En realidad era el Capitán John Hamilton. Ambos eran miembros de SAS (Special Air Service). Hamilton, de destacada actuación en el conflicto, había participado en el desembarco en las Georgias, donde habían obtenido el pasamontañas de la Infantería de Marina Argentina, que me había resultado familiar cuando vi al morocho. Se había desempeñado también como uno de los comandantes tácticos de la operación contra el aeródromo de Isla Borbón, donde nos destruyeron once aviones.
- ¿Cuántos son?
- Two, two…
- ¿Solo dos? – insistí.
- Two, onli two –dijo. Después, mucho después, supe que también me había mentido. Era una patrulla de cuatro hombres. Tal vez, dos de ellos estaban en misión de exploración, alejados del lugar en momentos del encuentro o tal vez se replegaron por las alturas hacia el sur, una vez que el jefe fuera abatido.
- ¿Cómo llegaron hasta aquí?
- ¡By helicopter! – respondió haciendo girar una de sus manos. No me decía nada y me estaba diciendo mucho, porque era casi una obviedad. Los había escuchado hablar por radio y estábamos, como mucho, a diez minutos de helicóptero de San Carlos. Entendí que no tenía tiempo que perder. Una baja y un prisionero, a esas alturas, eran un buen resultado pero, si el caído estaba con vida, íbamos a tener problemas. La situación no era sencilla, no podíamos llamar por radio y pedir apoyo sanitario, no disponíamos de apoyo aéreo cercano ni posibilidad de refuerzos. Tampoco podíamos hablar con el enemigo para que rescatase al caído. Ellos, los ingleses, eran los únicos en doscientas millas a la redonda que tenían esas posibilidades. Nosotros, no habíamos sido entrenados para abandonar a un herido a su suerte, aunque fuese enemigo; si el hombre estaba con vida íbamos a tener que llevarlo, entre nosotros cinco, incluido el prisionero.
- Moreno, adelantate a ver al caído – grité, y Eusebio se fue acercando mientras lo cubríamos atentos, expectantes, siempre haciendo fuego hacia las grandes piedras. Llegó, apartó el arma, se inclinó sobre el hombre, lo examinó y se incorporó para hacerme señas. Las señales fueron categóricas: el soldado estaba muerto.
Le pregunté al prisionero si hablaba español y me respondió que hablaba inglés e italiano. Esto fue un alivio. “Italiano es otra cosa”, pensé, y le dije, en ese idioma, que sentía mucho que su “amigo” estuviese muerto. Sentía que debía tranquilizarlo.
- No es mi amigo –me respondió en italiano, con esa natural gravedad que suelen tener los soldados valientes. Ya había recuperado la calma porque sabía que, si no intentaba ser un héroe, iba a vivir para contar su historia. A partir de esa certeza ya no me entendió casi nada, ni en italiano ni en inglés ni en español. Por mi parte supe que debía cuidarme de él y le hice saber que se cuidara de mí.
- Dame una sola oportunidad para matarte –le dije cuando iniciábamos el repliegue, mostrándole como jugaba con el seguro del fusil y señalándole la dirección de marcha. Comprendió y comenzó a entender todas mis indicaciones.
Les ordené a mis hombres que registraran el lugar rápidamente, que tomaran y transportaran todo lo que pudieran del equipo enemigo y nos replegáramos. Íbamos a dejar al soldado muerto en el lugar donde cayó hasta el otro día cuando, con más tiempo y seguridad, pudiéramos rescatarlo. Esta fue una decisión íntima y personal porque no iba a arriesgar a mis hombres. No me equivoqué porque, a los pocos minutos de iniciar el repliegue, un par de aviones Harrier pasaron sobre nosotros. La actividad aérea nos obligó reiteradamente a tomar posición de cuerpo a tierra, mientras nos acercábamos a Puerto Yapeyú. Una formación que se alargó considerablemente, por la demora que significó el registro del lugar y por el peso del equipo que transportaban Moreno, Altamirano y Ríos, que llevaron todo lo que encontraron.
En una de esas oportunidades en que tomábamos la posición de cuerpo a tierra para evitar ser vistos por los aviones ingleses, observé que el prisionero me miraba serio, grave, como si se interrogara sobre lo ocurrido, como no pudiendo creer lo que le estaba pasando.
- La guerra es la guerra –le dije, sin la intención de que comprendiera-, hoy sos vos, mañana puedo ser yo…
- No, ¡políticos! –me respondió con una expresión que me hizo reír, porque entendí lo qué estaba pensando.
Cuando las posiciones adelantadas de la compañía “C”, del Regimiento de Infantería 5 estuvieron a la vista, le ordené a Altamirano que se adelantase y transmitiera que estaba todo bien. Estaba seguro que, a la distancia, habían escuchado el combate y se habrían preocupado. Los hombres de la Compañía “C” no eran más de diez y, cuando vieron que llevábamos un prisionero, estallaron de alegría. El jefe de fracción, se adelantó con dos de sus hombres a recibirnos y darnos una calurosa bienvenida.
En la tarde del 13 de junio, El coronel Mabragaña, jefe del Regimiento de Infantería 5, nos pidió, a Fernández y a mí, que lo acompañáramos a la mañana siguiente, en la conversación que iba a tener lugar en su puesto de comando con el comandante inglés. Nosotros dependíamos y cumplíamos órdenes de nuestro Jefe de compañía, el mayor Castagneto, desde Puerto Argentino. Ambos decidimos, y así se lo hicimos saber, que haríamos lo que él ordenarse según lo que pactara con el comandante enemigo. Puerto Argentino había ya caído en poder de los ingleses.
El coronel Juan Ramón Mabragaña, era un hombre cabal, un tipo tranquilo como un abuelo pero con la decisión de un guerrero, si la situación lo impone. Lo dejaba ver, lo transmitía naturalmente. Un jefe manso y decidido, una mezcla de soldado y padre protector. Capaz de llorar en silencio y sin pudor la herida o la muerte de uno de sus soldados y de adoptar decisiones sorprendentes. Los hombres en la guerra muestran lo que realmente son.
Después de operar la zona de aterrizaje que habíamos marcado con mi sección y a la que arribaron tres helicópteros, acompañé al coronel británico hasta el puesto de comando del jefe de regimiento; donde tuvo lugar una grave pero amable conversación entre ambos coroneles, en la que se pactaron los términos de la rendición. Fernández y yo solo escuchamos.
Cuando terminó la reunión y salimos del puesto de comando del jefe de regimiento, me adelanté al coronel inglés para entregarle la identificación del capitán Hamilton; le conté brevemente la acción de combate en que había caído, le informé que teníamos un prisionero y destaqué el valor del oficial muerto en combate.
- Ha sido para mí un gran honor enfrentar a un soldado como el Capitán Hamilton –le dije.
- ¿Hamilton? –se sorprendió-, por varios días no hemos sabido de él y lo estamos buscando. Le informé que habíamos velado y enterrado al oficial con los honores correspondientes en el Ejército Argentino y que sus restos descansaban ahora en el cementerio de Puerto Yapeyú.
- Quiero destacar su valentía y destreza y me gustaría guardar su casquete, no como trofeo de guerra –le aclaré-, sino como recuerdo de un soldado valiente contra quien he tenido el honor de combatir. Le ofrecí mi boina a cambio.
El coronel se emocionó y, después de estrecharme la mano, me dijo que con gusto lo haría, pero que era tradición en el ejército inglés entregar el cubre cabeza del caído a su viuda.
Una vez que las tropas inglesas llegaron a Puerto Yapeyú, un oficial se presentó ante mí.
- Sabemos que Ustedes son comandos –me dijo-, nosotros también lo somos. Tengo expresas órdenes de darles a ustedes tratamiento especial.
Cuando se alejó recuerdo que les dije a mis hombres:
- Creo que tienen planes de mandarnos al fondo de la bahía –me costaba creer tanta amabilidad. El oficial inglés había remarcado lo de “tratamiento especial”.
Lo cierto es que al tiempo se aproximaron otros oficiales y las expresiones “please”, “sorry” y “excuse me” presidían o completaban todas sus indicaciones; nos mostraron donde dejar el armamento, cosa que hicimos después de destruirlo y, cuando debieron registrarnos, nos pidieron que nos pusiéramos frente a tres oficiales, a unos tres metros de distancia y nos indicaban que les mostráramos lo que contenían nuestros bolsillos y nuestras mochilas. Nunca nos apuntaron y mantenían las manos cruzadas a la espalda.
- ¿Personal? – interrogaban cuando alguien les mostraban algún elemento del equipo; como una brújula, por ejemplo.
- Personal – respondían mis hombres. Y los autorizaban a conservarlo. Esto hizo que después, durante toda la travesía; primero a San Carlos, luego a Puerto Argentino y finalmente a Puerto Madryn; mis hombres anticiparan desde sus alojamientos en el buque, el rumbo y el destino hacia donde navegábamos.
Finalmente, un oficial se acercó, nos pidió que lo acompañásemos poniéndose al frente y nos condujo al embarcadero donde, una vez arribado el lanchón que nos llevaría al buque de transporte, nos indicó que embarcáramos e hizo el saludo militar como despedida hasta que todos estuvimos dentro..."
 
2. Testimonio del entonces S/C Eduardo Guillermo Gómez, Ca "A" Tacuarí, Regimiento 3 de Infantería.


"...Ese repliegue que ya se había efectuado y nunca nos enteramos, sin embargo seguimos subiendo y el Jefe de la 1° Sección, el Tte 1° "Chuly" Rodríguez por quién muchos de nosotros no dábamos dos pesos, por aquello que "quién mucho cacarea..." nos ordena a la carrera arriba y así subimos esperando encontrar propia tropa, bajo una cortina de artillería propia e inglesa.
Llegamos y oh sorpresa !!!... nos esperaban los del 2° Batallón de Paracaidistas Ingleses.
Solo pudimos llegar dos Secciones casi completas, la Sección apoyo quedó mucho más abajo cumpliendo su misión, apoyarnos hasta agotar munición y la otra sección de combate, imposibilitada de avanzar bajo fuego de artillería y algunos grupos que tampoco pudieron subir.
En este combate perdemos a nuestros compañeros, unos en Wireless y otros en el lugar de la sección apoyo al ser detectados y batida su posición.
Tenemos el orgullo de realizar el contraataque con efectividad, ya que de ser apoyo de un repliegue pasamos a ser contraatacantes y efectivos.
Pasada la media mañana, y ante la concentración de tropas inglesas, rodeados, con solo una vía de escape y ya casi sin sonidos de la guerra, se nos ordena el repliegue.
La guerra había terminado hacía rato pero nosotros estábamos aún batallando.
Tal es así, que Caio Diez recibe un impacto de un francotirador en un glúteo ya camino a Puerto Argentino
El Chuly, muchos años después, diría que su mayor orgullo de su carrera militar fué verle la espalda al enemigo.
Solo un puñado de soldados, solo un puñado de almas, solo un puñado de convicciones.
LLegamos agotados a Puerto Argentino con nuestro armamento que nunca fué abandonado.
Mucho se ha escrito sobre otros regimientos y batallones, batallas épicas, actos heróicos y muchas cosas más; el Regimiento de Infantería 3 "Grl Belgrano" sólo sabe cumplir con la Patria y combatir por ella.Honor y Gloria a los Caídos.Viva la Patria!!!...."

 
3. Testimonio del entonces Subt I "EC" Vilgre La Madrid, 3ra Sec, Ca "B" del Regimiento de Infanteria 6...

"...A esta hora, el Jefe del 2do Batallón de Guardias Escoceses, Mike Scott ordenaba a sus hombres dejar los cascos y colocarse sus boinas "para que los argentinos sepan quienes los vienen a matar", fumaron su ultimo cigarro, dejaron atras las señales luminosas colocadas por los guías y cruzaron la "Start Line", la línea de partida para el ataque... ultimo lugar amigo para quien ejecuta una acción ofensiva.
En esos instantes, la Compañía B del RI 6 ignoraba que escribiría una página mas de la historia de la bicentenaria Unidad...
Soy testigo de que sus guerreros estaban agotados, venían de un combate dos días antes, de un repliegue bajo fuego, de una noche de infierno con frío, viento y el incesante ruido de las explosiones de artillería naval, terrestre y morteros... estaban casi sin víveres ni abrigo pero aún así.... esperaban el ataque enemigo.
Pienso que la pertenencia al grupo, el sentido de no fallar al compañero y el honor eran casi ya sus únicos motores, tambien creo que solo reforzaba su tozudez la fe en Dios y saber que, por fin, esta historia tendría un desenlace fuera el que fuese.
No obstante la espera era tranquila y serena, había determinación.
Desde nuestras posiciones frente a Wireless Ridge, pasadas las horas, fuimos testigos del ataque de los Paras a ese cerro y del primer ataque sobre Tumbledown en el sector de la 4ta y 5ta secciones de nuestros infantes de marina, que fue rechazado, eran cerca de las 2230 horas. (años despues sabría que la Compañía Flanco Izquierdo enemiga habia sobrepasado a la Compañía Golf y lanzado su primer ataque sin éxito).
En las primeras horas del 14, mientras tratábamos de descansar esperando nuestro turno, los sonidos de un segundo ataque sobre las posiciones del Tte Carlos Vazquez, Guardiamarina Miño y Subt Silva (que fue mas feroz que el anterior) nos advirtieron de la inminencia de nuestro momento. Esta vez el combate cuerpo a cuerpo, los sonidos de la pelea y nuestra experiencia del combate en Dos Hermanas nos indicaron que no faltaba mucho para que el enemigo llegase a nosotros... pero de donde? Tumbledown? Wireless Ridge?
La respuesta no tardaría en llegar para nuestra seccion... mientras la Compañía Flanco derecho de los Guardias Escoceses se alistaba en las rocas cercanas esperando ejecutar la ultima fase del asalto, en su puesto de comando, el Jefe de Compañía, Tte 1ro Abella, recibió la órden del Mayor Oscar Jaimet de alistar una fracción para bloquear la penetración en el sector de la 4ta Sección de infantes de marina, era la última fase de la Compañía Flanco Izquierdo del Mayor Kiszely antes de ser sobrepasado.... El soldado Carlos Daniel Britos llegó hasta donde me encontraba con mis soldados y suboficiales. Cuando me dijo que me iban a impartir una órden pasé la voz de "alistarse"; concurrí hasta el puesto comando bajo el fuego de la artillería y se confirmó mi sospecha: desplazarme al sector de la infantería de marina a bloquear el sector del Teniente Vazquez. Regresé de muy malhumor por haber sido nuevamente elegido para una misión extrema y lo comenté con mi segundo, el bravo sanjuanino, Sarg 1ro Jorge Daniel Corvalan.
Al llegar les pedí a Marcelo Di Sciullo y a Minutti que pasasen la voz de tomar el equipo indispensable y encolumnarse donde me encontraba, parado arriba de una roca; fueron llegando lentamente... nadie hablaba ni preguntaba nada, solo escuchaban los disparos, explosiones y el aullido del viento... en menos de 5 minutos TODOS estuvieron presentes.
Les dije estas breves y heroicas palabras gritando a todo volumen que pueden resumirse mas o menos asi: "tiren todo lo que les sobre *********** que ahora si vamos a combatir".
Los soldados Horisberger y Poltronieri me pidieron ir a recuperar sus ametralladoras (que estaban guardadas bajo unas capas poncho) y sin decir mas, se encolumnaron detras mío en dirección donde se encontraba el Mayor Oscar Jaimet. Fue muy breve en su órden: "el batallón tiene una fracción empeñada y ud le va a dar una mano". Me presentó al valiente Teniente Waldemar Aquino quien me saludó y me comunicó que sería mi guía (y vaya si lo fue).
Comenzamos a subir el cerro, las explosiones nos acompañaban y cada tanto un proyectil estallaba a nuestro lado. Aquino me impuso rapidamente de la situación dificil en primera línea y escuchó con paciencia mis insultos de que justo mi fracción fuese seleccionada para esa misión, hecho que le pareció risueño: iba al infierno y sin embargo estaba mas preocupado por mi propio enojo!.
Al llegar a la posición del Jefe de Compañía este me ordenó bloquear una "penetración", en ese momento, ni él ni yo sabíamos que se trataba nada menos que del ataque principal!!! el mas importante de la fecha, el que definiria la guerra!!!! tampoco sabíamos que en ese instante, el Mayor kiszely estaba asaltando por ultima vez a la 4ta sección...
Previo sustraerle dos jugos "delifrú" que se encontraban junto al cajon de municion que hacía de mesa de campaña, salí de su puesto de comando... la misión era clara...y difícil... fue el último momento de serenidad, aspiré aire y miré hacia el cielo: explosiones de artillería, morteros, cohetes antitanque y otras armas hacían temblar el suelo, cada explosion iluminaba el lugar y hacía caer piedras encima nuestro, el suelo se movía y para hablar, teníamos que hacerlo casi al oído con gritos; las bengalas iluminaban el cerro y las rafagas pasaban por encima nuestro; me sentía desconcertado pero la mirada de mis soldados y jefes de grupo -mas la certeza de que debíamos salir de alli cuanto antes- me llevaron a decir un: "seguirme" (sin saber con certeza si eso era lo que quería decir...)
Los que estaban arrodillados o sentados se levantaron y mi valiente sección de infantes -cuando lo mejor era retroceder- avanzó hacia el enemigo. La pucha... que ejemplo... aun me conmueve recordarlos levantarse, tomar pesadamente su armamento y marchar en silencio detrás mío...
La columna avanzó detrás del teniente Aquino y el Infante de Marina Ricardo Velez; cada tanto una bengala nos iluminaba y nos quedabamos tiesos hasta que se apagara, luego continuábamos bordeando el cerro hacia el puesto mas alto, el combate se hacía mas y mas cercano, sus sonidos eran inconfundibles... al llegar, en el sector donde aún se combatía; ya no quedaban muchas bocas de fuego... las ráfagas británicas venían de diferentes direcciones.... mi primer duda fue que para bloquear al enemigo, primero debería contactar al jefe de los infantes de marina o -al menos- saber quien era quien!!
Dejamos a la sección ocupando posiciones en cercanías de la altura y avanzamos 3 hombres: el soldado Arrúa de mi sección y el infante Ricardo Velez con su fusil con mira nocturna.
En ese momento, el Jefe británico, mayor kiszely, estaba tomando cuerpo a cuerpo la posición del tte Vázquez (el Subt Silva junto con sus soldados y un soldado del RI 12 habían ya muerto en la acción, tambien el suboficial Castillo y varios infantes de marina).
Mientras avanzábamos, Kiszely alcanzó la posición, la creyó limpia y llamó al Jefe de la Compañía Flanco Derecho, Mayor Price, para que continúe la misión: limpiar la altura y conquistar el cerro. Ignoraban ambos jefes que, cerca de ellos, los 3 solitarios que buscábamos a los infantes de marina, los observabamos con el visor nocturno de Ricardo Velez. Este me dijo gritando en mi oído: "señor, hay de 6 a 10 ingleses en la altura".... No lo podía creer pues se suponía que debía encontrar argentinos!!! me advertí de mi grave error: estaba solo y lejos de mis soldados (unos 800 metros o mas) y debía regresar cuanto antes; solo atiné a cargar una granada de fusil, avisarle a Velez y Arrúa que cuando la dispare abran fuego y corramos de regreso aprovechando la confusión (si salía bien), gracias a Dios así fué... apenas llegamos, los británicos comenzaban a reunirse en el sector preparando el asalto: el combate, por fin, había llegado!!!
Aquino se paró en una roca y abrió el fuego; de inmediato la ametralladora de Horisberger, Gonzalez y Andreacola (donde me había instalado), comenzó a abrir el fuego y comenzamos a disparar junto con Di Sciullo, Corbalán y MInutti, además de Ricardo Velez (luego lo perdí de vista en la confusión). Se sumaron el soldado Montoya y el FAP de Becerra.
Ignoraba yo la inmejorable oportunidad que había perdido con ese grupo de británicos en la altura... se trataba nada menos que del Mayor Price haciendo el relevo junto al otro jefe de compañía; éste estaba con sus dos jefes de pelotón de ataque (dalrymple y Mathewson), kiszely le avisó que a 300 yardas unos fusileros extraviados le habían infrigido 4 bajas y él mismo se había salvado de milagro con un disparo (de Vélez o Arrúa) que había pegado en su brújula. Nuestro fuego había sido efectivo!!!
La ametralladora del sold horisberger mas los que ocupábamos el centro del dispositivo habíamos disparado con bastante precisión (hasta el Tte Mitchell, uno de sus oficiales, había sido alcanzado), 5 heridos apenas empezado el combate contra ninguno nuestro era una buena ecuación.
Price detuvo por momentos el asalto a nuestras posiciones; se acercaba el día y debía coordinar bien: ordenó a sus jefes de pelotón (Mathewson, Robert Alasdair Davidson Lawrence y el Teniente Dalrymple), a su segundo y al Observador adelantado que fijaran bien el objetivo, la cercanía de los Gurkhas hacía ineficaz el empleo de artillería pesada en ese sector. Finalmente decidió avanzar por la derecha que tenía mejores cubiertas, ordenó a dalrymple, jefe del 1er pelotón establecer una base de fuego en la posición conquistada por la Compañía Flanco Izquierdo; desde allí los Lanza cohetes de 84 y 66 mm deberían suplir las armas pesadas y apoyar el asalto.
Mientras iniciaban su avance, nosotros nos redistribuímos en las rocas; el Cabo Fernandez a la derecha con su grupo (en la parte mas baja) el Grupo del Cabo Palomo en el centro, mezclado con el grupo del Cabo 1ro Zapata. Yo me quedé con la ametralladora de Horisberger (mientras le referia blancos importantes como armas antitanque o ametralladoras) y el Sarg Hectorjuan Echeverria con la MAG de Oscar Ismael Poltronieri disparaban a los suyos del otro lado del dispositivo.
Mi segundo al mando, Sarg 1ro Jorge Daniel Corvalan, se colocó en el centro y en la altura (mas tarde esto sería salvador para todos).
El tiempo pasaba, el fuego arreciaba sobre nosotros y los escoceses no lograban avanzar; el Cap Bryden, segundo de la Compañía británica junto con el Tte Robert Alasdair Davidson Lawrence y 12 hombres lograron establecer una base de fuego siguiendo la línea de alturas cercana a nuestra posición, pero pudimos detectarlos y abrir fuego con nuestra ametralladora y fusiles pudimos detenerlos. El pelotón del Teniente Mathewson avanzó por la parte mas baja, derecho hacia la posición del Cabo Fernandez, pero se vió detenido tambien.
fué el "momentum" del combate... el próximo paso, la balanza debería inclinarse hacia uno u otro lado...
El ataque principal sobre la posición que definiría la guerra, ejecutado con el apoyo de dos fragatas, dos regimientos de artillería, y una abrumadora superioridad numérica, se veía detenido por el fuego de un pequeño pelotón de infantes en el sector este del Monte Tumbledown....
El escocés Pengelly trató de alcanzarnos para arrojar granadas pero tambien fue detenido de un disparo. Nuestras ametralladoras disparaban con bastante buena precisión y Horisberger cambió por primera vez su cañón recalentado por las ráfagas.
El Cap Bryden (que había sido detenido un rato antes) pudo avanzar por el centro con el pelotón del Teniente Lawrence pero el fuego detuvo su avance; Los soldados McEnteggart, Harkness y el mismísimo Teniente Lawrence fueron heridos (este último encabezó valientemente el asalto buscando quebrar nuestra posición y liderando a sus hombres, cayó con un disparo en su cabeza). El Sarg McDermid y el Cabo 1ro Richardson abrieron el fuego exponiéndose para poder recuperar a los heridos entre ellos el Cabo Ian Morton. Los soldados de la 3ra sección, mi sección, lejos de asustarse, mantenían la posición y administraban exitosamente su munición. Tuve la suerte que todo lo que hacía eran automático: no pensaba ni meditaba, solo ordenaba, refería blancos o disparaba, es decir, eramos el resultado de lo que se había esperado de nosotros como infantes: obrar por reflejos y hacer lo que habíamos practicado muchas veces durante la paz, cada cual sabía que debía hacer.
El aire de la madrugada parecía caliente, las explosiones y rafagas trazantes se cruzaban y las explosiones que provocaban los lanza cohetes británicos parecían bolas de fuego pero nadie retrocedía.
El Jefe de Batallón escocés, comprendió que debía evitar la llegada de la luz, el ataque estaba retrasado y peligraba la operación. Aún faltaban dos fases mas: el 1er Batallón del 7mo Regimiento de Gurkhas debía avanzar hacia Monte William y finalmente el 1er Batallón de Guardias Galeses avanzar sobre Sapper Hill, pero primero debía cumplir su propia misión. Decidió armar una base de fuego con el pelotón de ametralladoras de todas las compañías y reforzó al segundo pelotón con una sección de fusileros de la sección de Dalrymple; esta acción abrió el camino al 2do Pelotón al mando del Sarg Robertson quien logró acercarse para lanzar granadas.
Desde la ametralladora de Horisberger, observamos el movimiento y los cohetes que disparaban que nos pegaban demasiado cerca y sentíamos su calor; me corrí un par de metros adonde se encontraba el soldado Gomez con un apuntador de lanzacohetes de 90mm y le referí el blanco, este me dijo que ya no le quedaban mas proyectiles por lo que le contesté "entonces tiralo *********** y empezá a tirarles a estos ***"
Volví a la ametralladora justo cuando nos llegaba una ráfaga, Horisberger estaba regulando los gases porque su ametralladora estaba empezando a fallar, nos agachamos y al pasar la ráfaga y los cohetes, observé que Horisberger no se levantaba para responder; Sergio G. Regimiento Seis y Di sciulo me informaron que este estaba herido; me acerqué cuando emitía sus últimos respiros... lo corrimos hacia un costado, Gonzalez se hizo cargo de la Mag y perdimos contacto con Andreacola, su abastecedor.
El fuego quedó a cargo de la segunda ametralladora, a cargo del sold Oscar Ismael Poltronieri que se encontraba mas hacia la derecha, cada una de sus ráfagas era replicada por otra de la ametralladora del Cabo 1ro Campbell.
El Jefe de compañía británico, Mayor Price, había reforzado la posición con gente de los 2 pelotones restantes. Los ingleses alcanzaron nuestras posiciones y no nos quedaba casi nada de munición, ningun cohete para los cañones de 90mm y tampoco granadas de mano ni hablar de apoyo de fuego de morteros o artilería propios, ya su superioridad era absoluta, los Guardias escoceses, con valor y el ejemplo de los Jefes de pequeñas fracciones (pelotones y secciones) había logrado imponerse en el duelo.
Comprendí inmediatamente que estabamos aferrados por lo que solo quedaba disparar intentando una última resistencia... en su posición cayó el soldado Becerra (que era apuntador de FAP y al tirar en automático, lo confundieron otra MAG) alcanzado por un cohete posiblemente disparado por el Sarg Robertson. En el centro, cayeron heridos los soldados Duarte, Hugo Roberto Peralta y Pedro Francisco Adorno. Nadie retrocedía, pero claramente los escoceses ya habían ganado la partida; intentamos hacer un repliegue lo mas organizado que pudimos; en esos moentos el soldado Juan Domingo Rodríguez le pidió al Soldado Torres que lo cubriese mientras regresaba a recoger algunos elementos a su posición anterior, mientras avanzaba, disparó a su izquierda pero una ráfaga del Pelotón del Teniente Mathewson desde la izquierda lo mató en el acto.
El sector donde me encontraba (la izquierda del dispositivo) había sido superado; ahora el sector derecho solo debía sostener la posición y el repliegue (los Grupos de Marco Fernandez y el Cabo Palomo) el soldado Bordón fué el último en caer muerto en esta acción, mientras soldados del Pelotón de Lawrence (ya herido) alcanzaban su posición. El soldado Pedeuboy cayó cerca de él herido con su fusil en la mano al igual que el "negro" Ramos mientras trataba de desprenderse... tampoco pudo evadirse el "flaco" Raul Delfino y quedó aferrado ya casi sin munición... fue tomado prisionero
La situación desde el sector de nuestra Compañía a unos 500 metros se veía desesperante, el Mayor Oscar Jaimet envió a la segunda sección del Subteniente Aldo Francco a intentar desaferrarnos; tambien infantes de nuestra sección de morteros de 81 mm (uno de sus Cabos, Juan Antonio Barroso, con algunos de sus soldados se había destacado en el combate anterior de Dos Hermanas frente a los commandos de los Royal Marines) y de la 1ra Sección del Subt Guillermo Corbella. Todos trataron de alcanzar nuestro sector.
Fue salvadora la acción de otro valiente, el Subt Guillermo Robredo, que junto al sold Beto Brito y otros mas, ocuparon una posición en el puesto observatorio de la infantería de marina con una ametralladora intentando cubrir nuestro repliegue.
Este último, posibilitó el desprendimiento de los que pudimos. Cuando no encontraba camino posible entre las ráfagas y explosiones, escuché al Sarg 1ro Jorge Daniel Corvalan gritando "por acá". Una vez que cruzamos hacia la pendiente descendente, el combate estaba definido, ya había llegado el día... comenzabamos a reunirnos en la base mientras atrás, en la "silla" entre William y Tumbledown, el Grupo Morteros del Regimiento 6 comenzaba su repliegue, mientras observaban al enemigo y trataban de rescatar municiones para utilizar después, cayó, junto a sus camaradas Juan Angel Figueroa, Marcelo Fragati y Marcelo Vallejo, el valiente Azcárate.
Conquistado el objetivo, el Observador de artillería británico, Cpt Miller subió a nuestra posición anterior para referir blancos a la artillería británica (hoy se encuentra allí la "memorial Cross" en homenaje a los caídos de ambos bandos).
Apenas llegado el Jefe Británico,Teniente Coronel Scott, al ver que los argentinos nos replegabamos, le ordenó un alto el fuego. Eran las 0815 del 14 de junio.
El Cpt Bryden, segundo Jefe, quedó a cargo de la recolección de los heridos y de los prisioneros; los que podían caminar fueron llevados al puesto socorro en Goat Ridge y los mas graves, en helicóptero a San carlos. 7 soldados habían caído muertos, varios heridos y 14 prisioneros (incluidos los heridos) eran todo lo que quedó de mi sección.
En ese lugar, mientras los escoceses del comando de compañía (y los que hacían de policía militar) apuntaban a los prisioneros hasta que aclarase, los soldados de la 3ra sección no perdían el espíritu, pese a que habían esperado el amanecer al lado de los cuerpos de los valientes de esa noche.
En un momento en que los apuntaban, uno de los heridos preguntó al soldado Peralta que harían con ellos; este se miró con "la pantera" Duarte y se guiñaron el ojo mientras en voz baja lo asustaban diciendole que los fusilarían. Esta anécdota solo muestra el espíritu de estos valientes arribeños, es mas, cuando Duarte observó que tenía que caminar casi 2km, se tiró al piso haciendose el dolorido y logro lo evacuaran en camilla!!!
Entretanto, los pocos que pudimos replegarnos nos reunimos en la base de Sapper Hill donde estaban las últimas posiciones de los servicios del BIM 5. No había mucho tiempo para pensar; allí nos reunimos poco mas de una docena de la 3ra Seccion con una nueva misión que nos dió el Mayor Oscar Jaimet.
Nos juntamos con otro valiente arribeño, el subt Aldo Francco y algunos de sus soldados (recuerdo a Raul Arato y a Mario Giraldez entre ellos) y desde allí apoyamos el repliegue de algunas fracciones de los Regimientos 3, 7 y 25 que estaban del otro lado de la Bahía regresando con sus heridos de Wireless Ridge. Cuando cruzó uno de los últimos, el Subt Abel Aguiar con su gente, comenzamos a tratar de hacer el último kilometro hacia la ciudad. El soldado Echave, uno de los mas inteligentes y astutos de la sección, de sonrisa contínua, me pidió munición pero casi no me quedaba, él me respondió "deme la pistola que por lo menos me llevo un Johnny conmigo" a los pocos metros, cayó muerto junto con su amigo el soldado Balvidares.
Era casi el mediodía del 14 de junio... Agotados infantes entramos a Puerto Argentino tratando de destruir todo a nuestro paso, incluso con el subt Aldo Francco liberamos unos ovejeros alemanes que corrieron hacia la ciudad y le disparamos al motor de un camión y el del helicóptero de prefectura en la entrada al pueblo. Pasado el mediodía, el combate había terminado y todo era silencio....
Esa noche, en la oscuridad de una cueva, me oculté en las sombras sintiendome el mas perdedor de los jefes... no quería ser reconocido por mis suboficiales y soldados por haberles fallado... a medianoche, un grupo de ellos se me acercó, creí que venían a increparme por mi fracaso... al llegar a mi lado me pidieron que me levantase... ahí me dí cuenta que mis codos y rodillas estaban completamente hinchados y no tenía fuerzas, me levanté como pude y me abrazaron diciendome "feliz cumpleaños mi subteniente", allí rompi en llanto, liberé tanta frustración, el dolor de los muertos, el combate perdido, en definitiva, la derrota. Fue una de las pocas veces que lloré en mi vida pero fue una tremenda lección: ellos me sostuvieron cuando las cosas estaban bien...y lo hicieron en la derrota. En ese mismo instante, en el hospital de campaña de Ajax bay, otro jefe de sección, que tambien cumplia años y había combatido valientemente, luchaba por su vida en la mesa de oeraciones: el Teniente Robert Alasdair Davidson Lawrence.
20 días después, el 5 de julio, día del paracaidista británico, un cabo de ingenieros anfibios de infantería de marina junto a un cabo de ingenieros británico, obtuvieron permiso para recoger a los bravos arribeños caídos esa noche; los encontraron con su armamento y sus cargadores vacios, testimonio inequívoco de su valor. Sus cuerpos fueron trasladados al cementerio temporario en Ajax Bay y una sección de zapadores británicos, un capellán, un corneta y un gaitero de los guardias escoceses les rindieron honores militares. Los soldados británicos salieron de sus posiciones de descanso y saludaron militarmente a los 7 caídos de esa noche; no partieron solos al cielo de los soldados. Ese gesto nos hizo miembros de la misma hermandad por siempre.
Para nosotros, unos días antes, al regresar en el Buque Bahía Paraíso, la guerra había terminado, pero ignorábamos que comenzaba otra peor: luchar para que nuestra Patria no perdiese la memoria de sus valientes soldados y contar su historia. Se había combatido cerro por cerro, posición por posición y roca por roca...
Yo en particular, al llegar a Puerto, dejaba de ser su Jefe de combate y pasaba a ser su hermano de la guerra, pero ignoraba que un jefe nunca se libra de su responsabilidad y debía contar su historia y ser la voz de esos guerreros arribeños que hoy no tienen voz. Nuestros soldados pelearon valientemente en un feroz combate y le dieron honor a esa derrota sin padre, mas aún!!! lo libraron aún cuando sabían que estaba perdido... pocos guerreros del mundo hacen algo así.
Los caídos y los que regresamos, somos orgullosos padres de ella. Por eso, mientras un "arribeño" tenga vida (y el resto se vaya sumando al pelotón que espera en el cielo de los soldados), con voz enérgica contará nuestra historia!!
Y seguramente, cada año, muchos mas argentinos se emocionarán orgullosos de pertenecer a esta tierra maravillosa y servir a su Bandera como aquellos Bravos de Malvinas... orgullo de soldado, orgullo de guerrero...esto no puede quedar en el olvido...".
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador
LA LEGISLATURA PORTEÑA CONMEMORA EL BAUTISMO DE FUEGO DE LA FUERZA AÉREA ARGENTINA


El diputado Eduardo Santamarina presentó un proyecto que fue aprobado en el recinto con el objetivo de rendir homenaje a los héroes y protagonistas de la historia nacional
Por Lic. Florencia Sosa / Fotos: Sol. Vol. Melina Fernández



El 16 de junio, el diputado Eduardo Santamarina fue recibido por el jefe de Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina (FAA), brigadier general “VGM” Enrique Víctor Amrein luego de la aprobación de un proyecto en la Legislatura Porteña para conmemorar el 35º Aniversario del Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina, evento que se registró el 1 de mayo de 1982 durante el Conflicto del Atlántico Sur.

En la reunión también estuvo presente el director general de Salud, brigadier “VGM” Eduardo Daghero; el secretario general de la FAA, brigadier José Videla y el asesor del diputado, Guillermo Leguizamón.

El objetivo de esta iniciativa es rendir homenaje a los héroes y protagonistas de la historia nacional. En el proyecto también se destacaron los hitos más importantes del legado de la Institución y las actividades que realiza la Fuerza Aérea Argentina en la actualidad.

En diálogo con Noticias en Vuelo, el legislador manifestó: “Me pareció oportuno establecer este beneplácito por esta conmemoración, una acción heroica que tuvo la Fuerza en la Guerra de Malvinas donde nuestros pilotos cumplieron con gran eficiencia y con gran heroísmo la labor de defender parte del territorio argentino”.

Durante su visita, el diputado entregó una un diploma al titular de la Institución para sellar este recuerdo. Por su parte, el brigadier general Amrein le obsequió el libro “Aviación Argentina” de Ezequiel Martínez.
 
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