Los votos en blanco son validos. Pero, por definición, no se cuentan a la hora de distribuir los escaños. Son votos validos no afirmativos.
Sólo se contabilizan los votos afirmativos válidamente emitidos, es decir, los votos para listas de candidatos concretas.
El hecho de que no se contabilicen los votos en blanco obviamente tiene consecuencia en cómo se distribuyen los escaños en un sistema de representación proporcional.
En el caso del sistema de distribución D’Hont, los votos en blanco contribuye a que los partidos mayoritarios obtengan más escaños. Vale notar que el ausentismo tiene consecuencias similares.
En el sistema de suma cero (como es la elección de un presidente, un gobernador o un intendente), también favorece al que va primero, ya que contribuye a acrecentar sus diferencias frente al que va segundo y este, a su vez, respecto al tercero. Y así sucesivamente. Esto influye en el tema del balotaje, cuando corresponde.
Pero, en última instancia, lo único que importa aquí es el que gana, aunque sea por un único voto.
Para una explicación más clara de las matemáticas implicadas:
Aunque el video aplica a un ejemplo concreto en España. Es exactamente igual en el caso de Argentina.
Por todo ello, algunos partidos gobernantes con dificultades para mantener su mayorías y ganar una elección, en el pasado han puesto en prácticas estrategias de marketing políticos destinadas a que los ciudadanos descontentos voten en blanco, anulen su voto o, simplemente, se ausenten. Cualquiera de estos votos son más beneficiosos para la coalición gobernante que votos válidamente emitidos a favor de cualquier partido opositor.
Ahora bien, en las elecciones se presentan un sin número de partidos, incluso extremos anti-sistemas (desde la extrema izquierda a la extrema derecha). Por tanto, un ciudadano descontento con el partido gobernante tiene dos opciones para perjudicarlo.
La primera y más obvia, votar a los partidos opositores que cree que lo representa y que, además, tienen posibilidades de ganar. También llamado “voto útil”. Nada le duele más a quién gobierna.
La segunda, suponiendo que no le satisface como manejan la cosa publica todos los partidos hegemónicos (es decir, tanto el partido gobernante como los opositores con posibilidades de alternarse en el gobierno), puede optar por alguno de los partidos extremos del espectro político. No ganara las elecciones (con suerte, contribuirá a que esa postura minoritaria adquiera representación en el parlamento, lo cual también es importante) pero evitará contribuir a aumentar la ventaja del que gana y, en consecuencia, mantener y hasta reforzar el
statu quo que no le satisface.
Excepto que sea un partido tan pequeño que quede por debajo del piso del 3%. En ese caso, tampoco se contabilizan y matemáticamente termina siendo parecido a los votos en blanco. Así que, incluso en este caso, es mejor un voto “mínimamente útil”.
En pocas palabras, los votos en blanco, los votos nulos, el ausentismo e, incluso, los votos a partidos insignificantes, son votos de ciudadanos descontentos que terminan contribuyendo a que el partido gobernante se mantenga en el poder y, en consecuencia, que las cosas que no les satisfacen se mantengan sin cambios.