Oriundo de San Juan, nació el 15 de Febrero de 1811 bajo el nombre de Faustino Valentín Sarmiento. Fue conocido como Domingo Faustino, nombre que asumió en homenaje al santo de la familia. Hijo de José Clemente Quiroga Sarmiento, arriero de mulas y peón ocasional, comprometido soldado de las causas independistas; y de Paula Albarracín, mujer fuerte y emprendedora.
Cursó sus estudios en la Escuela de la Patria de su ciudad natal. En 1823, luego de tratar vanamente de ingresar al Colegio de Ciencias Morales en Buenos Aires, trabajó como asistente del ingeniero Víctor Barreau, en la Oficina de Topografía de San Juan. Con la victoria federal de 1831, Sarmiento fue desterrado y emigró a Chile, donde se formó en idiomas, historia, derecho; trabajó como profesor y en las minas.
En 1836, mientras se desempeñaba como minero, contrajo fiebre tifoidea y, a pedido de su familia, el entonces gobernador, Nazario Benavídez, le permitió volver a San Juan. Posterior a su recuperación, Sarmiento dio inicio en su provincia natal a una labor dentro del ámbito intelectual, educativo y político en pos de la construcción de la Nación.
En este sentido pueden mencionarse algunas acciones icónicas del Sanjuanino: fundó el periódico «El Zonda», escribió la icónica obra “Civilización y barbarie”; narró su vida en “Recuerdos de Provincia”. En 1856 fue concejal fundador de la Municipalidad porteña; director de escuelas hasta 1862; senador porteño durante tres años; Jefe de Estado Mayor del Ejército Bonaerense de Reserva, Ministro de Gobierno del General Mitre, Gobernador de la provincia de San Juan hasta 1864 y Presidente de la República de 1868 a 1874.
Una Marcha en su honor
“Con la luz de tu ingenio iluminaste;
la razón, en la noche de ignorancia.
Por ver grande a tu Patria, tú luchaste;
con la espada, con la pluma y la palabra.”
El himno creado en su honor, fue compuesto por Leopoldo Corretjer en el año 1943. “La espada, la pluma y la palabra” dan cuenta de los modos en que Sarmiento luchó por la concreción de su proyecto de Estado. La canción constituye una representación casi biográfica sobre aquel imaginario creado socialmente sobre su figura.
La “espada”, da cuenta de la fuerza, de sus actos dentro de la milicia no sólo por el heroísmo demostrado en la victoria de la Batalla de Caseros de 1852, sino también por los centenares de leyes, decretos y resoluciones firmados durante sus funciones como Gobernador de San Juan y como Presidente de la Nación. La “pluma y la palabra” remiten al poder que brinda el conocimiento. La metáfora habla de una lucha por la educación y la cultura: punto de partida de cualquier aspiración.
Para él el Estado era la única forma viable de organización política y advirtió en las Fuerzas Armadas un factor útil de orden que, apoyado en la disciplina interna, el respeto por las jerarquías y la división de funciones, contribuiría a establecer definitivamente la supremacía de la sociedad por sobre el individuo; a unificar al país.
Profesionalizar el Ejército fue una visión sobre la que empezó a trabajar en San Juan cuando era gobernador y que luego pudo plasmar al ocupar el sillón presidencial. El militar de conocimientos complejos e integrales surge en el pensamiento de Sarmiento y a esos objetivos responde la creación del Colegio Militar en octubre de 1869.
El perfil que dio a las instituciones militares tuvo como norte la profesionalización del soldado. Aparece un interés incesante por la impartición de conocimientos técnicos: en el pensamiento de los militares no podía faltar una comprensión geopolítica y una visión estratégica. Como él mismo advertía, la guerra científica reemplazaba sin solución de continuidad a la guerra intuitiva, diluyéndose aquel soldado mientras se materializaba otro de mayor preparación.
Dentro de su visión, consideraba el Río de la Plata como punto neurálgico de los intereses argentinos, y precisamente sobre esta base, pensó el proyecto de la Marina que quería para el país. Así, surge la incipiente idea de contar con una modesta escuadrilla de acorazados de río y se sintió particularmente inclinado a ver en el torpedo la solución más pronta y viable para resolver el problema de la defensa naval argentina.
La ley de armamentos sancionada en mayo de 1872 para la compra de armas portátiles de precisión y de tres buques de guerra con sistemas de avanzada para la época, abría un camino de realizaciones impensado. Ese mismo año y sobre la base del ejemplo del Colegio Militar, fue creada la Escuela Naval Militar.
Había que organizar la Marina en función de la adquisición de los primeros buques de guerra y esa visión superadora de formación. La escuela comenzaría a funcionar en el viejo vapor “General Brown”, de pobres condiciones y sin ninguna aptitud para el combate, pero que en su modestia se mostraba adecuado para el aprendizaje de los primeros conocimientos marineros.
Sobre el rumbo dispuesto, y en coincidencia con ese espíritu, también se estableció en Zárate el primer Arsenal y Parque de Artillería de Marina. La elección del lugar respondió naturalmente a la defensa del Río de la Plata, y todas las consideraciones giraron alrededor del apoyo que podría brindar a las unidades de río dispuestas en el Paraná, el Uruguay y en Martín García, isla a la que además artilló con cañones costeros Rodman traídos de Estados Unidos, que por su calibre –381 mm, 500 libras– eran capaces de dañar el blindaje de los buques y cubrir los canales de acceso a los ríos interiores.
En la vida de Sarmiento, cada pensamiento se transformaba en acción; y ello quedó evidenciado en todos los ámbitos donde incursionó. Para él, la educación habría de ser el origen, y su realización, el instrumento en la construcción de un estado moderno. A la organización de la política, de la justicia y de la administración en general, sumó un interés en torno al fortalecimiento del Ejército y de la Armada.
Créditos: Gaceta Marinera Digital