Este sistema de propulsión eléctrica desarrollado en Francia cabe en una caja de 10 centímetros de ancho, largo y alto; y a pesar de su pequeño tamaño pudo mover un satélite chino en la órbita.
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La empresa ThrustMe, con sede en Francia, ha probado con éxito en condiciones orbitales un sistema de propulsión eléctrica a base de yodo. Los resultados de la primera prueba confirman que este elemento químico es una alternativa viable al uso de xenón en los motores iónicos y también que una "miniaturización extrema del sistema de propulsión" es posible, según
afirma un comunicado corporativo.
Se trata de una tecnología imprescindible para desplegar en el espacio constelaciones de satélites y operarlas, corregir las órbitas de algunos de estos satélites para evitar colisiones y desorbitarlos cuando sea necesario. Debido al tamaño compacto, los satélites tienen una limitada capacidad de generación de energía y los ingenieros se esfuerzan para
maximizar la relación empuje-potencia en sus sistemas de propulsión, es decir aumentar su eficiencia.
El propulsor NPT30-I2, de solo 10 centímetros de ancho, largo y alto fue puesto en la órbita por un cohete chino de la serie Larga Marcha 6 en noviembre del año pasado. Allí, a una altura de aproximadamente 480 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, se encendió en varias ocasiones, ya a bordo del satélite Beihangkongshi-1, y, efectivamente, ha demostrado el buscado aumento en el rendimiento y la capacidad de mover el propio satélite.
Desde entonces, la empresa ha estado analizando meticulosamente los datos del monitoreo de este sistema de propulsión que llegaban desde el satélite y comparando los resultados con las mediciones hechas desde la Tierra. Así
se ha confirmado que el sistema es operacional, muestra el rendimiento esperado y los cambios orbitales bajo los efectos del encendido del motor de yodo se corresponden con las predicciones.
Cambios "revolucionarios"
En comparación con el uso de xenón, el rendimiento del motor con yodo presentó
una mejora de casi un 50 %, precisó el cofundador y director de tecnología de ThrustMe. "El yodo es significativamente más abundante y más barato que el xenón y tiene la ventaja adicional de poder
almacenarse sin presión en forma sólida", explicó. A su vez, el combustible de xenón debe almacenarse a una presión que ronda normalmente 100-200 veces la atmosférica.
Debido a esta ventaja para su conservación, la densidad de almacenamiento de yodo resulta casi tres veces mayor que la del xenón y nueve veces mayor que la de otro elemento alternativo, el criptón. Esta propiedad, según Rafalskyi, ha permitido
desarrollar los "revolucionarios" sistemas de propulsión, simplificarlos y miniaturizarlos considerablemente.
Un
reciente artículo científico de este ingeniero y sus colegas, publicado en Nature, aborda tanto los resultados de esta primera prueba orbital, como los desafíos y las necesidades cambiantes que enfrenta la industria espacial hoy en día.
Los estudios de yodo como combustible espacial se han llevado a cabo durante los últimos 20 años, tanto en Francia, como
en Rusia y EE.UU., entre otros países. Varias universidades, empresas y agencias espaciales han estado envueltas en la búsqueda de soluciones apropiadas para su uso, pero hasta el momento no se ha lanzado ni probado en el espacio ningún otro sistema de propulsión con yodo.