Darle la espalda a la defensa es darle la espalda al desarrollo de la nación
Por Santiago Rivas
A comienzos del pasado mes de diciembre, durante una videoconferencia realizada para el medio Financial Times, consultado sobre las ofertas de armamento efectuadas a la Argentina por parte de China, especialmente los aviones de combate JF-17 Block III, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, declaró que la “Argentina tiene que destinar sus recursos a cosas más importantes que a la compra de aviones militares. Estamos en un continente muy desigual, pero no hay problemas de guerra, la paz es el común denominador entre nosotros y se busca la unidad entre los países… para nosotros hay otras prioridades que comprar armas”, dejando claro que su gobierno no tenía intención de comprar armamento. Si bien el ministro de defensa luego intentó arreglar la situación al decir que “las grandes compras argentinas se harán con financiamiento externo”, esto no cambia lo que declaró Fernández, primero que todo, porque todas las grandes compras siempre se hicieron con financiamiento y porque ese financiamiento, de cualquier manera, lo termina pagando el estado. Por otro lado, el presidente no habló de que el país no podía comprar aviones militares por un problema de financiamiento, sino que dejó en claro que la compra de armamento no era una prioridad. En otras palabras, el problema no es cómo pagarlo, sino que no interesa comprarlo. La sinceridad de Fernández solo tiene una diferencia con todos los que gobernaron en los últimos 40 años: es el único que se anima a decir lo que todos hicieron, que ha sido dejar a la defensa como última prioridad del estado.
Por otro lado, mientras Fernández plantea que se vive en una zona de paz, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, que ha sido anti militarista en toda su carrera política, además de haber estado en las filas de la guerrilla, anunciaba la contratación de fragatas, buques patrulleros y logísticos, la compra de sistemas antiaéreos, blindados y la selección del Dassault Rafale como próximo avión de combate para la Fuerza Aérea Colombiana. Si tomamos todo eso en su conjunto, es una de las mayores inversiones de defensa hecha por un país latinoamericano en un período tan corto. A su vez, otro gobierno izquierdista como el de México, cercano a la postura de Fernández, decidía hacer el uso de toda la fuerza posible contra los narcos en Culiacán, empleando aviones Texan en misiones de ataque y helicópteros Black Hawk con minigun para ametrallar a grupos de criminales, entendiendo que de no actuar con fuerza el estado perdía su capacidad de hacer valer la ley.
América Latina no es una zona de paz, sino una de las regiones más inseguras y violentas del planeta (seis de los diez estados con las mayores tasas de criminalidad del mundo son de América, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito). Que no haya conflictos convencionales no es sinónimo de paz, en América Latina mueren más de 100.000 personas por año a causa de la inseguridad. Hoy la región vive el crecimiento de bandas criminales que ya actúan casi como estados feudales, logrando tener el control de pequeñas zonas, como ocurre en México, Colombia, Venezuela, Perú, en las favelas de las ciudades de Brasil y en pequeñas áreas de Paraguay, Ecuador, Guatemala y Honduras, entre otros, mientras que, en el sur de Chile y Argentina, argumentando reivindicaciones de pueblos originarios, grupos de delincuentes intentan apropiarse de tierras y tomar el control de espacios. A la vez, los espacios marítimos de casi toda Sudamérica son depredados por flotas pesqueras extranjeras y se han convertido en una autopista para el paso de drogas y otros productos ilegales, debido a la incapacidad de los estados de controlar las aguas.
La inseguridad frena el desarrollo, aleja inversiones y a las personas emprendedoras y capacitadas, que prefieren irse a zonas más seguras.
La participación argentina en la Guerra del Golfo no supo ser aprovechada al no darle continuidad en el tiempo a la política exterior ni llevar adelante una inversión en defensa que permita mantener este tipo de actividades.
Sin proyecto de país no hay defensa
Las declaraciones de Fernández que, como indiqué más arriba, solo atestiguan la actuación de todos los gobiernos en la Argentina desde hace al menos 40 años, tienen la gravedad de demostrar que los gobernantes no comprenden de política internacional y carecen de un proyecto de país. Esto no ha sido un problema solo del actual gobierno, que se ha jactado incluso de no tener planes y en los hechos ha evidenciado no tenerlos en absoluto, sino que ha sido una constante de todo este tiempo en todos los partidos políticos (y no solo en la Argentina, sino en toda América Latina) y todo parece indicar que será el caso en el gobierno que asuma en diciembre próximo, ya que ningún posible candidato ha dado muestras de tener un plan o un proyecto de país. Algún partidario podría decir que lo tienen y no lo dicen, pero supuestamente la gente vota al que tiene el mejor plan, por lo que no tendría sentido esperar ser votado si no se dice lo que se va a hacer. Si no dicen qué harán es porque no lo saben y si son políticos y no han podido generar planes es porque no les interesa hacerlo. No hay otra explicación posible.
¿Hacer un proyecto de país es tan difícil? Ciertamente no, requiere de pensar hacia dónde se quiere ir como nación para generar un desarrollo que a su vez permita el mayor desarrollo individual de la mayor cantidad de habitantes a través de generar las condiciones para que esto suceda, y eso se hace a través de políticas que brinden las mejores condiciones para que haya inversión y trabajo. Lleva algo de tiempo y trabajo y buscar a las personas adecuadas en cada área, pero no es algo demasiado difícil.
La participación en Misiones de Paz es una forma de mostrar la voluntad de un estado de colaborar para garantizar la seguridad en el escenario internacional.
Para hacer un proyecto de país es necesario conocer dónde el país es fuerte, cuáles son sus oportunidades y pensar qué hay que hacer para desarrollar esas ventajas, conocer la realidad de cada sector productivo y qué necesita para mejorar, así como entender cuál es su potencial y hasta dónde se justifica apostar por cada sector. Entender además qué infraestructura necesita desarrollar el país para facilitar el desarrollo, así como invertir en mejorar el sistema educativo para tener la mano de obra más capacitada, ya que de nada sirve tener la infraestructura y los recursos si la sociedad no sabe cómo producir.
Pero, además de condiciones económicas, educativas e infraestructura, el desarrollo se genera solo si existe seguridad. Y la seguridad no es solo tener un policía en la esquina, la seguridad de una nación abarca muchas capas que empiezan por, como dijo el ex ministro de defensa de Brasil Nelson Jobim “poder decir que no cuando haya que decir que no”.
Para pretender ser algo relevante en el mundo tenemos que mostrar la determinación de proteger nuestros intereses y los de aquellos que apuestan en nosotros, así como los de nuestros aliados
Las medidas económicas tienen asidero cuando detrás hay un sistema que provee seguridad dentro de las fronteras, pero también, cuando una nación crece y participa en el mundo, pesa el aporte que ésta puede hacer a la seguridad internacional, así como la defensa se sus intereses en el mundo, lo cual puede implicar, por ejemplo, la protección de la marina mercante en cualquier lugar del planeta o la evacuación de ciudadanos nacionales en una crisis en otro país, así como participar en fuerzas de paz o coaliciones.
Vivimos en un mundo globalizado y donde el desarrollo está en el comercio internacional, que depende de las medidas que los estados tomen para mantenerlo seguro. Podemos decir que la piratería en Somalia no nos afecta, pero, de no ser porque países, incluyendo vecinos como Brasil, participan en combatirla, los mares no serían seguros, eso volvería excesivamente caro el comercio internacional y, por ende, todos los productos, afectando el crecimiento económico de todas las naciones. Lo mismo sucede cuando hay guerras, no importa qué tan lejos estén, como hemos visto que la invasión rusa a Ucrania elevó el precio de la energía en todo el planeta.
Como indiqué en columnas anteriores, el mundo valora a un estado por la decisión de éste de proteger sus intereses y los de quienes confían en él, sean inversores o sean países aliados. Las Fuerzas Armadas, por ende, no están solo para defender al país cuando hay una guerra, sino que tienen como misión principal ser un instrumento del estado para participar en el escenario internacional, mostrando la voluntad nacional de defender sus intereses y los valores que defiende esa nación.
Sin defensa no hay desarrollo
Cuando un presidente o un partido no comprenden para qué están las Fuerzas Armadas y se refieren a ellas como algo que está solo para defenderse en una guerra o asistir a la comunidad, están demostrando que son ignorantes de política internacional, que no comprenden en absoluto cómo los estados defienden sus intereses ni por qué ningún estado se desarrolla si no defiende esos intereses. Si un político ignora estos principios, no está capacitado para dirigir un país, por eso no sorprende que una región que ha dado la espalda a su defensa también le haya dado la espalda al crecimiento y el desarrollo.
China comprendió que no podía desarrollarse económicamente si no acompañaba ese desarrollo con el de sus capacidades de defensa
Hoy vemos que los políticos, y también quienes se dedican a las relaciones internacionales en América Latina, están convencidos de que todo se puede alcanzar a través del soft power, debido a la idea totalmente errada de que la falta de grandes guerras desde la 2º Guerra Mundial demuestra que el poder militar no es el que define las relaciones entre países. Sin embargo, desde 1945 a 1989 las relaciones entre todos los países estuvieron marcadas por la disputa entre dos bloques, donde la amenaza del uso de las armas, especialmente las nucleares, fueron lo que definió todas las políticas. Desde entonces y hasta hace muy poco, esa amenaza se mantuvo por parte solo del bloque occidental, mientras que en los últimos años se volvió a un balance entre poderes, con una Rusia que intentaba recuperar su peso y una China que está de a poco ocupando el lugar que alguna vez tuvo el bloque soviético.
China ha aprendido bien de occidente que el soft power solo tiene éxito cuando detrás está la amenaza del uso de la fuerza, por eso desarrolla su capacidad militar a pasos agigantados, porque todas las potencias tienen una gran capacidad militar o forman parte de alianzas que cuentan con dicha capacidad.
Theodore Roosevelt planteaba , "habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos" ("speak softly and carry a big stick; you will go far") y eso es lo que normalmente hacen las grandes potencias, al menos en el último siglo, en que la diplomacia ha sido preponderante, pero siempre respaldada en el poder militar.
El soft power no se sostiene sin capacidad militar, es solo una manera de negociar sin el uso de la fuerza, pero la posibilidad de usarla siempre está presente cuando los estados necesitan hacer valer sus intereses. Es algo que cualquier político de las grandes potencias comprende fácilmente, pero pareciera una verdad no revelada aún para los de nuestras tierras.
Por Santiago RivasA comienzos del pasado mes de diciembre, durante una videoconferencia realizada para el medio Financial Times, consultado sobre las ofertas de armamento efectuadas a la Argentina por parte de China, especialmente los aviones de combate JF-17 Block III, el presidente de...
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