No fue azar la elección del sitio donde se construyó hace 127 años la Base Naval Puerto Belgrano. El estuario de la bahía Blanca ya era conocido desde la época colonial y se empleaba como refugio de navíos a los que sorprendía el mal tiempo en el mar.
También fue fondeadero de reserva de la Escuadra Nacional. Y en medio de las batallas del Río de la Plata, el Almirante Guillermo Brown utilizó sus aguas para las reparaciones y el alistamiento de algunas naves, lejos del escenario bélico.
Brown ya había enviado en 1824 al Coronel Francisco Seguí, al mando del bergantín “General Belgrano”, para hacer el relevamiento hidrográfico de la zona costera del interior del estuario de la bahía Blanca. Ahí descubrió que el sector de aguas profundas era apropiado como fondeadero.
En los primeros registros cartográficos, el sitio es señalado como “Bajos del Belgrano”, “Sonda del Belgrano” o “Puerto Belgrano”, que posteriormente darán nombre a la actual base; pero esa denominación tardará casi tres décadas en ser oficial.
Hacia fines del siglo XIX, el surgimiento de conflictos limítrofes que amenazaban la integridad territorial argentina embarcaron al gobierno nacional en una serie de adquisiciones de buques de guerra de última generación y de gran porte: los acorazados.
Con la llegada de los primeros de estas características comenzó a plantearse la urgente necesidad de un complejo portuario militar, al sur de la provincia de Buenos Aires, que concentrara en su seno diques, talleres y arsenales, y que permitiera el apoyo apropiado para estos modernos buques. No obstante, la idea de un puerto patagónico no era compartida por todos y la ubicación de este nuevo asentamiento naval era tema de fervorosa discusión política.
Fue la iniciativa del Centro Naval la que aportó una solución, cuando organizó un concurso para sus socios con el fin de determinar el lugar idóneo para la instalación del puerto militar que el gobierno anunciaba. La obra terminó ejecutándose donde el certamen lo propuso.
El ganador fue el entonces Capitán de Fragata Félix Dufourq, quien en su proyecto sugirió a Puerto Belgrano como el lugar apropiado, poniendo fin a las diferencias de opinión. Casi de inmediato, el Presidente José Uriburu envió al Congreso el proyecto de ley para establecer allí su construcción.
La Ley N° 3450 fue aprobada el 30 de noviembre de 1896, instituida como la fecha de creación del Puerto Militar, hoy conocido como la Base Naval Puerto Belgrano.
Fue recién el 2 de junio de 1923, cuando el entonces Presidente Marcelo T. de Alvear y su ministro de Marina Manuel Domecq García firmaron la Orden General N° 121, cuando se cambió el nombre de Puerto Militar por el de Base Naval Puerto Belgrano, en homenaje a aquel bergantín que llegó hasta estas costas en misión de relevamiento.
Si bien el Puerto Militar fue obra del pensamiento de Dufourq, la colosal tarea de su construcción fue producto de la capacidad del ingeniero italiano Luis Luiggi.
Las obras comenzaron oficialmente con la colocación del primer pilote de cofferdam en el Dique de Carena Nº 1, el 2 de julio de 1898. Esta fecha también es fundacional, ya que se la considera como la de creación de la ciudad de Punta Alta, vecina a la base.
A partir de ese año, progresivamente fueron inaugurándose las baterías en Punta Congreso para proteger el acceso al puerto, los muelles y los diques de carena, los edificios conexos como la Torre de Señales, el Hospital Naval, la Intendencia, los primeros Talleres, el ferrocarril estratégico, viviendas, escuelas, la oficina de Correo y Registro Civil, el cementerio, la Parroquia Stella Maris.
127 años después, la Base Naval sigue siendo el apostadero principal de los buques de la Flota de Mar, donde la obra de Dufourq y de Luiggi sigue prestando servicios, mejorada, convertida en el hogar de los hombres de mar que le dan sustento con su trabajo, y en un bosque de grandes magnitudes por la herencia del ingeniero italiano, que había dado a la forestación un acento superlativo.
El Puerto Militar fue producto no sólo de la necesidad estratégica de una época sino también de la coherencia en el pensamiento y en la obra entre el Gobierno Nacional y la Armada, esa cualidad de los estadistas que ven el progreso por encima de las dificultades o de los intereses del momento, y que es el motor que impulsa a los pueblos hacia adelante, hacia el desarrollo sostenido en paz y orden.
Créditos: Gaceta Marinera Digital