El 11 de enero de 1951, a los 92 años fallecía el Almirante Manuel Tomás Domecq García Ramos. Este oficial de la Marina de Guerra argentina tuvo una fructífera carrera dentro de la Institución en la que, durante sus inicios, cumplió importantes funciones en campañas hidrográficas e integró la comisión exploradora al río Iguazú.
Comandó, además, las unidades navales más importantes de la Marina de esa época y verificó la construcción en Gran Bretaña de la fragata ARA “Presidente Sarmiento”.
Su trayectoria lo llevó a tierras orientales al ser designado observador naval en la Marina de Guerra del Japón durante la guerra ruso-japonesa. Asimismo, se desempeñó como Ministro de Marina y durante su gestión se firmó la Ley de Armamentos Navales, que permitió dotar a la Armada de la Fuerza de Submarinos.
Estas son solo algunas de las experiencias que vivió este marino nacionalizado argentino nacido en Tobatí, República del Paraguay, el 12 de junio de 1859, quien con sólo nueve años de edad fue un sobreviviente de la masacre provocada en la batalla de Acosta Ñú durante la Guerra de la Triple Alianza.
El pequeño Manuel, tras quedar huérfano y prisionero del Ejército Brasileño, fue entregado a su tía, Concepción Domecq de Decoud, a cambio de dinero, y años después arribó a la ciudad de Buenos Aires.
Siendo adolescente, en 1877 ingresó a la flamante Escuela Naval Militar que funcionaba a bordo del vapor ARA “General Brown”, integrando la cuarta promoción, de la cual egresó como Guardiamarina en 1881, con excelentes calificaciones.
En sus primeros años como Teniente, entre 1881 y 1886, participó de varias de las expediciones de exploración por el vasto territorio terrestre, fluvial y marítimo para definir límites con las naciones vecinas, remontando los ríos Pilcomayo, Paraná e Iguazú, realizando relevamientos hidrográficos y consiguiendo para sí una importante experiencia y conocimiento del tema.
Integró la comisión argentina de límites con Brasil que, mediante el relevamiento de los ríos Pepiry-Guazú y San Antonio en 1886, logró establecer la verdadera línea demarcatoria de la frontera con ese país.
Unos años después, en 1893 arribó a Europa tras ser enviado para verificar la construcción de la fragata Presidente Sarmiento en el astillero de la empresa Laird’s Bros en Birkenhead. Mediante decreto, el 13 de septiembre de 1895, ya siendo Capitán de Navío fue designado comandante-inspector de la fragata a construirse, realizando incluso algunas modificaciones al proyecto original. Una vez que el buque escuela estuvo listo, retornó al país para ejercer como Jefe de la División del Río de la Plata.
Su destino lo llevaría nuevamente a Europa entre 1895 y 1896, cuando estuvo a cargo de retirar y conducir hasta el país al acorazado “Garibaldi”, construido en Génova (Italia).
Luego, al retornar al país fue director de la Escuela Naval Militar (1897), jefe de la Primera División Naval (1900) y director del Arsenal de Marina (1901).
Entre 1901 y 1904, regresó de nuevo a Génova cuando estuvo a cargo de la Comisión Argentina en Italia para la construcción de los acorazados “Moreno” y “Rivadavia”. Ambos buques, tras los Pactos de Mayo con Chile de 1902 sobre la equiparación del poder naval, fueron cedidos al Imperio del Japón.
En 1904, la Armada Imperial del Japón ofreció a la Armada Argentina un lugar para un observador militar durante la guerra ruso-japonesa, siendo designado Domecq García, quien participó en varias acciones bélicas a bordo de unidades japonesas, entre ellas la Batalla de Tsushima, la acción naval más importante y trascendental de esa contienda.
Este oficial argentino tuvo, además, la posibilidad de recorrer las instalaciones militares, navales e industriales de Japón, lo cual a su regreso pudo volcar en nuestra industria nacional. De esta experiencia escribió un informe que la Secretaría General Naval editó en 1908 en cinco volúmenes, con carácter de reservado y en edición limitada, que sirvió a los fines de actualizar nuestra escuadra, con la incorporación de acorazados de más de treinta mil toneladas.
Esta vivencia definió, además, una fluida relación bilateral diplomática y económica entre Argentina y Japón.
La compra de los acorazados
En los primeros años del siglo XX, Brasil y Argentina se vieron envueltos en una carrera armamentista que tenía como finalidad el predominio de la región.
En 1906, el Brasil encargó la construcción de los acorazados Minas Gerais y Sao Paulo (que le fueron entregados en 1910). Esa noticia desató la preocupación de la dirigencia política y militar argentina. Ante los hechos, el presidente José Figueroa Alcorta designó una comisión asesora presidida por el Contraalmirante Onofre Betbeder, integrada por el Almirante Rafael Blanco, el Vicealmirante Enrique Howard, y los Capitanes de Navío Félix Dufourq, Juan P. Sáenz Valiente y Domecq García –que ese año había regresado al país-.
A mediados de 1907, la comisión se expidió mediante un informe comparativo que evaluaba el poderío naval de ambas naciones en juego, demostraba las falencias de la escuadra argentina y asesoraba sobre el material naval a adquirir.
El 19 de mayo de 1908 Domecq García recibió las palmas del almirantazgo al ser ascendido a Contraalmirante, y el 17 de diciembre de ese año, tras arduos debates en las respectivas cámaras del Congreso argentino, el Senado aprobó la Ley de Armamento Naval Nº 6283.
Ese mismo año fue designado jefe de la Comisión Naval para estudiar propuestas de distintos astilleros que construirían buques para reforzar el poder naval argentino. Visitó Europa y Estados Unidos de Norteamérica, y encargó la construcción de los dos buques de guerra más grandes del mundo en ese momento: los acorazados bautizados ARA “Moreno” y “Rivadavia” (en reemplazo de aquellos cedidos al Japón), junto a otros buques de menor porte.
Luego de tres años, de regreso a estas tierras fue nombrado Comandante en Jefe de la Escuadra de Mar, y puesto al mando del acorazado “Moreno”.
Ya con el grado de Vicealmirante, al que ascendió el 27 de septiembre de 1916, comandó el acorazado “Rivadavia”, buque insignia argentino.
Ministro de Marina
En junio de 1922, fue promovido a Almirante y, tras su liderazgo de la Flota nacional, el 12 de octubre de ese año fue nombrado Ministro de Guerra y Marina de la presidencia del Dr. Marcelo Torcuato de Alvear.
La Primera Guerra Mundial había dejado un nuevo escenario internacional, al que debía considerarse en una nueva estrategia de defensa. Asimismo, la contienda había dado a conocer las ventajas de la aplicación bélica de nuevos adelantos tecnológicos. Eso obligó a la República Argentina a actualizar su Marina de Guerra.
No obstante, el campo de actuación fue más amplio que en los años anteriores. Influenciados por las ideas del Almirante Segundo Storni acerca de los intereses marítimos argentinos, se pensó en términos de poder naval. En efecto, la dirigencia política y las máximas autoridades navales articularon desarrollo del país y modernización del material naval, impulsando la explotación de los recursos marítimos y energéticos, y procurando la autosuficiencia del país en aquellos suministros considerados como críticos.
En efecto, por gestiones del entonces Ministro de Marina, el Congreso votó el 5 de octubre de 1926 la Ley de Renovación del Material Naval N° 11.378, que autorizaba al Estado Nacional la construcción de 3 cruceros ligeros, 6 destructores, material para reemplazar los acorazados de río, dos grupos de tres sumergibles cada uno y contemplar la construcción de la infraestructura necesaria para su reparación y mantenimiento en las tierras aledañas al puerto de la ciudad de Mar del Plata, el más apto por su proximidad a aguas profundas.
De esta manera, la Argentina incorporaba el arma submarina a su Marina de Guerra, al comprar los primeros submarinos de nuestra historia.
Los submarinos construidos en los Astilleros Tosi de Taranto fueron, por ese motivo, bautizados los “tarantinos”. Eran el ARA “Santa Fe”, botado en 1931; el ARA “Santiago del Estero” y el ARA “Salta”, botados al año siguiente, comenzando la tradición de nombrar a los submarinos como provincias argentinas cuyo nombre comienza con “S”. Las pruebas, que fueron numerosas y exhaustivas, terminaron en enero de 1933 con el mayor éxito.
Las naves arribaron a aguas argentinas el 7 de abril y el 13 de ese mes, la escuadrilla integrada por los tres flamantes submarinos fondeó frente a Buenos Aires para su presentación oficial. Fue revistada por el Presidente Agustín P. Justo, el Ministro de Marina Pedro Casal y los Almirantes Manuel Domecq García e Ismael F. Galíndez, que intervinieron en las gestiones que determinaron la adquisición.
Ocupando el cargo de Ministro de Marina, redactó además un acuerdo con Uruguay sobre la jurisdicción de las aguas que los separan; el proyecto de formación de la Marina Mercante argentina de ultramar; la construcción de un puerto en la bahía Uruguay y la remodelación del puerto de Quequén. Este último fue inaugurado oficialmente el 10 de diciembre de 1922 cuando finalizaron las obras iniciadas en febrero de 1911; ese día, el Presidente Alvear y una comitiva integrada, entre otros por Domecq García –a cargo de la remodelación-, inauguraron el ramal ferroviario al puerto, realizando el primer viaje entre la Estación y el Puerto Quequén.
Al mismo tiempo, durante su gestión, a fin de lograr una mayor calidad educativa en las escuelas navales, en 1925 se creó la Comisión Permanente de Escuelas, sucesora de la Inspección de Enseñanza de octubre de 1917, que estaba presidida por un profesor diplomado. Esta comisión tenía a su cargo el estudio y preparación de los programas para las escuelas, como así también el asesoramiento al Estado Mayor General sobre programas educativos y estrategias pedagógicas.
También dispuso la realización de los planos y otorgó los fondos necesarios para la construcción de la parroquia Stella Maris en Puerto Belgrano, cuya piedra fundamental se colocó el 20 de mayo de 1928.
El 2 de junio de 1923, como Ministro de Marina firmó junto con el Presidente Alvear la Orden General N° 121, cambiando el nombre de Puerto Militar por el de Base Naval Puerto Belgrano, en homenaje a aquel bergantín que llegó hasta estas costas en misión de relevamiento.
Con todo el prestigio ganado y con el reconocimiento de toda la Institución, se retiró de la actividad naval, luego de 58 años de servicio.
Falleció a los 92 años, el 11 de enero de 1951 en Buenos Aires y sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta. En su honor se bautizó al destructor torpedero ARA “Almirante Domecq García”, que participó del conflicto de Malvinas, y también el Astillero Ministro Manuel Domecq García, pensado para la construcción de submarinos. A 73 años de su fallecimiento, aún hoy seguimos la estela del legado que dejó, de incomparable visión estratégica para la Armada y la industria naval argentina.
Créditos: Gaceta Marinera Digital