El 18 de febrero de 1964, el Presidente de la Nación, Dr. Arturo Illia, firmó el Decreto 1032 por el cual se establecía el 22 de febrero de cada año como el “Día de la Antártida Argentina”, fecha en la que se debe izar al tope la bandera nacional en todos los edificios públicos de la Nación y realizar “actos alusivos a nuestros irrenunciables derechos de soberanía sobre la Antártida Argentina”. Conmemoración que quedó establecida por ley N° 20.827 un decenio después, en 1974.
De esta manera, se instituyó un día con la que podríamos recordar y honrar el hecho histórico de la ocupación permanente de las regiones antárticas como parte integrante de nuestro territorio nacional. La soberanía antártica se fundamenta en indiscutibles títulos históricos, originados en el descubrimiento, la conquista y la colonización españoles, en las actividades de los primeros navegantes argentinos que llevaron nuestra bandera a las regiones polares del sur, así como en su proximidad geográfica y de continuidad geológica.
Aunque la ocupación de la Antártida es anterior al presente siglo, ya que nuestros buques navegaron sus aguas y sus tripulantes recorrieron sus tierras desde épocas anteriores, fue la instalación del Observatorio Nacional Magnético y Meteorológico y del servicio postal de la Dirección General de Correos y Telégrafos Argentinos en las Islas Orcadas del Sur el 22 de febrero de 1904, un acontecimiento patriótico y científico clave por su significado y alcance.
Ese lunes, con 5 grados bajo cero, por primera vez flameaba la bandera argentina en un mástil clavado en el suelo del continente blanco. “Ya estamos en nuestra propia casa”, decía el diario personal de Hugo Acuña, el estafetero argentino encargado de izarlo en el Observatorio Meteorológico de las islas Orcadas del Sur, actualmente conocido como Base Antártica Conjunta Orcadas.
Hoy, 120 años después, ambas dependencias continúan en servicio constante y desde entonces se enarbola en forma permanente nuestra bandera nacional en el continente antártico.
Argentina conmemora este hecho histórico cada 22 de febrero, manteniendo la constante y firme defensa de los irrenunciables derechos de soberanía sobre nuestro territorio antártico y como un homenaje a todos los compatriotas que realizaron y realizan inmensos sacrificios para sustentar nuestra plenitud de soberanía territorial en aquellas regiones.
La Armada Argentina en la Antártida
Si hablamos de descubrimiento de la Antártida y sus aguas, debemos remontarnos a 1603, cuando el explorador español Gabriel de Castilla divisó unas islas, tal vez las Shetland del Sur. Más adelante varios descubrimientos oficiales tuvieron lugar en 1819, pero fue el foquero inglés William Smith quien alcanzó las islas Shetland del Sur.
La primera presencia argentina oficial en aguas antárticas data de septiembre de 1815, durante la Guerra de la Independencia, cuando el entonces Coronel de Marina Guillermo Brown, a bordo de la fragata Hércules, acompañada del bergantín Trinidad, fue arrastrado por un temporal al sur de la convergencia antártica y observó indicios de tierra cercana.
En 1820 dos expediciones, una rusa al mando de Fabian Gottlieb von Bellingshausen y otra estadounidense encabezada por Nathaniel Palmer, realizaron los mayores descubrimientos antárticos de la época. Aunque existen pruebas de que foqueros de diversas naciones, entre ellos rioplatenses, conocían y visitaban aquellas tierras en sus viajes de caza antes que los exploradores, no daban cuenta de ello para mantener el secreto y no atraer competencia.
A mediados del siglo XIX, con la llegada de los balleneros, arribaría también a la Antártida un joven marino argentino, Luis Piedrabuena, que en su segunda estancia en ese continente llegó a permanecer un mes en Bahía Margarita, al sur del Círculo Polar Antártico, donde hoy se encuentra la Base Antártica Conjunta San Martín.
Hacia finales del siglo XIX, fue la época donde más predominó la llamada “era comercial” por la incursión de expediciones balleneras, aunque también se comenzaron a realizar expediciones de carácter exploratorias. El Estado argentino desarrolló sus primeros planes en 1829 con un decreto nacional que determinaba la creación de la Comandancia Político Militar de las Islas Malvinas, cuyo aspecto fundamental era la protección y conservación de la fauna en las islas adyacentes al Cabo de Hornos, es decir en las islas antárticas.
En 1879 se creó el Instituto Geográfico Argentino, que posteriormente expondría a la Antártida como una prioridad de la exploración argentina. En 1880, el presidente Julio Argentino Roca dio apoyo a una expedición austral científico polar.
Ya en el siglo XX, el Estado argentino realizó diversas acciones que dieron prioridad al estudio, la presencia y la importancia de la Antártida para nuestro país. Tal es así que el 10 de octubre de 1900 se decidió la participación en la expedición antártica internacional, donde se encomendó el establecimiento de un observatorio magnético y meteorológico en la Isla de los Estados. A mediados de noviembre de 1901 comenzó la instalación del faro.
También fue de suma importancia el apoyo brindado a la expedición sueca del Dr. Otto Nordenskjöld, donde participó el Alférez de Fragata José María Sobral. Los miembros de tal expedición fueron los primeros en invernar en ese continente, instalándose por espacio de un año en 1902 y en 1903 fueron rescatados por la corbeta ARA “Uruguay” –que se convirtió en pionera en rescates antárticos- cuando el buque “Antarctic” que debía replegarlos quedó atrapado entre los hielos, dejando varados a los expedicionarios.
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“Aunque a muchos no les parezca, nuestros futuros intereses en los mares del sur están en juego; de los pasos que demos estos años dependerán nuestros derechos en los venideros; todo lo que está al este del meridiano 70 es nuestra natural herencia y no debemos abandonarla; exploremos al sur, que todavía no sabemos todas las riquezas que nos pueden dar. No es una obra fácil, se corren en ella muchos peligros y se pasan muchas fatigas y privaciones, pero ellas no significan nada al lado del beneficio que reportan”, señaló el propio Sobral, palabras que quedaron plasmadas en el libro “Dos años entre los hielos 1901-1903”.
A partir del 22 de febrero de 1904, la Argentina comenzó a habitar el continente antártico al comprar la pequeña estación meteorológica del escocés Bruce en la isla Laurie de Orcadas del Sur. Dependió del Servicio Meteorológico hasta que el 3 de marzo de 1951 pasó a depender de la Armada Argentina, entonces Ministerio de Marina. Se inició así su ocupación permanente y fue nuestro país el único con presencia durante los siguientes 40 años.
Presencia ininterrumpida
Desde ese 22 de febrero de 1904, se realizaron de manera perenne actividades geográficas y geológicas, representando por ende la ocupación permanente de una estación científica desde hace más de un siglo.
Después de Orcadas se instalaron y mantuvieron (previo a la firma del Tratado Antártico) otras bases permanentes y temporarias en la península antártica e islas adyacentes, también en la barrera de hielo de Filchner. Además de numerosos refugios en distintos puntos del sector.
En forma continuada se llevaron a cabo trabajos de exploración, estudios científicos y cartográficos. Asimismo, comenzó la instalación y mantenimiento de faros y ayudas a la navegación. Además, se desarrollaron numerosas tareas de rescate, auxilio o apoyo, como el salvamento del buque alemán Magdalena Oldendorff en 2002.
Fue constante y permanente la presencia argentina en tierra, mar y aire en todo el sector antártico argentino, inclusive el mismo Polo Sur, alcanzado en tres oportunidades por aviones navales, de la Fuerza Aérea y por las expediciones terrestres del Ejército Argentino.
En la Antártida hoy
Desde que el 1° de diciembre de 1959, con la firma del Tratado Antártico signado originalmente por 12 países, entre ellos Argentina, los Estados se comprometieron a asegurar la libertad de la investigación científica y la promoción de la cooperación internacional con dichos fines. Este tratado regula también la presencia del ser humano en el continente blanco; la logística necesaria para la investigación científica; y estableció que la Antártida se utilizaría exclusivamente para fines pacíficos, entre otros puntos clave.
Por ende, la Antártida es un continente dedicado a la paz y a la ciencia por medio de la cooperación internacional, y tiene a la protección del medioambiente como uno de sus pilares.
Este documento también resguarda la reivindicación de soberanía argentina en la Antártida frente a reclamos superpuestos. Justamente nuestro país es el que cuenta con mayor tiempo de permanencia y es hoy también el que más bases de investigación científica instaladas tiene en el continente: 13 bases, 7 de carácter permanente (Orcadas, San Martín, Esperanza, Carlini, Petrel, Marambio y Belgrano 2); y 6 temporarias, activas únicamente durante el período estival (Matienzo, Brown, Decepción, Primavera, Cámara y Melchior).
Argentina continúa presente en este gélido continente, cuya operación demanda el esfuerzo constante de un equipo conformado por distintos sectores: desde la Dirección Nacional del Antártico, que entiende en la planificación y dirección de la política antártica; las Fuerzas Armadas, encargadas del sostén logístico; y otras organizaciones público / privadas que solicitan apoyo para llevar adelante proyectos de investigación científica. Todo esto hace de la Antártida un punto de encuentro de distintas organizaciones que requieren de su sinergia para llevar a cabo las tareas.
Desde el Comando Conjunto Antártico –dependiente del Comando Operacional del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas–, medios de las tres Fuerzas Armadas ejecutan las tareas de sostén logístico antártico durante la Campaña Antártica de Verano que permiten reabastecer las bases y relevar sus dotaciones. Entre esos medios se destacan el rompehielos ARA “Almirante Irízar”, otras unidades navales, helicópteros Sea King embarcados y lanchas EDPV, que brindan apoyo de esta manera a la actividad científica desplegada desde el Instituto Antártico Argentino dependiente de la Dirección Nacional del Antártico.
Estas actividades se desarrollan en un contexto de condiciones náuticas, meteorológicas y glaciológicas severas y cambiantes que exigen capacitación específica. Junto con las actividades logísticas y científicas, Argentina coopera con programas antárticos de otros países, está comprometida con el cuidado del medioambiente y el mantenimiento de la paz. También cumple con la responsabilidad SAR (búsqueda y rescate) en materia de seguridad náutica y de salvaguarda de la vida humana en el mar.
Créditos: Gaceta Marinera Digital