1) Anuncios para hoy, hambre para mañana
El proyecto adopta una perspectiva cortoplacista para promover la atracción de grandes inversiones, especialmente por los montos involucrados en sectores extractivos como minería, petróleo y gas. Ofrece una ventana de oportunidad de dos años, extensible a criterio del Poder Ejecutivo nacional por otros dos, para que grandes proyectos de inversión (mayores a 200 millones de dólares) adhieran al régimen. Otorga beneficios tributarios, aduaneros y cambiarios contra el único requisito de que hasta el 40% del monto del proyecto se ejecute en los dos años posteriores a la aprobación de la adhesión al régimen. Y ata al Estado argentino de pies y manos durante 30 años para capturar rentabilidades extraordinarias y hacer política de desarrollo productivo. Una combinación de privilegios al capital y de restricciones al bien colectivo que no hace ningún país serio del mundo (al menos ninguno de la región, aunque sí hay ejemplos en África).
2) Ni las empresas piden tanto
¿Es que acaso las empresas multinacionales pasaron su
wishlist al Gobierno nacional y este la transcribió al proyecto de ley del RIGI? Si vemos los beneficios fiscales, aduaneros y cambiarios que se les da a estas grandes inversiones, estamos tentados a decir que sí. De mayor a menor importancia, estos son: reducción de la alícuota de ganancias del 35% al 25% y amortización acelerada, retenciones cero a todas las exportaciones que surjan de las inversiones, arancel cero a la importación de maquinarias (nuevas y usadas) y bienes de capital, ningún requisito de compre nacional ni ahora ni nunca, requisitos de liquidación de divisas en el Mercado Único Libre de Cambios (MULC) de solo el 80% el primer año, 60% el segundo año y cero (sí, cero) en el tercer año de la inversión.
Es el régimen más generoso de la historia del país. Con una novedad absoluta: sin ninguna condición a cambio. Ni hoy ni nunca. Porque los treinta años de estabilidad prohíben cualquier cambio tanto a nivel nacional como provincial y municipal.
3) La destrucción de la industria nacional y del empleo asociado
Bajo el RIGI, una minera multinacional podría importar no solo todo el equipamiento necesario para la explotación —las complejas maquinarias, retroexcavadoras, tractores, camionetas—, sino también los baños químicos y la ropa de los trabajadores. Es más, de acuerdo a cómo se termine reglamentando, los trabajadores podrían ser en su totalidad extranjeros (algo que no es del todo infrecuente en el negocio minero, pero ahora quedaría consagrado en el espíritu de la norma), sin necesidad de contratar a ninguna persona local. Esta ley da carta blanca e inclina irreversiblemente la cancha: para las empresas todo, para las comunidades nada (ni el servicio de catering).
A nivel nacional, eso imposibilita
tout court las oportunidades de política productiva apalancada en sectores con alta demanda de insumos y servicios, que son los que suelen utilizarse en todo el mundo para promover encadenamientos locales. La meca del libre mercado, Estados Unidos, con la aprobación en el Congreso de republicanos y demócratas, estableció condicionalidades de política industrial mediante la Inflation Reduction Act y la CHIP Act, por la sencilla razón de que es la decisión más inteligente que se puede tomar como Estado en un contexto de crecientes tensiones globales.
4) La insustentabilidad social y política lo vuelve esencialmente inestable
El hecho de tener un régimen de incentivos tan ridículamente generoso durante tanto tiempo (de vuelta: 30 años), montado pura y exclusivamente sobre la explotación de recursos naturales -que emplean relativamente poca gente y derraman nada- lo vuelve muy inestable en el tiempo. Es un régimen que, de aprobarse, nace herido de legitimidad social y política. Por lo tanto, más que incentivar a las inversiones por venir, el RIGI promueve incentivos para que tanto la calle como la política contesten a semejante hipoteca de futuro para el país. Habrá más temprano que tarde conflicto: es ineludible por el diseño mismo del régimen tal cual está.
En otras palabras, el RIGI es insostenible: atenta contra la estabilidad de los negocios que promueve. No es creíble que perdure en el tiempo, ni por 30 años, ni por 15, ni siquiera tal vez por el período actual de gobierno. Lo que nos lleva al último punto.
https://fund.ar/publicacion/el-rigi-un-proyecto-anti-argentina/