Méndez Núñez
En el año de 1861, fue ascendido a capitán de fragata y se le otorgó el mando de la goleta Constancia y con ella anexas todas las fuerzas sutiles del Sur del archipiélago de las Filipinas.
Se le informó que el rajá de Buayán (en Mindanao), se había hecho fuerte en la cota de Pagalungán, a orillas del Gran Río, en una fortaleza que se suponía inexpugnable; estaba rodeada de una muralla de siete metros de altura y seis de espesor, la circundaba y protegía un foso de quince metros de anchura y estaba artillada con cañones de corto alcance, a más de muy bien guarnecida y pertrechada. A pesar de todo ello decidió atacar, mandando a quel lugar a toda su división, formada por las goletas Constancia y Valiente y las cañoneras Arayat, Pampanga, Luzón y Toal, más. Ordenó el desembarco de las dos compañías del ejército que transportaban, las cuales intentaron avanzar protegidas por el fuego de las goletas, pero el terreno cenagoso impedía un avance rápido, viendo que así lo único que se conseguía era tener bajas innecesarias, ordenó la retirada.
Después de una noche de recuperación de fuerzas, al amanecer se volvió a atacar, siendo los jefes el teniente de navío Malcampo y el alférez de navío don Pascual Cervera, que iba como segundo de la fuerza. En el desembarco fueron apoyados por los cañoneros Arayat y Pampanga, y con su apoyo artillero lograron alcanzar un terreno mucho mejor, pero a una distancia mayor de la fortaleza; asimismo aunque con dificultad lograron posicionar varias piezas de artillería de desembarco; aún así la tenaz resistencia de los joloanos no permitía el acercarse más a la Cota; fue cuando Méndez Núñez, decidió dar el golpe final. Ordenó sondar algunas zonas con botes y bajo el fuego enemigo, y al comunicársele la profundidad decidió tomar al abordaje la Fortaleza como si de un buque se tratara. Elegido el lugar lanzó a su goleta contra la fortaleza, maniobrando con maestría, logró que sus hombres asaltaran la pertinaz Cota, al mismo tiempo que las fuerzas desembarcadas se lanzaban sobre la muralla, aunque en el ataque cayó herido Malcampo, con un balazo que le atravesó el pecho, saliéndole la bala por la espalda, la Cota cayó en manos de los españoles, gracias a la decidida y arriesgada decisión de su comandante en jefe.
En el mes de enero del año de 1862 se le ascendió a capitán de navío, lo que le obligo a dejar las islas Filipinas y regresar a España. Al poco de su llegada se le otorgó el mando del vapor de ruedas Isabel II, con éste buque participó en diversas comisiones, que una vez más pondrían su nombre como el de los de más méritos; cuando estalló la [[ ]] en Venezuela, se dirigió allí y negándose a reconocer el bloqueo que practicaban los insurgentes, con arreglo al derecho internacional, penetró en Puerto Cabello y protegió los bienes y vidas de los extranjeros.
Estaba carboneando su buque en el apostadero de Santiago de Cuba, cuando le llegaron noticias del levantamiento en Puerto Plata, en la isla de Santo Domingo; apresuró la labor que se efectuaba en el buque y ordenó el embarco de seiscientos cincuenta hombres del ejército con una batería de artillería de montaña, y se hizo a la mar. Aprovechando que era una noche sin luna, penetró en el puerto sorteando los bajíos que en él se hayan, y logró desembarcar a sus fuerzas tan sigilosamente que éstas lograron llegar al único fuerte que aún quedaba en manos de los españoles, sin que los rebeldes lograran apercibirse del refuerzo llegado.
A su regreso a la península, se le otorgó el mando de la fragata Princesa de Asturias, con la que participó en el bloqueo de Manzanillo y de Monte Cristi, aunque no por mucho tiempo, pues siendo bien conocido de sus superiores, se le asignó el mando en el Ministerio de Marina, como jefe de personal.
Durante la guerra entre Bolivia, Chile, Ecuador y Perú por un lado y España por el otro (1864-1866), dirigió la escuadra española, a bordo de la fragata Numancia, y bombardeó la ciudad y puerto de Valparaíso, habiendo dado un preaviso de cuatro días para su evacuación, lo que permitió retirarse a las unidades británicas y estadounidenses que se encontraban en el puerto; a continuación atacó las fortificaciones del puerto del Callao (2 de mayo de 1866). El Callao se defendió con fiereza hasta que las baterías de tierra fueron destruidas. En ese momento Don Casto ordeno finalizar el ataque, con dos de sus cinco buques averiados y herido en su camarote. También dio orden de suba la gente a las jarcias y se den los tres vivas de ordenanza antes de retirarnos al entender que había cumplido su propósito. Como consecuencia de esa campaña se divulgó de forma extraordinaria una frase que se le atribuye, con distintas formulaciones: Más vale honra sin barcos que barcos sin honra.
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