Bueno, tarde pero seguro...
Se me quemó el monitor, por eso la demora. (Me auxilió mi hermana, jeje...)
Les dejo una versión "Buena leche" o mejor dicho, como sería si quien la declaró se hubiese situado y ubicado un poco en la realidad de la situación que le tocó vivir, y no hubiese estado mal predispuesto a formar parte de un momento MUY GROSO DE NUESTRA HISTORIA.
No voy a emitir ningún Juicio de Valor sobre el Autor, sólo digo que ENVIDIO la oportunidad que tuvo. Yo hubiese optado por entregar mi mejor esfuerzo, tartar de estar a la altura de la Causa y de los Objetivos, intentar aprovechar la posibilidad para probar y probarme de qué estoy hecho, y no ser sólo un Veterano resentido contra todo y contra todos, que no quiso aceptar su rol en el Conflicto que le tocó vivir, y un instrumento, una herramienta de "intereses Oscuros"...
Mi adaptación, teniendo en cuenta lo que he vivido en mi vida Militar, y mi conocimiento de la Leyes, Reglamentos e "idiosincracia" Militar...
El teniente Baldini nunca nos dirigió la palabra, simplemente lo seguíamos por los montes. Cuando llegamosa Monte Longdon, señaló nuestras posiciones y nos dijo que empezáramos a cavar. Nos ubicaron, sección por sección, y yo estaba en la sección del cabo Casio. Como casi todos los demás cabos, era un vago hijo de ****. Pero había otro, el cabo Ríos, que era el peor de todos. Se portaban como si ellos fueran la ley.
"...El teniente Baldini era un hombre muy reservado, simplemente lo seguíamos por los montes. Cuando llegamos a Monte Longdon, señaló nuestras posiciones y nos hizo cavar nuestros abrigos para defender la posición. Nos ubicaron, sección por sección, y yo estaba en la sección del cabo Casio. Como casi todos los demás cabos, reservaba sus energías para el momento del Combate. Pero había otro, el cabo Ríos, bastante severo, siempre recordándonos que era el superior, a quien debíamos respetar, de acuerdo a los Reglamentos y Leyes Militares."
Estabas cavando como un esclavo con tu compañero, construyendo
un búnker y aparecía, te señalaba un lugar y te ordenabaq ue
construyerausn búnker para él. Nada de 'por favor' ni de pedir ayuda.
Se quedaba parado allí, vago de mierd@, especificando cómo lo quería
y dándote órdenes. Cinco o seis días después volvía y te decía que ese
lugar no servía porque filtraba agua y te mandaba a otro sitio a construir
otro. Debemos haber construido como diez búnkers. Por lo que yo recuerdo, el teniente Baldini fue el único oficial que no cambió de posición.
Estabas cavando el refugio que te salvaría la vida y te cubriría, con tu compañero, y aparecía, te señalaba un lugar y te ordenaba que constuir un Búnker para la Plana Mayor de la Sección/Pelotón. Mientras tanto, él supervisaba las tareas, especificando cómo realizarlo de la mejor manera mediante órdenes. Cinco o seis días después volvía y te decía que ese lugar no servía porque filtraba agua y te mandaba a otro sitio a construir
otro.
Por las particulares características del terreno, habremos construido como diez búnkers, lo cual nos resultaba útil para paliar las bajas temperaturas, y distraer nuestra mente de otras preocupaciones...
El teniente Baldini, en cambio, quedó conforme con la ubicación y confección de su posición, y siempre se mantuvo en la misma...
Estar en ese monte era como vivir en el inflerno. El clima, el
viento, la lluvia, la niebla y el frío se te metían hasta los huesos.
Cuando no estabas arreglando tu propio búnker o construyendo otros
para esos vagos de porquería, tenías que subir y bajar el monte hombreando municiones. Con un helicóptero habría bastado para subir todo
lo necesario, pero el único que vi fue el que arrojó nuestros equipos
dos o tres días después de que llegamos. Así era nuestra rutina
diaria: construir, deslomarse, ir v venir. La moral estaba bajísima. Nadie
dormía lo necesario porque después de pasarte el día deslomándote
muerto de frío y de hambre, tenías que hacer guardia cada dos horas
todas las noches. Ninguno de nuestros superiores demostró el menor interés por nosotros.
Como no podía ser de otra manera, dadas las latitudes y la época del año en que nos encontrabamos, el clima era extremadamente riguroso.
Nuestras tareas consisitían en acondicionar nuestro bunker para hacerlo más confortable, o colaborar con la construcción de los refugios para el resto del elemento, además de acarrear la preciosa munición,a hombro, dado que los helicópteros estaban demasiado ocupados con cargas más importantes, y siempre eran escasos (no podíamos pretender un helicóptero para llevar unos cajones de munición...). Así era nuestra rutina diaria: construir, acarrear de aquí para allá, cualquier cosa que nos mantuviera activos, para entrar en calor y distraernos un poco, para que la moral no decayera por pensar en casa, en las comodidades, en la resolución del conflicto y la demora en ser evacuados...
El descanso, como siempre en la vida militar, nunca era suficiente:luego de un día muy ajetreado, había que hacer los turnos de Guardia, obviamente, que eran la razón de existir de los puestos.Para ello, hacíamos turnos de Guardia con nuestro compañero, alternando dos horas de descanso y dos horas apostado, al igual que una Guardia en la UnidadNuestros superiores confiaban plenamente en nuestro criterio y profesionalismo, y prácticamente no nos supervisaban
No había árboles ni cercos que pararan un poco el vientoy los
cabos eran unos vagos de mierd@, que cuando tenían frío nos mandaban
a buscar leña para poder prender fuego y calentarse. Si no había
árboles ni matorrales se entiende que tampoco había leña.
Muy pronto la supervivencia se convirtió en lo prioritario.Yo
estaba adelgazando muchísimo debido a todo el trabajo pesado y debido a la falta de comida.
El terreno era muy expuesto, y dados los fuertes vientos dominantes, desprovisto de vegetación. Este factor se evidenciaba al ser muy difícil conseguir leña cuando nuestros superiores nos la solicitaban para hacer fuego para calefacción.
Dado el consumo de calorías, adelgazamos bastante
Hacia fines de la primera semana de junio. No teníamos noción del
tiempo ahí arriba. La mitad del tiempo no sabían ni qué día de la semana
era. Una noche estábamos todos en nuestras posicionese en la
cumbre. Era noche cerrada, totalmente oscura, y ese radar de mierd@
se pone a chillar: 'Atención. Alerta roja. Enemigo enfrente'. Y los tipos
que estaban detrás de mí con grandes ametralladoras 12.7 mm
abrieron fuego. Las balas que disparaban eran infernales, grandes.
Le abren unos agujeros enorrnes a la gente. Los boludos disparaban
hacia abajo justo por encima de nuestras cabezas. Diez minutos duraron
los tiros enloquecidos con estas mierdas enormes que nos silbaban
por encima de la cabeza, hasta que se dio la orden: 'Alto el
fuego. El objetivo dejó de moverse'.
Hacia fines de la primera semana de junio. No teníamos noción del
tiempo ahí arriba. La mitad del tiempo no sabían ni qué día de la semana
era. Una noche estábamos todos en nuestras posiciones en la
cumbre. Era noche cerrada, totalmente oscura, el radar, los únicos ojos que teníamos en la oscuridad, detecó movimiento y tuvimos que solicitar apoyo a la Browning de 12, 7 mm que estaba a nuestras espaldas....
Fué bastante intenso el sentir el fuego sobre nuestras cabezas, pero nos reconfortaba saber que sus poderosos proyectiles acabarían con cualquier amenaza. Diez minutos duró esa lluvia de fuego, con los proyectiles silbando, hasta que cesó la alerta y pedimos el "Alto el Fuego"...
La comida era prácticamente inexistente. No recuerdo haber conseguido nada que fuera mejor que malo o pésimo...y eso cuando conseguía
algo. Déjenme explicar. A veces recibíamos un plato de agua
turbia con un par de fideos flotando. Eso era lo que recibíamos los
soldados enviados a pelear en la guerra.
Dados los inconvenientes logísticos impuestos por el clima, el terreno, lo impracticable de los caminos y las restricciones del bloqueo Inglés, sumados al hecho que estabamos en combate, por supuesto, era difícil para las cocinas de campaña hacer llegar las raciones, y las mismas eran muy pobres en valores calóricos, debiendo los cocineros hacer maravillas para cocinar algo, cuando había algo para cocinar...
A veces la ración se limitaba a una sopa fría, con unos pocos fideos... No eramos ajenos a lo vivido en otras guerras, por otras personas
Como yo estaba más alejado, el problema de la comida era mayor
aún. Cuando me llegaba estaba fría y completamente en mal estado.
Hacía frío y yo tenía hambre todo el tiempo. Todos sentíamos que
habíamos sido abandonados para arreglárnoslas por nuestra cuentae en
esa montaña. Ahora soy un sobreviviente, lo he sido toda la vida. No
iba a hacer que ninguno se muriera de hambre, de ninguna manera. Tenía
hambre y el frío, el viento y la lluvia lo empeoraban. El 'rancho', comida del catnpo de batalla, cuando vino, sólo trajo agua sucia.
Como me encontraba a mayor distancia, mis posibilidades de obtener un racionamiento caliente y abundante disminuían, obviamente. Con el constante frío, el hambre se acrecentaba, y la falta de alimento caliente nos hacía sentir más frío aún... En la soledad de nuestras posiciones, sentíamos que debíamos subsistir por nuestros propios medios.
mierd@ pura. Comencé a escabullirme junto con otros hacia Puerto Argentino,
fundamentalmente para ver si conseguíamos algo de agua potable. El deseo de tomar agua era muy poderoso. Debía dejar a mi compañero en el puesto para que no pareciera abandonado. Los oficiales venían poco a controlar, así que podía bajar hacia Puerto Argentino.
Para paliar la situación, junto con otros compañeros, abandonabamos a escondidas nuestras posiciones y nos íbamos a Puerto Argentino, QUedando un sólo integrante del puesto para que no pareciera abandonado. Por suerte, nuestros superiores no eran estrictos en los controles, y nuestra ausencia pasabe desapercibida...
Tenía que ir hasta un depósito y unirme a la fila de soldados que descargaban los camiones y contenedores y, luego robaba lo que podía.
Después, tenía que volver corriendo todo el camino. Abajo, en Puerto
Argentino, nadie sabía quién era yo, por eso podía robar queso, sopa y
batatas. Comenzamos a hacer turnos para bajar al poblado. Nunca dejábamos la posición desguarnecida para que no nos robaran las provisiones.
Debíamos cuidarnos de nosotros mismos. A nadie le llamaban la atención los entusiastas voluntarios que se unían para ayudar en la descarga de los camiones, pero era demasiado bueno para durar.
Iba hasta un depósito y colaboraba con otros Soldados a descargar camiones y contenedores en un depósito, y luego de tomar lo que podía, volvía rapidamente a mi posición, para que mi camarada no estuviera tan expuesto. En Puerto Argentino nadie sabía quién era yo, por eso podía "conseguir" queso, sopa y batatas. Comenzamos a hacer turnos para bajar al poblado. Nunca dejábamos la posición desguarnecida para que no nos robaran las provisiones, dado que ya contabamos con un pequeño"plus", que podíamos racionar a nuetro criterio...
Debíamos cuidarnos de nosotros mismos. A nadie le llamaban la atención los entusiastas voluntarios que se unían para ayudar en la descarga de los camiones, pero era demasiado bueno para durar.
Un día un oficial al que nunca había visto se volvió hacia mí y
me preguntó de dónde era. Vio que no llevaba mi arma conmigo y comenzó a
pegarme duro. Verdaderos puñetazos. Me cubrí y pensé alguna forma de escapar. No quería que me agarraran porque podía verme en un gran problema. Corrí, pero no había ido muy lejos cuando lo escuché cargarse un arma y gritar: '¡Alto o disparol'. Entonces me detuve. Comenzó a golpearme nuevamente y lo siguió haciendo durante un rato. Luego me hizo sentar. Él estaba muy nervioso. Me mantuvo bajo custodia todo el día, hasta las seis de la mañana. Luego me hizo volver al Longdon y me ubicó en la zona posterior de nuestras posiciones para poder humillarme con mayor frecuencia.
Me ordenó que me tendiera en el suelo y me ató. Yo quedé tirado
ahí, con los miembros extendidos y estaqueado en el piso, preguntándome qué iba a sucederme. Pensé que me iban a disparar. Estaba realmente aterrorizado, muerto de frío y de hambre. Todo lo que había querido obtener era un poco de comida. No sé cuánto tienrpo hubiera estado allí de no ser por un sargento que estaba muy disgustado por lo que me habían hecho y me liberó. Yo estaba muy dolorido y tenía mucho frío. El sargento estaba indignado. Yo también lo estaba, y luego de ser liberado quería ir a enfrentar al oficial. Pero no sabía quién era ni de dónde había venido, y en ese momento ya había desaparecido.
Un día un oficial al que nunca había visto se volvió hacia mí y
me preguntó de dónde era. Vio que no llevaba mi arma conmigo e, indignado comenzó a golpearme con enojo. Me cubrí de los puñetazos y pensé alguna forma de escapar. No quería que me agarraran porque, por mi falta, merecía un severo castigo.
Corrí, pero no había ido muy lejos cuando lo escuché cargarse un arma y gritar: '¡Alto o disparol'. Entonces me detuve. Comenzó a golpearme nuevamente y lo siguió haciendo durante un rato. Luego me hizo sentar. Su enojo era visible. Me mantuvo bajo custodia todo el día, hasta las seis de la mañana.
Luego me hizo volver a Longdon y me ubicó en la zona posterior de nuestras posiciones para darme un escarmiento. Me ordenó que me tendiera en el suelo y me ató. Yo quedé tirado ahí, con los miembros extendidos y estaqueado en el piso, preguntándome qué iba a sucederme. Pensé que me iban a disparar. Estaba realmente aterrorizado, muerto de frío y de hambre.
Mientras estuve allí reflexioné sobre mis acciones, las que me llevaron a esa situación Todo lo que había querido obtener era un poco más de comida. Pero ¿qué pasaría si todos hicieran lo mismo? ¿Quien cubriría las posiciones?
No sé cuánto tiempo hubiera durado mi castigo, de no ser por un sargento que estaba muy disgustado con la severidad de la sanción me liberó. Yo estaba muy dolorido y tenía mucho frío. El sargento estaba indignado, conmigo y con quien me castigó. Yo también lo estaba con ambos, y luego de ser liberado quería ir a disculparme con el oficial con mi accionar, y dejarle en claro que su sanción era exesiva y arcaica. Pero no sabía quién era ni de dónde había venido, y en ese momento ya había desaparecido.
Una semana después escuché que había sido herido y lo habían enviado de regreso a la Argentina. Me puse contento. Era como si él hubieras ido castigado por lo que me había hecho, y eso me complacía mucho. Se llevó su merecido. Luego vino otro oficial con una orden de que nos afeitáramos
todos los días. ¿Usted lo puede creer? Aunque estábamos en uno de
los lugares más húmedos del mundo, el agua era escasa y nos íbamos
a gastar el poco agua limpia que teníamos en afeitarnos. Entonces
simplemente me dijo que si no me afeitaba, él me llevaría tras las rocas y
me dispararía. A un así no me afeité pero corté mi barba.
Una semana después escuché que había sido herido y lo habían enviado de regreso a la Argentina. Por como me trató, debo confesar que no me apenó mucho, por sus heridas y por su regreso... Al menos no lo volvería a ver.
Luego vino otro oficial con una orden de que nos afeitáramos
todos los días. Reconozco que nos habíamos dejado estar, aprovechando que nuetros superiores hacían la vista gorda, y nuestro aspecto era muy diferente a lo que debería ser un Militar en Campaña... La falta de higiene afecta la moral y la salud de la tropa...
Primero me negué a cumplir la orden (una falta Grave, lo sé). Aunque estábamos en uno de los lugares más húmedos del mundo, el agua era escasa y nos íbamos a gastar el poco agua limpia que teníamos en afeitarnos. Entonces me recordó que los Reglamentos Militares contemplan el Juicio Sumario, sobre todo en Combate. Aun así no me afeité pero corté mi barba... Y no me fusilaron...
No venían oficiales a menudo. Dejaban que nos las arregláramos solos. Sin embargo, recuerdo otra ocasión en que llegó otro oficial. Estabatr anquilo¡ ; eraa mableM. e preguntóe n un pard e ocasionessi
vo mataríau na oveja.Y o no estabas eguro.L c pregunt(at l nrayory
éstem e dijo que si lo hacíam e mandaríaa una corte marciald e crímenes
de guerra. Pero la idea quedó en mi mente. Fui de cacería y
conseguuí na.E ncontréa l oficial y se la di. El tomó su parte.m e dio
el resto y no hubo problemas.
No venían oficiales a menudo. Dejaban que nos las arregláramos solos. Sin embargo, recuerdo otra ocasión en que llegó otro Oficial. Estaba tranquilo y era amable. Me preguntó en un par de ocasiones si yo mataría una oveja. Yo no estaba seguro. Le pregunte al mayor y éste me dijo que si lo hacía me mandaría a una corte marcial de crímenes de guerra. Pero la idea quedó en mi mente. Fui de cacería y conseguí una. Encontré al oficial y se la di. El tomó su parte, me dio el resto y no hubo problemas. Evidentemente, los Oficiales también pasaban hambre
No es mi intención faltar el respeto a nadie. Solamente quiero demostrar que una misma vivenciase puede orientar de acuerdo a la predisposición que tenga quien la relata. El autor original cometió, a mi criterio, VARIAS FALTAS GRAVES, y se contradice en muchos de sus dichos... ¿Cómo pasaba tanto hambre y no dejaban la posición sola para que no les robaran las provisiones... Se queja de sus superiores, pero sólo lo molestaron para cavar unos pozos... En definitiva: ¿Se dió cuenta que estaba en una GUERRA, Que estaba bajo régimen Militar, con todo lo que implica lo que he resaltado? No eran los Boy Scout de la Capilla San Cayetano, haciendo un encuentro de Guías...
Saludos