La misión de fuego sobre el BIM5
_¡Esto se va al carajo! _ exclamó Vázquez _:Así no podemos continuar por mucho tiempo más .A ver si puedo comunicarme con el comando. Se acercó a la radio y comenzó a llamar al capitán Robacio.
_ Señor, aquí el teniente Vázquez _ dijo con voz angustiada.
Sí, capitán Robacio. Estábamos tratando de comunicarnos con usted. En gran parte del peso del combate esta centrada en su sección. ¿Qué quiere que hagamos?
_ Señor. ¡Tire con los obuses contra nosotros!
El pedido significaba ser batido por la propia artillería, nada menos que con abuse de 105 mm, los proyectiles mas grandes que tenían y capaces de destruir los pozo de zorro. De todas formas no saldrían vivos.
Robacio alejó el tubo de su oreja y dudo un instante.
_ Pero Vázquez...
_Señor, por favor, tire ya mismo. Esto es insostenible.
_Bien, así lo haré. Continuemos al habla.
Se dio vuelta y dirigiéndose a su ayudante le dijo:
- Ordene abrir fuego con los 105 sobre las posiciones del teniente Vázquez.
Ya mismo. Pronto.
El primer disparo cayo lejos del blanco, exactamente a unos 500 metros. El terreno muy blando de las Islas y la intensa actividad a la que habían sido sometidas las piezas de artillería terminaron por desencajarlas totalmente.
- Señor, mando corrección, Alargar 900, derecha 500 - exclamo Vázquez.
Normalmente, la corrección en un tiro de artillería no es tan exagerada. De ahí la respuesta del capitán Robacio:
- Tranquilícese Vázquez. Esa corrección es imposible.
Tapando el tubo del teléfono de campaña, le dijo a su ayudante:
- Este pobre pibe, ya debe estar mal de la cabeza.
Pero Vázquez no estaba mal de la cabeza. Realmente el disparo había pegado lejos. Como el segundo tiro tardaba en llegar, el teniente gritó desesperado:
- ¡ Que esperan! ¡Tiren! ¡Tiren! ¡Nos están haciendo pelota!
Llega el segundo tiro. Largo, lejos de la posición.
- ¡Pero esta artillería de mierd@, no sirve para un carajo! ¡Métanse los cañones en el culo!
Vázquez estaba hablando nada menos que con su comandante. La muerte segura de él y de sus hombres lo desesperaba. Quería detener a los ingleses a toda costa. Tenia que hacerlo. No había otra alternativa.
De pronto, el tercer tiro pegó en la Sección.
- ¡Bien! ¡Así! ¡Así! - grito por radio -. Bien, señor, así. Señor perdóneme.
- Esta bien, hijo. Trate de aguantar _ dijo Robacio consiente del difícil momento por el que estaban pasando sus hombres.
A partir de ese momento los obuses de 105 comenzaron a batir la posición guiados por el oficial de la central de fuego de la batería de artillería, teniente Oscar González, un intimo amigo de Vázquez, que sabia perfectamente que estaba tirando contra su amigo y que lo más probable es que éste muriera ante el tremendo poder de fuego de esas piezas.
Pocos minutos después cesó el infierno desatado por las explosiones. Sin embargo, los ingleses estaban ahí, en su pozos.