Como Moyano, pero en los cielos
Francisco Olivera
LA NACION
Viernes 5 de noviembre de 2010
Una aparente minucia explicaba anoche, en medio de la batahola aeronáutica, gran parte de las penurias que desde hace tiempo padece la estatizada Aerolíneas Argentinas: Alejandro Granados (h.), director de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), negociaba con Jorge Pérez Tamayo, presidente de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), una solución para el paro... en la sede del gremio, en Almagro. Como si el ministro Carlos Tomada tuviera que ir a la CGT para negociar con Hugo Moyano.
Ese es el poder que ha conseguido acumular Pérez Tamayo, probablemente el sindicalista más eficaz en la historia aeronáutica desde que dio, apenas asumido, un paso arriesgado para el gremio y controvertido para la vida de los pasajeros: adherirse a la CGT. Piloto habitual de la presidenta de la Nación, el "Moyano de los cielos argentinos" fue, además, uno de los pocos que consiguieron, durante el velatorio de Néstor Kirchner, saludar a la viuda y permanecer largo rato en tercera fila, delante de las cámaras.
La pelea que desencadenó los incidentes de ayer emergió hace una semana, 24 horas antes de la muerte del ex presidente. Ese día, cuatro vuelos tuvieron que ser reprogramados por discusiones similares. APLA había aprobado en asamblea, el 21 de octubre, que ninguno de sus miembros llevaría en sus aeronaves a pares del otro gremio, la Unión de Aviadores de Líneas Aéreas (UALA), ni siquiera entre los pasajeros. Es común este tipo de favores entre los pilotos.
La medida duró siete días, hasta que Claudio Somoza, presidente de UALA, decidió dejar al descubierto esos desaires con la jugada que desencadenó el escándalo: pagó de su bolsillo 12 pasajes y envió a seis de sus pilotos, cada uno con un escribano y su boleto, a intentar viajar en vuelos de Aerolíneas y LAN Argentina. ¿Estarían los hombres de Pérez Tamayo dispuestos a bajar a pasajeros que hubieran pagado su ticket?
El desenlace fue previsible. Los cuatro enviados a aviones de Aerolíneas (a El Calafate, La Rioja, Santiago del Estero y Rosario) fueron rechazados. En cambio, a los dos que intentaron hacerlo en LAN (a Mendoza y a Córdoba) se los aceptó, se los invitó a pasar a la cabina, con una mejor ubicación. Ningún empleado del grupo chileno, afiliado o no a APLA, ignora que hay actitudes que se pagan con el despido. Es lo que pasa en empresas manejadas con criterios racionales.
El sondeo de los escribanos fue incluso más esclarecedor. La copia que obtuvo LA NACION muestra por ejemplo que la doctora Cynthia Giselle Canziani no pudo siquiera subir. Y que aprendió de golpe, en la puerta del frustrado vuelo a La Rioja, toda una concepción sindical: "Bajate, es mi avión y te bajás", le dijo el piloto, a los gritos.
La revancha de UALA fue en la misma moneda: el comandante Sebastián García, de ese gremio, frenó ayer en seco al copiloto Marcelo Armayor, de APLA, dispuesto a abordar un avión de Austral a Iguazú aparentemente llevando una cámara oculta camuflada de lapicera.
Es probable que las patéticas imágenes de Ezeiza hagan reaccionar al Gobierno y al propio Moyano, que ayer estaba en Europa. Por el contrario, la ausencia de una reprobación será interpretada en el sector como un fuerte respaldo a los pilotos y, tal vez, como el horizonte de una Argentina por venir.
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