"Murió el teniente (Roberto Estévez), murió el cabo Castro y el cabo Godoy. Me hice cargo de la Sección, necesito órdenes, qué debo hacer”, reclamó por radio durante el fragor del combate. Quien había asumido el mando era el soldado Fabricio Edgar Carrascull, de Hernando, provincia de Córdoba. Tenía sólo 18 años. Amaba la música y era un tipo muy alegre. El 28 de mayo de 1982, la metralla enemiga terminó con su corta existencia. En uno de los bolsillos del pantalón de combate tenía una pequeña máquina fotográfica. En el otro, dos rollos completos. Su cuerpo y el de otros compañeros, entre ellos el de su amigo Horacio Giraudo (también de Hernando) quedaron a la intemperie durante ocho días. Cuando el subteniente Gómez Centurión empezó a cavar la enorme zanja para sepultar a los muertos, la cámara y los rollos no estaban. Uno de los militares ingleses se los había llevado. Vaya a saber si como botín de guerra, o de recuerdo.
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Transcurrieron 27 años. Ayer, esas fotos (en realidad fotocopias color) estaban sobre una mesa entreveradas con otros recuerdos y documentación reunida por una madre que quiso saber cómo había muerto su único hijo varón. Se llama Isabel Esther López, pero en el pueblo todos la conocen como “Ucha” Carrascull. La casa de calle 9 de Julio 125 tiene una calidez especial. Será quizá porque “Ucha” tuvo que dejar de lado odios y rencores porque debía tener “la mente fría” para su empecinada investigación que la llevó a conocer el lugar exacto donde Fabricio cayó muerto. Estuvo dos veces en Malvinas y cuando llegó la primera vez no hicieron falta guías ni mapas. A través de fotografías y explicaciones precisas de un sobreviviente llegó a la trinchera y después al cementerio.
Durante casi dos horas, “Ucha” habla y cuenta la historia de Fabricio, mientras muestra la foto del muchacho rubio. “Esta es en su baile de egresados. Fue el 30 de noviembre de 1981. El 29 de diciembre cumplió los 18 y el 2 de febrero lo incorporaron al Regimiento 25 de Sarmiento, en Chubut. Tuvieron 20 días de instrucción, nada más, y los mandaron a la guerra”, dice, mientras enciende un Benson. Aspira el humo y muestra la foto en la que Fabricio está comulgando en el acto de jura de la Bandera. “Es la primera vez, después del general Manuel Belgrano que hubo una jura en un campo de batalla”, destaca con orgullo.
“Ucha” recién se enteró de la terrible pérdida 42 días después. “Mire, esto es lo que recibí (enseña un papel que en sólo cinco líneas informa que Fabricio murió y fue sepultado en Malvinas) y ni siquiera vino un militar a entregármelo, mandaron a un civil, fue mi cuñado el que me lo trajo. Se lo dieron en la Fábrica Militar donde trabajaba. Después lo vi al general (Luciano Benjamín) Menéndez y cuando le pregunté por qué no me lo había comunicado personal militar, me respondió: ‘No se lo trajeron porque no tuvieron coraje’”.
Las fotos. La ultima vez que la madre vio a su hijo fue el 2 de febrero de 1982, día de su incorporación; Joaquín Nelson Carrascull, el padre, pudo verlo un mes más tarde. “Un cuñado mío tiene la concesionaria Ford y había vendido tres camionetas a gente de Chubut. Le dijo que manejara una y aprovechara para verlo a Fabricio. Se llevó una camarita para sacar algunas fotos. Trajo varias pero la máquina con varios rollos se la dejó al chico. Ni se imaginaba que iba a haber una guerra”, explica la mujer mientras levanta con sus manos un grueso libro de tapas rojas. La obra 20 años 20 héroes fue editada por el Ejército al cumplirse dos décadas del desembarco en Malvinas. Muchas de sus páginas están dedicadas a Fabricio Edgar Carrascull, uno de esos 20 héroes.
Al lado, una caja de vidrio protege una encomienda. Era la segunda que Luis González envió al soldado de Hernando. Meses después de que concluyera la guerra, el paquete con revistas, cigarrillos, galletitas, crema para manos, lapiceras y papel volvió a manos de González, quien se lo entregó a la madre. La mujer tuvo detalles de la muerte de su hijo a través de Eric Langer, inseparable amigo de Fabricio y de Horacio Giraudo, el otro joven de Hernando que quedó sepultado en las islas. “La historia es increíble, Eric viajó en marzo a Malvinas junto con otros veteranos y sus familias. Allá querían alquilar un jeep y no podían conseguirlo porque hubo argentinos que habían volcado esos vehículos porque no estaban acostumbrados a manejar con el volante a la derecha. Preguntando, preguntando, encontraron a Robert, un muchacho chileno que trabajaba en una agencia de alquiler de autos. A través de una traductora, se comunicaron con el kelper, que finalmente les alquiló un jeep. Eric llevaba un pasamontañas como el que tenía puesto en la guerra y el kelper lo miraba raro”, relata “Ucha”, que hace una pausa para apagar el pucho y ofrecer gaseosas frías y café a los periodistas.
Uno de los acompañantes de Eric advirtió que el kelper se ponía muy nervioso. El inglés rompió en llanto y Eric quedó paralizado cuando de un cajón sacó una fotocopia color suya vestido de combate y con el pasamontañas puesto. Esa foto se la había sacado Fabricio. El hombre sacó otras fotos y cuando le pidieron explicaciones sobre cómo las había obtenido, a través de la traductora, contó que al cumplirse los 25 años de la guerra muchos militares ingleses fueron a Malvinas a recordar ese aniversario. Un ex militar británico que en aquella oportunidad fue a alquilar un jeep le dejó las fotocopias color al kelper y le dijo: “Cuando venga algún argentino dáselas”. Por vaya a saber qué designio, ese argentino fue Eric, el gran amigo de Fabricio.
Fuente: La Voz del Interior
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Transcurrieron 27 años. Ayer, esas fotos (en realidad fotocopias color) estaban sobre una mesa entreveradas con otros recuerdos y documentación reunida por una madre que quiso saber cómo había muerto su único hijo varón. Se llama Isabel Esther López, pero en el pueblo todos la conocen como “Ucha” Carrascull. La casa de calle 9 de Julio 125 tiene una calidez especial. Será quizá porque “Ucha” tuvo que dejar de lado odios y rencores porque debía tener “la mente fría” para su empecinada investigación que la llevó a conocer el lugar exacto donde Fabricio cayó muerto. Estuvo dos veces en Malvinas y cuando llegó la primera vez no hicieron falta guías ni mapas. A través de fotografías y explicaciones precisas de un sobreviviente llegó a la trinchera y después al cementerio.
Durante casi dos horas, “Ucha” habla y cuenta la historia de Fabricio, mientras muestra la foto del muchacho rubio. “Esta es en su baile de egresados. Fue el 30 de noviembre de 1981. El 29 de diciembre cumplió los 18 y el 2 de febrero lo incorporaron al Regimiento 25 de Sarmiento, en Chubut. Tuvieron 20 días de instrucción, nada más, y los mandaron a la guerra”, dice, mientras enciende un Benson. Aspira el humo y muestra la foto en la que Fabricio está comulgando en el acto de jura de la Bandera. “Es la primera vez, después del general Manuel Belgrano que hubo una jura en un campo de batalla”, destaca con orgullo.
“Ucha” recién se enteró de la terrible pérdida 42 días después. “Mire, esto es lo que recibí (enseña un papel que en sólo cinco líneas informa que Fabricio murió y fue sepultado en Malvinas) y ni siquiera vino un militar a entregármelo, mandaron a un civil, fue mi cuñado el que me lo trajo. Se lo dieron en la Fábrica Militar donde trabajaba. Después lo vi al general (Luciano Benjamín) Menéndez y cuando le pregunté por qué no me lo había comunicado personal militar, me respondió: ‘No se lo trajeron porque no tuvieron coraje’”.
Las fotos. La ultima vez que la madre vio a su hijo fue el 2 de febrero de 1982, día de su incorporación; Joaquín Nelson Carrascull, el padre, pudo verlo un mes más tarde. “Un cuñado mío tiene la concesionaria Ford y había vendido tres camionetas a gente de Chubut. Le dijo que manejara una y aprovechara para verlo a Fabricio. Se llevó una camarita para sacar algunas fotos. Trajo varias pero la máquina con varios rollos se la dejó al chico. Ni se imaginaba que iba a haber una guerra”, explica la mujer mientras levanta con sus manos un grueso libro de tapas rojas. La obra 20 años 20 héroes fue editada por el Ejército al cumplirse dos décadas del desembarco en Malvinas. Muchas de sus páginas están dedicadas a Fabricio Edgar Carrascull, uno de esos 20 héroes.
Al lado, una caja de vidrio protege una encomienda. Era la segunda que Luis González envió al soldado de Hernando. Meses después de que concluyera la guerra, el paquete con revistas, cigarrillos, galletitas, crema para manos, lapiceras y papel volvió a manos de González, quien se lo entregó a la madre. La mujer tuvo detalles de la muerte de su hijo a través de Eric Langer, inseparable amigo de Fabricio y de Horacio Giraudo, el otro joven de Hernando que quedó sepultado en las islas. “La historia es increíble, Eric viajó en marzo a Malvinas junto con otros veteranos y sus familias. Allá querían alquilar un jeep y no podían conseguirlo porque hubo argentinos que habían volcado esos vehículos porque no estaban acostumbrados a manejar con el volante a la derecha. Preguntando, preguntando, encontraron a Robert, un muchacho chileno que trabajaba en una agencia de alquiler de autos. A través de una traductora, se comunicaron con el kelper, que finalmente les alquiló un jeep. Eric llevaba un pasamontañas como el que tenía puesto en la guerra y el kelper lo miraba raro”, relata “Ucha”, que hace una pausa para apagar el pucho y ofrecer gaseosas frías y café a los periodistas.
Uno de los acompañantes de Eric advirtió que el kelper se ponía muy nervioso. El inglés rompió en llanto y Eric quedó paralizado cuando de un cajón sacó una fotocopia color suya vestido de combate y con el pasamontañas puesto. Esa foto se la había sacado Fabricio. El hombre sacó otras fotos y cuando le pidieron explicaciones sobre cómo las había obtenido, a través de la traductora, contó que al cumplirse los 25 años de la guerra muchos militares ingleses fueron a Malvinas a recordar ese aniversario. Un ex militar británico que en aquella oportunidad fue a alquilar un jeep le dejó las fotocopias color al kelper y le dijo: “Cuando venga algún argentino dáselas”. Por vaya a saber qué designio, ese argentino fue Eric, el gran amigo de Fabricio.
Fuente: La Voz del Interior