Por supuesto, el inicio de una guerra sería muy perjudicial para el país por la huida de inversiones, la paralización económica y la destrucción del aparato productivo.
Otros agentes relevantes pueden presentar cierta indiferencia hacia los conflictos entre ambas Coreas, pero a ninguno de ellos les satisfaría que la situación desembocara en una guerra. Estados Unidos se podría ver implicado en un nuevo conflicto bélico, en unas condiciones políticas de reducción de su presencia militar en el exterior y en una situación económica más bien comprometida. En el caso de China, los conflictos en la península de Corea le suponen la creación de una tensión similar a la padecida por Rusia, que ha conducido a este último país a transformarse en prácticamente un cero a la izquierda en esa área geopolítica. Por supuesto, la aparición de una guerra en su trastienda le resultaría perjudicial económicamente, por sus relaciones con Corea del Sur y por el tráfico comercial en la zona, además de que políticamente vería comprometido su apoyo a Corea del Norte.
En conclusión, en principio no es previsible que tenga lugar una guerra, aunque sí seguirán apareciendo fricciones bélicas entre ambas Coreas, estimuladas por una y otra parte como una muestra de fuerza. El problema puede aparecer si, por razones acumulativas, el nivel de tolerancia se reduce o las refriegas adquieren una resonancia que conduzcan a un enfrentamiento bélico abierto. Es decir, los problemas heredados del pasado junto con la urgencia de las tensiones en la política interna pueden conducir a una guerra, situación especialmente delicada debido a la presencia de armamento atómico.