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Último buceo hasta el Graf Spee
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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 716053" data-attributes="member: 50"><p>En una semana el equipo de rescatistas del Graf Spee volverá a bucear en el emblemático acorazado. Lo hará sólo por 84 días, cuando finalice el contrato. Un decreto firmado por Tabaré Vázquez prohíbe todos los rescates de naufragios. </p><p></p><p>El equipo dirigido por el buzo Héctor Bado intentará rescatar, a partir del 15 de marzo, uno de los cañones principales del buque, de unos 48.000 kilogramos, un cañón doble antiaéreo y tres piezas de artillería de 17.000 kilos, ubicadas en la banda de babor, idénticas a la que se exhibe en el Museo Naval del Buceo. </p><p></p><p>Pero los rescatistas van por más: intentarán llevar a la superficie los blasones (escudos de armas) de la familia Spee, de más de dos metros de altura, que se encontraban adheridos a la proa del barco. Cuando el Graf Spee fue botado, lucía un solo escudo que cubría ambas bandas de la proa. Luego este fue sustituido por otros dos, más pequeños, uno a cada lado. </p><p></p><p>La fortuna quiso que esos escudos acompañaran al acorazado hasta sus últimos días, pues al igual que el águila de bronce (mascarón de popa) -ya rescatada por el equipo de Bado- estos símbolos fueron retirados de todos los barcos de la marina de guerra alemana al inicio de la Segunda Guerra Mundial. El Graf Spee partió antes del comienzo de la contienda, por lo que mantuvo todos sus ornamentos. </p><p></p><p>Los trabajos submarinos en el naufragio tendrán nuevamente el asesoramiento técnico de Mensun Bound, doctor en arqueología de la Universidad inglesa de Oxford. Pero no se beneficiarán del apoyo financiero del exterior, con el que contaron en el pasado. </p><p></p><p>El motivo: un decreto firmado por Tabaré Vázquez (el 306/006), que suspendió indefinidamente la recepción de solicitudes de búsquedas y aquellas que estuvieran en lista de espera para adjudicación. </p><p></p><p>Al margen de la expedición de rescate que comenzará en breve, Bado estudia la posibilidad de demandar al Estado por no permitirle vender los miles de elementos que ha recuperado de éste y otros naufragios. </p><p></p><p>También el buscador de tesoros Ruben Collado analiza demandas por varios millones de dólares, por barcos que halló en Montevideo y Colonia y que no le han permitido rescatar. </p><p></p><p>Y lo propio hace el rescatista Roberto Filipelli, quien mantiene de su peculio, en su casa de Punta del Este, decenas de objetos históricos recuperados en Maldonado que no le han autorizado a comercializar. </p><p></p><p>EL ÚLTIMO. La del Graf Spee será, por tanto, la última expedición privada que se autorice. O dicho de otra manera, la última que se haga en las costas uruguayas, porque el Estado carece de fondos para subvencionar este tipo de emprendimientos, sumamente costosos y de alto riesgo. </p><p></p><p>El equipo de rescate hará uso de los últimos 84 días que le quedan del contrato que firmó con el Estado. Luego, asumirá los elevados costos de preservación de los elementos que sean recuperados. En tanto, aguardan desde hace años, guardados en depósitos, objetos como el águila de bronce, por la que se ha ofrecido US$ 20 millones desde el extranjero. Aun cuando la mitad de ese monto, más impuestos, le correspondería al Estado -que no invierte en el rescate-, el objeto no ha podido salir del país. </p><p></p><p>SABOTAJE SUBMARINO. Tras dos intentos fallidos, los rescatistas lograron recuperar el telémetro de este acorazado alemán, hundido en 1939 a la salida del puerto de Montevideo en la recordada "Batalla del Río de la Plata". Millones de personas en el mundo se conmovieron en 2004 con las imágenes que emergían del Río de la Plata: un jirón de la Segunda Guerra Mundial era recuperado del fondo del mar, en un país muy lejano de la contienda bélica. </p><p></p><p>Por instrumentos como este, el capitán Hans Langsdorff decidió hundir su barco, para que los "secretos" que guardaba no quedaran en poder del enemigo. Pero hubo otro "secreto" que no difundió la prensa en el rescate de 2004: un sabotaje a la expedición realizado por manos "expertas". </p><p></p><p>El equipo de rescatistas había asegurado el telémetro convenientemente, con dos grilletes de 15 kilos. Pero antes de llegar al lugar de la operación, los buzos se percataron que los flotadores que sujetaban las lingas, a nivel de superficie, ya no se encontraban en el lugar. La correntada era fuerte, por lo que pensaron que podían haberse aflojado. </p><p></p><p>Otra posibilidad era que la marea hubiese crecido y que las boyas se encontraran sumergidas algunos centímetros. Pero al llegar al sitio, vieron que nada de eso había ocurrido: las boyas habían sido cortadas. </p><p></p><p>Luego de ubicar nuevamente el telémetro con un GPS diferencial, una tarea relativamente sencilla, se confirmaron las sospechas: los grilletes que se habían ajustado con una herramienta apropiada, habían sido desmontados bajo el agua, tarea que probablemente insumió a los saboteadores varias horas de trabajo. </p><p></p><p>La sorpresa fue mayor cuando se percataron que uno de los brazos del telémetro había sido arrancado y arrastrado por el fondo del río. Siguiendo el surco que la pieza dejó en el barro, pudo ser encontrado a varios metros del lugar. </p><p></p><p>Este atentado, realizado bajo las propias narices de la Armada, a pocos kilómetros de su muelle portuario, obligó a hacer maniobras adicionales para recuperar el brazo extirpado, lo cual hizo que los inversionistas tuvieran que desembolsar US$ 7.000 adicionales. </p><p></p><p>La Prefectura Nacional Naval denunció el hecho a la Justicia. Hasta hoy, no se sabe quién hizo el sabotaje. </p><p></p><p>"Tapan todo con cemento" </p><p>¿Es el último rescate de un naufragio en las costas uruguayas a partir del decreto firmado por el presidente? </p><p></p><p>Es el último en función de la ley actual. Si el decreto cambia, se puede seguir. Pero los inversores ya no creen en el Estado, porque continuamente se cambian las reglas de juego. Nosotros tenemos ubicado un barco del siglo XVIII en Punta del Este, el Sea Horse, y hace 17 años que esperamos que nos lo den. </p><p></p><p></p><p>El País Digital</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 716053, member: 50"] En una semana el equipo de rescatistas del Graf Spee volverá a bucear en el emblemático acorazado. Lo hará sólo por 84 días, cuando finalice el contrato. Un decreto firmado por Tabaré Vázquez prohíbe todos los rescates de naufragios. El equipo dirigido por el buzo Héctor Bado intentará rescatar, a partir del 15 de marzo, uno de los cañones principales del buque, de unos 48.000 kilogramos, un cañón doble antiaéreo y tres piezas de artillería de 17.000 kilos, ubicadas en la banda de babor, idénticas a la que se exhibe en el Museo Naval del Buceo. Pero los rescatistas van por más: intentarán llevar a la superficie los blasones (escudos de armas) de la familia Spee, de más de dos metros de altura, que se encontraban adheridos a la proa del barco. Cuando el Graf Spee fue botado, lucía un solo escudo que cubría ambas bandas de la proa. Luego este fue sustituido por otros dos, más pequeños, uno a cada lado. La fortuna quiso que esos escudos acompañaran al acorazado hasta sus últimos días, pues al igual que el águila de bronce (mascarón de popa) -ya rescatada por el equipo de Bado- estos símbolos fueron retirados de todos los barcos de la marina de guerra alemana al inicio de la Segunda Guerra Mundial. El Graf Spee partió antes del comienzo de la contienda, por lo que mantuvo todos sus ornamentos. Los trabajos submarinos en el naufragio tendrán nuevamente el asesoramiento técnico de Mensun Bound, doctor en arqueología de la Universidad inglesa de Oxford. Pero no se beneficiarán del apoyo financiero del exterior, con el que contaron en el pasado. El motivo: un decreto firmado por Tabaré Vázquez (el 306/006), que suspendió indefinidamente la recepción de solicitudes de búsquedas y aquellas que estuvieran en lista de espera para adjudicación. Al margen de la expedición de rescate que comenzará en breve, Bado estudia la posibilidad de demandar al Estado por no permitirle vender los miles de elementos que ha recuperado de éste y otros naufragios. También el buscador de tesoros Ruben Collado analiza demandas por varios millones de dólares, por barcos que halló en Montevideo y Colonia y que no le han permitido rescatar. Y lo propio hace el rescatista Roberto Filipelli, quien mantiene de su peculio, en su casa de Punta del Este, decenas de objetos históricos recuperados en Maldonado que no le han autorizado a comercializar. EL ÚLTIMO. La del Graf Spee será, por tanto, la última expedición privada que se autorice. O dicho de otra manera, la última que se haga en las costas uruguayas, porque el Estado carece de fondos para subvencionar este tipo de emprendimientos, sumamente costosos y de alto riesgo. El equipo de rescate hará uso de los últimos 84 días que le quedan del contrato que firmó con el Estado. Luego, asumirá los elevados costos de preservación de los elementos que sean recuperados. En tanto, aguardan desde hace años, guardados en depósitos, objetos como el águila de bronce, por la que se ha ofrecido US$ 20 millones desde el extranjero. Aun cuando la mitad de ese monto, más impuestos, le correspondería al Estado -que no invierte en el rescate-, el objeto no ha podido salir del país. SABOTAJE SUBMARINO. Tras dos intentos fallidos, los rescatistas lograron recuperar el telémetro de este acorazado alemán, hundido en 1939 a la salida del puerto de Montevideo en la recordada "Batalla del Río de la Plata". Millones de personas en el mundo se conmovieron en 2004 con las imágenes que emergían del Río de la Plata: un jirón de la Segunda Guerra Mundial era recuperado del fondo del mar, en un país muy lejano de la contienda bélica. Por instrumentos como este, el capitán Hans Langsdorff decidió hundir su barco, para que los "secretos" que guardaba no quedaran en poder del enemigo. Pero hubo otro "secreto" que no difundió la prensa en el rescate de 2004: un sabotaje a la expedición realizado por manos "expertas". El equipo de rescatistas había asegurado el telémetro convenientemente, con dos grilletes de 15 kilos. Pero antes de llegar al lugar de la operación, los buzos se percataron que los flotadores que sujetaban las lingas, a nivel de superficie, ya no se encontraban en el lugar. La correntada era fuerte, por lo que pensaron que podían haberse aflojado. Otra posibilidad era que la marea hubiese crecido y que las boyas se encontraran sumergidas algunos centímetros. Pero al llegar al sitio, vieron que nada de eso había ocurrido: las boyas habían sido cortadas. Luego de ubicar nuevamente el telémetro con un GPS diferencial, una tarea relativamente sencilla, se confirmaron las sospechas: los grilletes que se habían ajustado con una herramienta apropiada, habían sido desmontados bajo el agua, tarea que probablemente insumió a los saboteadores varias horas de trabajo. La sorpresa fue mayor cuando se percataron que uno de los brazos del telémetro había sido arrancado y arrastrado por el fondo del río. Siguiendo el surco que la pieza dejó en el barro, pudo ser encontrado a varios metros del lugar. Este atentado, realizado bajo las propias narices de la Armada, a pocos kilómetros de su muelle portuario, obligó a hacer maniobras adicionales para recuperar el brazo extirpado, lo cual hizo que los inversionistas tuvieran que desembolsar US$ 7.000 adicionales. La Prefectura Nacional Naval denunció el hecho a la Justicia. Hasta hoy, no se sabe quién hizo el sabotaje. "Tapan todo con cemento" ¿Es el último rescate de un naufragio en las costas uruguayas a partir del decreto firmado por el presidente? Es el último en función de la ley actual. Si el decreto cambia, se puede seguir. Pero los inversores ya no creen en el Estado, porque continuamente se cambian las reglas de juego. Nosotros tenemos ubicado un barco del siglo XVIII en Punta del Este, el Sea Horse, y hace 17 años que esperamos que nos lo den. El País Digital [/QUOTE]
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