100 de los 166 presos en la ilegal Guantánamo en huelga de hambre

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LA VERGÜENZA DE OBAMA
100 de los 166 presos en la ilegal Guantánamo en huelga de hambre

100 de los 166 presos recluidos en la prisión militar estadounidense ilegal de Guantánamo están ya en huelga de hambre como parte de una protesta que comenzó hace casi 3 meses para llamar la atención sobre las condiciones en la prisión, informó hoy un portavoz de la base naval. La cifra oficial fue anunciada en un correo electrónico por el portavoz de la base situada en territorio cubano, Samuel House, y supone un aumento notable respecto a la proporcionada el pasado lunes, cuando el Pentágono reconocía que un total de 84 presos se habían sumado a la protesta.


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Guantánamo es una maldición para Barack Obama porque exhibe su falta de valentía para concretar muchas de sus promesas. Por ejemplo, acabar con la prisión ilegal montada por George W. Bush, uno de los peores presidentes de USA.

La huelga de hambre de los presos de Guantánamo va a entrar en su 3er. mes con más de la mitad de la población del centro de reclusión sumada a ella y con la casi totalidad de los efectivos militares dedicados a atender y alimentar por la fuerza a los huelguistas.

La situación que se vive en la base naval militar norteamericana instalada en territorio cubano es tan límite que el Pentágono ha enviado personal médico adicional para que pueda ocuparse del creciente número de presos que se niegan a comer.

El viernes 26/04, las autoridades de la base reconocían que 94 presos están en huelga de hambre sobre un total de 166, y que 17 estaban siendo alimentados con vías por la nariz hasta el estómago para evitar su deshidratación y pérdida de peso que les podría acarrear la muerte.

En la semana que comienza deberían de llegar a la instalación militar 40 personas enviadas por el Departamento de Defensa —entre médicos, enfermeras y otro personal hospitalario— que ayudará a las cerca de 100 personas actualmente de servicio en las instalaciones médicas de la Armada, según el coronel Samuel House, uno de los portavoces del centro de reclusión de Guantánamo.

No es la 1ra. huelga de hambre que se vive en esa prisión ilegal. Poco después de su creación, en enero de 2002, para alejar de las leyes de USA a los capturados en el extranjero en la guerra contra Al Qaeda —denominados por la Administración de George Bush “combatientes enemigos”—, se desarrollaba la primera.

En 2006, las autoridades militares acababan por la fuerza con otra que llegó a sumar a casi 200 personas —por aquel entonces había más de 600 prisioneros—. Pero la que ahora se lleva a cabo obedece a razones distintas a las de hace años.

Si, según el teniente coronel de turno a cargo entonces de las relaciones con la prensa, la huelga era "una táctica de Al Qaeda" para captar la atención de los medios de comunicación, ahora responde a razones que difieren según las versiones pero que tiene la frustración y la desesperación como telón de fondo: los presos están dispuestos a dejarse morir antes que pasar otro día más encerrados.

En un principio, los presos se quejaron de registros indiscriminados en los que sus objetos personales –entre ellos el Corán- eran tratados de forma irrespetuosa por los militares. Pero tanto los abogados como las autoridades de la base aseguran que lo que subyace es el sentimiento de que la única manera de abandonar el penal es en un féretro.

Para el general John Kelly, jefe del Comando Sur del Ejército de USA y al frente del penal de Guantánamo, los presos tenían grandes expectativas de que con Barack Obama se cerrase el centro que se han visto frustradas. “Estaban devastados cuando percibieron que el Presidente daba marcha atrás”, asegura Kelly, en entrevistas con la prensa estadounidense la semana pasada. A esa decisión se sumó la firma presidencial en enero de 2011 para restringir al máximo los traslados a terceros países.

La influyente senadora demócrata Dianne Feinstein –presidenta del Comité de Inteligencia del Senado- pidió a la Casa Blanca que reanude el proceso de transferencia y liberación de 86 reos que hace más de 3 años que cuentan con el visto bueno de la Administración para regresar a sus países.

De esos 86 presos, 56 son de Yemen, país hacia el que el presidente Barack Obama frenó futuras transferencias después del intento de atentado el día de navidad de 2009 por parte de un yemení y la base de Al Qaeda en ese país asiático frente al cuerno de África.
El hecho de que muchos detenidos hayan pasado más de una década en Guantánamo y crean que no hay luz al final del túnel para ellos es una razón más para los crecientes problemas y los cada vez más y más reclusos en huelga de hambre”, escribió Feinstein en una carta dirigida a Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

Feinstein recordaba en su carta al consejero de seguridad de Obama que cuando sucedió el intento de atentado el día de Navidad ella misma pidió al presidente que se paralizaran las transferencias “hasta que la situación en Yemen se estabilizase”.

Sin embargo, la senadora considera que ha llegado el momento de examinar si el presidente yemení, Abdu Rabbu Mansur Hadi –enemigo declarado de Al Qaeda desde que llegó al poder el año pasado- puede garantizar que “los 56 yemenís que tienen carta blanca para ser transferidos” no serán un peligro para la seguridad y proceder así a su traslado desde Guantánamo.

La senadora recuerda a la Casa Blanca en su misiva que tras su visita al penal militar de Guantánamo a principios de este mes, el Comité Internacional de la Cruz Roja indicó que la desesperación entre los detenidos “no tiene precedentes”.
urgente 24
 

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La huelga de hambre en el penal de Guantánamo se desborda

La situación se hace crítica en la base militar de EE UU
El Pentágono ha enviado personal médico adicional para atender a los reos

La huelga de hambre de los presos de Guantánamo va a entrar en su tercer mes con más de la mitad de la población del centro de reclusión sumada a ella y con la casi totalidad de los efectivos militares dedicados a atender y alimentar por la fuerza a los huelguistas.
La situación que se vive en la base naval militar norteamericana instalada en territorio cubano es tan límite que el Pentágono ha enviado personal médico adicional para que pueda ocuparse del creciente número de presos que se niegan a comer.

El pasado viernes, las autoridades de la base reconocían que 94 reos están en huelga de hambre sobre un total de 166, y que 17 estaban siendo alimentados con vías por la nariz hasta el estómago para evitar su deshidratación y pérdida de peso que les podría acarrear la muerte.
En la semana que comienza deberían de llegar a la instalación militar 40 personas enviadas por el Departamento de Defensa —entre médicos, enfermeras y otro personal hospitalario— que ayudará a las cerca de 100 personas actualmente de servicio en las instalaciones médicas de la Armada, según el coronel Samuel House, uno de los portavoces del centro de reclusión de Guantánamo.

No es ésta la primera huelga de hambre que se vive en la prisión. Poco después de su creación, en enero de 2002, para alejar de las leyes de EE UU a los capturados en el extranjero en la guerra contra Al Qaeda —denominados por la Administración de George Bush “combatientes enemigos”—, se desarrollaba la primera.

En 2006, las autoridades militares acababan por la fuerza con otra que llegó a sumar a casi 200 personas —por aquel entonces había más de 600 prisioneros—. Pero la que ahora se lleva a cabo obedece a razones distintas a las de hace años. Si, según el teniente coronel de turno a cargo entonces de las relaciones con la prensa, la huelga era "una táctica de Al Qaeda" para captar la atención de los medios de comunicación, ahora responde a razones que difieren según las versiones pero que tiene la frustración y la desesperación como telón de fondo: los presos están dispuestos a dejarse morir antes que pasar otro día más encerrados.

En un principio, los presos se quejaron de registros indiscriminados en los que sus objetos personales –entre ellos el Corán- eran tratados de forma irrespetuosa por los militares. Pero tanto los abogados como las autoridades de la base aseguran que lo que subyace es el sentimiento de que la única manera de abandonar el penal es en un féretro.

Para el general John Kelly, jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos y al frente del penal de Guantánamo, los presos tenían grandes expectativas de que con Barack Obama se cerrase el centro que se han visto frustradas. “Estaban devastados cuando percibieron que el presidente daba marcha atrás”, asegura Kelly, en entrevistas con la prensa norteamericana la semana pasada. A esa decisión se sumó la firma presidencial en enero de 2011 para restringir al máximo los traslados a terceros países.

El pasado viernes, la influyente senadora demócrata Dianne Feinstein –presidenta del Comité de Inteligencia del Senado- pedía a la Casa Blanca que reanudase el proceso de transferencia y liberación de 86 reos que hace más de tres años que cuentan con el visto bueno de la Administración para regresar a sus países. De esos 86 presos, 56 son de Yemen, país hacia el que el presidente Barack Obama frenó futuras transferencias después del intento de atentado el día de navidad de 2009 por parte de un yemení y la base de Al Qaeda en ese país asiático frente al cuerno de África.

“El hecho de que muchos detenidos hayan pasado más de una década en Guantánamo y crean que no hay luz al final del túnel para ellos es una razón más para los crecientes problemas y los cada vez más y más reclusos en huelga de hambre”, ha escrito Feinstein en una carta dirigida a Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

Feinstein recordaba en su carta al consejero de seguridad de Obama que cuando sucedió el intento de atentado el día de Navidad ella misma pidió al presidente que se paralizaran las transferencias “hasta que la situación en Yemen se estabilizase”. Sin embargo, la senadora considera que ha llegado el momento de examinar si el presidente yemení, Abdu Rabbu Mansur Hadi –enemigo declarado de Al Qaeda desde que llegó al poder el año pasado- puede garantizar que “los 56 yemenís que tienen carta blanca para ser transferidos” no serán un peligro para la seguridad y proceder así a su traslado desde Guantánamo.

La senadora recuerda a la Casa Blanca en su misiva que tras su visita al penal militar de Guantánamo a principios de este mes, el Comité Internacional de la Cruz Roja indicó que la desesperación entre los detenidos “no tiene precedentes”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/27/actualidad/1367090344_750612.html
 

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DOCENAS DE DETENIDOS QUE HACEN HUELGA DE HAMBRE EN LA CARCEL MILITAR NORTEAMERICANA SON ALIMENTADOS CON SONDAS
El dolor sin fin de los presos de Guantánamo

Despojados de todo, aun de las cosas básicas como una colchoneta para dormir, más de cien hombres yacen en el piso de cemento de las celdas, manteniendo el ayuno. Cuatro están tan enfermos que se espera que en cualquier momento mueran.
Escuálidos y frágiles, más de cien hombres yacen en el piso de cemento de las heladas y solitarias celdas de Guantánamo, silenciosamente matándose de hambre. Despojados de todas sus posesiones, aun de las cosas básicas como una colchoneta para dormir y jabón, están en silencio mientras los guardias periódicamente golpean las puertas de acero y les gritan que muevan un brazo o una pierna para demostrar que aún están conscientes.
El conocido centro de detención está en crisis, sufriendo una rebelión sin precedentes: alrededor de dos tercios de los 166 detenidos mantienen una huelga de hambre. Esta semana, 48 enfermeras militares estadounidenses fueron enviadas para tratar de evitar un suicidio masivo. El último británico detenido, Shaker Aamer, dijo que estaba preparado a continuar la huelga hasta su muerte.
La administración de Estados Unidos hace lo que puede para evitar que miradas indiscretas vean la tragedia que se desarrolla, pero The Independent obtuvo informes de primera mano. Dos veces por día, los 23 más débiles son llevados a una habitación. Sus muñecas, brazos, estómago, piernas y cabeza son atados a una silla, y se realizan repetidos intentos de forzar un tubo por sus narices hacia su estómago. Es un feo procedimiento mientras tienen arcadas y las sangre brota de sus narices. “No nos dejan vivir en paz y ahora no nos dejan morir en paz”, dijo un preso, Fayiz al Kandari, un kuwaití detenido durante once años sin cargos.
Cuatro están tan enfermos que yacen con grilletes en el hospital y los internos predicen que es cuestión de horas antes que uno muera. “Es posible que yo muera aquí”, dijo recientemente Aamer, de 44 años, a través de su abogado, Clive Stafford Smith. “Espero que no, pero si me muero, por favor dígales a mis hijos que los quería por sobre todas las cosas, pero que tenía que sostener el principio de que no pueden detener a gente sin un juicio, especialmente cuando han sido autorizados a quedar en libertad”, dijo el padre de cuatro hijos, que permanece en Camp 5 a pesar de haber obtenido la aprobación para ser liberado hace más de cinco años. “Es triste, pero la tortura y el abuso continúan funcionando en Guantánamo y Estados Unidos está tirando más por la borda su disminuida autoridad moral”, añadió Stafford Smith.
La protesta, que comenzó el 6 de febrero, se ha expandido ahora a Camp 5 y Camp 6, donde se estima que de 100 a 130 personas adhieren. Estos no son los detenidos de alto valor de Camp 7, el puñado de presos acusado de crímenes terroristas. Los huelguistas de hambre son aquellos que han esperado durante una década o más un juicio, incluyendo a 86 que obtuvieron autorización para ser liberados, pero permanecen atrapados por las restricciones impuestas por el Congreso.
Mientras el presidente Barack Obama se comprometía esta semana a presionar por el cierre de Guantánamo, los detenidos señalan que volvió al régimen draconiano de la administración Bush. “Los abogados de la defensa han tratado de lograr un diálogo constructivo, pero siempre nos hemos topado con resistencia y silencio”, explicaba el capitán del ejército de Estados Unidos, Jason Wright, un abogado que describe haber visto a su cliente Obaidullah ahora con 52 kilos, hecho una “bolsa de huesos”, como una experiencia “extremadamente angustiante”.
“Me duele la cintura, siento mareos, no puedo dormir bien. Me siento desesperanzado. No puedo ejercitarme. Mis músculos se han debilitado en los últimos 50 días. He vomitado cinco veces”, escribió Obaidullah, un afgano de 32 años que nunca estuvo acusado a pesar de 11 años de detención. “Cuando entré a la habitación estaba visiblemente cambiado. Dijo: ‘No nos tratan con dignidad, nos tratan como a perros’. Es claro que si esta huelga de hambre continúa, habrá muertos. Estos hombres van a morir en esta prisión por nada. Es absolutamente indignante”, dice el capitán Wright. “La huelga de hambre es una protesta política. El hecho de que sean tratados así va en contra de la ley internacional y no es estadounidense”, añadió.
La protesta comenzó el 6 de febrero cuando, según los abogados, la nueva administración decidió terminar “una era de permisividad” y tomar una actitud más estricta, en contravención con la Convención de Ginebra. Los guardias confiscaron todos los “items de comodidad”, pero lo que indignó más a los detenidos fue que les quitaran el Corán, un acto que la administración niega.
La protesta fue pacífica hasta el 13 de abril, cuando los guardias utilizaron balas de goma para mover a los prisioneros de las celdas comunitarias y algunos respondieron con “armas improvisadas” como palos de escoba. Los informes de primera mano revelaron esta semana que la mayoría de los prisioneros está detenida en confinamiento solitario en celdas vacías, sin ventanas de 3,5 metros por 2. El agua limpia está racionada y han sido despojados de todas sus posesiones.
Se quejan de que el aire acondicionado está prendido a un nivel de congelamiento. Los guardias perturban deliberadamente sus horas de oración y aparecen durante la noche para llevarlos a las duchas. El marroquí Younous Chekkouri dijo por teléfono a sus abogados que padece tener que dormir en el piso de cemento y que usa sus zapatos como almohada. “El dolor comienza inmediatamente cuando estoy en el piso. Dolor en mi nuca, dolor en mi pecho. Finalmente, a la noche nos dieron frazadas. Hacía mucho frío. El agua ahora es un privilegio. Nos están tratando como animales”, añadió. “Creía que mi tortura había terminado, pero lo de ahora es terrible.”
Amnistía Internacional fue una de las varias organizaciones de derechos humanos que describieron la situación en el penal de la base militar en Cuba como “en un punto de crisis”, mientras un especialista de la ONU en tortura, Juan Mendes, condenó la detención continuada como “cruel, inhumana y degradante”.
Omar Deghayes, de 43 años, un residente británico que fue liberado en 2007 sin cargos, recordó el efecto de dos huelgas de hambre más cortas. Tirado en una “celda-congeladora”, dijo que apenas se podía parar y estaba consumido por el hambre y los dolores. “Uno comienza a alucinar. Comencé a escuchar voces. Luego empecé a vomitar sangre y pus. Tu estómago se contrae y te alimentan a la fuerza en grandes cantidades, no se puede controlar nada, uno tiene diarrea. Te llevan al patio y te lavan con mangueras.” La mayoría de la gente no puede sobrevivir, habiendo perdido más del 40 por ciento de su peso.
El capitán Wright, que viajó en el mismo avión que las enfermeras, dijo: “No puedo creer que entendieran lo que se les pedía que hicieran por su país. Sabían lo terrible que sería. Espero que algunas hayan tenido el coraje de decir que no”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Tra-ducción: Celita Doyhambéhère.
 
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