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Area Militar General
Malvinas 1982
30 aniversario del hundimiento del glorioso crucero Grl Belgrano.
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<blockquote data-quote="licastro" data-source="post: 1170448" data-attributes="member: 436"><p><strong>El hermanito perdido </strong></p><p></p><p style="text-align: center"></p><p><img src="http://www.continental.com.ar/images/1681598_N_IMGG.JPG" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /></p><p></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 13px"><span style="color: #949494">El hermanito perdido </span></span></strong></p><p style="text-align: center"></p><p>Marito es uno de los 323 argentinos que está sepultado en el fondo de ese océano atlántico transformado en cementerio. Hace 30 años que Marito se hundió con el Crucero General Belgrano. Y le digo Marito porque era un chico de la guerra. <strong>Tenía apenas 16</strong> años y un apellido tan salteño como Guemes. Marito era y es, en la memoria colectiva, <strong>Mario Vilca Condorí</strong>, un chango de piel cobriza y coraje sin límites. Un patriota del norte profundo que fue a morir por la patria en lo profundo del sur. Era panadero, como don Juan Riera cantando. A los 14 años ingresó en la Escuela Mecánica de la Armada porque soñaba con comprarle una casa a sus hermanas con el sudor de su frente. Los poderosos cañones parecían juguetes en sus manos pequeñas. </p><p></p><p>Pero no arrugaba nunca. En su última carta contó que le palpitaba el alma de solo saber que iba a pelear por las Malvinas. Era menor de edad pero después de jurar la bandera se comprometió a defenderla. Sintió que si se bajaba del barco era una forma de la traición. Y los salteños, desde chicos y por historia tienen un corazón grande para expulsar a invasores extranjeros de nuestras fronteras. Para ejercer la soberanía. Para no permitir que ninguna bandera extraña flamee en nuestro suelo. </p><p></p><p>Y allí fue Marito, se embarcó en el crucero con su orgullo nacional a cuestas. Quería fabricar el mejor pan para los soldados y tener la mejor puntería contra los ingleses. Mario había aprendido a amar el territorio sembrando maíz y alimentando vacas. Así se ganaba humildemente la vida la familia Vilca Condorí en el paraje Los Naranjos, un caserío alejado de la mano de Dios.</p><p></p><p>Mario soñaba con navegar con la misma elegancia con que cabalgaba. Era un experto jinete y quería ser el mejor marinero. Aquel día maldito de hace 30 años, cuando los torpedos agujerearon al crucero, sucedió algo tremendo con Mario. Su hermano Juan lo empezó a buscar como un loco entre los gritos y el fuego que se metía en los camarotes. Juan también iba en el crucero. Era cabo primero y uno de los encargados de reparar el armamento. El humo negro quemaba los ojos. Los cuerpos se incineraban en el intento de escapar.</p><p></p><p>Era atroz. Juan corrió y corrió hasta que quedaba la última balsa de todas. Abandonó el barco con la esperanza de que su hermano ya estuviera flotando con los sobrevivientes. Pero no lo vio. No lo vio esa noche y no lo pudo ver nunca más. Una historia tremenda de dos hermanos que en realidad fueron tres. Porque el cabo segundo enfermero Anastasio Vilca Condorí estaba muy cerca de sus hermanos. A pocos kilómetros venía navegando en el buque hospital “Bahía Paraíso”, preparado para recoger a los heridos. No pudo dormir por varias noches, aterrado con esas imágenes de las balsas navegando a la deriva, con diez o quince cadáveres a bordo. Se morían dormidos, congelados. Anastasio solo logró calmarse cuando con letra temblorosa escribió una carta donde rogaba: quiero volver a verlos, hermanos queridos. Me siento solo. Tengo miedo por ustedes.</p><p></p><p>Cuando Juan y Anastasio se reencontraron, se dieron un abrazo tan interminable como su congoja. Tres hermanos habían zarpado del puerto y habían regresado solamente dos. Calmaban su angustia multiplicada recordando la sonrisa de Marito, el panadero patriota. Lo más terrible fue darle la noticia a Yreña Elena Condorí, la madre de los muchachos. Su corazón no resistió el desgarro y se murió. Se fue al cielo o al mar a acompañar a su hijito Mario, un héroe de Malvinas. Juan y Anastasio en poco tiempo perdieron a su madre y a su hermano. La guerra les había arrancado de cuajo lo mejor que tenían. Esa herida se les instaló para siempre en su mirada. Los hermanos Vilca Condorí, los sobrevivientes, no se quedaron paralizados por el dolor. Resolvieron transformarlo en solidaridad y lucha. Se dedicaron a hacer el bien sin mirar a quien. A amar a sus prójimos mas que a si mismo. </p><p></p><p>Pasaron del luto a la esperanza. Y le contaron esta historia tremenda al periodista Bruno Larocca. Yo solo me limité a robarla. Anastasio hoy es un abogado que defiende a los ex combatientes, tiene 4 hijos, trabajó en el hospital de Orán y colaboró siempre con el servicio de terapia infantil. Juan, increíblemente participó de otra guerra embarcado. La del Golfo, en 1991 pero después pidió el retiro y se instaló en Orán con su esposa y sus dos hijos. Hace dos años los hermanos crearon la fundación Nuna Mario Vilca Condorí con la que ayudan a todas las escuelas rurales a combatir el analfabetismo. Lo hacen en defensa propia, a favor de sus hermanos salteños y a la memoria de su hermanito perdido.</p><p><a href="http://www.continental.com.ar/opinion/bloggers/blogs/alfredo-leuco/el-hermanito-perdido/blog/1681598.aspx%3E">http://www.continental.com.ar/opinion/bloggers/blogs/alfredo-leuco/el-hermanito-perdido/blog/1681598.aspx></a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="licastro, post: 1170448, member: 436"] [B]El hermanito perdido [/B] [CENTER] [/CENTER] [IMG]http://www.continental.com.ar/images/1681598_N_IMGG.JPG[/IMG] [B][SIZE=13px][COLOR=#949494]El hermanito perdido [/COLOR][/SIZE][/B] [CENTER] [/CENTER] Marito es uno de los 323 argentinos que está sepultado en el fondo de ese océano atlántico transformado en cementerio. Hace 30 años que Marito se hundió con el Crucero General Belgrano. Y le digo Marito porque era un chico de la guerra. [B]Tenía apenas 16[/B] años y un apellido tan salteño como Guemes. Marito era y es, en la memoria colectiva, [B]Mario Vilca Condorí[/B], un chango de piel cobriza y coraje sin límites. Un patriota del norte profundo que fue a morir por la patria en lo profundo del sur. Era panadero, como don Juan Riera cantando. A los 14 años ingresó en la Escuela Mecánica de la Armada porque soñaba con comprarle una casa a sus hermanas con el sudor de su frente. Los poderosos cañones parecían juguetes en sus manos pequeñas. Pero no arrugaba nunca. En su última carta contó que le palpitaba el alma de solo saber que iba a pelear por las Malvinas. Era menor de edad pero después de jurar la bandera se comprometió a defenderla. Sintió que si se bajaba del barco era una forma de la traición. Y los salteños, desde chicos y por historia tienen un corazón grande para expulsar a invasores extranjeros de nuestras fronteras. Para ejercer la soberanía. Para no permitir que ninguna bandera extraña flamee en nuestro suelo. Y allí fue Marito, se embarcó en el crucero con su orgullo nacional a cuestas. Quería fabricar el mejor pan para los soldados y tener la mejor puntería contra los ingleses. Mario había aprendido a amar el territorio sembrando maíz y alimentando vacas. Así se ganaba humildemente la vida la familia Vilca Condorí en el paraje Los Naranjos, un caserío alejado de la mano de Dios. Mario soñaba con navegar con la misma elegancia con que cabalgaba. Era un experto jinete y quería ser el mejor marinero. Aquel día maldito de hace 30 años, cuando los torpedos agujerearon al crucero, sucedió algo tremendo con Mario. Su hermano Juan lo empezó a buscar como un loco entre los gritos y el fuego que se metía en los camarotes. Juan también iba en el crucero. Era cabo primero y uno de los encargados de reparar el armamento. El humo negro quemaba los ojos. Los cuerpos se incineraban en el intento de escapar. Era atroz. Juan corrió y corrió hasta que quedaba la última balsa de todas. Abandonó el barco con la esperanza de que su hermano ya estuviera flotando con los sobrevivientes. Pero no lo vio. No lo vio esa noche y no lo pudo ver nunca más. Una historia tremenda de dos hermanos que en realidad fueron tres. Porque el cabo segundo enfermero Anastasio Vilca Condorí estaba muy cerca de sus hermanos. A pocos kilómetros venía navegando en el buque hospital “Bahía Paraíso”, preparado para recoger a los heridos. No pudo dormir por varias noches, aterrado con esas imágenes de las balsas navegando a la deriva, con diez o quince cadáveres a bordo. Se morían dormidos, congelados. Anastasio solo logró calmarse cuando con letra temblorosa escribió una carta donde rogaba: quiero volver a verlos, hermanos queridos. Me siento solo. Tengo miedo por ustedes. Cuando Juan y Anastasio se reencontraron, se dieron un abrazo tan interminable como su congoja. Tres hermanos habían zarpado del puerto y habían regresado solamente dos. Calmaban su angustia multiplicada recordando la sonrisa de Marito, el panadero patriota. Lo más terrible fue darle la noticia a Yreña Elena Condorí, la madre de los muchachos. Su corazón no resistió el desgarro y se murió. Se fue al cielo o al mar a acompañar a su hijito Mario, un héroe de Malvinas. Juan y Anastasio en poco tiempo perdieron a su madre y a su hermano. La guerra les había arrancado de cuajo lo mejor que tenían. Esa herida se les instaló para siempre en su mirada. Los hermanos Vilca Condorí, los sobrevivientes, no se quedaron paralizados por el dolor. Resolvieron transformarlo en solidaridad y lucha. Se dedicaron a hacer el bien sin mirar a quien. A amar a sus prójimos mas que a si mismo. Pasaron del luto a la esperanza. Y le contaron esta historia tremenda al periodista Bruno Larocca. Yo solo me limité a robarla. Anastasio hoy es un abogado que defiende a los ex combatientes, tiene 4 hijos, trabajó en el hospital de Orán y colaboró siempre con el servicio de terapia infantil. Juan, increíblemente participó de otra guerra embarcado. La del Golfo, en 1991 pero después pidió el retiro y se instaló en Orán con su esposa y sus dos hijos. Hace dos años los hermanos crearon la fundación Nuna Mario Vilca Condorí con la que ayudan a todas las escuelas rurales a combatir el analfabetismo. Lo hacen en defensa propia, a favor de sus hermanos salteños y a la memoria de su hermanito perdido. [url]http://www.continental.com.ar/opinion/bloggers/blogs/alfredo-leuco/el-hermanito-perdido/blog/1681598.aspx%3E[/url] [/QUOTE]
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