Esto ya lo puse en otro post, pero hoy está bien que lo coloque en donde debe ir. Nadie dice que NUESTRA INDEPENDENCIA se la debemos a éste GOLPISTA
. Cuandos K se entere de seguro que a Bendini lo va a obligar a que baje el cuadro de éste procer.
Constitución” sin independencia
En 1815, a tres años de la sublevación de San Martín que depuso al Triunvirato manejado por Rivadavia, la influencia rivadaviana volvía a interferir en la política del país. Sin haberse cumplido los objetivos de la Asamblea del año 1813, que debía ser “general”,es decir comprender a todas las provincias, y “constituyente” dictando la constitución dela nueva nación, el avance de la facción adicta a Rivadavia se hizo sentir. En una reunión celebrada en el Cabildo de Buenos Aires, se resuelve crear el cargo de “Director de Estado” y una “Junta de Observación” compuesta de cinco vocales que dictan un “Estatuto provisional para la dirección y adminis-tración del Estado”, con una convocato-ria a un Congreso en Tucumán “para sancionar la constitución”. Ese día, 5 de Mayo de 1815, Alvarez Thomas es desig-nado por ellos “Director del Estado”.
La Junta de Guerra de Cuyo, presidida por San Martín rechazó el “Estatuto”, “Por no considerarlo oportuno para el actual régimen de las provincias”, y consideró a Alvarez Thomas “Director de Estado de Buenos Aires”. El resto de las provincias adoptaron ese criterio. Un valioso antecedente del federalismo.
En la convocatoria al Congreso, no se hablaba de elegir congresales por provincia, sino “por ciudades y villas de todas las provincias”, una artimaña electoralista que favorecía al grupo rivadaviano enquistado en Buenos Aires. Otra argucia, era la de convocar a un Congreso para que dicte una constitu-ción, y no para que declare la indepen-dencia del país. Tratativas secretas de los rivadavianos con Gran Bretaña, lle-vaban a querer “legalizar” un esquema de gobierno que permitiera negociar un “protectorado” británico de ultramar o una anexión a Brasil, ya que la monar-quía portuguesa ere fiel aliada inglesa.
El Congreso de Tucumán
San Martín, gobernador de Cuyo, conocía estos planes, pero decidió aceptar el Congreso, preparando una sorpresa para sus organizadores. Las provincias a su mando, enviaron los siguientes repre-sentantes: Mendoza a Tomás Godoy Cruz y Juan A. Maza, San Juan a Narciso La-prida y Fray Justo Santa María de Oro, y San Luis a Juan M. de Pueyrredón, exilia-do allí bajo la protección de San Martín.
Las otras provincias que enviaron representantes al Congreso fueron: Tucumán, Buenos Aires Córdoba, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Charcas, Salta, Mizque, Chichas, Potosí.
El 24 de Marzo de 1816, el Congreso inició sus sesiones en Tucumán, con la presidencia de Medrano, pero se establecieron turnos de un mes para ese cargo. Laprida, el enviado de San Martín presidiría en Julio.
A principios de Abril, el Ejército de Observación al mando de Díaz Vélez se subleva y depone a Alvarez Thomas. La Junta de Buenos Aires lo reemplaza interinamente por González Balcarce, pero el 5 de Mayo, el Congreso de Tucumán elige “Director Supremo de la Provincias Unidas en Sudamérica” a Pueyrredón, el congresista enviado por San Martín y que cuenta con el apoyo del jefe militar del poderoso ejército acantonado en Mendoza.
El 9 de Julio
A partir de allí el plan sanmartiniano comienza a dar sus frutos. En Julio, mes en que la presidencia del Congreso recae en el congresista de San Martín, Narciso Laprida, éste coloca en el temario “que se trate la independencia”, algo para lo cual el cuerpo no había sido convocado. Por eso, ante la permanente insistencia de San Martín para que el Congreso declare la independencia del país, su en-viado Godoy Cruz le responde en una car-ta: “No todo es soplar y hacer botellas”.
Laprida y los congresales sanmartinia-nos logran que en la sesión del 8 de Julio se resuelva tratar el tema de la indepen-dencia, no incluido en los temarios, y en la sesión del 9 de Julio se aprueba “sobre tablas” el acta puesta a consideración. Para obviar el impedimento jurídico que no le permitía al Congreso adoptar esa medida, el texto dice: “...terminada la sesión ordinaria el Congreso continuó las anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman...”
Así y todo, tratada la independencia y declarada por la presión de San Martín y su ejército, el texto aprobado el día 9 de Julio rezaba: “...investirse del alto ca-rácter de Nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.”
San Martín advierte la estratagema legu-leya, que permitía incorporarse como colonia de Inglaterra o Portugal, y expre-sa que ni él ni sus tropas están dispues-tos a respetar una declaración de inde-pendencia que no sea plena y total, exi-giendo que sea modificado el texto. Por ello, en sesión secreta del 19 de Julio se agrega “... y de toda otra dominación extranjera”.
El robo de las actas
A fines de Julio de 1816, el Congreso envía sus actas a Buenos Aires, por correo militar, encomendando la misión al Oficial Cayetano Grimau, del Regi-miento 8, a quien el gobierno de Córdoba le asigna tan sólo un soldado desarmado para acompañarlo en el largo viaje. El 2 de Agosto, Grimau es alcanzado por el congresista Corro que viene con una comitiva y un ciudadano inglés. El inglés sube al carruaje de Corro y conversa largamente con él. Luego se apeó y empuñando un trabuco lo puso sobre el pecho de Grimau obligándolo a entre-garle las actas del Congreso de Tucumán. El soldado que acompañaba a Grimau desertó, y se reunió con el inglés.
Como pudo, Grimau llegó a Buenos Aires. Allí fue detenido y juzgado, encontrándo-selo inocente. La investigación determi-nó que el inglés se hacía llamar “José García” y era un agente, implicado con Corro en el hecho.
Las actas desaparecieron, entre ellas la del 9 de Julio modificada el día 19 con el agregado que San Martín impuso. Lo que se conoce de ellas llega a través de lo publicado en el periódico “El Redactor del Congreso Nacional”, que editó Fray Ca-yetano Rodríguez (congresista por Bue-nos Aires) mientras sesionó el Congreso.
Luego de eso, el 4 de Setiembre de 1816, el Congreso, en sesión secreta, resuelve enviar una misión a Río de Janeiro, con instrucciones reservadísimas, que consistían en afirmar la independencia, pero en caso de insistencia de incorporación a Brasil, aceptaran “...formar un Estado distinto de Brasil, aceptado su monarca (el de Portugal, aliado de Inglaterra) mientras mantenga su Corte en este continente.”
El congresista Godoy Cruz se opuso y votó en contra. Pueyrredón, por su parte, no dio cumplimiento a lo resuelto, abortándose en consecuencia la misión “reservadísima” para la que ya habían comisionado a Miguel Irigoyen.
Con todo esto, viene bien reflexionar sobre la gigantesca figura de San Martín. Sin él, y su decidida intervención en temas cruciales de Estado, la declaración de independencia no se habría logrado. Siendo un soldado, supo comprender como el mejor de los políticos las artimañas de quienes conspiraban contra el país y desbaratar sus propósitos.
Fue San Martín quien manejó astuta-mente el Congreso de Tucumán, y quien impuso a Pueyrredón como Director Supremo. Fue él quien aprovechó la presidencia del Congreso en manos de Laprida en el mes de Julio para “meter” el tema de la independencia en el orden del día, aunque no estuviera permitido en las facultades del Cuerpo. Y fue San Martín quien exigió, desde una posición de fuerza, que se declarase la independencia total y absoluta del país, rectificando el acta original.
¡Cuánto debemos a este gigante de nuestra historia! ¡Qué poco se conoce de sus luchas en todos los terrenos para que la Argentina existiera! Nunca nadie mereció, como él, el nombre de “Padre de la Patria”.
Por eso, cuando sus enemigos, siempre al acecho, criticaron sus métodos y procedimientos, respondió: “Cuando la Patria está en peligro, todo es lícito, menos dejarla perecer”.
Por Carlos Rodríguez Mansilla
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