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Malvinas 1982
A los hombres de acción...
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<blockquote data-quote="emeldir" data-source="post: 758153" data-attributes="member: 7940"><p>Aqui un poema extraido del "Romancero de la Guerra del Atlántico Sur".</p><p>de Miguel Angel Ferreyra Liendo.</p><p>Editorial ARPON, Agosto 1984. </p><p></p><p>Romance del Mayor Luis Alberto Puga.</p><p></p><p></p><p>Fue a las cinco de la tarde.</p><p>Misión cumplida tras una</p><p>fiera incursión de combate</p><p>contra las naves intrusas;</p><p>Violenta “caza de perros”</p><p>busca el inglés en la altura</p><p>para vengar el castigo</p><p>que una argentina patrulla</p><p>de cazadores de guerra</p><p>les ha pegado con furia.</p><p>Una patota de herejes</p><p>en escuadrilla de agujas</p><p>eran los Harriers ingleses</p><p>con los misiles de ayuda</p><p>de sus canallas aliados,</p><p>los yanquis.</p><p>Fue el veinticuatro de mayo</p><p>cuando Luis Alberto Puga,</p><p>líder de escuadra de caza</p><p>volando sobre la espuma</p><p>disparado como un rayo,</p><p>fue derribado en su fuga</p><p>por mortíferos impactos</p><p>de electrónicas astucias.</p><p>Allí comenzó el milagro</p><p>para Luis Alberto Puga</p><p>que se eyectó en increíbles</p><p>circunstancias. Nadie duda</p><p>que la muerte le acechaba</p><p>a cada instante segura.</p><p>Eyección y amerizaje</p><p>fueron más contra natura;</p><p>olas heladas, cuchillas</p><p>de afiladísimas puntas,</p><p>vio Luis la costa a distancia:</p><p>una raya en la penumbra.</p><p>Nadó casi a la deriva</p><p>durante ocho horas. La luna</p><p>enristraba ya sus cuernos</p><p>de negro toro; y agudas</p><p>las estrellas titilaban</p><p>de la Cruz del Sur en puntas.</p><p>Semiinconsciente nadaba,</p><p>nadaba pidiendo ayuda</p><p>a María Auxiliadora</p><p>que vino presta y segura</p><p>hasta dejarlo en la costa.</p><p>¡Oh Virgen que como nunca</p><p>fuiste aliada de un guerrero</p><p>que vivió tal aventura!</p><p>Entrada estaba la noche;</p><p>la obscuridad es profunda.</p><p>Extenuado y arrastrándose</p><p>dejó el agua el Mayor Puga.</p><p>Besó la tierra argentina,</p><p>que argentina es esa turba,</p><p>por la cual hubiera dado</p><p>toda su sangre hasta la última,</p><p>como tantos camaradas</p><p>que volaron por la ruta</p><p>que conduce a las estrellas.</p><p>Caminó entre la negrura</p><p>de esa tierra que besara;</p><p>más allí también lo buscan</p><p>puñales de hielo y frío.</p><p>Fueron cinco horas, penurias:</p><p>la sed, el hambre y el sueño</p><p>durante larga andadura,</p><p>hasta que a la madrugada,</p><p>sin saber si sueña… escucha:</p><p>-¡Alto! ¿Quién vive? – y responde:</p><p>-La Patria aquí, con Luis Puga,</p><p>Mayor de la Fuerza Aérea,</p><p>a quien de muerte segura</p><p>salvó la Virgen María –</p><p>Así gritó a la patrulla.</p><p>- ¡Viva la Patria! – vocearon</p><p>- los infantes a voz una.</p><p>Aquel día veinticinco</p><p>era de Mayo. La bruma</p><p>se disipaba. Al naciente,</p><p>sobre glaciares, obscuras</p><p>sombras se desvanecían</p><p>por el sol puestas en fuga.</p><p>¡Qué 25 de Mayo para la historia futura!.-<span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"><span style="font-size: 9px">---------- Post added at 09:35 ---------- Previous post was at 09:33 ----------</span></span></p><p><span style="color: Silver"></span></p><p><span style="color: Silver"></span>Y otra obra del mismo Romancero.</p><p></p><p><em><strong>Romance de la Bandera de Guerra del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros Corrientes</strong></em></p><p></p><p>Cuando por Puerto Argentino </p><p>y todas sus adyacencias</p><p>flotaban los humazones </p><p>y olor a pólvora negra; </p><p>cuando apenas se acallaban</p><p>los ayes de las trincheras, </p><p>y en los aires no silbaban</p><p>los proyectiles de guerra, </p><p>cuando ya por agotada </p><p>la munición, se ordena</p><p>destruir armas y equipos</p><p>para que a nadie sirvieran; </p><p>cuando sus bocas los Sofma </p><p>tremendas al fin silencian, </p><p>llorando todos de bronca</p><p>no la derrota, impotencia; </p><p>cuando las voces de mando </p><p>a oírse en inglés empiezan, </p><p>y los kelpers cual rebaños </p><p>de ovejas salen afuera; </p><p>cuando en los mástiles se alzan </p><p>sábanas blancas que fuerzan </p><p>a parlamento y entrega </p><p>de cualquier arma de guerra; </p><p>entonces llegó jadeante </p><p>escondiendo la Bandera </p><p>del Regimiento de Infantes </p><p>Cuatro, un sargento en carrera. </p><p>Jamás corrió como entonces </p><p>escurriéndose en la niebla </p><p>el Sargento Mario Ponce,</p><p>correntino por más señas.</p><p>Al fin llegó a su destino; </p><p>un cuarto donde lo esperan </p><p>otros hombres que meditan</p><p>cómo salvar la Bandera.</p><p>Allí se entera… y no quiere</p><p>ni escuchar lo que le cuentan.</p><p>-¿Cómo es posible salvarla</p><p>de un inglés como presea, </p><p>arrojándola a las brasas</p><p>de la turba en una hoguera?</p><p>¡Por Dios, que quiero que me incendien </p><p>envuelto yo todo en ella!</p><p>¿No han muerto acaso argentinos </p><p>por izarla al tope de éstas Islas? ¿A qué hemos venido?</p><p>¿No hemos nacido en la tierra </p><p>de Corrientes, cuya fama </p><p>es haber amamantado </p><p>hombres que son una fiera?</p><p>¡Yo no soporto la quemen… </p><p>quiero incendiarme con ella!</p><p>-Sargento Ponce: aquí viene </p><p>el Capitán Farinella!</p><p>-Gracias a Dios, porque llega </p><p>en esta instancia suprema.</p><p>Impuesto fue el Capitán </p><p>de lo que allí discutieran;</p><p>hombre de mando, al instante </p><p>tomó y besó la Bandera.</p><p>Quitóse la ropa arriba</p><p>de la cintura y envuelta </p><p>quedó su espalda y su pecho</p><p>de armadura tan esbelta.</p><p>¡Jamás hubo un Capitán </p><p>que ante sus hombres luciera</p><p>mejor que un abanderado </p><p>en uniforme de fiesta!</p><p>El Capitán de inmediato</p><p>pensó en una estratagema:</p><p>con un médico tramaron</p><p>que un soldado la escondiera</p><p>bajo un yeso simulando </p><p>traumatismo de cadera; </p><p>más no hubo tiempo para eso; </p><p>que los ingleses arrecian </p><p>y eran todos puro nervio</p><p>por sabotaje y peleas.</p><p>Entonces fue cuando el Padre </p><p>Vicente Martínez ruega </p><p>a sus amigos la honra </p><p>de ser soldado estafeta.</p><p>Instante previo al embarque </p><p>el Capitán Farinella </p><p>le entrega un bolso arruinado</p><p>que anduvo entre las trincheras.</p><p>-Padre: aquí la Patria vuelve </p><p>hecha jirones su enseña</p><p>pero está ilesa en el alma </p><p>de los que van o se quedan;</p><p>llévela ahora hasta el Continente,</p><p>como reliquia de Guerra.</p><p>-Capitán, quede tranquilo, </p><p>que si vine a estar en vela </p><p>sin armas en la batalla </p><p>asistiendo a los que mueran, </p><p>hoy no vuelvo capellán </p><p>ni prisionero de guerra; </p><p>antes habrán de matarme</p><p>que quitarme esta Bandera.</p><p>¡Juro por Dios y la Patria </p><p>que sabré ser una fiera!</p><p>¡Deme, por Dios, su pistola </p><p>para ser buen centinela!</p><p>Así dijo aquel guerrero </p><p>que ya no era el que viniera. </p><p>La noche estaba cerrada </p><p>entre espantajos de niebla.</p><p>Martínez encolumnóse </p><p>hacia el Yeguín, y en la espera </p><p>va ocultando entre ornamentos </p><p>el moño, cuja y Bandera.</p><p>Cuando llega a embarcarse, </p><p>junto al pie de la escalera</p><p>hay ingleses que requisan </p><p>a ciertos hombres que muestran </p><p>una tremenda amargura </p><p>y no saber contenerla.</p><p>Martínez vuelve a ser cura </p><p>y les dice que allí lleva </p><p>medicinas para el alma…</p><p>de heridos, muertos, cualquiera </p><p>fuera quien necesitara</p><p>de sus servicios en guerra…</p><p>No durmió el cura Martínez,</p><p>sino veló el centinela, </p><p>acompañado en la noche</p><p>por escuadrones de estrellas,</p><p>hasta que en tierra argentina </p><p>arrodillóse en la arena, </p><p>y entre gruesos lagrimones</p><p>besó aquella su Bandera.</p><p></p><p>20 de Junio de 1984. Día de la Bandera.</p><p></p><p>TRabajando de Preceptora en una escuela Secundaria de Corrientes, llevé adelante un proyecto con esta serie de poemas y otros más, y unas obras de teatro que, espero, hayan cuanto menos despertado mínimamente el interés de mis alumnos por la historia gloriosa de su tierra.</p><p>Saludos.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="emeldir, post: 758153, member: 7940"] Aqui un poema extraido del "Romancero de la Guerra del Atlántico Sur". de Miguel Angel Ferreyra Liendo. Editorial ARPON, Agosto 1984. Romance del Mayor Luis Alberto Puga. Fue a las cinco de la tarde. Misión cumplida tras una fiera incursión de combate contra las naves intrusas; Violenta “caza de perros” busca el inglés en la altura para vengar el castigo que una argentina patrulla de cazadores de guerra les ha pegado con furia. Una patota de herejes en escuadrilla de agujas eran los Harriers ingleses con los misiles de ayuda de sus canallas aliados, los yanquis. Fue el veinticuatro de mayo cuando Luis Alberto Puga, líder de escuadra de caza volando sobre la espuma disparado como un rayo, fue derribado en su fuga por mortíferos impactos de electrónicas astucias. Allí comenzó el milagro para Luis Alberto Puga que se eyectó en increíbles circunstancias. Nadie duda que la muerte le acechaba a cada instante segura. Eyección y amerizaje fueron más contra natura; olas heladas, cuchillas de afiladísimas puntas, vio Luis la costa a distancia: una raya en la penumbra. Nadó casi a la deriva durante ocho horas. La luna enristraba ya sus cuernos de negro toro; y agudas las estrellas titilaban de la Cruz del Sur en puntas. Semiinconsciente nadaba, nadaba pidiendo ayuda a María Auxiliadora que vino presta y segura hasta dejarlo en la costa. ¡Oh Virgen que como nunca fuiste aliada de un guerrero que vivió tal aventura! Entrada estaba la noche; la obscuridad es profunda. Extenuado y arrastrándose dejó el agua el Mayor Puga. Besó la tierra argentina, que argentina es esa turba, por la cual hubiera dado toda su sangre hasta la última, como tantos camaradas que volaron por la ruta que conduce a las estrellas. Caminó entre la negrura de esa tierra que besara; más allí también lo buscan puñales de hielo y frío. Fueron cinco horas, penurias: la sed, el hambre y el sueño durante larga andadura, hasta que a la madrugada, sin saber si sueña… escucha: -¡Alto! ¿Quién vive? – y responde: -La Patria aquí, con Luis Puga, Mayor de la Fuerza Aérea, a quien de muerte segura salvó la Virgen María – Así gritó a la patrulla. - ¡Viva la Patria! – vocearon - los infantes a voz una. Aquel día veinticinco era de Mayo. La bruma se disipaba. Al naciente, sobre glaciares, obscuras sombras se desvanecían por el sol puestas en fuga. ¡Qué 25 de Mayo para la historia futura!.-[COLOR="Silver"] [SIZE=1]---------- Post added at 09:35 ---------- Previous post was at 09:33 ----------[/SIZE] [/COLOR]Y otra obra del mismo Romancero. [I][B]Romance de la Bandera de Guerra del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros Corrientes[/B][/I] Cuando por Puerto Argentino y todas sus adyacencias flotaban los humazones y olor a pólvora negra; cuando apenas se acallaban los ayes de las trincheras, y en los aires no silbaban los proyectiles de guerra, cuando ya por agotada la munición, se ordena destruir armas y equipos para que a nadie sirvieran; cuando sus bocas los Sofma tremendas al fin silencian, llorando todos de bronca no la derrota, impotencia; cuando las voces de mando a oírse en inglés empiezan, y los kelpers cual rebaños de ovejas salen afuera; cuando en los mástiles se alzan sábanas blancas que fuerzan a parlamento y entrega de cualquier arma de guerra; entonces llegó jadeante escondiendo la Bandera del Regimiento de Infantes Cuatro, un sargento en carrera. Jamás corrió como entonces escurriéndose en la niebla el Sargento Mario Ponce, correntino por más señas. Al fin llegó a su destino; un cuarto donde lo esperan otros hombres que meditan cómo salvar la Bandera. Allí se entera… y no quiere ni escuchar lo que le cuentan. -¿Cómo es posible salvarla de un inglés como presea, arrojándola a las brasas de la turba en una hoguera? ¡Por Dios, que quiero que me incendien envuelto yo todo en ella! ¿No han muerto acaso argentinos por izarla al tope de éstas Islas? ¿A qué hemos venido? ¿No hemos nacido en la tierra de Corrientes, cuya fama es haber amamantado hombres que son una fiera? ¡Yo no soporto la quemen… quiero incendiarme con ella! -Sargento Ponce: aquí viene el Capitán Farinella! -Gracias a Dios, porque llega en esta instancia suprema. Impuesto fue el Capitán de lo que allí discutieran; hombre de mando, al instante tomó y besó la Bandera. Quitóse la ropa arriba de la cintura y envuelta quedó su espalda y su pecho de armadura tan esbelta. ¡Jamás hubo un Capitán que ante sus hombres luciera mejor que un abanderado en uniforme de fiesta! El Capitán de inmediato pensó en una estratagema: con un médico tramaron que un soldado la escondiera bajo un yeso simulando traumatismo de cadera; más no hubo tiempo para eso; que los ingleses arrecian y eran todos puro nervio por sabotaje y peleas. Entonces fue cuando el Padre Vicente Martínez ruega a sus amigos la honra de ser soldado estafeta. Instante previo al embarque el Capitán Farinella le entrega un bolso arruinado que anduvo entre las trincheras. -Padre: aquí la Patria vuelve hecha jirones su enseña pero está ilesa en el alma de los que van o se quedan; llévela ahora hasta el Continente, como reliquia de Guerra. -Capitán, quede tranquilo, que si vine a estar en vela sin armas en la batalla asistiendo a los que mueran, hoy no vuelvo capellán ni prisionero de guerra; antes habrán de matarme que quitarme esta Bandera. ¡Juro por Dios y la Patria que sabré ser una fiera! ¡Deme, por Dios, su pistola para ser buen centinela! Así dijo aquel guerrero que ya no era el que viniera. La noche estaba cerrada entre espantajos de niebla. Martínez encolumnóse hacia el Yeguín, y en la espera va ocultando entre ornamentos el moño, cuja y Bandera. Cuando llega a embarcarse, junto al pie de la escalera hay ingleses que requisan a ciertos hombres que muestran una tremenda amargura y no saber contenerla. Martínez vuelve a ser cura y les dice que allí lleva medicinas para el alma… de heridos, muertos, cualquiera fuera quien necesitara de sus servicios en guerra… No durmió el cura Martínez, sino veló el centinela, acompañado en la noche por escuadrones de estrellas, hasta que en tierra argentina arrodillóse en la arena, y entre gruesos lagrimones besó aquella su Bandera. 20 de Junio de 1984. Día de la Bandera. TRabajando de Preceptora en una escuela Secundaria de Corrientes, llevé adelante un proyecto con esta serie de poemas y otros más, y unas obras de teatro que, espero, hayan cuanto menos despertado mínimamente el interés de mis alumnos por la historia gloriosa de su tierra. Saludos. [/QUOTE]
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