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<blockquote data-quote="Shandor" data-source="post: 1592924" data-attributes="member: 50"><p><span style="font-size: 22px"><strong>Retazos de Sarajevo, cien años después</strong></span></p><p>Una bala directa al heredero del trono austro-húngaro arrancó la I Guerra Mundial en la capital bosnia el 28 de junio de 1914. Conocemos sus escenarios, sus cafés retro, sus galerías de arte en antiguos búnkers y sus festivales, sin olvidar la huella de la otra contienda de los años 90.</p><p>El primer intento de asesinato <em>patinó</em>. Y eso que había seis hombres entregados a la causa. Pero la bomba que lanzaron al automóvil de Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, y su esposa se perdió en el camino. A la pareja ni le rozó. Así que marcha rauda al <strong>Ayuntamiento</strong> de Sarajevo, capital de Bosnia, perteneciente entonces a Austria y por la que andaban de visita oficial. A la segunda sí fue la vencida: el extremista serbio Gavrilo Princip consumó el homicidio a golpe de pistola. Fecha: 28 de junio de 1914. Arrancaba así la I Guerra Mundial, ahora de centenario.</p><p>Sucedió a dos pasos del Puente Latino, uno de los puntos clave de Sarajevo, encajonada entre bucólicas montañas de postal a orillas del río Miljacka y con 300.000 <em>almas</em> a cuestas. Una placa recuerda el atentado. Y un museo, el de la Ciudad, con ropa, artilugios y documentos de la época. Aunque ni rastro del coche en el que viajaban o del uniforme con los restos de sangre del archiduque, ambos en el Museo de Historia Militar de Viena. La bala asesina, en cambio, está en Praga. <strong>Cosas del Imperio</strong>. La tumba de Princip sí está en Sarajevo, en la capilla ortodoxa de los Héroes de Vidovdan para ser exactos. Y es que no todos lo consideran el causante de nada menos que una guerra mundial, sino un héroe patriótico al que hay que honrar.</p><p><span style="font-size: 15px"><strong>Bolígrafos con casquetes de balas</strong></span></p><p>Su imagen estampa las postales turísticas de la ciudad, como un souvenir más que sumar a la lista de alfombras, fulares, cachimbas, camisetas del Barça y <strong>botellas de rakia</strong>, la contundente bebida nacional por antonomasia, con permiso de la cerveza Sarajevsko. Faltaría algún recuerdo más macabro, como los bolígrafos y llaveros hechos con los casquetes de las balas de otra de las contiendas que sacudió el país, la de los Balcanes (1992-1995), dejando 100.000 muertos. No en vano, el Ayuntamiento de aires moriscos al que se encaminaban los Habsburgo en 1914 se convirtió en símbolo de esa nueva guerra. Y es que, transformado en Biblioteca Nacional, ardió en llamas durante una noche entera, la del 25 de agosto de 1992, por obra y gracia de <strong>Ratko Mladić</strong>, el «Carnicero de los Balcanes». Dentro había 800.000 obras. Y el 90% <em>voló</em>.</p><p>La cara cosmopolita la ponen bares 'hipster', tiendas independientes y música en vivo</p><p>Tras una concienzuda rehabilitación (Sarajevo sufrió <strong>el mayor asedio de la historia moderna</strong>: 1.425 días de bombas y metralla), acaba de reabrir como Ayuntamiento. Y con polémica incluida, ya que muchos sarajevitas creen que debería volver a ser biblioteca. Sea como sea, es un ejemplo de cómo la capital ha resurgido gracias al empeño de sus habitantes y a la ayuda internacional. Y no sólo de la Unión Europea, sino de los países afines a las <strong>tres religiones coexistentes</strong> (no siempre pacíficamente como se vio en los 90) vinculadas a una población: católica (croatas), ortodoxa (serbios) y musulmana (bosnios).</p><p>De ahí que no sorprenda la presencia de nuevas mezquitas asomando por las esquinas bajo la sombra de la financiación alargada de países como Arabia Saudita. No en vano, se cuentan unas 190, aunque la más emblemática es la de Gazi Husrev Bey, levantada en 1531. La iglesia ortodoxa de la Santa Madre y la catedral católica de Jesús del Sagrado Corazón continúan la ruta mística, en la que tampoco faltan <strong>sinagogas</strong>. Por algo a Sarajevo se la conoció como «la Jerusalén de Europa» durante siglos.</p><p><span style="font-size: 15px"><strong>La firma de Enzo Piano</strong></span></p><p>La mayoría ocupa el casco viejo o Bascarsija, esculpido por los otomanos en torno a la fuente Sebilj, rodeada siempre de palomas (y de la que hay que beber si uno quiere volver), terrazas al sol (muchas: <strong>la vida en la calle es la vida de los bosnios</strong>), callejuelas empedradas con nombres de antiguos oficios, teterías, puestos de souvenirs, tiendas de abalorios de plata... La cara cosmopolita la ponen boutiques independientes comandadas por jóvenes diseñadores, bares de <strong>música en vivo</strong>, cafés de rollo <em>hipster</em> (y <em>kistch</em>) y galerías de arte, levantadas hasta en antiguos búnkers. Incluso el reconocido arquitecto Enzo Piano diseñó el Museo de Arte Contemporáneo Ars Aevi para promover el avance, financiado también por nombres como el escultor indio <strong>Anish Kapoor</strong> o el multimillonario ruso Román Abramovich.</p><p style="margin-left: 20px">Sarajevo fue la segunda ciudad del mundo en usar tranvía tras San Francisco</p> <p style="margin-left: 20px">Luego estarían festivales como el de cine que llena la ciudad cada agosto, el de la cerveza o hasta el de la cultura japonesa. Y es que el arte ha curado muchas heridas. Quedan otras: la corrupción, la crisis y el paro nacional, que afecta al 40% de la población. Eso sí, <strong>el índice de criminalidad es comparable al de la urbe suiza de Lausana</strong>, es decir, casi nulo. Volviendo al barrio de Bascarsija, allí está también el mercado Markale, que popularizó (hubo imágenes en televisión) una de las matanzas más crueles de la Guerra de los Balcanes. Entre los puestos de frutas y verduras, hoy figuran los nombres de quienes cayeron con las bombas.</p> <p style="margin-left: 20px">Para ir a la zona moderna, a los bulevares de la época austro-húngara, hay una parada del tranvía frente a la fuente Sebilj. Es más, Sarajevo fue la segunda ciudad del mundo en usar este transporte (1885) tras San Francisco. Otra curiosidad: <strong>el tranvía no dejó de funcionar ni un día durante el conflicto balcánico</strong>. Hizo lo mismo el periódico <em>Oslobodonje</em>, cuya sede se convirtió en objetivo de las tropas serbias. Y es que de alguna forma había que dar normalidad al horror de la guerra, cuando una de sus calles, Zmaja od Bosne, se conoció como <strong>Avenida de los Francotiradores</strong>. Allí estaba el hotel Holiday Inn, donde se parapetó la prensa extranjera. Retazos de historia que, poco a poco, intentan quedar atrás.</p> <p style="margin-left: 20px">elmundo.es</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Shandor, post: 1592924, member: 50"] [SIZE=6][B]Retazos de Sarajevo, cien años después[/B][/SIZE] Una bala directa al heredero del trono austro-húngaro arrancó la I Guerra Mundial en la capital bosnia el 28 de junio de 1914. Conocemos sus escenarios, sus cafés retro, sus galerías de arte en antiguos búnkers y sus festivales, sin olvidar la huella de la otra contienda de los años 90. El primer intento de asesinato [I]patinó[/I]. Y eso que había seis hombres entregados a la causa. Pero la bomba que lanzaron al automóvil de Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, y su esposa se perdió en el camino. A la pareja ni le rozó. Así que marcha rauda al [B]Ayuntamiento[/B] de Sarajevo, capital de Bosnia, perteneciente entonces a Austria y por la que andaban de visita oficial. A la segunda sí fue la vencida: el extremista serbio Gavrilo Princip consumó el homicidio a golpe de pistola. Fecha: 28 de junio de 1914. Arrancaba así la I Guerra Mundial, ahora de centenario. Sucedió a dos pasos del Puente Latino, uno de los puntos clave de Sarajevo, encajonada entre bucólicas montañas de postal a orillas del río Miljacka y con 300.000 [I]almas[/I] a cuestas. Una placa recuerda el atentado. Y un museo, el de la Ciudad, con ropa, artilugios y documentos de la época. Aunque ni rastro del coche en el que viajaban o del uniforme con los restos de sangre del archiduque, ambos en el Museo de Historia Militar de Viena. La bala asesina, en cambio, está en Praga. [B]Cosas del Imperio[/B]. La tumba de Princip sí está en Sarajevo, en la capilla ortodoxa de los Héroes de Vidovdan para ser exactos. Y es que no todos lo consideran el causante de nada menos que una guerra mundial, sino un héroe patriótico al que hay que honrar. [SIZE=4][B]Bolígrafos con casquetes de balas[/B][/SIZE] Su imagen estampa las postales turísticas de la ciudad, como un souvenir más que sumar a la lista de alfombras, fulares, cachimbas, camisetas del Barça y [B]botellas de rakia[/B], la contundente bebida nacional por antonomasia, con permiso de la cerveza Sarajevsko. Faltaría algún recuerdo más macabro, como los bolígrafos y llaveros hechos con los casquetes de las balas de otra de las contiendas que sacudió el país, la de los Balcanes (1992-1995), dejando 100.000 muertos. No en vano, el Ayuntamiento de aires moriscos al que se encaminaban los Habsburgo en 1914 se convirtió en símbolo de esa nueva guerra. Y es que, transformado en Biblioteca Nacional, ardió en llamas durante una noche entera, la del 25 de agosto de 1992, por obra y gracia de [B]Ratko Mladić[/B], el «Carnicero de los Balcanes». Dentro había 800.000 obras. Y el 90% [I]voló[/I]. La cara cosmopolita la ponen bares 'hipster', tiendas independientes y música en vivo Tras una concienzuda rehabilitación (Sarajevo sufrió [B]el mayor asedio de la historia moderna[/B]: 1.425 días de bombas y metralla), acaba de reabrir como Ayuntamiento. Y con polémica incluida, ya que muchos sarajevitas creen que debería volver a ser biblioteca. Sea como sea, es un ejemplo de cómo la capital ha resurgido gracias al empeño de sus habitantes y a la ayuda internacional. Y no sólo de la Unión Europea, sino de los países afines a las [B]tres religiones coexistentes[/B] (no siempre pacíficamente como se vio en los 90) vinculadas a una población: católica (croatas), ortodoxa (serbios) y musulmana (bosnios). De ahí que no sorprenda la presencia de nuevas mezquitas asomando por las esquinas bajo la sombra de la financiación alargada de países como Arabia Saudita. No en vano, se cuentan unas 190, aunque la más emblemática es la de Gazi Husrev Bey, levantada en 1531. La iglesia ortodoxa de la Santa Madre y la catedral católica de Jesús del Sagrado Corazón continúan la ruta mística, en la que tampoco faltan [B]sinagogas[/B]. Por algo a Sarajevo se la conoció como «la Jerusalén de Europa» durante siglos. [SIZE=4][B]La firma de Enzo Piano[/B][/SIZE] La mayoría ocupa el casco viejo o Bascarsija, esculpido por los otomanos en torno a la fuente Sebilj, rodeada siempre de palomas (y de la que hay que beber si uno quiere volver), terrazas al sol (muchas: [B]la vida en la calle es la vida de los bosnios[/B]), callejuelas empedradas con nombres de antiguos oficios, teterías, puestos de souvenirs, tiendas de abalorios de plata... La cara cosmopolita la ponen boutiques independientes comandadas por jóvenes diseñadores, bares de [B]música en vivo[/B], cafés de rollo [I]hipster[/I] (y [I]kistch[/I]) y galerías de arte, levantadas hasta en antiguos búnkers. Incluso el reconocido arquitecto Enzo Piano diseñó el Museo de Arte Contemporáneo Ars Aevi para promover el avance, financiado también por nombres como el escultor indio [B]Anish Kapoor[/B] o el multimillonario ruso Román Abramovich. [INDENT]Sarajevo fue la segunda ciudad del mundo en usar tranvía tras San Francisco Luego estarían festivales como el de cine que llena la ciudad cada agosto, el de la cerveza o hasta el de la cultura japonesa. Y es que el arte ha curado muchas heridas. Quedan otras: la corrupción, la crisis y el paro nacional, que afecta al 40% de la población. Eso sí, [B]el índice de criminalidad es comparable al de la urbe suiza de Lausana[/B], es decir, casi nulo. Volviendo al barrio de Bascarsija, allí está también el mercado Markale, que popularizó (hubo imágenes en televisión) una de las matanzas más crueles de la Guerra de los Balcanes. Entre los puestos de frutas y verduras, hoy figuran los nombres de quienes cayeron con las bombas. Para ir a la zona moderna, a los bulevares de la época austro-húngara, hay una parada del tranvía frente a la fuente Sebilj. Es más, Sarajevo fue la segunda ciudad del mundo en usar este transporte (1885) tras San Francisco. Otra curiosidad: [B]el tranvía no dejó de funcionar ni un día durante el conflicto balcánico[/B]. Hizo lo mismo el periódico [I]Oslobodonje[/I], cuya sede se convirtió en objetivo de las tropas serbias. Y es que de alguna forma había que dar normalidad al horror de la guerra, cuando una de sus calles, Zmaja od Bosne, se conoció como [B]Avenida de los Francotiradores[/B]. Allí estaba el hotel Holiday Inn, donde se parapetó la prensa extranjera. Retazos de historia que, poco a poco, intentan quedar atrás. elmundo.es[/INDENT] [/QUOTE]
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