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<blockquote data-quote="Grulla" data-source="post: 368444" data-attributes="member: 5064"><p><strong><span style="font-size: 15px">Cinco décadas de cohetes nacionales</span></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><em>La historia de los cohetes argentinos tuvo un comienzo brillante en los 60, un error garrafal a fines de los 80 y un renacer esperanzador en la última década. Guillermo V. Goldes.</em></strong></p><p><strong><em></em></strong></p><p><strong>24/07/2011 00:02 | Guillermo V. Goldes (docente de famaf y divulgador científico)</strong></p><p></p><p>Los primeros 50 años transcurridos desde el primer lanzamiento de un cohete-sonda Alfa Centauro desde la Pampa de Achala no podían tener un mejor festejo: la puesta en órbita del SAC-D/Aquarius, satélite de investigación ambiental que monitoreará la salinidad de los mares, la temperatura y la humedad del suelo. Sin embargo este satélite argentino, al igual que los anteriores, tuvo que ser lanzado desde los Estados Unidos por la Nasa, ya que Argentina aún no ha podido desarrollar cohetes lanzadores propios.</p><p></p><p>La cohetería argentina se desarrolló desde comienzos de la década de 1960 hasta principios de los ’90 ligada al ámbito militar. Dependía de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CNIE) de la Fuerza Aérea. Operaba el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados de Chamical, La Rioja (Celpa). Durante 30 años este enclave, construido en el antiguo Centro de Tiro y Bombardeo, fue una especie de Cabo Cañaveral Argentino, en pequeña escala.</p><p></p><p>Chamical era una base de lanzamiento y control de misiones pero el diseño, desarrollo y ensayo en tierra de aquellos cohetes se hacía en Córdoba, en el Instituto Aerotécnico asociado a la Fábrica Militar de Aviones.</p><p></p><p>Desde Chamical se lanzaron en un lapso de 30 años unos 70 cohetes de diseño y fabricación nacional. Incluyeron los pioneros Alfa Centauro, los Beta Centauro de dos etapas, así como los más avanzados Gamma Centauro, verdaderos caballitos de batalla de las actividades espaciales argentinas, según el comodoro Luis Cueto, protagonista de aquella época y director del Museo Universitario de Tecnología Aeronáutica. Algunos Gamma Centauro fueron también lanzados desde la Base Matienzo en la Antártida Argentina.</p><p></p><p>Siguieron los Canopus, los Orión y los Rigel a partir de 1965, que representaron un cambio de escala, pues tenían mayor envergadura, alcance y capacidad de carga. Pero fueron los Castor, a partir de 1973, las joyas de esta serie de vehículos espaciales argentinos. Eran cohetes de dos etapas, de 1.210 kilos, ocho metros de alto y podían llevar una carga útil de 70 kilos hasta 480 kilómetros de altura. Despegaban del Celpa impulsados por sus cuatro potentes propulsores de combustible sólido.</p><p></p><p>Durante el apogeo del Celpa se lanzaron además unos 40 cohetes franceses y norteamericanos, en programas de investigación conjuntos.</p><p></p><p>Todos esos vuelos permitieron desarrollar y testear soluciones propias en un tema tan estratégico como la tecnología espacial, pero asimismo sirvieron para realizar mediciones científicas de la temperatura, presión, velocidad y dirección del viento e insolación a diferentes alturas. Se trataba de desarrollos claramente orientados hacia el espacio exterior.</p><p></p><p>Luego se comenzó a trabajar en el cohete Cóndor I/Alacrán, de mayor envergadura y en el Cóndor II.</p><p></p><p>Antes y después del Cóndor II. El proyecto Cóndor II marcó un cambio drástico en esta historia, ya que se orientaba lisa y llanamente a desarrollar un misil bélico con capacidad para transportar cargas explosivas, eventualmente nucleares.</p><p></p><p>Ese cambio de orientación, las presiones internacionales que originó y la modificación en la política exterior argentina en la década de 1990 significaron lisa y llanamente la cancelación del programa, el cierre del Celpa y la CNIE, y la pérdida de importantes conocimientos generados por más tres décadas.</p><p></p><p>La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) reemplazó a la CNIE. Se orientó rápidamente hacia el desarrollo de satélites de observación de la Tierra, y más lentamente retomó la idea de diseñar un cohete lanzador de satélites, esta vez de combustible líquido y no utilizable para fines bélicos. </p><p></p><p>Ese proyecto está en marcha y sigue implicando un enorme desafío, pues sólo unos pocos países son capaces de poner satélites en órbita utilizando sus propios vectores.</p><p></p><p>Hace días, hubo novedades en Chamical. Luego de 25 años un nuevo cohete, el Gradicom II desarrollado por el Ministerio de Defensa tuvo un exitoso vuelo hasta unos 100 km de altura. Es decir, igualó una performance ya lograda en 1966.</p><p></p><p>Combustibles para distintos fines. Los cohetes son vehículos autopropulsados por la expulsión de gases producto de la combustión. La mayor parte de su peso corresponde a sus depósitos de combustible, de manera que la carga útil (satélites, instrumentos, animales o explosivos) suele ser pequeña en relación al peso y envergadura total.</p><p></p><p>Dos tipos de combustibles se uti****lizan en cohetería: los sólidos y los líquidos. Todos los cohetes que volaron desde Chamical usaban un combustible sólido que contenía nitroglicerina, producido en la Fábrica Militar de Explosivos de Villa María. Los combustibles sólidos permiten utilizar motores sencillos y baratos, aunque tienen limitaciones. Una vez encendidos, la barra combustible se consume a ritmo continuo hasta agotarse, como si fuera una gigantesca cañita voladora. Los misiles, cohetes cuya carga útil es explosiva, suelen utilizar este tipo de combustibles.</p><p></p><p>Cuando se requieren maniobras de aproximación y guiado preciso, como por ejemplo para la puesta en órbita de satélites, se requieren motores de combustible líquido, más complejos pero maniobrables, que pueden encenderse y apagarse a voluntad.</p><p></p><p>Los vectores Tronador II en los que trabaja Conae utilizarán un combustible líquido llamado hidracina. Tendrán dos etapas, una longitud de 30 metros y se estima que estarían listos para volar alrededor del año 2014. Podrán transportar una carga útil de unos 200 kilos hasta una órbita a más de 400 km de altitud.</p><p></p><p>Cuando eso se logre, habrán pasado más de 50 años desde el lanzamiento del primer Alfa-Centauro desde Pampa de Achala. Pero habremos logrado un alto grado de independencia tecnoló****gica. Seremos capaces de construir nuestros satélites y también los vehículos necesarios para ponerlos en órbita. Será sin dudas un momento para festejar.</p><p></p><p><strong><u>Fuente</u></strong>: <a href="http://www.lavoz.com.ar/columna/cinco-decadas-cohetes-nacionales">Cinco décadas de cohetes nacionales | La Voz del Interior</a></p><p></p><p></p><p></p><p></p><p></p><p><strong><span style="font-size: 15px">Seres vivos fuera de la estratosfera</span></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong><em>Argentina también tuvo su primer “astronauta”, el mono Juan.</em></strong></p><p><strong></strong></p><p><strong>24/07/2011 00:02 , por Redacción LAVOZ</strong></p><p></p><p>Argentina también tuvo su primer “astronauta”, el mono Juan. En realidad este mono caí protagonizó un vuelo suborbital a 82 kilómetros de altura.</p><p></p><p>Ocurrió el 23 de diciembre de 1969 y, de esta manera nuestro país se convirtió en la cuarta nación en lanzar un animal en un cohete y regresarlo, detrás de Estados Unidos, Rusia y Francia. El cohete, un Canopus II, y la cápsula fueron desarrollados en Córdoba.</p><p></p><p>Alan Shepard, el primer astronauta norteamericano, realizó un viaje similar.</p><p>Durante la operación se controlaron los signos vitales del mono en tiempo real. “Recuerdo cómo en cada nueva etapa el corazón le latía más fuerte”, cuenta Luis Cueto, protagonista del suceso. </p><p></p><p>Juan pasó sus últimos años en el zoológico de Córdoba.</p><p></p><p>Los antecedentes de Juan fueron los experimentos BIO, realizados entre 1967 y 1969. Los ratones Anastasio, Belisario y Celedonio participaron de esos vuelos realizados desde Chamical, que permitieron estudiar las reacciones de los animales a la aceleración, el vuelo y la posterior caída en paracaídas de las cápsulas que los transportaban. Se monitoreaba su temperatura corporal, ritmo respiratorio y cardíaco y se medía la pérdida de peso.</p><p></p><p>Fernando “Frank” Caldeiro fue el argentino que más cerca estuvo de llegar al espacio. Nacido en Ituzaingó, Buenos Aires, estudió en varias universidades de Nueva York. En 1996 fue elegido por la Nasa entre unos tres mil postulantes para hacer el curso de astronauta que aprobó tras dos años de duro entrenamiento.</p><p></p><p>Como especialista de misión estaban a punto de asignarle una, cuando la tragedia del transbordador Columbia en 2003, frenó por un tiempo las operaciones. Frank falleció en 2009 a los 51 años.</p><p></p><p>Otra oportunidad para que Argentina colocara un hombre en el espacio fue la década de 1990, cuando la Nasa invitó a la Conae a formar parte de la Estación Espacial Internacional (EEI). Debía aportar 10 millones de dólares para un paquete de experimento. El Estado rechazó el ofrecimiento. Brasil dio el sí y en 2006 Marcos Pontes llevó el samba carioca más allá de la estratosfera.</p><p></p><p><strong><u>Fuente</u></strong>: <a href="http://www.lavoz.com.ar/suplementos/temas/seres-vivos-fuera-estratosfera">Seres vivos fuera de la estratosfera | La Voz del Interior</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Grulla, post: 368444, member: 5064"] [B][SIZE="4"]Cinco décadas de cohetes nacionales[/SIZE] [I]La historia de los cohetes argentinos tuvo un comienzo brillante en los 60, un error garrafal a fines de los 80 y un renacer esperanzador en la última década. Guillermo V. Goldes. [/I] 24/07/2011 00:02 | Guillermo V. Goldes (docente de famaf y divulgador científico)[/B] Los primeros 50 años transcurridos desde el primer lanzamiento de un cohete-sonda Alfa Centauro desde la Pampa de Achala no podían tener un mejor festejo: la puesta en órbita del SAC-D/Aquarius, satélite de investigación ambiental que monitoreará la salinidad de los mares, la temperatura y la humedad del suelo. Sin embargo este satélite argentino, al igual que los anteriores, tuvo que ser lanzado desde los Estados Unidos por la Nasa, ya que Argentina aún no ha podido desarrollar cohetes lanzadores propios. La cohetería argentina se desarrolló desde comienzos de la década de 1960 hasta principios de los ’90 ligada al ámbito militar. Dependía de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CNIE) de la Fuerza Aérea. Operaba el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados de Chamical, La Rioja (Celpa). Durante 30 años este enclave, construido en el antiguo Centro de Tiro y Bombardeo, fue una especie de Cabo Cañaveral Argentino, en pequeña escala. Chamical era una base de lanzamiento y control de misiones pero el diseño, desarrollo y ensayo en tierra de aquellos cohetes se hacía en Córdoba, en el Instituto Aerotécnico asociado a la Fábrica Militar de Aviones. Desde Chamical se lanzaron en un lapso de 30 años unos 70 cohetes de diseño y fabricación nacional. Incluyeron los pioneros Alfa Centauro, los Beta Centauro de dos etapas, así como los más avanzados Gamma Centauro, verdaderos caballitos de batalla de las actividades espaciales argentinas, según el comodoro Luis Cueto, protagonista de aquella época y director del Museo Universitario de Tecnología Aeronáutica. Algunos Gamma Centauro fueron también lanzados desde la Base Matienzo en la Antártida Argentina. Siguieron los Canopus, los Orión y los Rigel a partir de 1965, que representaron un cambio de escala, pues tenían mayor envergadura, alcance y capacidad de carga. Pero fueron los Castor, a partir de 1973, las joyas de esta serie de vehículos espaciales argentinos. Eran cohetes de dos etapas, de 1.210 kilos, ocho metros de alto y podían llevar una carga útil de 70 kilos hasta 480 kilómetros de altura. Despegaban del Celpa impulsados por sus cuatro potentes propulsores de combustible sólido. Durante el apogeo del Celpa se lanzaron además unos 40 cohetes franceses y norteamericanos, en programas de investigación conjuntos. Todos esos vuelos permitieron desarrollar y testear soluciones propias en un tema tan estratégico como la tecnología espacial, pero asimismo sirvieron para realizar mediciones científicas de la temperatura, presión, velocidad y dirección del viento e insolación a diferentes alturas. Se trataba de desarrollos claramente orientados hacia el espacio exterior. Luego se comenzó a trabajar en el cohete Cóndor I/Alacrán, de mayor envergadura y en el Cóndor II. Antes y después del Cóndor II. El proyecto Cóndor II marcó un cambio drástico en esta historia, ya que se orientaba lisa y llanamente a desarrollar un misil bélico con capacidad para transportar cargas explosivas, eventualmente nucleares. Ese cambio de orientación, las presiones internacionales que originó y la modificación en la política exterior argentina en la década de 1990 significaron lisa y llanamente la cancelación del programa, el cierre del Celpa y la CNIE, y la pérdida de importantes conocimientos generados por más tres décadas. La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) reemplazó a la CNIE. Se orientó rápidamente hacia el desarrollo de satélites de observación de la Tierra, y más lentamente retomó la idea de diseñar un cohete lanzador de satélites, esta vez de combustible líquido y no utilizable para fines bélicos. Ese proyecto está en marcha y sigue implicando un enorme desafío, pues sólo unos pocos países son capaces de poner satélites en órbita utilizando sus propios vectores. Hace días, hubo novedades en Chamical. Luego de 25 años un nuevo cohete, el Gradicom II desarrollado por el Ministerio de Defensa tuvo un exitoso vuelo hasta unos 100 km de altura. Es decir, igualó una performance ya lograda en 1966. Combustibles para distintos fines. Los cohetes son vehículos autopropulsados por la expulsión de gases producto de la combustión. La mayor parte de su peso corresponde a sus depósitos de combustible, de manera que la carga útil (satélites, instrumentos, animales o explosivos) suele ser pequeña en relación al peso y envergadura total. Dos tipos de combustibles se uti****lizan en cohetería: los sólidos y los líquidos. Todos los cohetes que volaron desde Chamical usaban un combustible sólido que contenía nitroglicerina, producido en la Fábrica Militar de Explosivos de Villa María. Los combustibles sólidos permiten utilizar motores sencillos y baratos, aunque tienen limitaciones. Una vez encendidos, la barra combustible se consume a ritmo continuo hasta agotarse, como si fuera una gigantesca cañita voladora. Los misiles, cohetes cuya carga útil es explosiva, suelen utilizar este tipo de combustibles. Cuando se requieren maniobras de aproximación y guiado preciso, como por ejemplo para la puesta en órbita de satélites, se requieren motores de combustible líquido, más complejos pero maniobrables, que pueden encenderse y apagarse a voluntad. Los vectores Tronador II en los que trabaja Conae utilizarán un combustible líquido llamado hidracina. Tendrán dos etapas, una longitud de 30 metros y se estima que estarían listos para volar alrededor del año 2014. Podrán transportar una carga útil de unos 200 kilos hasta una órbita a más de 400 km de altitud. Cuando eso se logre, habrán pasado más de 50 años desde el lanzamiento del primer Alfa-Centauro desde Pampa de Achala. Pero habremos logrado un alto grado de independencia tecnoló****gica. Seremos capaces de construir nuestros satélites y también los vehículos necesarios para ponerlos en órbita. Será sin dudas un momento para festejar. [B][U]Fuente[/U][/B]: [url=http://www.lavoz.com.ar/columna/cinco-decadas-cohetes-nacionales]Cinco décadas de cohetes nacionales | La Voz del Interior[/url] [B][SIZE="4"]Seres vivos fuera de la estratosfera[/SIZE] [I]Argentina también tuvo su primer “astronauta”, el mono Juan.[/I] 24/07/2011 00:02 , por Redacción LAVOZ[/B] Argentina también tuvo su primer “astronauta”, el mono Juan. En realidad este mono caí protagonizó un vuelo suborbital a 82 kilómetros de altura. Ocurrió el 23 de diciembre de 1969 y, de esta manera nuestro país se convirtió en la cuarta nación en lanzar un animal en un cohete y regresarlo, detrás de Estados Unidos, Rusia y Francia. El cohete, un Canopus II, y la cápsula fueron desarrollados en Córdoba. Alan Shepard, el primer astronauta norteamericano, realizó un viaje similar. Durante la operación se controlaron los signos vitales del mono en tiempo real. “Recuerdo cómo en cada nueva etapa el corazón le latía más fuerte”, cuenta Luis Cueto, protagonista del suceso. Juan pasó sus últimos años en el zoológico de Córdoba. Los antecedentes de Juan fueron los experimentos BIO, realizados entre 1967 y 1969. Los ratones Anastasio, Belisario y Celedonio participaron de esos vuelos realizados desde Chamical, que permitieron estudiar las reacciones de los animales a la aceleración, el vuelo y la posterior caída en paracaídas de las cápsulas que los transportaban. Se monitoreaba su temperatura corporal, ritmo respiratorio y cardíaco y se medía la pérdida de peso. Fernando “Frank” Caldeiro fue el argentino que más cerca estuvo de llegar al espacio. Nacido en Ituzaingó, Buenos Aires, estudió en varias universidades de Nueva York. En 1996 fue elegido por la Nasa entre unos tres mil postulantes para hacer el curso de astronauta que aprobó tras dos años de duro entrenamiento. Como especialista de misión estaban a punto de asignarle una, cuando la tragedia del transbordador Columbia en 2003, frenó por un tiempo las operaciones. Frank falleció en 2009 a los 51 años. Otra oportunidad para que Argentina colocara un hombre en el espacio fue la década de 1990, cuando la Nasa invitó a la Conae a formar parte de la Estación Espacial Internacional (EEI). Debía aportar 10 millones de dólares para un paquete de experimento. El Estado rechazó el ofrecimiento. Brasil dio el sí y en 2006 Marcos Pontes llevó el samba carioca más allá de la estratosfera. [B][U]Fuente[/U][/B]: [url=http://www.lavoz.com.ar/suplementos/temas/seres-vivos-fuera-estratosfera]Seres vivos fuera de la estratosfera | La Voz del Interior[/url] [/QUOTE]
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