Hay historias que deben ser conocidas. "Lo peor de la Guerra, si sobrevivis, es la vuelta", me dijo un Veterano amigo. Aunque nos cueste creerlo en 2011 todavía queda un VGM que nunca volvió a su hogar de origen. Un argentino que combatió en Malvinas, que defendió a su patria y que aun no se ha reencontrado con los suyos...
Cartero
Belmar, peón y Veterano. Una historia de posguerra
La mesa está servida y el asado está listo. Llegamos justo a tiempo, con la ansiedad y los nervios propios de quien va a conocer un grupo de Veteranos de Malvinas, a quienes –en este caso- nunca hemos visto antes. El trato hasta ahora ha sido telefónico, muy cordial claro… pero solo telefónico.
El hecho de que nos hayan invitado, en familia, ya anticipa la predisposición y voluntad de aquellos humildes y decididos soldados que en 1982 fueron a defender nuestras Islas Malvinas. Querer hablar de lo acontecido hace casi tres décadas en aquel irredento archipiélago austral no es fácil. Y más difícil resulta hablar de la posguerra, esa guerra silenciosa que se ha cobrado casi tantas vidas como el conflicto bélico, y que nuestros soldados soportan hasta el día de hoy (1).
Por eso, esta es una historia de posguerra.
Con el transcurso del almuerzo nos fuimos distendiendo, nuestros hijos ya están jugando, y casi sin darnos cuenta, estamos todos conversando. Los anfitriones son los Veteranos de Guerra Mario Barrios, Juan Carlos Ponce, Oscar Stibel, Juan Carlos Villalba y Bernabé Belmar. Todos ellos protagonistas de la Gesta de Malvinas e integrantes del Centro de Veteranos de Guerra “Isla Soledad”, de Puerto Santa Cruz.
Cada uno, en una larga sobremesa, relata las impresiones y vivencias de la vuelta al continente. El VGM Mario Barrios (presidente de la Asociación) recuerda que al hablar de Malvinas, le tomaban el pelo, lo trataban de “loquito”, así prefirió callar.
Al VGM Juan Carlos Ponce, ser “Veterano” le daba vergüenza, y ocultó tal condición hasta finales de la década del ´90. Los VGM Juan Carlos Villalba, y Oscar Stibel coinciden en que la incomprensión, tanto de camaradas como de la sociedad, afectó mucho al Combatiente.
Pero el denominador común, es que todos, en algún momento optaron por guardar silencio, llevando en su interior, una carga de sentimientos que solo comprenden aquellos que vivieron la guerra, aquellos que compartieron el frio y el dolor, aquellos que compartieron la lucha y la defensa de algo tan propio como el territorio.
Ese es el silencio que por 28 años llevó Bernabé Belmar, o simplemente Belmar, como lo llaman sus camaradas Veteranos.
Belmar, con un tono bajo, tranquilo y pausado, propio del hombre de campo, nos cuenta que dejó su casa (y la escuela), en su natal Rio Pico, Chubut, a los 16 años, para trabajar como peón rural. Quien conozca el campo, pero principalmente el Sur Argentino, se dará cuenta que este nunca ha sido un trabajo fácil. Las grandes distancias, los vientos fríos, los crudos inviernos, patrones y administradores por momentos tan duros como el trabajo, y a veces la sola compañía de un perro ovejero y unos mates amargos, son elementos comunes que han marcado el recio temple de nuestros hombres de campo.
En esas condiciones, Belmar fue convocado a prestar el Servicio Militar Obligatorio -la “colimba”- en el Regimiento 25 de Infantería de Sarmiento, Chubut. Nos cuenta que por demoras propias, se incorpora en Febrero de 1982, y que el Jefe del Regimiento, el entonces Tte Cnl Mohamed Ali Seineldín, inmediatamente los lleva a prácticas de tiro y combate, enseñándoles entre otras cosas como mantener su fusil en condiciones. Además, este sencillo trabajador rural deja ver algo más; su primer viaje en avión llegaría con la Recuperación del 2 de Abril y en Hércules volarían a Puerto Argentino a ocupar posiciones: Belmar estuvo junto a sus compañeros de la Compañía “A”, defendiendo el Aeropuerto.
2 de Abril de 1982. Flamea nuestra enseña Patria sobre el Aeródromo Malvinas.
“Yo sabía que iba a volver. Solo tenía que aguantar”. Tranquilamente, Belmar relata que haber nacido y trabajado en el campo le sirvió: “ya sabía lo que era el frío, y dormir afuera”, “en las guardias había que estar alerta y no dormirse, cuando me tocaba, estaba bien atento”.
Reconoce que los bombardeos fueron duros, había incertidumbre –ya que no sabía si la próxima bomba se los llevaría- y que todo parecía derrumbarse: “Temblaba todo en la posición. Estábamos en un pozo y se sacudía todo”, nos cuenta pausadamente, mientras no le alcanzan los brazos para indicar el tamaño de los cráteres en su posición: “entraban varios soldados parados”, comenta como para dar una idea. Al respecto y según relata Seineldín en su libro “Malvinas, un sentimiento” (2), sus soldados y él, debieron soportar toneladas de bombas inglesas, que tenían por objetivo, inutilizar la pista (pista que dicho sea de paso, se mantuvo operativa hasta el último día de batalla).
Para esta reunión, hemos traído de obsequio, el libro del Padre Vicente Martínez Torrens, “Dios en las Trincheras”. Y aunque Belmar no sepa leer, las fotos lo transportan. De su memoria resurge la instrucción en el Regimiento y la instrucción en las Malvinas, el vuelo a las Islas, las posiciones defensivas, los ataques aéreos, el mate cocido, los soldados Arce, Carletti y al Tte Estevez, entre otros. Recuerda especialmente “al cura Vicente” y los Santos Rosarios que repartía, o las Misas de campaña que daba, como la del alerta roja (3).
Belmar “hojeando” el libro “Dios en las Trincheras”. De fondo: el soldado Jose H. Ortega
Pero de esta charla especial, es importante destacar algo; cuando Belmar habla, sus camaradas Veteranos prestan atención, ya que no es un hombre de muchas palabras y no siempre cuenta lo que tuvimos el privilegio de escuchar.
Luego, y aprovechando una breve interrupción para tomar unos mates, Juan Carlos Ponce nos aclara: “Nos llevó cinco meses convencerlo para que deje el campo”. Cuando terminó la guerra, no se reintegró a la vida “normal” (si es que puede ser normal la vida después de la guerra) y cruzó a caballo a la provincia de Santa Cruz para recuperar sus pertenencias, en el campo que dejó al partir a Sarmiento, allá por el ´82.
Belmar, agrega que “luego de la rendición y ya de vuelta en el continente, volver fue difícil”, “las primeras noches, me costaba dormir o no dormía. Recordaba las explosiones y las sacudidas, y me despertaba agitado, en el puesto de la estancia”, “así fueron los primeros años cuando volví de Malvinas”. El no volvió. Eligió la soledad del campo y quizás pensando que el tiempo cerraría heridas, Belmar –increíblemente- aun no ha regresado con su familia, en su Rio Pico natal (4).
Las esquilas, los arreos, las recorridas de cuadros, las señaladas, cazar pumas y guanacos, todas actividades propias del “campo” en Santa Cruz, lo trajeron en un lento recorrido por cañadones y mesetas, por distintos campos, trabajando como peón rural. Así se encontraba en un puesto de estancia cerca de Puerto Santa Cruz. Hasta allí, durante el año 2008, pacientemente los Veteranos visitaban al “paisano Veterano de Guerra”, tal como se rumoreaba.-
Rumor que posteriormente pudo ser confirmado al obtener una copia del D.N.I. y consecuentemente con ello verificar que Belmar efectivamente figuraba como integrante de Ca “A”, que fue al Aeropuerto de Puerto Argentino, que sin lugar a dudas es Veterano de Guerra, y no contaba con ningún trámite iniciado.
Pero no toda esta historia brilla. Increíblemente ocurrió que a la alegría de encontrar a un Veterano de Malvinas olvidado, se le contrapone el mísero gesto de un administrador de campo, de colocar candados a la tranquera que llevaba al puesto de Belmar. Pero gracias a Dios, la verdad prevalece, las tranqueras se saltan y los hombres caminan.
El paciente trabajo de los Veteranos de Puerto Santa Cruz fue rindiendo sus frutos y Belmar fue llevado al pueblo en Junio del 2009, donde la gestión de los VGM y el gobierno municipal le brindo una casa. Posteriormente, el gobierno provincial reconoció al Héroe de Guerra olvidado, y el Ejército lo galardonó entregándole la medalla correspondiente a los 25 años de la Gesta de Malvinas.
Belmar, de traje (izq). De uniforme, VGM Pablo Carrizo. (Doña Sonia y Don José, padres del soldado José H. Ortega). Rio Gallegos, 2010.
Belmar, como tantos otros criollos de litoral, la pampa y la estepa- es un ejemplo de lo que nuestros paisanos supieron, y saben dar a esta joven Nación. Es una muestra del “Heroísmo silencioso”, de aquellos que no buscaron fama, pero que fueron y son participes directos de la última Gesta Nacional: la Recuperación de nuestras Islas Malvinas.
Hoy dice estar “jubilado” y tiene su pensión, ya no caza guanacos para comer y tiene un techo propio. Lo ayuda un grupo de camaradas que lo acompaña en la vida cotidiana y lo saludan en su cumpleaños. Tiene un Regimiento, “el 25”, que lo ha invitado y lo espera, pero lo más importante: tiene una familia en Rio Pico a la que hace 30 años dejó, para ir a Malvinas.
A los Veteranos, Héroes de Malvinas, de Puerto Santa Cruz, Gracias!!
Carina Regensburger, Germán Stoessel
(2) “Después del estupor de las primeras horas, los soldados del Regimiento 25, al mediodía del 1° de Mayo, ya rendían su primer examen como Veteranos de Guerra. Me lo aseguraban los toques del Clarín del Cabo René Tabarez y los gritos de Viva la Patria”. Seineldín, Mohamed Alí: “Malvinas, un Sentimiento”, Editorial Sudamericana, 1999, p.113-114.
(3) “la misa llegaba a su fin, cuando sonó la campanilla del teléfono de campaña. El Jefe del Regimiento ordenó al telefonista que hiciera callar esa “chicharra”, pues nos encontrábamos en misa. Pero dada la importancia del mensaje que ya había recibido, desoyendo a su jefe, comunico en voz alta el soldado: “Mi Tte Cnl dos Sea Harrier vienen por el oeste a siete millas”. Impasible el Jefe, dueño de si mismo, levantó la mano hacia la dirección indicada y dijo: “Que se detengan! Nosotros, terminada la misa, haremos la procesión, después veremos si les damos permiso para que pasen”. Y con voz de mando agrego: “¡Perdone, Padre, prosiga!”.” Martínez Torrens, Vicente: “Dios en las Trincheras”. Archivo Histórico Salesiano de la Patagonia. 2007, p.115.
(4) Los Veteranos O. Stibel y J.C. Ponce, aclaran al respecto que han localizado a la familia de Belmar en Rio Pico, y se han comunicado telefónicamente. Luego de casi 30 años, el reencuentro está por concretarse.
Cartero
Belmar, peón y Veterano. Una historia de posguerra
“Más de una tercera parte del total de los soldados que pelearon Malvinas eran trabajadores rurales, o pertenecientes a familias ligadas por generaciones al trabajo de campo, y por origen social, a los sectores más empobrecidos y marginados de la Argentina profunda.”
Roberto García Lerena
Roberto García Lerena
La mesa está servida y el asado está listo. Llegamos justo a tiempo, con la ansiedad y los nervios propios de quien va a conocer un grupo de Veteranos de Malvinas, a quienes –en este caso- nunca hemos visto antes. El trato hasta ahora ha sido telefónico, muy cordial claro… pero solo telefónico.
El hecho de que nos hayan invitado, en familia, ya anticipa la predisposición y voluntad de aquellos humildes y decididos soldados que en 1982 fueron a defender nuestras Islas Malvinas. Querer hablar de lo acontecido hace casi tres décadas en aquel irredento archipiélago austral no es fácil. Y más difícil resulta hablar de la posguerra, esa guerra silenciosa que se ha cobrado casi tantas vidas como el conflicto bélico, y que nuestros soldados soportan hasta el día de hoy (1).
Por eso, esta es una historia de posguerra.
Con el transcurso del almuerzo nos fuimos distendiendo, nuestros hijos ya están jugando, y casi sin darnos cuenta, estamos todos conversando. Los anfitriones son los Veteranos de Guerra Mario Barrios, Juan Carlos Ponce, Oscar Stibel, Juan Carlos Villalba y Bernabé Belmar. Todos ellos protagonistas de la Gesta de Malvinas e integrantes del Centro de Veteranos de Guerra “Isla Soledad”, de Puerto Santa Cruz.
Cada uno, en una larga sobremesa, relata las impresiones y vivencias de la vuelta al continente. El VGM Mario Barrios (presidente de la Asociación) recuerda que al hablar de Malvinas, le tomaban el pelo, lo trataban de “loquito”, así prefirió callar.
Al VGM Juan Carlos Ponce, ser “Veterano” le daba vergüenza, y ocultó tal condición hasta finales de la década del ´90. Los VGM Juan Carlos Villalba, y Oscar Stibel coinciden en que la incomprensión, tanto de camaradas como de la sociedad, afectó mucho al Combatiente.
Pero el denominador común, es que todos, en algún momento optaron por guardar silencio, llevando en su interior, una carga de sentimientos que solo comprenden aquellos que vivieron la guerra, aquellos que compartieron el frio y el dolor, aquellos que compartieron la lucha y la defensa de algo tan propio como el territorio.
Ese es el silencio que por 28 años llevó Bernabé Belmar, o simplemente Belmar, como lo llaman sus camaradas Veteranos.
Belmar, con un tono bajo, tranquilo y pausado, propio del hombre de campo, nos cuenta que dejó su casa (y la escuela), en su natal Rio Pico, Chubut, a los 16 años, para trabajar como peón rural. Quien conozca el campo, pero principalmente el Sur Argentino, se dará cuenta que este nunca ha sido un trabajo fácil. Las grandes distancias, los vientos fríos, los crudos inviernos, patrones y administradores por momentos tan duros como el trabajo, y a veces la sola compañía de un perro ovejero y unos mates amargos, son elementos comunes que han marcado el recio temple de nuestros hombres de campo.
En esas condiciones, Belmar fue convocado a prestar el Servicio Militar Obligatorio -la “colimba”- en el Regimiento 25 de Infantería de Sarmiento, Chubut. Nos cuenta que por demoras propias, se incorpora en Febrero de 1982, y que el Jefe del Regimiento, el entonces Tte Cnl Mohamed Ali Seineldín, inmediatamente los lleva a prácticas de tiro y combate, enseñándoles entre otras cosas como mantener su fusil en condiciones. Además, este sencillo trabajador rural deja ver algo más; su primer viaje en avión llegaría con la Recuperación del 2 de Abril y en Hércules volarían a Puerto Argentino a ocupar posiciones: Belmar estuvo junto a sus compañeros de la Compañía “A”, defendiendo el Aeropuerto.
2 de Abril de 1982. Flamea nuestra enseña Patria sobre el Aeródromo Malvinas.
“Yo sabía que iba a volver. Solo tenía que aguantar”. Tranquilamente, Belmar relata que haber nacido y trabajado en el campo le sirvió: “ya sabía lo que era el frío, y dormir afuera”, “en las guardias había que estar alerta y no dormirse, cuando me tocaba, estaba bien atento”.
Reconoce que los bombardeos fueron duros, había incertidumbre –ya que no sabía si la próxima bomba se los llevaría- y que todo parecía derrumbarse: “Temblaba todo en la posición. Estábamos en un pozo y se sacudía todo”, nos cuenta pausadamente, mientras no le alcanzan los brazos para indicar el tamaño de los cráteres en su posición: “entraban varios soldados parados”, comenta como para dar una idea. Al respecto y según relata Seineldín en su libro “Malvinas, un sentimiento” (2), sus soldados y él, debieron soportar toneladas de bombas inglesas, que tenían por objetivo, inutilizar la pista (pista que dicho sea de paso, se mantuvo operativa hasta el último día de batalla).
Para esta reunión, hemos traído de obsequio, el libro del Padre Vicente Martínez Torrens, “Dios en las Trincheras”. Y aunque Belmar no sepa leer, las fotos lo transportan. De su memoria resurge la instrucción en el Regimiento y la instrucción en las Malvinas, el vuelo a las Islas, las posiciones defensivas, los ataques aéreos, el mate cocido, los soldados Arce, Carletti y al Tte Estevez, entre otros. Recuerda especialmente “al cura Vicente” y los Santos Rosarios que repartía, o las Misas de campaña que daba, como la del alerta roja (3).
Belmar “hojeando” el libro “Dios en las Trincheras”. De fondo: el soldado Jose H. Ortega
Pero de esta charla especial, es importante destacar algo; cuando Belmar habla, sus camaradas Veteranos prestan atención, ya que no es un hombre de muchas palabras y no siempre cuenta lo que tuvimos el privilegio de escuchar.
Luego, y aprovechando una breve interrupción para tomar unos mates, Juan Carlos Ponce nos aclara: “Nos llevó cinco meses convencerlo para que deje el campo”. Cuando terminó la guerra, no se reintegró a la vida “normal” (si es que puede ser normal la vida después de la guerra) y cruzó a caballo a la provincia de Santa Cruz para recuperar sus pertenencias, en el campo que dejó al partir a Sarmiento, allá por el ´82.
Belmar, agrega que “luego de la rendición y ya de vuelta en el continente, volver fue difícil”, “las primeras noches, me costaba dormir o no dormía. Recordaba las explosiones y las sacudidas, y me despertaba agitado, en el puesto de la estancia”, “así fueron los primeros años cuando volví de Malvinas”. El no volvió. Eligió la soledad del campo y quizás pensando que el tiempo cerraría heridas, Belmar –increíblemente- aun no ha regresado con su familia, en su Rio Pico natal (4).
Las esquilas, los arreos, las recorridas de cuadros, las señaladas, cazar pumas y guanacos, todas actividades propias del “campo” en Santa Cruz, lo trajeron en un lento recorrido por cañadones y mesetas, por distintos campos, trabajando como peón rural. Así se encontraba en un puesto de estancia cerca de Puerto Santa Cruz. Hasta allí, durante el año 2008, pacientemente los Veteranos visitaban al “paisano Veterano de Guerra”, tal como se rumoreaba.-
Rumor que posteriormente pudo ser confirmado al obtener una copia del D.N.I. y consecuentemente con ello verificar que Belmar efectivamente figuraba como integrante de Ca “A”, que fue al Aeropuerto de Puerto Argentino, que sin lugar a dudas es Veterano de Guerra, y no contaba con ningún trámite iniciado.
Pero no toda esta historia brilla. Increíblemente ocurrió que a la alegría de encontrar a un Veterano de Malvinas olvidado, se le contrapone el mísero gesto de un administrador de campo, de colocar candados a la tranquera que llevaba al puesto de Belmar. Pero gracias a Dios, la verdad prevalece, las tranqueras se saltan y los hombres caminan.
El paciente trabajo de los Veteranos de Puerto Santa Cruz fue rindiendo sus frutos y Belmar fue llevado al pueblo en Junio del 2009, donde la gestión de los VGM y el gobierno municipal le brindo una casa. Posteriormente, el gobierno provincial reconoció al Héroe de Guerra olvidado, y el Ejército lo galardonó entregándole la medalla correspondiente a los 25 años de la Gesta de Malvinas.
Belmar, de traje (izq). De uniforme, VGM Pablo Carrizo. (Doña Sonia y Don José, padres del soldado José H. Ortega). Rio Gallegos, 2010.
Belmar, como tantos otros criollos de litoral, la pampa y la estepa- es un ejemplo de lo que nuestros paisanos supieron, y saben dar a esta joven Nación. Es una muestra del “Heroísmo silencioso”, de aquellos que no buscaron fama, pero que fueron y son participes directos de la última Gesta Nacional: la Recuperación de nuestras Islas Malvinas.
Hoy dice estar “jubilado” y tiene su pensión, ya no caza guanacos para comer y tiene un techo propio. Lo ayuda un grupo de camaradas que lo acompaña en la vida cotidiana y lo saludan en su cumpleaños. Tiene un Regimiento, “el 25”, que lo ha invitado y lo espera, pero lo más importante: tiene una familia en Rio Pico a la que hace 30 años dejó, para ir a Malvinas.
A los Veteranos, Héroes de Malvinas, de Puerto Santa Cruz, Gracias!!
Carina Regensburger, Germán Stoessel
Referencias
(1) “El Estado no tiene cifras oficiales, pero entre los veteranos la mayoría habla de más de 350 casos. Hay incluso quienes afirman que ya son 454 los ex combatientes que se quitaron la vida, una tragedia que no cesa.” Nota: No cesan los suicidios de Ex Combatientes de Malvinas. Galak, Oliver. La Nación. 28 de Febrero de 2006. No cesan los suicidios de ex combatientes de Malvinas - lanacion.com ****(2) “Después del estupor de las primeras horas, los soldados del Regimiento 25, al mediodía del 1° de Mayo, ya rendían su primer examen como Veteranos de Guerra. Me lo aseguraban los toques del Clarín del Cabo René Tabarez y los gritos de Viva la Patria”. Seineldín, Mohamed Alí: “Malvinas, un Sentimiento”, Editorial Sudamericana, 1999, p.113-114.
(3) “la misa llegaba a su fin, cuando sonó la campanilla del teléfono de campaña. El Jefe del Regimiento ordenó al telefonista que hiciera callar esa “chicharra”, pues nos encontrábamos en misa. Pero dada la importancia del mensaje que ya había recibido, desoyendo a su jefe, comunico en voz alta el soldado: “Mi Tte Cnl dos Sea Harrier vienen por el oeste a siete millas”. Impasible el Jefe, dueño de si mismo, levantó la mano hacia la dirección indicada y dijo: “Que se detengan! Nosotros, terminada la misa, haremos la procesión, después veremos si les damos permiso para que pasen”. Y con voz de mando agrego: “¡Perdone, Padre, prosiga!”.” Martínez Torrens, Vicente: “Dios en las Trincheras”. Archivo Histórico Salesiano de la Patagonia. 2007, p.115.
(4) Los Veteranos O. Stibel y J.C. Ponce, aclaran al respecto que han localizado a la familia de Belmar en Rio Pico, y se han comunicado telefónicamente. Luego de casi 30 años, el reencuentro está por concretarse.
Agradecimientos
Centro de Veteranos de Puerto Santa Cruz “Isla Soledad”.
Centro de Veteranos de Guerra de Rio Gallegos “Jose Honorio Ortega”.
VGM Pablo Carrizo
VGM Fernando Alturria
VGM Jorge Palacios
VGM Victor Bertone
VGM Rene O. Tabarez
VGM Padre Vicente Martinez Torrens
VGM Julian Lamas
Tte Cnl Victor Paz –RI Mec 25-
Centro de Veteranos de Guerra de Rio Gallegos “Jose Honorio Ortega”.
VGM Pablo Carrizo
VGM Fernando Alturria
VGM Jorge Palacios
VGM Victor Bertone
VGM Rene O. Tabarez
VGM Padre Vicente Martinez Torrens
VGM Julian Lamas
Tte Cnl Victor Paz –RI Mec 25-