Escrito por Lauro Noro
En la Base Mar del Plata de la Armada Argentina
Cómo se hace un buzo táctico
No todos llegan. Muchos lo intentan y fracasan. Es que la exigencia para calificar como buzos tácticos impone sacrificio y una particular fuerza de voluntad. Entre las duras pruebas, los aspirantes deben demostrar sentido de equipo y capacidad de liderazgo. Por Lauro Noro / Fotos: Fernando Calzada
Dicen los que saben que los buzos tácticos de la Armada Argentina están a la altura de los SBS (Special Boat Service) británicos y de los Seals norteamericanos. Claro, lo que siempre marca la diferencia con ellos son los medios y recursos que poseen. Sin embargo, aseguran que por su nivel de entrenamiento, compromiso y actitud, los nuestros no tienen nada que envidiarles. Incluso, en varias oportunidades, trabajaron juntos y recibieron elogios por su comportamiento. Toda esa “chapa” comenzó a surgir en 1952 con la creación de la Agrupación Buzos Tácticos en la Base Naval Mar del Plata, por donde pasan millones de turistas frente a sus puertas y pocos conocen lo que hacen esos marinos. Es simple, los “hombres-rana” criollos se adiestran para cumplir con arriesgadas misiones. No solo las específicas de su profesión militar sino también la visita, registro y captura de los barcos extranjeros que pescan en la milla 200, acompañando a las corbetas que hacen ese patrullaje (una tarea permanente durante todo el año); la búsqueda y rescate en el mar; relevamientos hidrográficos de las costas; piratería en el mar, etcétera.
Un equipo periodístico de DEF los visitó en la Agrupación Buzos Tácticos, la primera unidad de operaciones especiales del país y Sudamérica, para develar cómo se forman y las características de su tarea cotidiana. Lo que llama la atención al entrar en sus dependencias es la pareja de caballitos de mar de su emblema que acompaña al tridente de Neptuno, al ancla de la Armada y la bandera nacional. “Están espalda contra espalda porque el buceo se hace en pareja, y simbolizan confianza, seguridad y trabajo en equipo, que es fundamental para nosotros”, explica su comandante, el capitán de corbeta Fernando Rossi (42), casado y con dos hijos. No deja de señalar, una y otra vez, que “somos amigos del agua”. No es para menos, porque con ella proyectan el aprendizaje que atesoran durante años.
Alta exigencia
La pregunta surge desde el vamos. ¿Cómo se forma un buzo táctico? Los candidatos son voluntarios -oficiales y suboficiales-, sometidos a severos exámenes psicofísicos. Deben saber nadar y tener una óptima condición física. Además, están obligados a superar extensas pruebas de natación, correr diez kilómetros y a hacer varios test psicológicos. Una vez que salieron airosos, son destinados a la Escuela de Submarinos y Buceo, en el predio de la Base, para hacer el curso de buzo táctico durante un año. Aprenden a bucear con equipos de circuito abierto (los más comunes y conocidos) y circuito cerrado, que no largan burbujas, hacen trabajos de relevamiento, operaciones terrestres, manejo de explosivos, técnicas de supervivencia, evasiones, escapes, acciones debajo del agua para insertarse en un lugar determinado o trasladar algún elemento sin ser detectados y manejo de tabla de descompresión, entre otras cosas.
Con la mayor parte de esos conocimientos, el adiestramiento les depara una sorpresa.
Es la parte más dura de su preparación. Durante un mes, se los pone a prueba con ejercicios para formar el carácter. Por ejemplo, nadar seis horas seguidas; cumplir con una prueba de 24 horas sin parar, con buceo de seis kilómetros y el desembarco en una playa, matizado con una marcha de 42 kilómetros y, para finalizar, con una remada. Aquí, nuestro anfitrión señala una característica del curso: el manejo de la incertidumbre. Las presiones que recibe el alumno están marcadas precisamente por esa circunstancia. “Por ejemplo, les cambiamos los parámetros del sueño y la comida. Nunca saben cuándo van a comer o dormir. Esto hace que reaccionen de maneras diferentes. Es lo que va a pasarles en la realidad. De hecho, cuando salimos de ejercicios o en operaciones reales, no tenemos idea de lo que nos va a suceder; entonces debemos estar preparados para superar esos inconvenientes físicos y psicológicos que se presentan en el mar, como el frío, el cansancio y el hambre, y confiar en el trabajo en equipo. Esto es fundamental. Cuando vamos al agua pasamos a ser un team compacto donde cada uno sabe lo que debe hacer; por eso, siempre se bucea en pareja de combate”.
Un hombre distinto
En este punto, el teniente de navío Alejandro Ojeda, instructor y encargado de uno de los grupos de buzos, hace también hincapié en ese trabajo en conjunto. “Es fundamental para sobrepasar cualquier desafío que se les proponga. El individualista está descartado completamente. Si se lo detecta, no se recibe. Y, sobre todo, si manifiestan condiciones de líder”. Es facil decirlo, pero ¿cómo los detectan? La respuesta es sencilla. “Cuando empieza el curso, el hombre no sale durante 30 días y su único contacto es con los instructores. Vamos rotando al encargado del grupo y hay pequeños detalles que empiezan a hacerlos aparecer. Como la comida siempre resulta escasa, deben saber repartirla y, si no lo hacen equitativamente, se complican las cosas con los compañeros; deben fijar bien los horarios de sueño, las guardias y una serie de cosas internas donde el liderazgo surge rápidamente cuando alguno asume la responsabilidad hasta en detrimento de sí mismo. Sin duda, se hacen con el ejemplo”, asevera mientras manipula un compresor de circuito cerrado.
También, para burilar ese carácter, echan mano del medio que mejor conocen, o sea, el agua. Hacen ejercitaciones riesgosas controladas. “Son las mismas que realizamos nosotros con la diferencia de que los cursantes nunca saben cómo van a ser. Ni siquiera cuándo van a terminar. Les decimos que van a caminar 40 kilómetros y en realidad son la mitad; que ese día no van a comer y después, por la noche, lo hacen. En ese sentido, se les mete presión. Y, después, los llevamos a distintas zonas del país donde los probamos de esa forma. Siempre con la consigna de que lo que va a pasarles en la vida real es más duro”, sostiene Rossi. Pero la exigencia tiene sus costos. Menos de la mitad se recibe. “Es un promedio estándar en los adiestramientos de este tipo en el mundo. Hay que adaptarse física y anímicamente a muchas cosas. El agua acá es fría, la ola pega siempre y el viento es continuo”.
Los que quedan, llegan finalmente a la Agrupación. A la par de adquirir experiencia, hacen cursos de paracaidismo, andinismo y manejo del hielo, en el Ejército, y de supervivencia, en Ushuaia. También, aprenden a bajar desde helicópteros en el mar, de día y de noche, a hacer buceo nocturno, salir de submarinos a 18 metros de profundidad, remar en la oscuridad, trabajar con minisubmarinos, entre otras cosas. “Normalmente, formar un buzo táctico lleva entre tres y cuatro años”, afirma, mientras comenta con un subalterno su próximo viaje a Puerto Madryn con los más bisoños para entrenarlos en buceo. “Nos regimos por los resultados de nuestros procedimientos. Todos tienen la misma oportunidad, pero somos rigurosos y las exigencias son muchas”, sentencia.
Con los protagonistas
En la corbeta Granville, anclada en uno de los malecones de la Base, un grupo de buzos tácticos nos espera. Calzados con pasamontañas negros, que sólo les dejan los ojos al descubierto, trajes de neoprene, chaqueta mimética, mochila, patas de rana y lunetas colgados en el cinturón, pistola reglamentaria y el subfusil ametrallador P-90 con silenciador, de 50 disparos, en sus manos enguantadas, se aprestan para ingresar en la sala de comando del buque. Lo acaban de abordar desde un bote de goma semirígido. No tienen chalecos antibalas porque el equipo debe estar adaptado al cuerpo de la persona. Puños en alto, señas imperceptibles, precisas y escuetas órdenes, están en fila india listos para actuar. Maximizan el silencio. La escena propia de un filme de acción, simula la que hacen durante el control de los buques de pesca extranjeros. El fotógrafo, de parabienes.
Con esa apariencia buscan atemorizar a sus tripulantes. Es la primera impresión, el primer golpe de efecto. Las directivas para actuar fueron impartidas de antemano y, entre ellas, la capacidad de disparar. Son las reglas de empeñamiento y el hombre debe decidir si lo hace o no. “Una vez detectado el buque pesquero infractor, los buzos tácticos lo abordan con la gente que verifica papeles y permisos y hace la seguridad de ese grupo. Ya saben dónde ubicarse. Pueden, incluso, llegar a emplear la fuerza y sus armas”, acota Rossi.
Finalizada la demostración, hablamos con algunos de ellos. “Me gusta la actividad para salir de la monotonía, vivir algo diferente. En el curso, todos los días fueron difíciles. Una vez que uno se acostumbra, el mar es un amigo, un aliado”, manifiesta el cabo principal Mario Ceballos. A su lado, Pablo Cáceres dice que “el buceo es como ser astronauta debajo del agua; uno depende de su equipo y del compañero. Lo más complicado fue acostumbrarse al agua porque no es nuestro medio”. Mientras tanto, para el cabo primero Julio Balbuena, lo atrajo la especialidad. “Fue una decisión personal para poder superarme, especializarme en el buceo y estar preparado para lo que se presente”. Por último, Fabián Domínguez se refiere al paracaidismo como la mejor actividad y al buceo, como lo más emocionante. El secreto es estar bien entrenados; eso nos da seguridad y tranquilidad”. El grupo se completó con los suboficiales Rubén Silva, Leandro Bertinat, Andrés Feren Bacher, Martín Rapa y Cristian Godoy. También, el cabo principal Matías Rodríguez -buzo táctico durante 11 años que por un problema de salud tuvo que dejar de ser operativo-, dijo lo suyo. “Me atrajo la aventura, los entrenamientos avanzados. Entramos 50 aspirantes y terminamos 8.
Trabajaba bajo presión y en situaciones riesgosas. Nos llevaban al límite para aprender a no paralizarnos. Uno comprueba si el liderazgo está en cada uno o si hay un líder en el grupo”.
Un grupo operativo está integrado por 10 o 15 hombres. La ABT tiene más de 100 componentes, entre personal logístico y buzos tácticos operativos que rondan entre 40 y 60. Están permanentemente entrenando. La actividad comienza a las 8 de la mañana y termina a las 20; en el interín, corren, bucean, nadan, manejan botes, practican tiro, hacen marchas con equipos, etcétera. Una boina marrón los identifica.
Escribe Lauro Noro
Rescate en el mar
Hace dos años, los hombres de la Agrupación Buzos Tácticos rescataron a los tripulantes del incendiado rompehielos Almirante Irizar. Si bien se trató de uno de los “empeñamientos” –como ellos lo llaman- para los que están adiestrados, pocos conocen la ímproba tarea que desplegaron. En medio de un mar embravecido, con vientos de hasta 40 nudos y enormes olas, abordaron el buque y no lograron evacuar a los sobrevivientes, controlar y apagar el siniestro, sino recuperarlo para su reparación. Fueron los primeros en llegar. Hubo quienes estuvieron 18 horas en los botes de goma haciendo tareas de rescate y hasta se metieron en lugares inundados, en medio del fuego, el humo y las explosiones. “Cuando subimos, las llamas superaban la altura de la nave. Los primeros dos o tres días lo hicimos con una escora permanente hacia babor, de 4 a 13 grados y la cosa se puso complicada. No sabíamos si íbamos a lograr un resultado satisfactorio. No había luz eléctrica y los planes alternativos no eran nada halagüeños pero, justamente, lo que nos hizo salir adelante fue el trabajo en equipo y la confianza entre nosotros”, relata el capitán Rossi.
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Fuente: Revista "DEF"
http://www.defdigital.com.ar/index....e-un-buzo-tactico&catid=44:defensa&Itemid=112