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Campañas expedicionarias al desierto 1823-1883....
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<blockquote data-quote="TORDO79" data-source="post: 2257977" data-attributes="member: 3802"><p>Continua...</p><p></p><p><strong><u>CAMPAÑA DE BARTOLOMÉ MITRE (1855)</u></strong></p><p></p><p>El Coronel BARTOLOMÉ MITRE, ministro de Guerra, con las mejores tropas con que contaba el Estado partió para el Azul, con la misión ordenada por el gobierno de “acometer y destruir en sus propias tolderías a los indígenas del sur”. “Cinco mil jinetes a las órdenes de Calfucurá operaban al día siguiente de Caseros en divisiones comandadas por sus capitanejos CACHUL, CATRIEL, NAMUNCURÁ, RAIPIL, CARUPÁN, CALVUQUIR y CAÑUMIL. Cachul y Catriel rompían los tratados con sus lanzas y tomaban a saco el pueblo de Azul. En 1855, tres años después de la caída de Rosas, este ejército dominaba por completo las vegas pintorescas de Olavarría, el fecundo llano del Azul y las pampas de Córdoba, de Cuyo y Santa Fe. La naciente ciudad de Azul había sido asaltada y tomada por Calfucurá, que se retiró después de matar a trescientos vecinos en las calles. El clamor de las víctimas resonó en Buenos Aires y el militar de más talento y mayor prestigio de la provincia, el Coronel BARTOLOMÉ MITRE, ministro de Guerra, partió para el Azul, a mover sobre los indios las mejores tropas del Estado. Nuestro ejército fue rodeado, acosado, acribillado, cargado con pasmosa audacia por lanceros desmontados, que morían sobre los gallardos batallones de ARREDONDO, MARTÍNEZ, DE RIVAS, MITRE, VEDIA, OCAMPO, PAUNERO, CONESA y otros bravos”, terminando en fracaso este primer intento por llevar la paz al desierto. “¡Hasta el cansancio ensordecían con luctuosos relatos de la suerte que corrió la infortunada expedición al desierto, cuando el general BARTOLOMÉ MITRE, salió a traer la llave de la frontera, con un poderoso ejército, cuyas fuerzas sólo pudieron llegar hasta Sierra Chica, siendo allí rodeado por los belicosos indios, quienes los obligaron a retornar al Azul con las monturas al hombro, después de dejar el campo cubierto con caballos desgarrados!”.</p><p>En 1862, aprovechando la desprotección de la frontera sur, debido a la guerra civil que se luchaba, los malones invadían esos territorios para robar hacienda y hacer cautivas (por las que cobraran elevados rescates), Para escarmentarlos, el General JULIO DE VEDIA emprendió una excursión punitiva en la que incendió, destruyo sin compasión las tolderías de las tribus belicosas. Como venganza, el cacique MARIANO ROSAS lanzó una feroz invasión el 29 de marzo de 1863, que causó muchísimas muertes y pérdidas materiales a los colonos asaltados. Al año siguiente lanzó otra devastadora invasión sin que pudiera ser detenido, pues las fuerzas nacionales estaban comprometidas en la guerra con Paraguay.</p><p></p><p>Propuesta de Mitre al cacique CAFULCURÁ para terminar con el “problema indio”</p><p></p><p>El General BARTOLOMÉ MITRE, siendo ya Presidente de la Nación, le escribe al cacique JUAN CAFULCURÁ y le pone sus propósitos para con los indios:</p><p></p><p><strong><em>“Buenos Aires, enero 10 de 1863, Al cacique D. Juan Calfucurá. “Estimado amigo: He recibido su carta última, en la que veo el interés que se toma por mi salud, que es muy buena al presente, lo que me alegro en participarle, deseando por mi parte que usted y sus indios se encuentren buenos y fuertes como yo. “Veo por su carta los buenos consejos que da usted a los capitanejos á que se refiere, á fin de que no vengan á robarnos y siento que no sigan esos buenos consejos, como lo prueba la última invasión que han hecho por el Bragado y Rojas; pero esto no me aflige, porque estoy resuelto a poner término á esos robos escandalosos; como hace tiempo que me estoy preparando para contenerlos y escarmentar a los indios ladrones, yendo a buscarlos hasta el fin del mundo he de conseguir lo que me he propuesto, pues no tengo guerra ninguna que me distraiga, ni más atención que guardar la frontera. “Pero no puedo dejar de decir á usted que me sorprende que los mismos indios que están a sus órdenes, sean los que nos invaden, como acaban de hacerlo ahora. Esto no puede ser, porque estando yo en paz y amistad con usted, no es posible que una parte de sus mismos indios vengan a robarnos, desobedeciendo sus consejos y sus órdenes. O la paz es como debe ser, castigando usted a los indios que lo desobedecen, o seamos francamente enemigos, haciéndonos la guerra como enemigos. “Esperando su respuesta sobre este punto, le diré con franqueza, que por lo que hace á usted y los indios que obedecen sus órdenes y que están en paz con nosotros, yo los he de mirar como hijos y los he de atender en todo y les he de dar todo para que vivan bien. Estamos en paz y ustedes han de tener en mi un padre cariñoso y de buen corazón, pero no he de transigir con los ladrones y no he de cesar de perseguirlos hasta exterminarlos. Es por eso que tanto á usted como a los demás capitanejos de que me habla, les he de señalar un sueldo arreglado a sus necesidades, para que no pasen ninguna miseria y les he da dar grados militares con sus despachos correspondientes; pero antes conviene que usted hable con el coronel Rivas, que es también un buen amigo de los indios, pues según lo que él me diga, he de proceder yo para con ustedes. “Sin embargo de que estoy seguro que Rivas y mis demás jefes, lo han de recibir bien, le escribo en esta ocasión, recomendándole que lo atienda en todo, que 1º trate como a un amigo mío, lo mismo que a los indios que lo acompañen cuando usted vaya a visitarlo, que espero será pronto”.</em></strong></p><p></p><p>Mitre le informa luego de las acciones que ha estado llevando a cabo el Coronel VEDIA contra los ranqueles, tribu que promete destruír, si es que antes no pide la paz y que URQUIZA en Entre Ríos y JUAN SAA en Montevideo, por ahora se quedará quietos y en paz. Finaliza su carta con algunos comentarios sobre ciertos pedidos que le formulara CAFULCURÁ y se despide diciéndole: “Deseo a usted que lo pase bien con todos sus indios y que me crea su buen amigo de todo corazón, que verlo desea”.</p><p>Realizando un nuevo intento para poner fin a esta cruel situación, el 25 de mayo de 1865, el Presidente de la Nación, el General BARTOLOMÉ MITRE, concertó un Tratado de Paz con las tribus beligerantes. Producido el incumplimiento de los pagos ofrecidos para que lo firmaran, los voraces caciques volvieron a la guerra. El 22 de noviembre de 1866 arrasaron la región con un enorme malón de indígenas enloquecidos. Muchos sobrevivientes, aterrorizados, abandonaron sus casas y sus pertenencias y marcharon al norte para salvar sus vidas.</p><p></p><p><strong>1867</strong></p><p></p><p>El gobierno concede terrenos ubicados en el paraje de la actual localidad de Los Toldos, a los indígenas de la tribu del cacique COLIQUEO.</p><p></p><p><strong>Renace la violencia</strong></p><p></p><p>Lo que parecía ser una fuerza que se estaba agotando, con el pasar del tiempo y por la inoperancia de los gobiernos de turno, explotó nuevamente con renovada violencia. Volvieron los malones salvajes. La Pampa entera era un volcán. Los pobladores huían despavoridos de sus viviendas, dejando todo abandonado, antes de perder la vida y nadie quería correr el riesgo de aventurarse para radicarse en esas tierras, que permanecían ajenas al desarrollo del país.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="TORDO79, post: 2257977, member: 3802"] Continua... [B][U]CAMPAÑA DE BARTOLOMÉ MITRE (1855)[/U][/B] El Coronel BARTOLOMÉ MITRE, ministro de Guerra, con las mejores tropas con que contaba el Estado partió para el Azul, con la misión ordenada por el gobierno de “acometer y destruir en sus propias tolderías a los indígenas del sur”. “Cinco mil jinetes a las órdenes de Calfucurá operaban al día siguiente de Caseros en divisiones comandadas por sus capitanejos CACHUL, CATRIEL, NAMUNCURÁ, RAIPIL, CARUPÁN, CALVUQUIR y CAÑUMIL. Cachul y Catriel rompían los tratados con sus lanzas y tomaban a saco el pueblo de Azul. En 1855, tres años después de la caída de Rosas, este ejército dominaba por completo las vegas pintorescas de Olavarría, el fecundo llano del Azul y las pampas de Córdoba, de Cuyo y Santa Fe. La naciente ciudad de Azul había sido asaltada y tomada por Calfucurá, que se retiró después de matar a trescientos vecinos en las calles. El clamor de las víctimas resonó en Buenos Aires y el militar de más talento y mayor prestigio de la provincia, el Coronel BARTOLOMÉ MITRE, ministro de Guerra, partió para el Azul, a mover sobre los indios las mejores tropas del Estado. Nuestro ejército fue rodeado, acosado, acribillado, cargado con pasmosa audacia por lanceros desmontados, que morían sobre los gallardos batallones de ARREDONDO, MARTÍNEZ, DE RIVAS, MITRE, VEDIA, OCAMPO, PAUNERO, CONESA y otros bravos”, terminando en fracaso este primer intento por llevar la paz al desierto. “¡Hasta el cansancio ensordecían con luctuosos relatos de la suerte que corrió la infortunada expedición al desierto, cuando el general BARTOLOMÉ MITRE, salió a traer la llave de la frontera, con un poderoso ejército, cuyas fuerzas sólo pudieron llegar hasta Sierra Chica, siendo allí rodeado por los belicosos indios, quienes los obligaron a retornar al Azul con las monturas al hombro, después de dejar el campo cubierto con caballos desgarrados!”. En 1862, aprovechando la desprotección de la frontera sur, debido a la guerra civil que se luchaba, los malones invadían esos territorios para robar hacienda y hacer cautivas (por las que cobraran elevados rescates), Para escarmentarlos, el General JULIO DE VEDIA emprendió una excursión punitiva en la que incendió, destruyo sin compasión las tolderías de las tribus belicosas. Como venganza, el cacique MARIANO ROSAS lanzó una feroz invasión el 29 de marzo de 1863, que causó muchísimas muertes y pérdidas materiales a los colonos asaltados. Al año siguiente lanzó otra devastadora invasión sin que pudiera ser detenido, pues las fuerzas nacionales estaban comprometidas en la guerra con Paraguay. Propuesta de Mitre al cacique CAFULCURÁ para terminar con el “problema indio” El General BARTOLOMÉ MITRE, siendo ya Presidente de la Nación, le escribe al cacique JUAN CAFULCURÁ y le pone sus propósitos para con los indios: [B][I]“Buenos Aires, enero 10 de 1863, Al cacique D. Juan Calfucurá. “Estimado amigo: He recibido su carta última, en la que veo el interés que se toma por mi salud, que es muy buena al presente, lo que me alegro en participarle, deseando por mi parte que usted y sus indios se encuentren buenos y fuertes como yo. “Veo por su carta los buenos consejos que da usted a los capitanejos á que se refiere, á fin de que no vengan á robarnos y siento que no sigan esos buenos consejos, como lo prueba la última invasión que han hecho por el Bragado y Rojas; pero esto no me aflige, porque estoy resuelto a poner término á esos robos escandalosos; como hace tiempo que me estoy preparando para contenerlos y escarmentar a los indios ladrones, yendo a buscarlos hasta el fin del mundo he de conseguir lo que me he propuesto, pues no tengo guerra ninguna que me distraiga, ni más atención que guardar la frontera. “Pero no puedo dejar de decir á usted que me sorprende que los mismos indios que están a sus órdenes, sean los que nos invaden, como acaban de hacerlo ahora. Esto no puede ser, porque estando yo en paz y amistad con usted, no es posible que una parte de sus mismos indios vengan a robarnos, desobedeciendo sus consejos y sus órdenes. O la paz es como debe ser, castigando usted a los indios que lo desobedecen, o seamos francamente enemigos, haciéndonos la guerra como enemigos. “Esperando su respuesta sobre este punto, le diré con franqueza, que por lo que hace á usted y los indios que obedecen sus órdenes y que están en paz con nosotros, yo los he de mirar como hijos y los he de atender en todo y les he de dar todo para que vivan bien. Estamos en paz y ustedes han de tener en mi un padre cariñoso y de buen corazón, pero no he de transigir con los ladrones y no he de cesar de perseguirlos hasta exterminarlos. Es por eso que tanto á usted como a los demás capitanejos de que me habla, les he de señalar un sueldo arreglado a sus necesidades, para que no pasen ninguna miseria y les he da dar grados militares con sus despachos correspondientes; pero antes conviene que usted hable con el coronel Rivas, que es también un buen amigo de los indios, pues según lo que él me diga, he de proceder yo para con ustedes. “Sin embargo de que estoy seguro que Rivas y mis demás jefes, lo han de recibir bien, le escribo en esta ocasión, recomendándole que lo atienda en todo, que 1º trate como a un amigo mío, lo mismo que a los indios que lo acompañen cuando usted vaya a visitarlo, que espero será pronto”.[/I][/B] Mitre le informa luego de las acciones que ha estado llevando a cabo el Coronel VEDIA contra los ranqueles, tribu que promete destruír, si es que antes no pide la paz y que URQUIZA en Entre Ríos y JUAN SAA en Montevideo, por ahora se quedará quietos y en paz. Finaliza su carta con algunos comentarios sobre ciertos pedidos que le formulara CAFULCURÁ y se despide diciéndole: “Deseo a usted que lo pase bien con todos sus indios y que me crea su buen amigo de todo corazón, que verlo desea”. Realizando un nuevo intento para poner fin a esta cruel situación, el 25 de mayo de 1865, el Presidente de la Nación, el General BARTOLOMÉ MITRE, concertó un Tratado de Paz con las tribus beligerantes. Producido el incumplimiento de los pagos ofrecidos para que lo firmaran, los voraces caciques volvieron a la guerra. El 22 de noviembre de 1866 arrasaron la región con un enorme malón de indígenas enloquecidos. Muchos sobrevivientes, aterrorizados, abandonaron sus casas y sus pertenencias y marcharon al norte para salvar sus vidas. [B]1867[/B] El gobierno concede terrenos ubicados en el paraje de la actual localidad de Los Toldos, a los indígenas de la tribu del cacique COLIQUEO. [B]Renace la violencia[/B] Lo que parecía ser una fuerza que se estaba agotando, con el pasar del tiempo y por la inoperancia de los gobiernos de turno, explotó nuevamente con renovada violencia. Volvieron los malones salvajes. La Pampa entera era un volcán. Los pobladores huían despavoridos de sus viviendas, dejando todo abandonado, antes de perder la vida y nadie quería correr el riesgo de aventurarse para radicarse en esas tierras, que permanecían ajenas al desarrollo del país. [/QUOTE]
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