EL CONTRAATAQUE
Hasta ultimo momento el teniente Vázquez había reclamado insistentemente los refuerzos que le permitirían sostenerse en la posición, si bien esa resistencia no podría mantenerse demasiado tiempo, ya que el ataque británico se produjo con gran cantidad de hombres y medios de apoyo, basados estos especialmente en el preciso y aplastante fuego de artillería que saturo las posiciones y permitió el asalto desde todas direcciones.
Pero ¿que había ocurrido con esos refuerzos prometidos y que nunca llegaron?
El teniente miño y sus veinticinco hombres habían ocupado una débil posición del otro lado de la cresta de Tumbledown, mirando hacia el norte, es decir hacia Moddy Brook. Antes de la media noche del domingo 13 se replegaron al puesto comando de la Nácar, debido a que el ataque enemigo simultaneo con el que recibía Vázquez amenazaba cortar su retirada, pues incidía mas el este a su sector. Por ello el teniente Villanaza le ordeno a colombo que les asignara una ubicación. Así, colombo dio instrucciones a Miño para que se cerrara las espaldas a Vázquez, en un sector mas adelantado que el puesto comando de la compañía, es decir a la altura del observatorio del Batallón. La misión que le encomendó fue dar seguridad a la zona.
Al mismo tiempo Villanaza solicito el apoyo de la Cia bravo del RI 6, al mando del Mayor Jaimet, a fin de potenciar un contraataque.
- colombo, haga un rastrillaje hasta el observatorio con la gente que hay acá y en esa zona establezcamos una línea defensiva- dijo el teniente Villanaza.
- Señor ¿Vázquez quedara en la misma posición?
- No, trataremos de reintroducirlo en el sistema de defensa. La presión del enemigo es muy grande.
Por tres caminos, dos por arriba y uno por abajo, se podía llegar al puesto de observación de la compañía Nácar en el punto mas alto de Tumbledown, es decir, en el extremo este del monte.
A las 3 de la madrugada, el teniente colombo y el suboficial Galván subieron por el camino de abajo, que era menos conocido pero más dificultoso. Los ingenieros que conformaban la 5ta. sección de Miño, quedaron organizándose, a cargo del suboficial Ponce, miño, el guardiamarina de marco y dos conscriptos se adelantaron y ascendieron por los caminos mas altos. Lo mismo hizo una sección del ejército de la compañía Bravo del RI 6 al mando del subteniente Lamadrid, con 30 hombres y una MAG.
El lugar de reunión iba ser el a ser el observatorio de compañía. Allí teniendo en cuenta las novedades del rastillaje continuarían o no hacia el oeste.
En los corredores que llevaban a ese punto no había nada, pero cuando llegaron al puesto de observación comenzaron a recibir fuego enemigo. Estaban en la parte este de tumbledown, donde se encuentra el punto mas alto del monte. De inmediato respondieron al fuego y durante media hora contuvieron a los británicos, hasta que miño, comunicándose con el capitán Robacio, le dijo:
- señor tuvimos suerte hasta la zona 36, pero acá abajo hay como mil hombres apilados en una terraza.
En efecto, miño en su avance se encontró con una especie de terraza conocida por Robacio, ya que este esperaba que precisamente allí se concentrará el enemigo, porque determinados accidentes del terreno llevan, aun a las tropas mas veteranas a amontonarse en lugares así. Y este sitio de tumbledown no fue la excepción. Se trataba del regimiento de fusileros Gurkas que estaba concentrado para iniciar la “trepada” por esas escarpadas paredes del monte y llegar a la cresta topográfica. Era evidente que Miño había desalojado solo a una avanzada. El grueso estaba allí, en esa terraza.
- fuego! - ordeno Robacio al teniente de navío Ubaldo Pagani, coordinador de los fuegos de apoyo del batallón.
La respuesta fue impresionante. Eran las 2 y 20 de la madrugada cuando los proyectiles de morteros 81 y 106,6 y los obuses de 105, comenzaron a explotar entre las tropas gurkas que habían sido sorprendidas amontonadas. Mientras tanto los abuses del ejército arrojaban munición iluminante.
Cuando ceso el accionar de la artillería, se hizo un silencio total.
-se habrán replegado- dijo miño intentando explicar la calma.
- si, es cierto. Que raro este silencio – respondió el guardiamarina De Marco.
- ¡avancemos! – exclamo Miño.
-¿ porque no esperamos hasta que aclare un poco un poco y nos permita tener una idea de que es lo que ocurre? – dijo a su vez el suboficial Ponce.
- Tiene razón esperemos.
Cerca de las 6,30, Miño decidió avanzar, en la altura y en fila, pero como solo él y De Marco tenían visores nocturnos, ambos se adelantaron para ver si el terreno esta libre de enemigos.
De pronto, al llegar a los que había sido la posición de morteros 60, vieron que cuatro hombres cubiertos por algo semejante a ponchos de agua y a unos 10 metros de distancia, estaban en cuclillas contra una piedra. Instaneamente Miño levanto un brazo para que la columna detuviese. El conscripto Muelas se le acerco y le dijo:
-señor ¿ no escucha ruido de radio a radio?
Las radios militares, cuando están prendidas hacen un ruido continuado característico, parecido a una chicharra.
Miño ordeno que la gente hiciese silencio.
- Si hay un ruido a radio. Esperen acá, voy a buscarla.
Guiándose por el sonido camino unos metros hasta encontrar el receptor en un sitio donde antes habían estado las posiciones de los morteros 60. Se agacho para levantarlo, pero recordó los comentarios que le habían llegado de Darwin, que aseguraban que cuando los ingleses atacaron, las fuerzas argentinas hicieron un repliegue y que luego, al contraatacar una compañía, se encontraron con que los ingenieros británicos habían instalado minas en los pozos de zorro. Según se comento hubo muchos heridos.
Dejo la radio en el mismo lugar y regreso con sus hombres, que estaban esperando apostados en una hondonada.
-¿estos tipos todavía no se movieron?- le pregunto a De Marco.
En ese momento alguien grito en ingles. Como Miño no entendía mucho el idioma, De Marco respondió.
- pregunta quienes somos.
Sin titubear, De Marco respondió:
-¡ Somos ingleses!
El mismo hombre volvió a preguntar algo, pero Miño y el conscripto Muelas les arrojaron dos granadas, de las cuales una no exploto, escuchándose luego una voz en ingles:
-señor no se preocupe que acá no hay nadie herido.
Volvieron a tirarles otras dos granadas y ahí si se escucharon gritos desgarradores.
-¡ Ponce grito miño llamando al suboficial-. Repliégueme la gente y ubíquese donde estaban antes.
Retrocedieron unos 60 metros y al llegar a un cañadon fueron recibidos con fuego de dos ametralladoras, una frente a ellos y la otra hacia el costado izquierdo de otro cañadon de piedra. Enseguida se sumaron otras dos y numerosos fusiles.
Los hombres de Miño se tiraron cuerpo a tierra y respondieron con una MAG, fusiles lanzagranadas y FAL.
-¡ Sánchez! ¡Sánchez! – Exclamo Miño llamando al cabo principal- vaya inmediatamente al puesto de comando de compañía y dígales que tenemos arriba a los ingleses, que manden mas gente y ametralladoras.
El combate se prolongo más de cuarenta minutos. Los británicos sostenían un volumen de fuego muy importante, debido al empleo de gran cantidad de armas automáticas y lanzacohetes descartables.
Eran casi las 8 y estaba bastante claro. El cabo segundo Valdez disparo unas catorce granadas de fusil PDeF, dejando fuera de combate a una de las ametralladoras enemiga. Sus disparos eran dirigidos por el conscripto Molina, quien observaba los efectos de las explosiones entre los ingleses. Por su parte el cabo segundo Robles, con la MAG, de la sección disparaba sobre una fracción considerable de soldados británicos que pretendía avanzar por el flanco izquierdo.
Miño no tiraba, observaba que hacían sus hombres y daba las órdenes. De pronto vio que De Marco estaba tirando con fusil, rodilla en tierra.
-¡arrójese al suelo!- le grito mientras lo empujaba y caía encima del guardiamarina, en momentos en que explotaba una granada muy cerca.
Miño sintió algo caliente en la pierna izquierda.
-¡esta herido! Exclamo De Marco.
-Si pero no es nada- respondió Miño tocándose el pantalón ensangrentado.
-¡señor! ¡Señor!- interrumpió el cabo Sánchez que había regresado del puesto de compañía-. Se han ido todos, se han replegado.
Miño no quería caer prisionero pues tenía en su poder los registros de los campos que él y sus ingenieros habían minado. Hasta ese momento, la imagen que tenían de los era que degollaban a los prisioneros y que le sacaban información por cualquier medio.
No podrían aguantar mucho más y tampoco tenia sentido sacrificar a sus hombres inútilmente. El enemigo los superaba con amplitud. Ante ello decidió replegarse, para lo cual dividió la sección en dos grupos: uno, marcharía hacia Puerto argentino por el sur de tumbledown y el otro a su mando, por el Norte.
A las 08:30 iniciaron el repliegue bajo un intenso fuego de todo calibre. En ese instante se dio cuenta de la ausencia de De Marco, a quien busco por los alrededores sin encontrarlo.
Ese mismo fuego había aferrado al Guardiamarina y no le permitía moverse del lugar. Cuando pudo zafar de la posición en que se hallaba, se dirigió hacia el puesto de comando de la compañía Nácar, pero en el trayecto perdió su fusil.
Quedaba indefenso, algo que no causa mucho placer a quien está en medio de un combate. Con todo, llego ileso al refugio donde estaba el teniente Villarraza, en momentos en que éste comenzaba a retirarse con su gente.
Mientras tanto Miño se había reunido, camino del pueblo con el otro grupo de su sección. Estaban los veintinueve hombres que habían intentado, durante la madrugada, contraatacar a los ingleses que tenían en su poder la cresta de Tumbledown.
Cuando llegaron, a las 09:30 al puesto comando del Batallón, el Capitán Robacio decidió enviar a Miño al hospital de Puerto Argentino y a su gente a la compañía de Ingenieros Anfibios, para sumarse a las tropas que se concentrarían en Sapper Hill para desde allí resistir y contraatacar al enemigo.
Fuente: Libro del BIM 5