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Area Militar General
Malvinas 1982
Combates de infantería en Malvinas
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<blockquote data-quote="Willypicapiedra" data-source="post: 542041" data-attributes="member: 162"><p>“EL COMBATE DE LA INFANTERIA TIENE SU PARTICULARIDAD, PORQUE AISLADO Y EN SOLEDAD, UNO PUEDE VER LA CARA DE QUIEN LO VIENE A MATAR Y EN ESOS MOMENTOS, SOLO DIOS ES AYUDA Y TESTIGO”</p><p> (De un héroe de nuestras Islas Malvinas)</p><p></p><p>LA 3RA SECCION DE LA COMPAÑÍA DE INFANTERÍA “B” DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 6 “GRL VIAMONTE” </p><p>“UN COMBATE MUY DURO EN UNO DE LOS SECTORES MAS DIFICILES”</p><p>* Por el Teniente Coronel VGM Esteban Vilgré La Madrid</p><p></p><p>El primero de Abril había sido cansador y en la noche los soldados de la Clase 1962 montaban guardia en los campos de la “Colonia Olivera“, mientras en el vivac, los nuevos Soldados Conscriptos finalizaban su instrucción nocturna. Desde el Puesto de la entrada, los Soldados Guanes, Todde y Minutti disfrutaban de un momento de descanso, pocos circulaban a través de la “calle de los Plátanos” que unía la Ruta Nacional Nro 5 con el vivac del Regimiento; los sonidos iban muriendo y la noche era solo interrumpida por el “crack crack” de los fusiles al ser comprobados o algún zorro en la lejanía… se acercaba la baja y ese era el tema de conversación. Eran los últimos, los primeros habían partido y en Mercedes, Lobos, Navarro, Luján, General Rodríguez y muchas otras localidades bonaerenses ya se encontraban nuevamente como ciudadanos… sí, había sido un año duro, de instrucción intensa; premonitoriamente la Jefatura del Regimiento había sido muy exigente en ese aspecto. El Oficial de Operaciones, el Mayor Jaimet siempre les decía que frente a un enemigo, cara a cara, no habría excusas, ni desaliento o falta de fe, serían uno u otro… pero eso ya quedaba atrás, finalizaba la conscripción y pronto regresarían a casa…. </p><p></p><p>Este año sería imborrable en sus recuerdos y sus vidas, pero lejos estaban de saber cuanto. Habían aprendido a amar y servir a la Patria: unos se habían formado en sus primeras letras dentro de las aulas de la Escuela Primaria del Regimiento, otros habían reforzado enseñanzas inculcadas en sus hogares, habían aprendido que nuestra Nación y sus valores se defienden con un arma, pero también siendo honestos, trabajadores, buenos ciudadanos… Así lo habían jurado con la fuerza del bramido del puma, el 20 de Junio en Chivilcoy, frente al Pabellón Nacional que portaba el Subteniente Arroyo Arzubi, abanderado del Regimiento</p><p></p><p>Aún no había amanecido cuando un movimiento inusual se vivía en el cuartel del Regimiento en la ciudad de Mercedes, todos volvían presurosos de su franco y los centinelas del “Puesto de entrada”, Polizzo, Adorno y Becerra, -próximos ya a su relevo- se enteraron que “habían recuperado las Malvinas”. ¿Las Malvinas? ¿Esas islas del sur que en la Escuela les enseñaron a amar? Pero… ¿no las tenían los ingleses?...</p><p></p><p>A partir de allí todo se sucedió muy rápido, volvieron a ver a sus compañeros de baja quienes, como cuentas de Rosario, se fueron presentando en altísimas proporciones llamados por el sagrado deber. Pese al secreto, pronto se anoticiaron que partirían para las islas o a “algún lugar en el sur”. Así, la Compañía de Infantería B “Peribebuy” (en homenaje a los infantes del mismo Regimiento que se batieron en ese combate, en los esteros paraguayos, un siglo atrás), hasta ese momento la única que marcharía, fue completando sus efectivos; hasta Marcelo Di Sciulo, el Soldado del Casino de Oficiales estaba allí!!!; Lejos estaban de imaginar que serían protagonistas de los combates mas encarnizados y de constituir la última fracción de la Infantería del Ejército en batirse contra el enemigo en momentos previos a la rendición… no sin antes haber agotado la munición o vendiendo cara su vida!!!</p><p></p><p>Fugazmente pasaron la interminable y aburrida inspección en el Regimiento de Infantería 3 de la Tablada; las noches embalando el equipo en la cuadra de la Subunidad; la preparación de la carga marítima; las recomendaciones del Encargado de la Compañía, el Sargento 1ro Pitrella; la seguridad y aplomo que transmitía el carismático Jefe de Compañía Tte 1ro Abella… Así, nuestros jóvenes soldados que solo unos días atrás se encontraban de guardia en Olivera, se veían a bordo de dos camiones MB 1114 y dos Unimog 416 - con un nuevo Jefe de Sección, el Subteniente “En Comisión” La Madrid, hasta horas antes cadete de IV año del Colegio Militar - cantando, alborozados, rumbo a la Base Aérea de El Palomar, bajo el aplauso del pueblo de las ciudades ubicadas a lo largo de la ruta, que saludaban su paso.</p><p></p><p>La estadía en El Palomar previa al vuelo fue cargada de emoción y adrenalina; las distintas fracciones desplazándose a sus lugares de reunión y embarque, la espera en el hangar; alguna llamada de despedida a una novia desde el cuartel de los bomberos de la base; el olor de la combustión del JP1 de los motores de los aviones que bramaban al despegar, los gritos de los jefes de Grupo tratando de mantener el orden (el Sargento Echeverría con su vozarrón, la tonada mendocina del Cabo 1ro Zapata o la litoraleña serenidad de los Cabos Palomo y Fernández).</p><p></p><p>Pronto todo el bullicio fue dando lugar al sonido monocorde de las turbinas del avión y el silencio de las alturas; algunos dormían, unos como Segovia, Strizzi y Bordón recordaban a sus seres queridos, ¿Cuándo los volverían a ver?; otros como Gómez, Roldán y Ramos bromeaban en voz baja… pero todos sentían la excitación del honor y responsabilidad que significan defender nuestra Patria; comprendían la importancia del largo año de entrenamiento y el porque de tanta exigencia en el campo de instrucción… se preguntaban si el Teniente Coronel Halperin, Jefe del Regimiento, habría sospechado el desafío que ahora debían enfrentar… Así, con la tranquilidad de quien sabe hacer su trabajo, la 3ra Sección marchaba rumbo a la guerra… y la gloria. </p><p></p><p>Poco a poco la oscuridad y el silencio fueron ganando la aeronave hasta llegar a Río Gallegos donde el cambio de avión fue precedido por un caliente mate cocido con leche y pan servido por los camaradas de esa Guarnición Militar para, ahora sí, marchar definitivamente a las Islas Malvinas. ¡Al fin! Las islas a un paso, cuántos argentinos envidiaban estar en su lugar, qué orgullo sentirían sus familiares y cuanta responsabilidad depositada por el Estado en sus fuertes espaldas. Así en poco tiempo, las luces del Aeródromo de Puerto Argentino se divisaron en la lejanía y un aterrizaje más que violento por lo corto de la pista les anunció que era la hora de la verdad, la 3ra Sección había llegado para hacerse sentir.</p><p></p><p>El combate del infante posee una característica, obedece a técnicas sencillas pero requiere una gran creatividad, coordinación y sincronización. Un combatiente puede prepararse en poco tiempo pero una fracción de infantes con mayúsculas requiere algo mayor: “el espíritu del Infante” que le dará precisión letal; el jefe sabe que debe lograr que sus hombres den la vida en el cumplimiento de la misión y solo lo logra por medio del ejemplo personal y el afecto, y sus hombres saben que lo harán a través del entrenamiento duro; eso les crea una sensación de “Unidad” en el verdadero sentido de la palabra, los lleva a sentirse invencibles, al desprecio heroico de la propia vida (sin ser temerarios), y transforma a sus integrantes en un cerrado núcleo de hermandad bajo la palabra “camaradería”. Así, un soldado que no posee ese espíritu será un combatiente… mas no un ¡INFANTE!. El Regimiento de Infantería 6 poseía ese espíritu y la 3ra Sección lo transformó en algo trascendente y contagioso a medida que pasaron los días. No había ningún hecho (bueno o no tanto), que no tuviese el sello de alguno de ellos…</p><p></p><p>Una vez desembarcada, la Sección realizó una agotadora marcha con todo su equipo hasta un depósito de munición británico en cuyas inmediaciones instaló un vivac provisorio. Allí ocurrió un hecho fundamental para ellos: su Encargado tuvo que ser reemplazado contra su voluntad por cuestiones de salud e ingresó en su lugar quien después sería un excelente camarada y consejero de su joven jefe, el Sargento 1ro Corbalán, sanjuanino pulcro y de modales educados que demostraba con el ejemplo que el soldado debe ser cuidadoso con su aseo, aún en medio del combate, pero cuando de luchar se trata, se embarra hasta las narices protegiendo el repliegue de los suyos…</p><p></p><p>Tres movimientos mas esperaban a la fracción, la primera: al oeste de Puerto Argentino, la segunda: hasta donde termina la bahía (o Stanley Harbour, su nombre inglés) al pié del cerro Sapper Hill, en un lugar denominado Moody Brook (“el cuartel de los Royal Marines” en la jerga lugareña). Allí pasaron los últimos momentos de tranquilidad y serena espera; la Compañía que había sido designada bajo el pomposo nombre de “Reserva Helitransportada” del Componente Ejército de la Guarnición Malvinas. Entrenamiento en helicóptero, algún asado fugaz de un cordero que “accidentalmente” había caído en sus manos (al que Poltronieri, con indudable habilidad, carneaba y cuereaba en minutos), la cooperación en la descarga de material del Batallón Logístico 9 (que siempre implicaba algún “pago” en especias...), la asistencia espiritual de nuestros capellanes, algún aerograma a la familia, cartas “al soldado argentino”, guardias y las patrullas eran las actividades de esos días… </p><p></p><p>Así, cuando el tercer y último movimiento fue ordenado, la Sección era un engranaje sólido y aceitado, listo para la exigencia que se avecinaba desde la isla Ascensión… y que ya había golpeado en las Georgias.</p><p></p><p>Hacia fines de Abril fue el esperado desplazamiento: parte del equipo fue trasladado en helicópteros y camiones Unimog por el difícil “camino a Darwin” que cruza el río Murrel en las faldas del Monte Kent; el resto fue trasladado por nuestros duros infantes en una marcha épica. Había que ver la larga hilera de hombres que cual serpiente se internaba en territorio “mas allá de las líneas”, bajo el sonido de los rotores de los helicópteros y los gritos de aliento de los Jefes en una suerte de imagen bélica surrealista… El cerro “Dos Hermanas” (Dos Hermanas (Two Sisters) o algún otro nombre menos elegante) pasó a ser el hogar de éstos hombres… mas tarde se le sumaría una fracción del Regimiento 4 -que también dio muchos héroes a nuestro Ejército (Martella, Silva y tantos otros oficiales, suboficiales y soldados)-.</p><p></p><p>Pronto se transformó en una fortaleza, todas las armas fueron regladas y las “zonas muertas” cubiertas bajo el fuego de morteros y ametralladora… las avenidas de aproximación del enemigo puestas bajo la protección de “trampas explosivas” (colocadas por el Jefe de la Compañía) y la retaguardia… con fajas de minas instaladas por los hermanos de la valiente Infantería de Marina. La Subunidad fue reforzada con coheteras (a órdenes del Sarg 1ro Zucón), un Observador Adelantado de Artillería, equipos de comunicaciones TRC 300 “Thompson”, Misiles SAM 7 (que fueron utilizados sin éxito contra los aviones británicos), más munición y una reserva de raciones de combate reforzadas que fueron vitales en los dos últimos días de la batalla… Por eso no fue de extrañar que cuando el enemigo inglés desembarcó e inició el largo camino a Puerto Argentino, se le designase un Jefe de Sector (el Mayor Jaimet) y fuese elegida para la ejecución de tareas que por ese entonces solo realizaban los comandos como: puestos de vigilancia y escucha en los Montes Wall, Challenger y Kent, protección de aeronaves, patrullas a lugares donde presuntamente se desplazaban los británicos, emboscadas en el “Murrel Bridge” y hasta una patrulla (que se formó sobre la base de integrantes de la 3ra Sección, a órdenes del Cabo Fernández y el Jefe de Sección) hacia Monte Simón y que fue abortada a último momento (fue encomendada a una de las Compañías de Comandos derivando en el conocido combate de Top Malo house). Otro tema fue la relación con los “vecinos”, el Regimiento de Infantería 7 (RI 7) en el Longdon y el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) en el Tumbledown, allí no solo se intercambiaba información o se coordinaban tareas sino que también se realizaban trueques (Mantecol por cigarrillos, lata de ración por petaca de wisky, etc.) como verdaderos financistas! </p><p></p><p>Pero así como los días se acortaban y el clima se hacía cada vez mas frío, la oportunidad del combate se aproximaba, con los británicos haciéndose cada vez mas fuertes en las cercanías de Puerto Argentino; varias de sus patrullas que trataron de infiltrarse fueron descubiertas; se cancelaron los reconocimientos del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10; se replegaron los cañones de la artillería y la actividad de bloqueos se suspendió. No Había ninguna duda; el fuego de preparación naval, aéreo y terrestre y la actividad cada vez mas intensa del enemigo, presagiaban una dura prueba para esos inquebrantables soldados que por ese entonces se reían del enemigo, apostando “por el silbido” al lugar donde explotaría el próximo proyectil… </p><p></p><p>Ya eran parte de la turba y sabían como obtener todo de ella: llamas de las ramas húmedas; agua del hielo; guardar comida de reserva; fabricar velas con cordón y grasa de oveja; armar cigarros con papel y yerba o hasta usar de mate el casco de una granada con un bolígrafo Bic y virulana como bombilla!!!, habían fabricado una radio con restos de un vehículo destruído o construían posiciones a las que no les llegaba ni el agua ni el frío (sin el auxilio de zapadores como lo hacen otros ejércitos…). Se veían a si mismos invencibles, su ánimo no se quebraba y en las largas noches de guardia en la posición “al 50 %” (uno duerme y el otro vigila) siempre mostraban hechos que lo evidenciaban (lluvia de voluntarios ante una alerta para ir a ver si había enemigo aproximándose, las largas horas que los apuntadores Poltronieri y Horisberger dedicaban a limpiar y cuidar “como niñas” sus ametralladoras, las bromas subidas de tono por la delicadeza con que se cubría a la novia del soldado: el fusil, o los que permanecían mas tiempo que el ordenado en los puestos de escucha al frente para permitir mas descanso a los que no estaban de turno) El sueño que tal vez otros infantes no han visto ni verán en su vida, desfilaba ante los ojos de quien por allí pasara… una fracción lista para el combate, con el espíritu templado y sus armas listas. Lejos estaban el Comando 42 de los “Blues and Royals” o los Guardias Escoceses y Galeses británicos de esperar semejante recibimiento. Esto honra aún mas a nuestros soldados, no era cualquier Infantería la que enfrentaban, era “LA” infantería moderna por excelencia; el soldado británico es muy profesional y eficiente, entrenado bajo las estrictas reglas del arma y forjado en los mas diversos frentes de batalla del mundo… un rival digno de ser enfrentado y envidiado por cualquier combatiente. Y pensar que al volver nuestros combatientes fueron humillados por algunos con el apodo de “los chicos de la guerra”.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Willypicapiedra, post: 542041, member: 162"] “EL COMBATE DE LA INFANTERIA TIENE SU PARTICULARIDAD, PORQUE AISLADO Y EN SOLEDAD, UNO PUEDE VER LA CARA DE QUIEN LO VIENE A MATAR Y EN ESOS MOMENTOS, SOLO DIOS ES AYUDA Y TESTIGO” (De un héroe de nuestras Islas Malvinas) LA 3RA SECCION DE LA COMPAÑÍA DE INFANTERÍA “B” DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 6 “GRL VIAMONTE” “UN COMBATE MUY DURO EN UNO DE LOS SECTORES MAS DIFICILES” * Por el Teniente Coronel VGM Esteban Vilgré La Madrid El primero de Abril había sido cansador y en la noche los soldados de la Clase 1962 montaban guardia en los campos de la “Colonia Olivera“, mientras en el vivac, los nuevos Soldados Conscriptos finalizaban su instrucción nocturna. Desde el Puesto de la entrada, los Soldados Guanes, Todde y Minutti disfrutaban de un momento de descanso, pocos circulaban a través de la “calle de los Plátanos” que unía la Ruta Nacional Nro 5 con el vivac del Regimiento; los sonidos iban muriendo y la noche era solo interrumpida por el “crack crack” de los fusiles al ser comprobados o algún zorro en la lejanía… se acercaba la baja y ese era el tema de conversación. Eran los últimos, los primeros habían partido y en Mercedes, Lobos, Navarro, Luján, General Rodríguez y muchas otras localidades bonaerenses ya se encontraban nuevamente como ciudadanos… sí, había sido un año duro, de instrucción intensa; premonitoriamente la Jefatura del Regimiento había sido muy exigente en ese aspecto. El Oficial de Operaciones, el Mayor Jaimet siempre les decía que frente a un enemigo, cara a cara, no habría excusas, ni desaliento o falta de fe, serían uno u otro… pero eso ya quedaba atrás, finalizaba la conscripción y pronto regresarían a casa…. Este año sería imborrable en sus recuerdos y sus vidas, pero lejos estaban de saber cuanto. Habían aprendido a amar y servir a la Patria: unos se habían formado en sus primeras letras dentro de las aulas de la Escuela Primaria del Regimiento, otros habían reforzado enseñanzas inculcadas en sus hogares, habían aprendido que nuestra Nación y sus valores se defienden con un arma, pero también siendo honestos, trabajadores, buenos ciudadanos… Así lo habían jurado con la fuerza del bramido del puma, el 20 de Junio en Chivilcoy, frente al Pabellón Nacional que portaba el Subteniente Arroyo Arzubi, abanderado del Regimiento Aún no había amanecido cuando un movimiento inusual se vivía en el cuartel del Regimiento en la ciudad de Mercedes, todos volvían presurosos de su franco y los centinelas del “Puesto de entrada”, Polizzo, Adorno y Becerra, -próximos ya a su relevo- se enteraron que “habían recuperado las Malvinas”. ¿Las Malvinas? ¿Esas islas del sur que en la Escuela les enseñaron a amar? Pero… ¿no las tenían los ingleses?... A partir de allí todo se sucedió muy rápido, volvieron a ver a sus compañeros de baja quienes, como cuentas de Rosario, se fueron presentando en altísimas proporciones llamados por el sagrado deber. Pese al secreto, pronto se anoticiaron que partirían para las islas o a “algún lugar en el sur”. Así, la Compañía de Infantería B “Peribebuy” (en homenaje a los infantes del mismo Regimiento que se batieron en ese combate, en los esteros paraguayos, un siglo atrás), hasta ese momento la única que marcharía, fue completando sus efectivos; hasta Marcelo Di Sciulo, el Soldado del Casino de Oficiales estaba allí!!!; Lejos estaban de imaginar que serían protagonistas de los combates mas encarnizados y de constituir la última fracción de la Infantería del Ejército en batirse contra el enemigo en momentos previos a la rendición… no sin antes haber agotado la munición o vendiendo cara su vida!!! Fugazmente pasaron la interminable y aburrida inspección en el Regimiento de Infantería 3 de la Tablada; las noches embalando el equipo en la cuadra de la Subunidad; la preparación de la carga marítima; las recomendaciones del Encargado de la Compañía, el Sargento 1ro Pitrella; la seguridad y aplomo que transmitía el carismático Jefe de Compañía Tte 1ro Abella… Así, nuestros jóvenes soldados que solo unos días atrás se encontraban de guardia en Olivera, se veían a bordo de dos camiones MB 1114 y dos Unimog 416 - con un nuevo Jefe de Sección, el Subteniente “En Comisión” La Madrid, hasta horas antes cadete de IV año del Colegio Militar - cantando, alborozados, rumbo a la Base Aérea de El Palomar, bajo el aplauso del pueblo de las ciudades ubicadas a lo largo de la ruta, que saludaban su paso. La estadía en El Palomar previa al vuelo fue cargada de emoción y adrenalina; las distintas fracciones desplazándose a sus lugares de reunión y embarque, la espera en el hangar; alguna llamada de despedida a una novia desde el cuartel de los bomberos de la base; el olor de la combustión del JP1 de los motores de los aviones que bramaban al despegar, los gritos de los jefes de Grupo tratando de mantener el orden (el Sargento Echeverría con su vozarrón, la tonada mendocina del Cabo 1ro Zapata o la litoraleña serenidad de los Cabos Palomo y Fernández). Pronto todo el bullicio fue dando lugar al sonido monocorde de las turbinas del avión y el silencio de las alturas; algunos dormían, unos como Segovia, Strizzi y Bordón recordaban a sus seres queridos, ¿Cuándo los volverían a ver?; otros como Gómez, Roldán y Ramos bromeaban en voz baja… pero todos sentían la excitación del honor y responsabilidad que significan defender nuestra Patria; comprendían la importancia del largo año de entrenamiento y el porque de tanta exigencia en el campo de instrucción… se preguntaban si el Teniente Coronel Halperin, Jefe del Regimiento, habría sospechado el desafío que ahora debían enfrentar… Así, con la tranquilidad de quien sabe hacer su trabajo, la 3ra Sección marchaba rumbo a la guerra… y la gloria. Poco a poco la oscuridad y el silencio fueron ganando la aeronave hasta llegar a Río Gallegos donde el cambio de avión fue precedido por un caliente mate cocido con leche y pan servido por los camaradas de esa Guarnición Militar para, ahora sí, marchar definitivamente a las Islas Malvinas. ¡Al fin! Las islas a un paso, cuántos argentinos envidiaban estar en su lugar, qué orgullo sentirían sus familiares y cuanta responsabilidad depositada por el Estado en sus fuertes espaldas. Así en poco tiempo, las luces del Aeródromo de Puerto Argentino se divisaron en la lejanía y un aterrizaje más que violento por lo corto de la pista les anunció que era la hora de la verdad, la 3ra Sección había llegado para hacerse sentir. El combate del infante posee una característica, obedece a técnicas sencillas pero requiere una gran creatividad, coordinación y sincronización. Un combatiente puede prepararse en poco tiempo pero una fracción de infantes con mayúsculas requiere algo mayor: “el espíritu del Infante” que le dará precisión letal; el jefe sabe que debe lograr que sus hombres den la vida en el cumplimiento de la misión y solo lo logra por medio del ejemplo personal y el afecto, y sus hombres saben que lo harán a través del entrenamiento duro; eso les crea una sensación de “Unidad” en el verdadero sentido de la palabra, los lleva a sentirse invencibles, al desprecio heroico de la propia vida (sin ser temerarios), y transforma a sus integrantes en un cerrado núcleo de hermandad bajo la palabra “camaradería”. Así, un soldado que no posee ese espíritu será un combatiente… mas no un ¡INFANTE!. El Regimiento de Infantería 6 poseía ese espíritu y la 3ra Sección lo transformó en algo trascendente y contagioso a medida que pasaron los días. No había ningún hecho (bueno o no tanto), que no tuviese el sello de alguno de ellos… Una vez desembarcada, la Sección realizó una agotadora marcha con todo su equipo hasta un depósito de munición británico en cuyas inmediaciones instaló un vivac provisorio. Allí ocurrió un hecho fundamental para ellos: su Encargado tuvo que ser reemplazado contra su voluntad por cuestiones de salud e ingresó en su lugar quien después sería un excelente camarada y consejero de su joven jefe, el Sargento 1ro Corbalán, sanjuanino pulcro y de modales educados que demostraba con el ejemplo que el soldado debe ser cuidadoso con su aseo, aún en medio del combate, pero cuando de luchar se trata, se embarra hasta las narices protegiendo el repliegue de los suyos… Tres movimientos mas esperaban a la fracción, la primera: al oeste de Puerto Argentino, la segunda: hasta donde termina la bahía (o Stanley Harbour, su nombre inglés) al pié del cerro Sapper Hill, en un lugar denominado Moody Brook (“el cuartel de los Royal Marines” en la jerga lugareña). Allí pasaron los últimos momentos de tranquilidad y serena espera; la Compañía que había sido designada bajo el pomposo nombre de “Reserva Helitransportada” del Componente Ejército de la Guarnición Malvinas. Entrenamiento en helicóptero, algún asado fugaz de un cordero que “accidentalmente” había caído en sus manos (al que Poltronieri, con indudable habilidad, carneaba y cuereaba en minutos), la cooperación en la descarga de material del Batallón Logístico 9 (que siempre implicaba algún “pago” en especias...), la asistencia espiritual de nuestros capellanes, algún aerograma a la familia, cartas “al soldado argentino”, guardias y las patrullas eran las actividades de esos días… Así, cuando el tercer y último movimiento fue ordenado, la Sección era un engranaje sólido y aceitado, listo para la exigencia que se avecinaba desde la isla Ascensión… y que ya había golpeado en las Georgias. Hacia fines de Abril fue el esperado desplazamiento: parte del equipo fue trasladado en helicópteros y camiones Unimog por el difícil “camino a Darwin” que cruza el río Murrel en las faldas del Monte Kent; el resto fue trasladado por nuestros duros infantes en una marcha épica. Había que ver la larga hilera de hombres que cual serpiente se internaba en territorio “mas allá de las líneas”, bajo el sonido de los rotores de los helicópteros y los gritos de aliento de los Jefes en una suerte de imagen bélica surrealista… El cerro “Dos Hermanas” (Dos Hermanas (Two Sisters) o algún otro nombre menos elegante) pasó a ser el hogar de éstos hombres… mas tarde se le sumaría una fracción del Regimiento 4 -que también dio muchos héroes a nuestro Ejército (Martella, Silva y tantos otros oficiales, suboficiales y soldados)-. Pronto se transformó en una fortaleza, todas las armas fueron regladas y las “zonas muertas” cubiertas bajo el fuego de morteros y ametralladora… las avenidas de aproximación del enemigo puestas bajo la protección de “trampas explosivas” (colocadas por el Jefe de la Compañía) y la retaguardia… con fajas de minas instaladas por los hermanos de la valiente Infantería de Marina. La Subunidad fue reforzada con coheteras (a órdenes del Sarg 1ro Zucón), un Observador Adelantado de Artillería, equipos de comunicaciones TRC 300 “Thompson”, Misiles SAM 7 (que fueron utilizados sin éxito contra los aviones británicos), más munición y una reserva de raciones de combate reforzadas que fueron vitales en los dos últimos días de la batalla… Por eso no fue de extrañar que cuando el enemigo inglés desembarcó e inició el largo camino a Puerto Argentino, se le designase un Jefe de Sector (el Mayor Jaimet) y fuese elegida para la ejecución de tareas que por ese entonces solo realizaban los comandos como: puestos de vigilancia y escucha en los Montes Wall, Challenger y Kent, protección de aeronaves, patrullas a lugares donde presuntamente se desplazaban los británicos, emboscadas en el “Murrel Bridge” y hasta una patrulla (que se formó sobre la base de integrantes de la 3ra Sección, a órdenes del Cabo Fernández y el Jefe de Sección) hacia Monte Simón y que fue abortada a último momento (fue encomendada a una de las Compañías de Comandos derivando en el conocido combate de Top Malo house). Otro tema fue la relación con los “vecinos”, el Regimiento de Infantería 7 (RI 7) en el Longdon y el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) en el Tumbledown, allí no solo se intercambiaba información o se coordinaban tareas sino que también se realizaban trueques (Mantecol por cigarrillos, lata de ración por petaca de wisky, etc.) como verdaderos financistas! Pero así como los días se acortaban y el clima se hacía cada vez mas frío, la oportunidad del combate se aproximaba, con los británicos haciéndose cada vez mas fuertes en las cercanías de Puerto Argentino; varias de sus patrullas que trataron de infiltrarse fueron descubiertas; se cancelaron los reconocimientos del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10; se replegaron los cañones de la artillería y la actividad de bloqueos se suspendió. No Había ninguna duda; el fuego de preparación naval, aéreo y terrestre y la actividad cada vez mas intensa del enemigo, presagiaban una dura prueba para esos inquebrantables soldados que por ese entonces se reían del enemigo, apostando “por el silbido” al lugar donde explotaría el próximo proyectil… Ya eran parte de la turba y sabían como obtener todo de ella: llamas de las ramas húmedas; agua del hielo; guardar comida de reserva; fabricar velas con cordón y grasa de oveja; armar cigarros con papel y yerba o hasta usar de mate el casco de una granada con un bolígrafo Bic y virulana como bombilla!!!, habían fabricado una radio con restos de un vehículo destruído o construían posiciones a las que no les llegaba ni el agua ni el frío (sin el auxilio de zapadores como lo hacen otros ejércitos…). Se veían a si mismos invencibles, su ánimo no se quebraba y en las largas noches de guardia en la posición “al 50 %” (uno duerme y el otro vigila) siempre mostraban hechos que lo evidenciaban (lluvia de voluntarios ante una alerta para ir a ver si había enemigo aproximándose, las largas horas que los apuntadores Poltronieri y Horisberger dedicaban a limpiar y cuidar “como niñas” sus ametralladoras, las bromas subidas de tono por la delicadeza con que se cubría a la novia del soldado: el fusil, o los que permanecían mas tiempo que el ordenado en los puestos de escucha al frente para permitir mas descanso a los que no estaban de turno) El sueño que tal vez otros infantes no han visto ni verán en su vida, desfilaba ante los ojos de quien por allí pasara… una fracción lista para el combate, con el espíritu templado y sus armas listas. Lejos estaban el Comando 42 de los “Blues and Royals” o los Guardias Escoceses y Galeses británicos de esperar semejante recibimiento. Esto honra aún mas a nuestros soldados, no era cualquier Infantería la que enfrentaban, era “LA” infantería moderna por excelencia; el soldado británico es muy profesional y eficiente, entrenado bajo las estrictas reglas del arma y forjado en los mas diversos frentes de batalla del mundo… un rival digno de ser enfrentado y envidiado por cualquier combatiente. Y pensar que al volver nuestros combatientes fueron humillados por algunos con el apodo de “los chicos de la guerra”. [/QUOTE]
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